En mayo de 2014, por primera vez en 30 años, un partido político logró la mayoría absoluta en el Parlamento indio. Las recientes victorias del Bharatiya Janata Party (BJP) en las elecciones estatales de Uttarakhand, Manipur y, sobre todo, en Uttar Pradesh, le facilitarán la repetición de su mayoría en las generales de 2019. Dos tercios de la población india viven hoy bajo gobiernos del BJP.
El ascenso del partido liderado por Narendra Modi se debe fundamentalmente a su discurso a favor de las reformas económicas. En Uttar Pradesh, con 220 millones de habitantes (sería el quinto Estado más poblado del mundo de ser independiente), y un 30 por cien de ellos bajo la línea de pobreza, la campaña a favor del “desarrollo para todos” se ha impuesto sobre la tradicional política de castas. El BJP obtuvo 312 de los 403 escaños de la asamblea legislativa; los mejores resultados logrados por cualquier partido en cuatro décadas. Sin embargo, la designación como nuevo jefe de gobierno del clérigo Yogi Adithyanath, fundador de una organización extremista involucrada en episodios de violencia contra los musulmanes, ha reavivado el temor a un auge del nacionalismo hinduista.
El nombramiento de un líder religioso al frente de un gobierno estatal carece de precedente en la política india. En sus primeras semanas en el cargo, los movimientos de Adityanath parecen confirmar esa agenda hinduista: ha comenzado una campaña contra los mataderos ilegales—la mayoría de cuyos trabajadores son musulmanes—y a favor de la práctica generalizada del yoga. Pero la mayor inquietud se centra en su intención de restaurar el templo hinduista de Ram en Ayodhya, lugar donde se construyó una mezquita en el siglo XVI. La destrucción de esta última por radicales hinduistas en 1992 desató una violencia no vista en años en el país, y a partir de aquellos acontecimientos comenzó el BJP su ascenso político.
Pese a la innegable importancia de Uttar Pradesh, el gran interrogante entre los observadores es sobre Modi, como responsable del nombramiento de Adityanath. ¿Es su verdadera prioridad el crecimiento y la creación de empleo, o más bien busca un apoyo electoral que le permita avanzar en la construcción de India como estado hindú?
Ante su probable victoria en 2019, la respuesta a esa pregunta es decisiva para las minorías (que incluyen 180 millones de musulmanes), pero también para la imagen internacional de un país que se ve a sí mismo como una de las grandes potencias. Quizá el secularismo que ha definido a India desde su independencia no esté en peligro, pero cuando las cuestiones de identidad se convierten en determinantes de la dinámica política se desatan fuerzas que escapan a todo control.