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INTERREGNUM: Australia revisa su política de defensa. Fernando Delage

por: 4ASIA
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Como muchos otros países en tiempos recientes, también Australia se ha visto obligada a actualizar su estrategia de seguridad nacional. El 24 de abril, el gobierno laborista de Anthony Albanese anunció una revisión de gran alcance de su política de defensa. Según se indica, “las circunstancias estratégicas son hoy radicalmente diferentes”: el riesgo de una escalada militar y de un conflicto en la región del Indo-Pacífico ha aumentado; las acciones de Pekín en el mar de China Meridional amenazan las reglas de un orden del que depende Australia; y la capacidad de Estados Unidos de garantizar la seguridad regional se encuentra sujeta a nuevos desafíos.

Frente a esta transformación del entorno exterior, las actuales capacidades australianas resultan insuficientes. La nación ha perdido la ventaja de su lejanía si pueden alcanzarla misiles chinos, mientras que las líneas de navegación de los océanos Índico y Pacífico, vitales para su economía, son vulnerables a un bloqueo. La revisión de la defensa, un documento que permanece clasificado en su mayor parte, no subraya tanto el temor a una invasión como la preocupación por los daños que Australia pueda sufrir desde el exterior. En consecuencia, la defensa nacional—y la estabilidad del Indo-Pacífico—demandan como prioridad la mejora de sus medios de proyección de poder.

Un instrumento básico en esa dirección será AUKUS, el pacto firmado con Estados Unidos y Reino Unido para dotarse de submarinos de propulsión nuclear. Con independencia de las dudas que plantean el calendario y el coste de dicho acuerdo, ya examinados en una columna anterior, Australia necesita asimismo otras capacidades de largo alcance, para lo que se contempla el reforzamiento de los puertos y bases situados en la costa septentrional, así como de la industria de defensa. El objetivo fundamental, según se desprende de la revisión, debe consistir en modernizar aquellos programas con mayor efecto disuasorio, aunque también se traduzca en un recorte de los recursos de carácter más convencional.

La actualización de la estrategia de defensa no se limita por otra parte a la dimensión militar. Se subraya la importancia de la coordinación entre las distintas agencias de la administración, a la vez que se hace hincapié en los instrumentos diplomáticos como clave de la seguridad nacional. En este sentido se recomienda la adopción de una posición más proactiva, encaminada a apoyar el mantenimiento de un equilibrio de poder en el Indo-Pacífico y poder reducir así los riesgos de conflicto. Es un imperativo que deriva del hecho de que, conforme al análisis realizado por el documento, Estados Unidos ya ha dejado de ser el “líder unipolar” de la región, y su competición con China puede conducir a un enfrentamiento abierto. Pero al mismo tiempo que se deben fortalecer los medios nacionales, se señala que la alianza con Washington es cada vez más importante para Canberra, por lo que se sugiere mejorar la planificación militar bilateral, aumentar las maniobras conjuntas y la presencia de las fuerzas norteamericanas. Se propone igualmente profundizar en la asociación estratégica con Japón, India y otras naciones afines.

Pese a la acertada descripción del entorno y las nuevas amenazas, la comunidad estratégica australiana ha llamado la atención, no obstante, sobre algunas debilidades de la revisión. Destaca entre ellas la llamativa ausencia de toda referencia presupuestaria y de financiación acorde con el incremento de capacidades que se propone. Las dudas surgen asimismo con respecto a la ambigüedad de los objetivos finales. Como ha escrito en The Monthly el profesor Hugh White, responsable él mismo de un anterior Libro Blanco de defensa, la cuestión que se plantea a Australia es “si desarrollar unas fuerzas armadas diseñadas para ayudar a Estados Unidos a defender su posición estratégica en Asia frente al desafío que representa China y mantener el viejo orden liderado por Washington, o construir unas fuerzas que garanticen nuestra seguridad si el poder norteamericano en Asia se reduce y se ve sustituido por un nuevo orden dominado por China e India”. Ambas cosas son imposibles, indica, porque cada una de ellas demanda prioridades diferentes para las fuerzas australianas.

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