Tras meses de paralización, ha vuelto a reunirse la comisión técnica indo-pakistaní encargada revisar el acuerdo sobre la gestión de las aguas del Indo entre estos dos países enemigos tradicionales, ambos dotados de armas nucleares y cada uno encuadrado en bloques distintos, aunque la dinámica cambiante de la situación internacional confunda y mezcle, a veces, esas alianzas. Se trata de una comisión encargada de revisar el tratado de reparto y control de la gestión de las aguas de rio Indo (firmado en 1960) y suspendido hace unos meses por incidentes provocados por la acción de terroristas, teóricamente procedentes de Pakistán en territorio fronterizos con India.
Aunque tienen el aspecto de unas conversaciones técnicas, el acercamiento entre India y Pakistán puede tener un significado que va más allá en el complejo panorama regional. India, aliado tradicional de Rusia en la región, lleva años haciendo esfuerzos para reconstruir alianzas con Estados Unidos y Europa, y en ese marco no hay que perder de vista sus crecientes relaciones con Israel, país, por otra parte, muy atento a las relaciones de Pakistán con Arabia Saudí y a sus recelos con Irán. Pakistán, por su parte, mantiene también crecientes relaciones con China, es aliado como se ha dicho de los saudíes frente al empuje chiita que representa Irán en Oriente Próximo y es un país situado de lleno en el escenario afgano, por la porosidad de sus fronteras, por compartir población de etnia pastun y por la complicidad de sectores de sus aparatos de Estado con los talibán. Además, existe un cierto nivel de colaboración, no exento de recelos y trampas, con Estados Unidos por razones obvias. Es en este contexto donde la aproximación entre India y Pakistán, estimulada tanto por Rusia como por Estados Unidos, gana importancia.
No es que el viejo conflicto indo-pakistaní, países que se disputan la región de Cachemira y otras zonas fronterizas y cuyo enfrentamiento nació del proceso de independencia de India y desgajamiento de Pakistán como un país destinado a construir una república islámica del Indostán vaya a desaparecer, ni mucho menos. Pero una distensión en la frontera permitiría a Pakistán trasladar parte de sus fuerzas militar de la frontera oriental a la occidental y controlar los flujos hacia Afganistán, que es lo que Occidente desea. Y una mayor estabilidad en Afganistán es una de las pocas cosas en las que Estados Unidos, Europa, Rusia y China están de acuerdo, por lo que puede tener de freno a iniciativas islamistas que afectan a todos estos países.
Es importante prestar atención, más allá del ruido de las provocaciones de Corea del Norte y el movimiento de piezas de China, Estados Unidos y Rusia, a estos segundos frentes dónde, además de cambiar elementos del preocupante escenario de Asia Central, pueden tener repercusiones en el área del Pacífico por el este y en Oriente Próximo por el oeste.