Se llama perimetrar un incendio al proceso de delimitar la zona del mismo, aislarlo de puntos de extensión, contenerlo dentro de esos límites y poner en marcha planes de extinción.
Algo parecido han ensayado Biden y Xi en Bali. Sin abandonar el lenguaje duro, sin ocultar las amenazas chinas sobre Taiwán, sin atenuar Biden las denuncias sobre las agresiones chinas a los derechos humanos y sin rebajar un punto el compromiso estadounidense con reforzar la defensa militar aliadas en el Pacífico, China y Estados Unidos han subrayado la necesidad de mantener abiertas vías de comunicación sobre cada conflicto, negociar los contenciosos comerciales y deplorar las amenazas de Putin, socio de China en muchos aspectos, de utilizar armas nucleares para endr3zar su fracaso en Ucrania.
Pero el encuentro entre los dos mandatarios proporciona beneficios an amas potencias. China gana tiempo en un escenario de menor crecimiento económico y proporciona tiempo a Estados Unidos al reducir teóricamente la amenaza de invasión (por el momento) a Taiwán; Biden tras su derrota limitada en las elecciones americanas gana imagen de liderazgo internacional y ofrece a China la imagen de segunda potencia mundial con Rusia contra las cuerdas.
Sin embargo apenas hay margen para acuerdos reales. Respecto a Taiwán y a la política china sobre los derechos humanos en su país no puede haber avances con la autocracia de Pekín y respecto a los contenciosos comerciales tampoco por cuanto China, cuya economía no existe sin una fuerte dosis de intervencionismo estatal hala cínicamente de respetar el libre comercio y las leyes que Pekín viola a diario. Sí hay margen, a pesar de todo, para acuerdos parciales sobre aspectos económicos en que ambos países jueguen al gato y al ratón conteniendo Estados Unidos algunas prácticas chinas y obteniendo China algunos compromisos de no interferir mucho sus negocios crecientes en África y América Latina.
Y el dossier Ucrania. Aunque se ha publicitado menos, una parte importante de las tres horas de reunión entre Biden y Xi se dedicaron a analizar las posibilidades de presionar o convencer a Putin de que acepte unas conversaciones de paz respetando la integridad territorial de Ucrania (así lo proclama China). Pero no ha habido avances. Ambas partes reconocen internamente que la arrogancia rusa le impide reconocer su derrota y abrir negociaciones y que Ucrania, en pleno avance militar cree que negociar ahora sin explotar su ventaja sería un favor a Rusia. Pero Estados Unidos y China han pactado seguir en contacto sobre este asunto buscando un clima de distensión que ambas economías necesitan-
Y en este contexto sorprende la arrogancia del presidente español, Pedro Sánchez, que antes de su propia entrevista con Xi para ofrecer oportunidades de inversión a empresas chinas ha anunciado pomposamente que insistirá a Pekín en la necesidad de convencer a Putin para ceder. Vivir para ver. Aunque, si se abre la vía chino estadounidense sobre Ucrania veremos repartir medallas en La Moncloa.