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INTERREGNUM: Ishiba al frente. Fernando Delage

por: 4ASIA
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No es habitual que un nuevo primer ministro convoque elecciones legislativas a la vez que toma posesión de su cargo. Tampoco suele ocurrir en las democracias parlamentarias que la designación del jefe del gobierno sea independiente de un proceso electoral. Pero tales son las prácticas de la democracia japonesa y del partido que, salvo dos breves períodos, ha dirigido el país desde 1955. Mientras el Partido Liberal Democrático (PLD) tenga mayoría en la Cámara Baja, su presidente—nombrado o ratificado anualmente—será por extensión primer ministro. Lo que explica que, sólo desde el año 2000, Japón haya tenido 12 jefes de gobierno.

En agosto, Fumio Kishida anunció que no se presentaría a la reelección como líder del partido, dando paso a una convocatoria a la que concurrieron nueve candidatos, un número sin precedente. Con unos bajísimos índices de popularidad, Kishida renunció para que el PLD pudiera intentar recuperarse de la desconfianza causada por una sucesión de escándalos financieros de miembros de su gabinete. El 27 de septiembre se eligió como nuevo presidente a Shigeru Ishida en la segunda ronda de votaciones y por un escaso margen (215 frente a 194), una circunstancia que, además de poner de manifiesto las diferencias internas, abre un escenario de incertidumbre sobre la duración de su mandato.

Desde 2008 Ishiba, de 67 años de edad, había intentado hasta en cuatro ocasiones liderar el partido. Pese a ser el político más popular de Japón, no ha gozado de especial predicamento entre sus colegas. El imperativo para el PLD de actualizar su imagen y restaurar su credibilidad no ha conducido, sin embargo, a un cambio generacional (como el que ofrecía Shinjiro Koizumi, de 43 años, hijo del carismático exprimer ministro, Junichiro Koizumi). A esa necesidad responde en cualquier caso la decisión, anunciada en vísperas de tomar posesión como primer ministro el 1 de octubre, de convocar elecciones anticipadas el 27 de este mismo mes. Sin arriesgarse a esperar a octubre de 2025 (fecha límite para la convocatoria ordinaria), Ishiba confía en obtener una nueva legislatura completa para el PLD, aprovechando asimismo la debilidad de la oposición.

El nuevo primer ministro afronta importantes desafíos internos y externos. En el interior, se trata de impulsar la dinámica positiva que registra la economía tras haberse superado tres décadas de estancamiento: el Nikkei ha recuperado el índice obtenido en 1989, en el cénit de la economía burbuja, y la pasada primavera el Banco de Japón aumentó los tipos de interés por primera vez desde 2007. También se acordó en marzo un aumento histórico de los salarios (un 5,58 por cien) para los trabajadores de las grandes empresas. Existen diferencias, sin embargo, sobre si deberían adoptarse nuevas medidas de estímulo u optar, por el contrario, por una política de equilibrio fiscal. Entre otras propuestas, Ishiba se ha comprometido al desarrollo de las zonas rurales mediante la atracción de emprendedores.

En política exterior, frente al entorno geopolítico más complicado para Japón desde 1945,  no resultan previsibles grandes cambios. La estrategia japonesa seguirá teniendo como pilares la alianza con Estados Unidos; el fortalecimiento de las capacidades de defensa (siguiendo los planes propuestos por Kishida en 2022 para duplicar el presupuesto); la consolidación de la política de seguridad económica; y el proactivismo de su diplomacia en el Indo-Pacífico. Ishiba, que fue ministro de Defensa, querría ir más lejos en algunos puntos: sugirió en su día la creación de una “OTAN asiática”, ha sido explícito en su apoyo a Taiwán—que visitó días antes de su elección—, y considera que debe haber un mayor equilibrio en la relación con Estados Unidos (por ejemplo, en el uso conjunto de las bases militares).

Más que en economía o en política exterior, los principales interrogantes tienen que ver, no obstante, con la dinámica interna de un partido cuyo funcionamiento ha dependido de la interacción entre sus facciones internas. Fue una sorpresa que, en enero, con el fin de ganarse la confianza de los electores, Kishida anunciara la disolución de su facción. Los escándalos financieros más recientes condujeron a que las demás también se disolvieran posteriormente (con una única excepción). Las elecciones confirmarán si realmente han perdido su tradicional influencia. De ser así, pese a la limitada base de poder personal de Ishiba, la agenda de reforma política podrá abrirse paso como no lo ha hecho en años.

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