China ha sabido aprovechar muy bien el momento de gloria que le ha dado el ser anfitriones de los juegos de invierno. Como es habitual el país anfitrión aprovecha la ocasión para promocionar su atractivo y hacer referencias a símbolos autóctonos. Pero en esta edición de los olímpicos de invierno hemos visto más que promoción; hemos sido testigos de cómo el Partido Comunista Chino ha aprovechado para brillar en la escena internacional como un líder de primera línea, cómo sus dogmas empiezan a tener eco fuera de las fronteras chinas y cómo han sido capaces hasta de fichar atletas estadounidenses en su equipo nacional.
La inauguración per se fue más allá que un simple espectáculo de apertura y presentación de los equipos, pues contó con un riguroso simbolismo organizado para la gran ocasión. Entre muchas cosas vimos una mujer ataviada con el “Hanbok” o traje tradicional coreano que desfilaba entre las minorías chinas, lo que ha ocasionado la condena de Corea del Sur por expropiación cultural y consecutivas notas de protesta.
En respuesta, la embajada china en Seúl emitió un comunicado señalando que el “Hanbok” pertenece a la etnia coreana y no solo a los residentes de Corea. A lo que el Ministro de Cultura coreano anticipaba que esa acción podría causar malentendidos en las relaciones bilaterales, pues el incluir un símbolo coreano tan arraigado y definirlos como una minoría china se podría entender que Corea no es un país soberano.
Esta polémica, aunque parezca inofensiva, ha conseguido agrupar a importantes figuras políticas en Corea del Sur, así como a los candidatos presidenciales para culpar a China de expropiación cultural. Sobre todo, cuando se considera que actualmente las relaciones bilaterales no están pasando su mejor momento, sumado al hecho de que ya China había sido acusada por Seúl de “expropiación cultural coreana” con anterioridad a razón del “Kimchi”, uno de los alimentos más característicos de la cocina coreana.
Seúl también ha afirmado que introducirá una protesta formal ante el Comité Olímpico por la descalifican de dos de sus patinadores estrella que, además, son de los mejores patinadores del mundo. De acuerdo con los medios surcoreanos los jueces están parcializados a favor de los atletas chinos y, en efecto, otro patinador de origen húngaro fue también sancionado facilitándole el camino al patinador chino para ganar la medalla de oro.
Otro elemento llamativo de estos juegos es que hemos visto atletas estadounidenses competir como chinos. Eileen Gu es la esquiadora que más ha dado de que hablar. La ahora medalla de oro en la categoría de esquí acrobático es una china nacida y criada en los San Francisco, de padre americano y madre china, que creció en una zona privilegiada de la ciudad y que es apodada como la “princesa de la nieve” por su gran destreza en el esquí.
Gu cuenta con un gran talento que además la ha sabido capitalizar convirtiéndose en una “influencer de las redes sociales”, ya que sólo en Instagram tiene 1.1 millones de seguidores. Además, la joven atleta posee una exótica belleza que la ha ayudado a conseguir la firma de muchos contratos publicitarios. De acuerdo con las leyes chinas para poder competir en su equipo olímpico hay que ser de nacionalidad china y es ese el punto más controvertido de la esquiadora y lo que más preguntas ha suscitado en ruedas de prensa y a las que ella ha conseguido eludir sin dar una respuesta, mientras ha coqueteado abiertamente con el gobierno chino incluso defendiéndolo cuando han sido cuestionadas las libertades o los sistemas de control ciudadano.
Curiosamente, Gu tiene acceso a todas las redes sociales occidentales mientras vive en China y se representa al país, pero el resto de los chinos tienen limitado el acceso. En este momento en China está bloqueado Twitter, YouTube, Instagram, Google, Yahoo Sports, Washington Post y NY Times por nombrar algunos.
Otro aspecto menos comentado de las Olimpiadas es la situación de los disidentes chinos durante el evento. En una entrevista hecha por CNN al activista Hu Jia conocido por apoyar causas ambientales, defensor de campañas sobre el VIH y defensor de los derechos humanos en China, explicaba que desde principios de este año se encuentra en arresto domiciliario en un esfuerzo de las autoridades de mantenerlo neutralizado, aunque él mismo afirmaba que ha estado vigilado 24 horas al día durante dos décadas.
Hu ya pasó por algo similar durante los juegos olímpicos de Beijing 2008, en los que se dedicó a denunciar las violaciones de los derechos humanos en territorio chino, lo que le costó una pena de más de 3 años de prisión. Ya en su momento los padres de Hu fueron definidos como derechistas en los 50 durante la campaña política de Mao y fueron obligados a cumplir trabajos forzosos durante décadas.
El caso de Hu no es aislado, es solo uno de los pocos que todavía se atreven a hablar a pesar de las consecuencias que le acarreen las denuncias abiertas del Partido Comunista Chino. Y, tal y como el mismo explicó, “a las personas como yo nos llaman fuerzas hostiles internas, por eso tienen que aislarme del mundo exterior”.
A pesar de tanto maquillaje y montaje, las verdades salen y dejan ver las grandes fisuras del sistema impuesto por el Partido Comunista Chino y el precio que paga la sociedad civil para mantenerlo. Por mucho que brille, no todo es oro.