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Huawei: Una amenaza para la independencia de latinoamérica. Senador Marco Rubio

¿Si un bandido se ofreciera a trabajar en su casa, usted lo aceptaría? La respuesta lógica sería que no. Usted no pensaría dos veces en rechazar dicho ofrecimiento, incluso si los servicios que ofrece la persona son a muy bajo precio. Bueno, la realidad es que los gobiernos en nuestra región que le coquetean a Huawei–el gigante chino de las telecomunicaciones–deben tener cuidado pues básicamente es un criminal.

He estado resaltando la amenaza que representa Huawei desde el 2018, cuando la empresa china utilizaba su tecnología barata de 5G para establecer vínculos con EE.UU. y muchos de nuestros aliados más cercanos. Pekín no estaba subsidiando a Huawei para ayudar a las comunidades rurales de EE.UU. En cambio, su objetivo era convertir a una empresa china en el actor dominante en el mercado inalámbrico global y, de ese modo, hacer que todos los países y empresas importantes dependieran del Partido Comunista Chino (PCCh, por sus siglas en español) para sus telecomunicaciones.

Esto le habría dado a Pekín una influencia invaluable para explotar y coaccionar tanto a legisladores como a empresarios. Si a esto le sumamos las capacidades de recopilación de datos de Huawei, estamos hablando de un Caballo de Troya hecho a la medida para espiar, robar la propiedad intelectual y privar a países de su propia independencia. Fui enfático sobre la amenaza que representa esta empresa y el presidente Donald Trump tomó medidas al respecto prohibiendo a Huawei en EE.UU. Los líderes de Australia, Canadá, Francia, Japón, Nueva Zelanda y el Reino Unido siguieron los pasos de nuestro país.

Pero en los años tras esa medida, Huawei ha optado por mantener un perfil más bajo, sobrevivió a un casi colapso y puso su mirada en países de nuestro hemisferio. Desafortunadamente, está logrando avances significativos. Hoy, al menos siete países de nuestra región: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, República Dominicana y Ecuador, están usando o piensan usar tecnología de Huawei en sus redes 5G nacionales. Huawei también se ha instalado en Paraguay, a pesar de la importante postura y oposición del presidente Santiago Peña contra el PCCh.

Los líderes latinoamericanos enfrentan decisiones difíciles, ya que el gigante chino de las telecomunicaciones ofrece un acuerdo nominalmente bueno. Quizás estos líderes crean que pueden gestionar el riesgo de hacer negocios con Huawei, pero como yo argumenté en el 2020, “la fortaleza de la red 5G es que el núcleo y la periferia de ella son lo mismo, lo que significa que darle acceso a Huawei representa un gran riesgo”. Si uno le abre la puerta a esta empresa, podrán manipular toda su red; así es como funciona la tecnología de Huawei. Y tómelo como un consejo de EE.UU., que trabajó con Huawei brevemente y se expuso a amenazas de seguridad de alto nivel y ataques a seis empresas nacionales: es demasiado peligroso.

Existe una necesidad urgente que otros proveedores de 5G, por ejemplo las empresas Ericsson de Suecia, Nokia de Finlandia y Samsung de Corea del Sur, estén disponibles en nuestra región. La tecnología Open Access Radio Network (ORAN, por sus siglas en inglés) ofrece otra alternativa que es incompatible con Huawei, pero ofrece más opciones a menores costos. En todo esto, el acuerdo que EE.UU. le ofreció al Reino Unido cuando estaba considerando asociarse con Huawei deberían permanecer sobre la mesa para otros aliados y socios de EE.UU.: rechacen a esta empresa y les ayudaremos a mejorar su red de telecomunicaciones.

El presidente Nayib Bukele de El Salvador tomó este acuerdo hace apenas unos meses. Espero que más líderes en nuestro hemisferio sigan sus pasos. Sería un beneficio para EE.UU. el impedir que nuestro mayor adversario geopolítico siga expandiendo su alcance en nuestra región. Pero también beneficiaría a toda nuestra región el proteger a sus legisladores y empresarios de la coerción, el espionaje y el robo de propiedad intelectual patrocinados por el PCCh.

Recuerden, Huawei no es una empresa cualquiera. Siendo visto como un “campeón nacional” en deuda con el PCCh, esta empresa no conoce más leyes que las que le impone Pekín. Los gobiernos que le dan a Huawei acceso a sus datos y la tecnología de sus ciudadanos, le están abriendo las puertas a la explotación de su pueblo. Todo mientras ponen en riesgo su independencia nacional.

