Tal como se propusieron sus nuevos dirigentes, la Unión Europea busca su espacio en el terreno geopolítico, lo que en la práctica supone ante todo situarse frente a la competición estratégica entre Estados Unidos y China. Con solo unos días de diferencia han tenido una doble ocasión para hacerlo, al celebrarse el Diálogo Estratégico anual UE-China (el 10 de junio), y el encuentro del Alto Representante y los ministros de Asuntos Exteriores de los 27con el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo (el pasado lunes). Aunque Alemania ha decidido posponer la esperada reunión extraordinaria de los jefes de Estado y Gobierno de la Unión con el presidente chino, prevista para septiembre en Leipzig, en una semana se celebrará también la cumbre regular UE-China, la primera de la Comisión von der Leyen, con el primer ministro Li Keqiang.
Con antelación a estos encuentros, el Alto Representante, Josep Borrell, ha señalado de manera rotunda que Bruselas no se sumará a Washington en una política de confrontación con China, minimizando asimismo la retórica de rivalidad con Pekín que parecía desprenderse de las líneas estratégicas de la Comisión del pasado año. “Como europeos, indicó, tenemos que seguir nuestro propio camino, con todos los desafíos que ello supone”.
Con frecuencia importan más los hechos que las palabras, mientras que los movimientos hacia los países intermedios también pueden dar más resultados que los avances con las grandes potencias. Así ocurre por ejemplo con la estrategia de acuerdos de libre comercio que Bruselas lleva desplegando desde hace unos años. Primero fueron las democracias del noreste asiático, Corea del Sur y Japón, con los que se acordó simultáneamente una asociación de carácter estratégico. Posteriormente se ha ido abriendo brecha en el sureste asiático: tras el acuerdo con Singapur (en vigor desde noviembre del año pasado), Vietnam ha sido objeto del segundo. El 8 de junio, la Asamblea Nacional de Vietnam aprobó, en efecto, el Acuerdo de Libre Comercio Vietnam-Unión Europea. Con el visto bueno del Parlamento Europeo, obtenido el pasado mes de febrero, y del Consejo de Ministros, un mes más tarde, por parte de la UE, tras superarse las últimas formalidades el pacto entrará en vigor en dos o tres meses.
Según el Banco Mundial, Vietnam será la economía asiática que registrará un mayor crecimiento este año. El acuerdo podrá traducirse en un aumento del 2,4% de su PIB, y de un 12% de sus exportaciones en la próxima década. La ratificación del pacto por parte de Hanoi es un claro reflejo de su opción por la liberalización comercial, y coherente con su participación en el CPTTP (el antiguo TPP sin Estados Unidos). Para la UE, supone un nuevo salto adelante en su vinculación con esta subregión asiática y con la ASEAN, y facilita el acceso de las empresas europeas a uno de los grandes bloques económicos del planeta, del que Bruselas es el tercer mayor socio.
El entendimiento entre Bruselas y Vietnam es, desde esta perspectiva, otro ejemplo de la transformación de la dinámica regional. Mientras la administración Trump ha amenazado a Hanoi con la imposición de tarifas (el presidente norteamericano dijo el año pasado que Vietnam era aún peor que China por su política comercial), el gobierno vietnamita ha querido impulsar el pacto con la UE. Por su parte, esta última avanza en la construcción de una presencia que, aunque aparentemente económica y comercial, se traducirá en una creciente influencia política. De manera indirecta implica también el apoyo de Bruselas al CPTPP, una circunstancia que podría facilitar que, de producirse un cambio de presidente en la Casa Blanca, Washington reconsidere su abandono de este instrumento decisivo frente a una China en ascenso.