Henry Kissinger falleció la pasada semana a sus 100 años y su partida ha avivado un caudal de opiniones en cada lugar del planeta. Su astucia y tenacidad hicieron posible la reformulación de la diplomacia del siglo XX y permitió a Washington adentrarse en lugares impensables hasta ese momento, uno de los ejemplos más insignes fue China.
Mientras Kissinger se desempeñó como asesor de seguridad nacional del presidente Richard Nixon viajó en secreto a China en 1971 y comenzó la preparación del terreno para que la visita del propio Nixon a Beijing tuviera lugar un año más tarde.
Un par de años más tarde Nixon nombró a Kissinger secretario de Estado, en 1973, convirtiéndolo por tanto en la primera persona en desempeñarse como asesor en seguridad nacional y secretario de Estado simultáneamente. Continuó ejerciendo ambos cargos hasta 1975 cuando el entonces presidente Gerald Ford lo destituyó de la posición de asesor en seguridad nacional, aunque lo mantuvo como secretario de estado hasta 1977.
Pero no fue hasta 1979 que el entonces presidente Jimmy Carter concedió reconocimiento diplomático total a China. No cabe duda de que el trabajo de Kissinger y la visita del presidente Richard Nixon a Mao Zedong, abrió el nuevo camino a este reconocimiento formal y disipó tensiones de décadas anteriores.
Las relaciones diplomáticas bilaterales se justificaron en la necesidad de sacar de la pobreza a casi mil millones de personas e intentar acabar con el comunismo, lo que es consistente con los valores estadounidenses, especialmente de la época. A finales de los sesenta la economía china representaba aproximadamente el 10% del PIB estadounidense por lo que objetivamente era imposible que Washington pudiera de manera alguna ver en China un posible competidor en el futuro.
Más de cuatro décadas de relaciones diplomáticas han demostrado que la transformación de China a una democracia no ha sido posible; por el contrario, el Partido Comunista ha desarrollado un novedoso sistema haciendo uso de Occidente para crecer abruptamente, pero sin conceder ningún tipo de libertades nacionales sino, por el contario, afianzando controles sociales más estrictos y sofisticados cada día, lo que hoy ha llevado a fuertes críticas y abierto un debate entre algunos expertos en los Estados Unidos.
En 2018 Kissinger dijo en relación con ese cuestionamiento en el Wilson Center en Washington que “China y Estados Unidos vieron en el otro un contrapeso a una amenaza de la Unión Soviética. Nos abrimos a China con la que teníamos que hablar en ese momento con el fin de introducir un elemento de cálculo adicional para combatir a los soviéticos”.
China, por su parte, guarda un buen recuerdo de quien se atrevió a buscar traerles al otro lado del mundo. En efecto, Xi Jinping envió un mensaje sentido de condolencias a la familia Kissinger, así como lo hizo al mismo presidente Biden por la partida del Kissinger afirmando que el ex secretario de Estado es considerado un amigo de China de acuerdo con el medio oficial chino China Daily.
El legado de una figura tan prominente no podrá ser borrada de la memoria histórica aun cuando hoy muchos que intentan remarcar decisiones cuestionables e incluso alterar hechos históricos. Es importante observar y juzgar basándose en el momento en el que cada decisión fue tomada y las circunstancias existentes.
Citando a de Kissinger: “él excepcionalísimo estadounidense es misionero y se basa en que Estados Unidos tiene la obligación de difundir sus valores en todas partes del mundo. Mientras que el excepcionalísimo chino es cultural, no hace proselitismo, sino que esperaba que los interesados se acerquen a buscar a China”. Lo que explica una mentalidad diametralmente opuesta.