El encuentro, el 30 de octubre en Busan, de Donald Trump con su homólogo chino, Xi Jinping, puso fin al primer viaje a Asia del presidente de Estados Unidos en su segundo mandato. Entre su visita a Malasia para asistir a la cumbre de la ASEAN y a Corea del Sur para participar en la de APEC, Trump se trasladó asimismo a Japón para entrevistarse con la primera ministra Sanae Takaichi. Para una administración que carecía de una clara estrategia hacia el continente, su periplo supuso un reconocimiento de la necesidad de reaccionar a una dinámica regional en la que Washington pierde influencia, así como del papel indispensable que desempeñan socios y aliados para contrarrestar el proactivismo económico y diplomático de Pekín.
En los últimos ocho años, sólo en dos ocasiones había participado un presidente de Estados Unidos en la cumbre de la ASEAN: Trump en 2017, y Biden en 2022 (por videoconferencia). Dado que el sureste asiático ha sido objeto de la imposición de elevados aranceles por parte de la Casa Blanca, sorprendió el anuncio de la participación de Trump en esta ocasión. Su visita le permitió asistir a la formalización del acuerdo de cese de hostilidades entre Tailandia y Camboya (como parte de su campaña para lograr el premio Nobel a la paz), y firmar una serie de pactos comerciales con Malasia y Camboya, y —de momento sólo con carácter preliminar— con Vietnam y Tailandia. Con Malasia y Tailandia concluyó asimismo acuerdos para el suministro de tierras raras.
La presencia de Trump en Kuala Lumpur no fue por tanto un mero gesto diplomático, sino una respuesta a las nuevas realidades de la región. Por un lado, la retirada de Estados Unidos del TPP en 2017 dejó un vacío que han cubierto nuevas estructuras como la Asociación Económica Regional Integral (RCEP), bloque que incluye entre sus miembros a aliados norteamericanos. Las economías de la ASEAN, con un PIB conjunto de cerca de cuatro billones de dólares, se encuentran por otra parte entre las de más rápido crecimiento del mundo y ocupan una posición clave en las cadenas globales de valor y en las infraestructuras digitales. Su interdependencia con China no hace sino crecer, por lo demás, como revela la expansión del acuerdo de libre comercio entre ambas partes acordado en vísperas de la cumbre. En los nueve primeros meses de 2025, los intercambios entre la República Popular y la ASEAN alcanzaron los 785.000 millones de dólares, un aumento de cerca del diez por cien con respecto al año anterior.
La variable china explica igualmente el desplazamiento de Trump a Tokio, cuyo valor como aliado de primer orden fue subrayado de nuevo. Takaichi se ha comprometido a aumentar el gasto en defensa y a adoptar una posición más firme con respecto a los movimientos de Pekín en el mar de China Oriental. La reunión bilateral también facilitó un acuerdo en materia de tierras raras, que se sumó a los ya mencionados con Malasia y Tailandia, y al cerrado —días antes— con Australia. Las tensiones causadas por la presión arancelaria de la Casa Blanca pudieron minimizarse, como resultaría igualmente en el caso de Corea del Sur tras reunirse Trump con el presidente Lee Jae-myung. Ninguno de estos dos gobiernos del noreste asiático descarta, no obstante, que Washington vuelva a cambiar de actitud.
Minimizar la confrontación con China fue el objetivo principal del encuentro mantenido por Trump con Xi Jinping, en el primer cara a cara entre ambos en seis años. Lo pactado fue una tregua de un año, durante la cual Estados Unidos reducirá los aranceles a la República Popular al 45 por cien y permitirá la venta de semiconductores avanzados, mientras que Pekín suspenderá las restricciones a las exportaciones de tierras raras y volverá a importar soja. Aunque se recupera un cierto grado de estabilidad en las relaciones bilaterales, lo cierto es que quedan sin resolverse los problemas estructurales que han dado origen a la competición económica y tecnológica entre las dos potencias.
Pekín ha dado muestra en todo caso de una notable capacidad de negociación, apoyada en unos instrumentos de presión que desarrolló sobre la base de la experiencia adquirida durante el primer mandato de Trump. Su creciente influencia volvió a demostrarla en la cumbre de líderes de APEC, de la que se ausentó Trump (asistió sólo al foro empresarial antes de regresar a Washington). Mientras el presidente norteamericano transmitió una vez más su escaso aprecio por los procesos multilaterales, Xi hizo hincapié en su discurso en la defensa del libre comercio frente a las políticas proteccionistas, y volvió a confirmar la prioridad que otorga a la diplomacia regional.




