Hace exactamente un año entrevistamos a Martin Lee, conocido como el padre de la democracia hongkonesa, durante una visita hecha al Congreso de los Estados Unidos. Lee fue fundador del Partido Democrático de Hong Kong, -el partido político más grande y popular- y participó en las negociaciones de traspaso del Reino Unido a China y en la redacción de la “Ley Básica” que es una especie de constitución hongkonesa. También fue durante más de 30 años miembro del Consejo Legislativo en diferentes periodos. Este relevante personaje en la historia democrática de Hong Kong y su conversión en una potencia económica y tecnológica nos decía en junio del 2019:
“Cualquiera de nuestras libertades están sujetas a Beijing. Y ellos pueden interpretar lo que está contemplado en nuestra Ley Básica a su conveniencia. Nuestra Corte protege nuestras libertades, pero Beijing cada día tiene más control sobre Hong Kong. En efecto, en el Libro Blanco de 2014 lo dijeron abiertamente y en siete idiomas: Beijing tienen jurisdicción completa sobre el territorio hongkonés y es la fuente de su autonomía. Aclarando que tienen control sobre Hong Kong, lo que contradice la Ley Básica, en la que se nos cedió un alto grado de autonomía, aparte de la defensa y relaciones internacionales”.
Esas palabras hoy toman una mayor fuerza y un mayor sentido. Un país y dos sistemas fue la política nacional de integración desarrollada por Deng Xiaoping en los años ochenta y que ha sido el modelo que se ha llevado a cabo y ha dado exitosos resultados, sobre todo resultados económicos, de los cuales Beijing se ha favorecido. Ha sido el estatus especial de independencia de Hong Kong lo que le permitió seguir operando como centro financiero internacional.
De acuerdo a lo contemplado en el traspaso del Reino Unido a China, el estatus especial de Hong Kong termina a los 50 años de su firma, lo que sería en 2047. Sin embargo, la nueva ley seguridad nacional para imponer control sobre territorio hongkonés, aprobada por unanimidad por el órgano legislativo chino, podría impedir, detener y castigar cualquier conducta que ellos consideren ponga en peligro la seguridad nacional china. Así como permite las operaciones de policía secreta china en territorio hongkonés, por lo que automáticamente los ciudadanos hongkoneses estarían en riesgo si manifiestan su opinión en contra del partido comunista chino, o protestan, o ejerciten cualquier derecho democrático del que han gozado hasta ahora. Además, el riesgo es extensible a los ciudadanos extranjeros que trabajan o están de visita en la isla.
Básicamente, la aplicación de la nueva ley de seguridad significa imponer en Hong Kong las medidas de seguridad que el Partido Comunista mantiene en el resto dl territorio y las cuales han sido denunciadas extensamente por los niveles de control, coerción y vigilancia sobre los ciudadanos.
Esta ley es un paso más que da Beijing para operar en un territorio que considera suyo y al que no ha accedido. Esperó a estar más fortalecido para ahora imponerse. Las masivas protestas que tuvieron lugar en Hong Kong durante meses fueron un grito de resistencia a las pretensiones de imponer una ley de extradición a territorio chino. Hoy la ley aprobada por Beijing socava todos los principios democráticos y de independencia jurídica que había conseguido Hong Kong en los últimos años.
La respuesta del presidente Trump a dicha ley imponiendo sanciones a funcionarios chinos que han trabajado en pro de erosionar las libertades hongkonesas, o la prohibición de entrada de chinos que representen riesgo para la seguridad estadounidense, o la investigación de empresas chinas en territorio estadounidense, mientras reconoce que Hong Kong ya no debe gozar de un estatus comercial especial porque ya no es una región autónoma, es una estacada para Beijing pero con un alto precio a pagar por Hong Kong.
De aplicarse la ley, Hong Kong se convertirá en una ciudad china, a pesar de contar con una ubicación geográfica estratégica, y perderá el atractivo para los inversores extranjeros debido a que sería igual que ir a otros centros económicos del territorio. Y con ello, el dinámico centro financiero internacional quedaría a la deriva o más bien en las manos de Xi Jinping, al igual que todo en China.
Pero sobre todo, Hong Kong perderá la libertad y la democracia de la que ha gozado y la que ha sido una especie de equilibrio en la región. Un enclave aliado para Occidente adyacente a China. Y con ello un latente riego para Taiwán.