 

Marco Rubio es Senador de los Estados Unidos por el Estado de Florida

La sombra de Trump asusta a Taiwán

El crecimiento de las posibilidades de Donald Trump de volver a la Casa Blanca para un segundo mandato como presidente está sembrando preocupación en Taiwán, sobre todo a raíz de las declaraciones del candidato republicano en el que subordina su apoyo a la OTAN contra una eventual nueva agresión rusa a que los integrantes europeos de la alianza militar acepten la postura de EEUU sobre la financiación de la estructura militar aliada.

Trump defendió ya en su primer mandato como presidente la necesidad de que los integrantes europeos de la OTAN eleven su nivel de gasto en defensa y atenúen así los gastos de EEUU que hasta ahora corre con la principal carga financiera en medio, por cierto, de no pocas críticas europeas a la política exterior de EEUU mientras esperan que desde allí sigan asumiendo el peso principal. Pero ahora el contexto es distinto. Los aliados europeos están aumentando sus presupuestos de defensa, Rusia es más amenaza que nunca tras su agresión a Ucrania y Trump acompaña su mensaje de una discreta voluntad de llegar a un acuerdo con Putin y reducir su costoso apoyo a la resistencia ucraniana.

Esto es lo que se analiza con preocupación en Taiwán. Se teme que Trump, si gana las elecciones de noviembre, comience a matizar su apoyo a la isla y la política disuasoria respecto a China para llegar a un acuerdo global con Pekín en una especia de reparto de zonas de influencia donde dejaría a China la expansión de su sombra en Asia Pacífico a cambio de una moderada contención general. Taipei teme que la isla sea una moneda de cambio si Pekín se compromete a que la asimilación se haga sin intervención militar directa.

Trump ha evidenciado una posición aislacionista de EEUU respecto a los grandes conflictos internacionales, a pesar de sus bravatas y sus gestos frente a Corea del Norte en su primer mandato. Esto no es nuevo y la historia tiene ejemplos de cualificados políticos norteamericanos (como el padre del presidente Kennedy frente a Hitler) que abonan esta tradición, luego corregida en gran parte por agresiones exteriores o por amenazas globales.

Ucrania y Taiwán temen, quizá con más razón de lo que parece, una nueva presidencia de Donald Trump en la que su empatía con Putin y su atolondrada e irresponsable concepción del peligro ruso y sus ganas de evitar todo choque con China le lleven a sacrificar dos piezas esenciales en el gran tablero mundial.

Economía infantil. David Montero.

En las últimas décadas, China ha experimentado un cambio demográfico sin precedentes, marcado por un notable descenso de su población. Este fenómeno, resultado en parte de la histórica política del hijo único y de los cambios en las tendencias de natalidad, plantea serias preguntas sobre el futuro económico del gigante asiático. ¿Cómo afectará este declive poblacional a la segunda economía más grande del mundo?

Implementada en 1979, la política del hijo único buscaba controlar el crecimiento explosivo de la población en China. Si bien fue efectiva en su objetivo, ha dejado un legado de desequilibrios demográficos. Hoy, China se enfrenta a una población que envejece rápidamente, con una tasa de natalidad que continúa disminuyendo pese a los esfuerzos del gobierno central. Según el último censo, el país está viendo el crecimiento más lento de su población desde que comenzó a recopilar datos, en la década de 1950.

El envejecimiento y la reducción de la población en edad de trabajar plantean desafíos significativos para la economía china, ya que la disminución de la fuerza laboral afectará al crecimiento económico y la competitividad de China en el mercado global. Además, el aumento de la población de edad avanzada está ejerciendo presión sobre el precario sistema de seguridad social, aumentando la demanda de pensiones y atención médica. Este cambio demográfico también está alterando los patrones de consumo, con posibles repercusiones en la demanda interna, uno de los principales pilares para el dinamismo económico del país.

Frente a estos desafíos, el gobierno chino ha tomado medidas, incluyendo la relajación de la política del hijo único en 2015 y la promoción de políticas para incentivar la natalidad. Además, se están realizando inversiones significativas en tecnología y automatización para mitigar los efectos de la escasez de mano de obra. Estas estrategias buscan no solo abordar los problemas demográficos actuales, sino también preparar a China para un futuro económico sostenible. Sin embargo, diferentes estudios afirman que pese a esto, China enfrentará desafíos continuos relacionados con su población en las próximas décadas. El equilibrio entre mantener un crecimiento económico robusto y gestionar las necesidades de una población envejecida y menguante será clave. A pesar de estos retos, el país tiene oportunidades significativas para adaptarse y prosperar en este nuevo contexto demográfico.

