El presidente ruso, Vladimir Putin, realizó la semana pasada su primera visita a India desde diciembre de 2021. Mientras el Kremlin quiso enviar el mensaje de que —pese a las sanciones occidentales— Rusia no está aislada, el primer ministro indio, Narendra Modi, respondió por su parte a las tensiones con Estados Unidos actualizando los vínculos con Moscú como prueba de su autonomía estratégica. El contexto geopolítico explica así las expectativas que rodeaban este encuentro, del que se esperaba asimismo la conclusión de diversos acuerdos económicos.
La hostilidad de la Casa Blanca hacia Modi se originó por las compras indias de petróleo a Rusia —utilizadas por el presidente Trump como justificación para imponerle unos aranceles del 50 por cien—, y siguió con su acercamiento a Pakistán. Las circunstancias demostraron a Delhi que debía maximizar sus opciones diplomáticas. Lo que hizo evidente mediante su participación en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai celebrada en China en agosto, donde coincidió con las principales potencias rivales de Estados Unidos; y en la reciente cumbre del G20 en Suráfrica, donde reiteró sus ambiciones como representante de las naciones del Sur Global. Al recibir a Putin en una nueva cumbre bilateral, Modi ha vuelto a ignorar las presiones de Washington.
Además del juego geopolítico, los intereses indios en Rusia se centran en dos imperativos, petróleo y armamento, ambos causas a su vez de un déficit comercial que se quiere corregir. Tercer mayor consumidor de petróleo del planeta, las importaciones procedentes de Rusia aumentaron del 2,5 por cien del total antes de la invasión de Ucrania al 35 por cien en la actualidad (llegaron a representar más del 40 por cien), sacando partido a la caída de los precios como consecuencia de las sanciones. Impuestas a Moscú. Al representar India el 20 por cien de los ingresos energéticos rusos (es su segundo socio en este terreno después de China), Putin buscaba evitar que esas compras continúen cayendo.
Por lo que se refiere a la compra de armamento, se especulaba con que la visita de Putin condujera a la adquisición por India de cazas rusos de quinta generación (el Sukhoi-57) y del sistema de misiles S-500, así como el establecimiento de un corredor marítimo que uniera Chennai con Vladivostok. Aunque la dependencia de Rusia sigue siendo relevante para distintas plataformas de defensa, para la fuerza aérea en particular, lo cierto es que las importaciones indias de armamento ruso se redujeron al 36 por cien del total entre 2020 y 2024 frente al 72 por cien del periodo 2010-2015 y el 55 por cien entre 2015 y 2019, según datos de SIPRI. Una razón de este hecho es que Delhi ha diversificado sus suministradores e impulsado la industria nacional. Por otra parte, aunque Putin desee frenar esta tendencia, sus propias necesidades en Ucrania representan una limitación considerable (dos de los cinco sistemas S-400 contratados por Delhi en 2018, por ejemplo, siguen sin suministrarse), además de observar el gobierno indio con cierta inquietud las acciones de Moscú dirigidas a expandir su mercado en Pakistán.
Petróleo y armamento constituyen en cualquier caso los dos principales capítulos detrás del considerable déficit comercial indio, cercano a los 60.000 millones de dólares en 2024-2025 (era inferior a los 7.000 millones de dólares antes de la invasión de Ucrania). Modi confía en reducirlo mediante la diversificación de la estructura de unos intercambios comerciales que ambos líderes esperan alcancen los 100.000 millones de dólares hacia 2030.
Pese a las expectativas creadas, lo cierto es que el encuentro produjo pocos resultados concretos. Aunque se subrayó su asociación “especial”, Modi no se comprometió a aumentar las compras de armamento y petróleo. Rusia continúa siendo un socio relevante para India —país interesado en prevenir un alineamiento entre Moscú y Pekín contra ella—, aunque sabe que no le va a proporcionar ni inversiones ni tecnología avanzada, dos factores imprescindibles para su desarrollo futuro. El peso de Rusia como activo para sus intereses disminuirá por tanto con el tiempo, mientras se ve obligada a mantener un juego de equilibrios con Estados Unidos y con China, sin olvidar la creciente atención que está prestando a Europa; una oportunidad que también se abre a esta última si quiere ser coherente con la agenda estratégica hacia India aprobada por el Consejo de la UE en octubre.




