China parece estar respondiendo a la intensa presión internacional (comercial y política) para que reduzca su apoyo tecnológico a Rusia en su guerra contra Ucrania, concretamente en el envío de drones especial y sofisticadamente diseñados para su uso militar en ataques que, junto los que envía Irán, son un elemento esencial en la maquinaria de guerra rusa en Ucrania.
Los ministerios de Comercio, la dirección de Aduanas y del ejército chino han anunciado una reducción radical de las exportaciones de drones militares o susceptibles de ser convertidos en instrumentos militares (prácticamente todos en realidad) y un control más riguroso en el destino final de esas exportaciones.
Claro que en el enmarañado y a menudo tramposo tejido de los intercambios por vía de terceros del comercio internacional, nadie duda de que, de momento, la llegada de tecnología y drones chinos seguirán llegando a Rusia para atacar desde los cielos ucranianos, pero el anuncio del gobierno e Xi, es un reflejo de las dificultades chinas y de su empeño para seguir intentando lucir un papel internacional de facilitador de procesos de desactivación de conflictos en todo el planeta.
El aparente equilibrio chino en los conflictos internacionales es tan viejo como falso, pero Pekín necesita por su situación geoestratégica, seguirlo representando en combinación con gestos lenguaje y acciones encubiertas propios de le guerra fría, fundamentalmente en relación con Estados Unidos.
Pero con respecto a Ucrania, el gesto chino puede tener consecuencias. Una disminución de llegada de drones, aunque sea temporal, al escenario bélico ucraniano puede afectar a las capacidades militares rusas en un momento en que una penetración de fuerzas ucranianas en territorio ruso y la aparente ocupación de alrededor de 1000 Km cuadrados puede estar poniendo en cuestión a la cúpula militar rusa y, en parte, al presidente Putin, Y esto puede acelerar el punto de inflexión en la guerra que ha supuesto la operación ucraniana.