Como se ha podido comprobar en mercados como el europeo, el envejecimiento de la población crea una demanda creciente de productos y servicios adaptados a las necesidades de los adultos mayores. Esto incluye atención médica especializada, productos farmacéuticos, dispositivos de asistencia, viviendas adaptadas y servicios de ocio. Las empresas que se especializan en estos sectores pueden encontrar un mercado en expansión. Además, la disminución de la fuerza laboral puede acelerar la adopción de la automatización y la inteligencia artificial en la industria. Esto puede conducir a un aumento de la productividad y eficiencia, impulsando la innovación tecnológica. Las empresas que lideran en tecnologías de automatización y AI, en las que China es una potencia puntera, pueden beneficiarse significativamente. Es previsible, además, que la disminución de la población interna pueda llevar a las empresas chinas a buscar oportunidades de crecimiento en mercados exteriores. Probablemente, en los próximos años asistiremos a un refuerzo de la expansión internacional de las empresas chinas, en busca de sustitución de la demanda interna. Sectores como el vehículo eléctrico ya son ejemplo de esto.

En definitiva, China tiene un problema y tiene oportunidades. Pero sobre todo, no tiene (suficientes) niños. De la gestión que haga de esto dependerá en gran medida su crecimiento económico futuro y la posibilidad de, de verdad, convertirse en una alternativa real a Estados Unidos.

INTERREGNUM: Los taiwaneses desafían a Pekín. Fernando Delage

La reunificación de Taiwán es una “inevitabilidad histórica”, dijo en su mensaje de año nuevo, y en vísperas de las elecciones del 13 de enero en la isla, el presidente chino, Xi Jinping. La impaciencia de Xi, para quien la reunificación es un elemento central de su legado futuro, no es la única circunstancia que pone a prueba el sostenimiento del statu quo en el estrecho. Una identidad taiwanesa cada vez más consolidada (vinculada a los valores democráticos), y las dudas sobre la eficacia de  la política de ambigüedad estratégica mantenida por Estados Unidos durante décadas, son otras dos variables que han transformado el contexto del problema. Pekín ve cómo se aleja la posibilidad de una reunificación pacífica, mientras su estrategia de intimidación produce el resultado opuesto del que desea.

Ni el aumento sin precedente de incursiones navales y áreas en la proximidad de la isla, ni las medidas de coerción económica, ni las tácticas de desinformación—ya utilizadas igualmente en las elecciones de 2020 y en las municipales de 2018—han conducido a la victoria del candidato del Kuomintang, el preferido por Xi al defender la restauración del diálogo con el continente. El ganador, con el 40 por cien de los votos, ha sido William Lai, del Partido Democrático Progresista (PDP) y considerado como archienemigo por Pekín. El PDP ha obtenido así un tercer mandato consecutivo, primera vez que ocurre desde el establecimiento de elecciones presidenciales directas en 1996.

El apoyo a Lai, aunque inferior al logrado por la presidenta saliente Tsai Ing-wen en su segunda victoria en 2020 (y que, en parte, fue una respuesta a la intervención china en Hong Kong), confirma la resistencia de la sociedad taiwanesa a las presiones y su nulo interés por convertirse en parte de China. Lai, a quien Pekín no dejará de denunciar como secesionista, ha prometido continuidad con la política de su antecesora (Tsai evitó toda provocación hacia Pekín a la vez que reforzó las relaciones con Washington), y ha declarado que no proclamará la independencia: su posición es que no es necesario hacerlo al considerar la autonomía de Taiwán como “un hecho”. La República Popular debe ser consciente, por otra parte, de que un triunfo del Kuomintang tampoco hubiera supuesto un giro radical. De manera significativa, cuando el expresidente Ma Ying-jeou (2008-2016) dijo que “había que confiar en Xi”, su propia organización lo mantuvo alejado de la campaña electoral: el Partido Nacionalista no puede oponerse a lo que piensa la mayoría de la opinión pública taiwanesa.

