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La felicitación del presidente y el Gobierno chino a Enmanuel Macron por su victoria electoral responde a algo más que a un acto protocolario. China, sobre cuyo pragmatismo caben pocas dudas, ha comprendido que la visualización de Macron como salvador del sistema frente a la extrema derecha le va a dar una oportunidad de oro en el escenario europeo, y más cuando la salida de Gran Bretaña otorga a Francia la posibilidad de fortalecer su papel. En una Europa deprimida, la victoria de Macron y sus anuncios de que va a ponerse a la tarea de reformar y fortalecer la Unión Europea es una inyección de optimismo que no se puede desdeñar.
En ese contexto, y con un presidente en Estados Unidos que ha planteado dudas sobre el proyecto europeo y que amenaza con replegar sobre sí misma a la economía norteamericana, el discurso europeísta, con tintes liberales y promesas sociales y críticas a Estados Unidos está servido. Es verdad que a Macron le encantaría estrechar lazos con Estados Unidos y representa al sector más atlantista de Francia, pero Trump por un lado y la necesidad de guiños nacionalistas a derecha e izquierda no se lo van a poner fácil.
En ese contexto, China va a encontrar un escenario favorable para sus disputas con Estados Unidos (menos graves de lo que parecen) y su búsqueda de un protagonismo internacional cada vez mayor.