Malasia comienza a perfilarse como un país de creciente importancia en la región del Indo Pacífico y Pekín y Washington se disputan la influencia sobre su gobierno y sus élites empresariales en el marco de una situación de crecimiento económico del país.
La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca y el anuncio de un refuerzo de la política proteccionista, de aranceles mayores y un recrudecimiento de la guerra comercial EEUU-China, dibuja un panorama el que el gobierno de Malasia considera como una ventana de oportunidades.
Según New York Times, Malasia espera poder aprovechar ese enfoque con un plan para convertir su extremo sur en un centro para empresas multinacionales que buscan un refugio seguro.
Ello implica un acuerdo económico con su vecino Singapur, históricamente más competidor que socio en varias ocasiones. Los funcionarios singapurenses también aceptan la cooperación. Los negociadores están ultimando los detalles de una zona económica especial malasia en la que las empresas recibirán incentivos económicos para construir fábricas.
Se trata de dar a las empresas multinacionales con sede en Singapur, ciudad-estado insular situada en la frontera sur de Malasia, el espacio y los trabajadores que necesitan para ampliar sus operaciones.
Pero hay algunos obstáculos en el acercamiento que China está intentando. Por una parte hay disputas sobre los intentos de Pekín de imponer la hegemonía de China en la soberanía del mar en la región. Por otra parte, Malasia he decidido hace prospecciones petrolíferas y de gas precisamente en los difusos límites marítimos entre ambos países. Hay que recordar que junto con Filipinas, los miembros de la ASEAN Vietnam, Malasia y Brunéi tienen reclamaciones en competencia con China en el Mar del Sur de China, que Beijing reclama casi en su totalidad como su propio territorio.