Tampoco la irrupción de una nueva fuerza política, el Partido Popular de Taiwán (PPT), ha servido a los intentos chinos de diluir las posibilidades del PDP dividiendo el voto. El PPT ha contado con el veinte por cien de los electores, atrayendo en particular a los más jóvenes y a los desencantados con el tradicional sistema bipartidista. La reunificación tampoco ha sido defendida por su candidato. Los tres partidos coinciden en gran medida pues en la dirección general de la política exterior, en la necesidad de continuar modernizando las capacidades militares como instrumento de disuasión, sin oponerse  ninguno a los contactos con Pekín para reducir las tensiones. Las decisiones del gobierno se verán condicionadas, sin embargo, por los posibles acuerdos entre Kuomintang y PPT, al no haber obtenido el PDP la mayoría en el Parlamento (el Yuan Legislativo).

Este resultado puede ser una relativa ventaja para China, cuya reacción es la gran preocupación de los gobiernos y lo que atrae la atención de los analistas. La victoria de Lai podría traducirse en unos movimientos aún más agresivos por parte de Pekín, aunque éste también afronta sus propios obstáculos, incluyendo la desaceleración de la economía y el imperativo de reducir la tensión con Estados Unidos. Mientras no se produzcan incidentes inesperados, cabe pensar que el gobierno chino, sin abandonar por supuesto las amenazas militares y las medidas de presión, optará de momento por una relativa calma. Después de todo, Lai no tomará posesión como nuevo presidente hasta el 20 de mayo y, hasta noviembre, no se conocerá quién será el próximo ocupante de la Casa Blanca.

Taiwán, un test para EEUU y China

La victoria del candidato del PDP, Lai Ching-te (William Lai), en las elecciones taiwanesas va a plantear un test para China, para EEUU y para las relaciones entre ambos países que, desde hace unos meses han entrado en un proceso de relativa distensión.

El PDP taiwanés, que ya estaba al frente del gobierno de la isla, se caracteriza por definir su estrategia para el futuro y su gestión del presente sin que la reunificación con la China continental se plantee como un objetivo esencial. Plantea un fortalecimiento de la soberanía de la isla, su crecimiento como una nación democrática más y sin romper relaciones con China establecer con ésta unos lazos de igual a igual desde el que construir el futuro.

Esto choca con la aceleración de las pretensiones anexionistas de Pekín y sus crecientes provocaciones militares, ineficaces por otra parte como presión a los habitantes de la isla como explica en esta página el profesor Fernando Delage, y con la promesa de Xi Jinping de lograr la absorción de la isla en su mandato.

A la vez, para Estados Unidos la situación también es delicada. Ante la presión China, EEUU ha multiplicado sus promesas de apoyo a la isla y sus compromisos con la defensa de su territorio ante una eventual agresión desde el continente. Pero Washington subraya que no apoya avances hacia una independencia de iure de la isla y se muestra más partidario de un acuerdo negociado entre las dos Chinas.

La situación no es sencilla. Los habitantes de Taiwán no parecen querer vivir mirando de reojo a la China continental y quieren mantener su nivel de vida y libertades democráticas sin interferencias exteriores, al menos mientras en el continente perviva un régimen autoritaria y expansivo donde el Estado y el Partido Comunista (valga la redundancia) lo deciden todo.

A todo esto se une la incertidumbre sobre la próxima presidencia de los EEUU donde una eventual vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca inquieta a las cancillerías de todo el mundo y no sólo por las posiciones defendidas por el ahora candidato sino, sobre todo, por sus iniciativas erráticas, sus cambios imprevisibles su inacción en algunos momentos críticos y su empatía con personajes tan peligrosos con Vladimir Putín.

Taiwán. Esa isla de la que usted me habla. David Montero

Las elecciones que se avecinan en Taiwán el próximo 13 de enero representan un momento crítico en la historia reciente de la isla, con repercusiones que se extienden mucho más allá de sus costas y playas y no solo influirán en su futuro inmediato, sino también en su posición en el escenario internacional.

La inédita campaña electoral a tres bandas entre el favorito Partido Demócrático del Progreso, el Kuomintang y el Partido Popular de Taiwán se ha centrado en una variedad de temas cruciales, reflejando tanto las preocupaciones internas de Taiwán como las presiones y desafíos globales, siempre con la sombra inmensa del continente detrás. Económicamente, la isla ha mostrado una resiliencia notable, pero las incertidumbres derivadas de las tensiones con China y los desafíos de la pandemia global han puesto a prueba esta fortaleza. Los candidatos han debatido estrategias para mantener el crecimiento económico, mientras abordan problemas sociales internos, incluyendo la vivienda, la educación y la reforma sanitaria.

