Siete meses han pasado desde el momento en que Joe Biden se investía como presidente de los Estados Unidos, en un clima doméstico enrarecido por el asalto del 6 de enero al Capitolio, corazón de los valores democráticos desde 1800, y por la pandemia que restringió muchas de las actividades y eventos celebratorios de bienvenida a un nuevo presidente.
El fin de la presidencia de Trump abría una esperanza para el retorno a una diplomacia más tradicional y a un manejo más asertivo de la política interior y exterior. Biden representaba experiencia y compostura, que eran la mayor debilidad de Trump. Y aunque su avanzada edad y tartamudeo debilitan tremendamente su imagen, Kamala Harris equilibraba instantáneamente esas debilidades por el hecho de ser una mujer, representar una minoría étnica y por su mediana edad. Esta realidad hizo que desde el comienzo se especulara sobre la posibilidad de que Harris podría ser quien continuara con la presidencia en el caso de que Biden no pudiera.
Una vez instalada la nueva administración parecía que la Casa Blanca había decidido que Biden se encargara de los asuntos y viajes domésticos mientras Harris se perfilaba como la que sería la representante internacional de la Administración. Harris se estrenaba con un viaje a Guatemala y México que acabó con fuertes críticas porque frente a las preguntas de los medios de si tenía previsto visitar la frontera con México sus respuestas se centraban en argumentar que ella estaba ahí para hablar del origen del problema migratorio, en vez de enfatizar el mensaje de la Casa Blanca. Es posible que se deba a su carrera como abogada y fiscal con entrenamiento en defensa y alegaciones, pero lo cierto es que su rol actual no es debatir con la prensa como vicepresidente, aunque Harris tiene esta tendencia, pues durante los debates de las primarias mostró la misma debilidad.
Su segundo viaje tuvo como destino Singapur y Vietnam y transcurrió en plena crisis de la catastrófica salida de los estadounidenses de Afganistán, por lo que era lógico que las preguntas de los medios se centraran en ese tópico. Y aunque el objetivo de la Casa Blanca con el viaje fue el de reafirmar su alianza y compromiso con la región quedó opacado por las respuestas de Harris carentes de profundidad que dejan en evidencia su escueta experiencia internacional. El viaje al sur este asiático pudo ser su puente al estrellato, pues en Washington hay consenso bipartidista en que esa región es “top one priority”. Al mismo tiempo Los lazos naturales de la vicepresidente con Asia (por el origen de su madre) podrían haberla catapultado como la encargada en estas relaciones y marcar una nueva etapa en su carrera.
Todo esto, al menos de momento, ha opacada el brillante futuro que se profetizaba que tendría Harris y en vez de entusiasmo se observa desilusión de quienes la apoyaron y vieron en ella una gran oportunidad.
En cuanto a Biden, quién ganó las elecciones con un poco más de 81 millones de votos (sólo 7 millones de diferencia con Trump), comenzó su legislatura con un apoyo promedio del 53% que se mantuvo más o menos constante hasta los meses de marzo y abril donde se observó un repunte debido al manejo del Covid-19 y el acceso a la vacuna. Pero la desastrosa salida de Afganistán ya está haciendo pagar un precio a la Administración y las encuestan indican que la mayaría de los adultos consultados desaprueban la manera como Biden manejó la salida; 94% republicanos, 71% independientes y 25% de demócratas han expresado abiertamente que desaprueban. Esto no incluye a los congresistas o figuras relevantes del partido demócrata, que muchos han expresado su desacuerdo públicamente.
Otra encuesta de hace un par de semanas de Associated Press-NORC mostraba una caída de 9 puntos porcentuales de la aprobación del presidente de 63% al 54%. De acuerdo con otra encuesta hecha por la radio pública NPR publicada el 2 de septiembre revela que Biden ha caído 6 puntos comparado con la consulta realizada en julio dejándolo en un 43% de aprobación, lo que es la marca más baja desde que asumió el cargo.
La caída tan estrepitosa en el último mes podría complicarle mucho la situación a la Administración en las próximas elecciones, pues el grupo que más desaprueba es precisamente los votantes independientes, quienes son claves para que los demócratas ganen elecciones, los llamados “swing” o grupo fluctuante. En este grupo el derrumbe de la popularidad del presidente cayó 10%, es decir que tan sólo 36% de los independientes aprueban hoy la labor del presidente.
Es muy probable que a partir de ahora la Administración centre sus esfuerzos en continuar trabajando a nivel doméstico en la aprobación de megaproyectos de infraestructura para la nación, que objetivamente requieren atención y grandes inversiones para su mantenimiento, preservación y/o modernización. Esto es parte fundamental de la agenda de Biden y que además cuenta con el apoyo de los republicanos.
La Administración tratará de enterrar el tema de Afganistán todo lo posible. Harán un esfuerzo para que el interés se vaya disminuyendo mientras pondrán el foco en prioridades domésticas y continuarán vigilantes con el comportamiento de China en la región del sureste asiático. Y aunque China es y será un dolor de cabeza para Washington por muchos años, la dificultad la tendrá en el nivel de compromiso que los aliados estarán dispuestos a asumir después de lo sucedido en Kabul con las evacuaciones de los occidentales.
En el fondo el “American First” que tanto profesó Trump sigue llevando las riendas de la nación estadounidense, la forma de la salida de Afganistán así lo confirma y el abandono del liderazgo internacional de los Estados Unidos parece ser cada vez más claro. Los desastres naturales que están ocurriendo en este país, como los incendios de la costa oeste, los huracanes en el sur y los coletazos que dejan destrozos e inundaciones a su paso junto con la crisis originada por la pandemia serán las prioridades de Biden.
El futuro político de Biden pinta gris y complicado, Harris no está ayudándolo como se esperaba, que valga decir fue uno de los éxitos de Trump con Mike Pence (vicepresidente) que equilibró sus torpezas y errores, sobre todo en el electorado más conversador.
Por su parte los republicanos usarán el abandono de estadounidenses y aliados en Afganistán como una carta en contra de Biden para desacreditar sus acciones, mientras siguen haciendo una revisión interna sobre quien debería liderar el partido y potencialmente convertirse en el contrincante de la Administración Biden-Harris como tanto ha insistido esta Casa Blanca en llamar.