China vuelve a insistir en su voluntad de gran protagonismo mundial y ha sugerido que tiene un plan para tratar de llevar a la mesa de negociaciones a Rusia y Ucrania con esperanzas de alcanzar un acuerdo. Es el mismo objetivo que busca desde hace meses Turquía sin que parezca que haya logrado avances sustanciales. Hasta ahora, los planes sugeridos contenían concesiones territoriales a Rusia, además de consolidarle la apropiación de Crimea con el argumento de que una derrota total de Rusia no es aconsejable para la futura estabilidad internacional. Pero Ucrania, que ha logrado resistir un año y hasta invertir el curso de la guerra, reclama la retirada de todas las tropas rusas de su territorio nacional para plantearse un acuerdo de paz duradero.
En la primera opción están países aliados de Rusia y cada vez más afectados por la desestabilización de la economía mundial, aunque en la misma dirección se oyen voces timoratas y vergonzantes en Europa por ahora minoritarias. En la segunda está todo el Occidente oficial, y sobre todo la Europa central y oriental, que ya vivieron como con el mismo argumento que ahora (el ejemplo clásico y ya tópico) se cedió a Hitler los Sudetes para salvar la paz y el líder nazi, animado ante la cesión de Francia y Reino Unido, se anexionó Austria, invadió Polonia y comenzó la II Guerra Mundial.
Pero la jugada china es de más largo alcance. Mientras Pekín subraya su alianza con Rusia y, según servicios de inteligencia occidentales, estaría proporcionando munición de artillería a Rusia, aunque no suministros susceptibles de inclinar la balanza hacia Moscú, insiste en presentarse como defensora de la paz y de la soberanía de los países mientras sugiere concesiones a Rusia y aspira a liquidar el régimen democrático de Taiwán y ocupar la isla que considera territorio nacional chino. China trata de ofrecer una imagen de socio de paz, reducir la incertidumbre económica que le hace daño, ganar influencia y tratar de ganar tiempo en sus planes de expansión.
Europa, por ahora, no se fía y ha advertido que un suministro militar relevante a Rusia sería una línea roja cuyo traspaso sería inaceptable- Al menos Borrell lo explica así. Veremos qué pasa.