Sin embargo, esa clave interna, como siempre, queda en un segundo plano ante la relación de la isla con China. Las políticas hacia Beijing varían significativamente entre los partidos, desde la búsqueda de una mayor integración económica y diálogo hasta una firme defensa de la soberanía taiwanesa y una mayor distancia política bordeante con la peligrosa línea roja del independentismo. En función del resultado, estas elecciones podrían marcar un cambio significativo en la forma en que Taiwán interactúa con su poderoso vecino.

La política exterior de Taiwán, especialmente en lo que respecta a sus relaciones con Estados Unidos y otras democracias, también ha sido un punto focal. Los lazos con Estados Unidos, en particular, han alcanzado nuevos niveles de cooperación bajo la administración actual, y el resultado de las elecciones podría influir en la continuidad de este fortalecimiento de relaciones.

Los derechos humanos y las libertades civiles, siempre en el centro de la política taiwanesa, continúan siendo temas de debate. Taiwán ha sido elogiado por su progresismo en áreas como los derechos LGBTQ+ y la libertad de prensa, y estas elecciones podrían consolidar aún más estos avances, avances que, en el fondo, ahpndan la brecha de la sociedad de la antigua Formosa con la del otro lado del estrecho. Es difícil plantear la reunificación de dos sociedades cuando, cada año, estás son un poco más diferentes. El ejemplo de Hong Kong tampoco ayuda.

La pandemia de COVID-19 y la respuesta de Taiwán también han sido destacadas durante la campaña. La isla ha sido reconocida internacionalmente por su manejo exitoso del virus, lo que ha fortalecido el orgullo nacional y la confianza en el gobierno. Sin embargo, la recuperación económica y la apertura al turismo internacional siguen siendo temas de interés para los votantes.

Los partidos políticos y sus candidatos han presentado una gama de visiones para el futuro de Taiwán. El partido gobernante, el Partido Democrático Progresista (PDP), con Lai Ching-te al frente, ha enfatizado la defensa de la soberanía taiwanesa y la profundización de las relaciones con países democráticos. Por otro lado, el Kuomintang (KMT), el principal partido de la oposición, ha abogado por una aproximación más pragmática con China, enfatizando la necesidad de estabilidad económica y política.

El resultado de las elecciones del 13 de enero tendrá un impacto significativo en la dirección futura de Taiwán. No solo decidirá las políticas internas para los próximos años, sino que también determinará cómo Taiwán se posiciona a sí misma en la arena mundial, en medio de tensiones geopolíticas crecientes y una economía global en constante cambio. Una previsible victoria del gobernante PDP cerraría la puerta, al menos durante cuatro años más, a una reunificación pacífica con la República Popular, e impulsaría la estrategia de defensa y resiliencia económica de Taipei frente a Pekín, y una mayor colaboración con Estados Unidos, y en menor medida, Japón y Australia.

De fondo, habrá que ver cómo gestiona China la frustración, y hasta dónde llega la paciencia de Xi Jinping con esa isla tan pequeña, tan molesta, tan clave.

 

Dong Jun. China mueve ficha en el tablero geopolítico. David Montero

China ha anunciado el nombramiento de Dong Jun como su nuevo Ministro de Defensa. Este cambio en la jerarquía militar del gigante asiático llega en un momento crítico de las relaciones entre China y Estados Unidos, y plantea preguntas importantes sobre el futuro de la estabilidad regional y la seguridad global.Dong Jun, conocido por su destacada carrera en las Fuerzas Armadas chinas, representa una figura clave en la modernización militar del país. Su experiencia en estrategia de defensa y tecnología avanzada sugiere, para empezar, que China seguirá con el foco puesto en fortalecer sus capacidades militares, un aspecto que no habrá pasado desapercibido en Washington, que fácilmente podría interpretar el nombramiento no ya como un aviso de que China busca competir, sino posiblemente superar a las potencias occidentales en términos militares. Sin embargo, la carrera previa de Jun podría presentarlo como un halcón o una paloma, atendiendo a políticas y declaraciones previas. Habrá por tanto que estar atentos al estilo y enfoque en sus primeras apariciones y declaraciones en público para determinar si su nombramiento representa una postura de firmeza o una apertura hacia el diálogo con Estados Unidos.

