INTERREGNUM: Xi el multilateralista. Fernando Delage
INTERREGNUM: Xi el multilateralista. Fernando Delage
Mientras la administración Biden continúa dando forma a su estrategia china, impulsando una coalición de democracias que condicione el comportamiento internacional de la República Popular, los líderes en Pekín tampoco cejan en sus movimientos de contracontención. Lo han hecho en el terreno diplomático, en primer lugar, mediante la coordinación de posiciones con Rusia y los sucesivos viajes realizados por el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, a Oriente Próximo y al sureste asiático tras el encuentro mantenido en Alaska el 18-19 de marzo con el secretario de Estado y el asesor de seguridad nacional de Estados Unidos. En relación con el sistema monetario internacional, en segundo lugar, lanzando el yuan digital, un instrumento que, sin necesidad de sustituir al dólar como divisa de referencia, puede dar paso a un nuevo esquema de pagos en el que Pekín partirá con notable ventaja. También han promovido, por último, un discurso sobre el orden multilateral en el que se desafía abiertamente el papel de Washington en la definición de las reglas globales.
Así lo hizo el presidente Xi Jinping en su intervención ante el Boao Forum (el conocido como “Davos asiático”) la semana pasada, al describir su visión de un sistema mundial sin una potencia dominante, centrado en las Naciones Unidas y otras instituciones globales. Aunque reiterando ideas ya ofrecidas en discursos anteriores—como los pronunciados en la Asamblea General de la ONU en Nueva York en 2015, o en el foro de Davos (en 2017 y este mismo año)—, la crisis del multilateralismo que se ha agravado en el contexto de la pandemia y del diluido liderazgo norteamericano, le ha ofrecido una nueva oportunidad para reforzar las credenciales de China como potencia responsable y transmitir la percepción de que juega en el mismo plano que Washington. De esa manera, continúa reorientando el orden internacional a su favor, sin tener que abandonar las estructuras existentes.
Xi criticó los esfuerzos de algunos países dirigidos a “construir barreras” y “erosionar la interdependencia”. “Los asuntos internacionales, dijo, deben gestionarse mediante el diálogo, y el futuro del mundo decidirse mediante el trabajo conjunto de todos los países”. Sin mencionar en ningún momento a Estados Unidos, añadió: “No debemos permitir que las reglas establecidas por uno o por pocos países se impongan a los demás, ni que el unilateralismo de ciertas naciones determinen la dirección del resto”. “Lo que necesitamos en el mundo de hoy, concluyó, es justicia, no hegemonía”.
No menos relevante es el compromiso de Pekín con las instituciones establecidas: “Necesitamos salvaguardar el sistema internacional construido en torno a la ONU, preservar el orden internacional sustentado en el Derecho internacional, y defender el sistema multilateral de comercio con la Organización Mundial de Comercio en su centro”. Frente al hueco dejado por Washington en años recientes, China aparece como el gran guardián del orden creado en 1945, el mismo que Pekín rechazó durante el maoísmo. Se busca de este modo minimizar la influencia norteamericana, al tiempo que se hace hincapié en el principio de soberanía absoluta recogido por la Carta de las Naciones Unidas como medio de defensa frente a toda injerencia exterior.
Al subrayar que la mayoría de los países no reconocen los valores de Estados Unidos como valores universales—como señalaron en Alaska los diplomáticos chinos—, y que las relaciones internacionales deben basarse en un principio de “igualdad, respeto mutuo y confianza”, y en “los intercambios y aprendizaje mutuo entre civilizaciones”, Xi envía el mensaje que buena parte del mundo en desarrollo quiere oír. Y al no proponer una nueva arquitectura institucional, aparece como un reformista y no como un revolucionario. El líder chino defiende así las reglas y estructuras que le convienen para sus prioridades políticas y económicas, mientras reorienta la agenda del sistema multilateral en una dirección alternativa al modelo liberal y de libre mercado de las democracias occidentales.