Madrid como sede de negociaciones entre Estados Unidos y China sobre los grandes problemas y grandes pulsos planetarios. El país occidental más claramente alineado con la estrategia internacional de Pekín acogiendo al viceprimer ministro He Lifeng y a la delegación que encabezará el secretario del Tesoro norteamericano Scott Bessent. Este último, por cierto, representante de un gobierno crecientemente crítico con el gobierno español y su política exterior especialmente en relación precisamente con China, además de con Venezuela. Madrid como escenario de estas negociaciones es, además de surrealista, todo un síntoma. A no ser que la relación del escenario con los visitantes sea como los de una plaza con los turistas que la recorren solo una vez y apresuradamente.
Formalmente las conversaciones, que tendrán lugar en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, van a tener una agenda predominantemente económica y con ella aranceles, transferencias tecnológicas y libre comercio, del que recelan ambas partes. Y, denlo por hecho, el control de seguridad de asistentes y entorno de las negociaciones estará apoyado por cámaras y sistemas tecnológicos en informáticos de fabricación o patente china sistemas que han suscitado alarma y protestas de EEUU y la UE.
Europa está despertando, lentamente es verdad, respecto a la amenaza de Putin y comienza a ser consciente, dolorosamente, de que, como Churchill frente a Hitler, estar preparados y dispuestos a combatir es la mejor forma de prevenir una guerra. Frente al riesgo de China el proceso es aún más lento.
España es un paraíso para el turismo que pasa y vuelve a su país con más riqueza gastronómica y más rayos de sol en la piel. Pero no está claro que llevar esto a la escena diplomática refuerce la escasa influencia de España en la escena internacional. Pero esto, en la situación actual tal vez sea lo menos importante.