A pesar de la ligera distensión que están protagonizando China y Estados Unidos, el gobierno de Pekín mantiene la presión sobre los límites de sus mares territoriales e imponiendo la presencia de sus fuerzas navales cerca de islas pertenecientes a Japón, Filipinas y otros países cuya soberanía es reclamada por China.
Agencias de noticias vienen informando hace semanas de la movilización de fuerzas navales filipinas tras denunciar la aparición de más de 135 barcos de la Milicia Marítima de China que han comenzado a patrullar por las islas. Aparentemente, China quiere seguir manteniendo alta tensión con un gran despliegue naval en el justo límite de sus aguas territoriales y realizando incursiones sorpresa que elevan la alarma, alteran las rutas comerciales y ponen en alerta todos los sistemas de defensa en la región con los riesgos de que un error de cálculo o una maniobra arriesgada hagan estallar un conflicto de incalculables consecuencias.
China está teniendo altibajos en su economía que están aumentando las tensiones sociales internas y ralentizando sus planes de inversiones e influencia en África y, en parte, en América Latina. Estos hechos podrían estar actuando sobre los intentos chinos de calentar el fervor nacionalista sobre los mares territoriales, aunque no hay que olvidar que el nacionalismo chino siempre ha constituido una constante de Pekín y ninguna de sus reclamaciones son nuevas desde el fin de la guerra mundial y el triunfo de la revolución comunista que acaudilló Mao.
Esta pulsión china puede constituir un obstáculo en sus planes de acercamiento relativo a una distensión con Estados Unidos, aunque las autoridades de Pekín consideren que mantener la presión es el pulso necesario para que Washington admita la necesidad de relacionarse con China al más alto nivel de potencia a potencia. Como todas las grandes operaciones estratégicas, ésta también tiene el enorme peligro de sus efectos secundarios, generales en el caso de que den lugar a un conflicto abierto, y particularmente para China porque su agresividad está fortaleciendo las alianzas de EEUU en la región y estimulando el crecimiento de las inversiones en recursos militares de quienes se sienten amenazador por Pekín.