El nombramiento de Dong Jun como Ministro de Defensa de China no es simplemente un cambio en el gabinete de un país; es un evento que podría redefinir el equilibrio de poder global. Este cambio, visto a través del lente de la intensa rivalidad entre China y Estados Unidos, señala potencialmente una nueva era en la política de defensa y las relaciones internacionales.

El liderazgo de Jun podría marcar un punto de inflexión en cómo China se presenta en el escenario mundial. Su enfoque en la modernización militar no solo es un mensaje a sus propios ciudadanos sobre la fortaleza y la autosuficiencia de China, sino también una declaración a la comunidad internacional sobre su disposición a ser un actor dominante, especialmente frente a potencias occidentales. La presencia de Jun plantea la hipótesis de si China quiere impulsar una nueva carrera armamentística, especialmente en áreas como la ciberseguridad, el espacio y la guerra electrónica. La respuesta de Estados Unidos a estas iniciativas será crucial. ¿Veremos una escalada en la inversión militar y tecnológica, o se buscarán caminos diplomáticos para asegurar un equilibrio de poder?

Además, esta estrategia no solo afectará a Estados Unidos. Los aliados de ambos países, en regiones como Europa, Asia-Pacífico y el Medio Oriente, tendrán que navegar en este cambiante paisaje geopolítico. En una era donde la tecnología y la defensa están inextricablemente vinculadas, una redefinición de la política de seguridad china podría tener profundas implicaciones en el comercio y la innovación tecnológica. ¿Veremos una nueva ola de restricciones y controles en las exportaciones tecnológicas? ¿Cómo equilibrarán las naciones la necesidad de seguridad con el deseo de libre comercio y cooperación tecnológica?

Por ello, en última instancia, el nombramiento de Dong Jun como Ministro de Defensa de China podría ser más que un cambio de liderazgo; dependiendo de su enfoque, será un catalizador que podría tener un impacto significativo en el panorama geopolítico del siglo XXI. Mientras el mundo observa, las decisiones y políticas de Jun (que, en última instancia, son las de Xi Jinping) no solo definirán el futuro de las relaciones sino-americanas, sino que también tendrán un impacto duradero en la estabilidad global, la diplomacia, y la seguridad internacional.

INTERREGNUM: Año de elecciones. Fernando Delage

La evolución de las relaciones entre China y Estados Unidos continuará siendo en 2024 la principal variable determinante de la dinámica asiática, sin que tampoco deba minusvalorarse el impacto de distintos procesos electorales que se celebrarán a lo largo del año. La voluntad de distensión expresada por los presidentes Biden y Xi en su encuentro de noviembre en San Francisco permitió corregir la espiral de enfrentamiento de los meses anteriores, pero no resolver las divergencias estructurales entre ambos países, algunas de las cuales pueden resurgir en función del resultado de las próximas elecciones en Taiwán. Otros comicios revelarán por su parte el delicado estado de la democracia en Asia.

Los primeros del año serán los de Bangladesh el 7 de enero. Las elecciones se celebrarán en un contexto de movilizaciones contra el gobierno, impulsadas por el principal grupo de la oposición, el Partido Nacionalista. Sus líderes, en su mayor parte exiliados o en prisión, han amenazado con boicotear el proceso si la primera ministra, Sheikh Hasina—en el cargo desde hace 15 años—, no renuncia y cede el poder a un gabinete interino que supervise la convocatoria electoral.

Un mes más tarde—el 8 y el 14 de febrero, respectivamente—serán los dos países con mayor población musulmana, Pakistán e Indonesia, los que celebrarán elecciones. En el caso de Pakistán, se tratará de las primeras convocadas desde la destitución por corrupción del primer ministro Imran Khan en abril de 2022. Aunque en prisión, Khan sigue controlando su partido (el PTI). Su destacada popularidad y el deterioro de la seguridad nacional como consecuencia de diversos ataques de grupos separatistas y radicales en las últimas semanas han llevado a especular, no obstante, sobre un posible retraso de la votación. Este escenario de incertidumbre política, el mayor en décadas, agrava a su vez el riesgo de que el Fondo Monetario Internacional retrase la entrega de su segundo paquete de rescate financiero, previsto para mediados de enero.

En Indonesia, la tercera mayor democracia del mundo, más de 200 millones de votantes elegirán un nuevo Parlamento y un nuevo presidente. Aunque Joko Widodo fracasó en su intento de reformar la Constitución para poder presentarse a un tercer mandato presidencial, declaró su intención de seguir interviniendo en la vida política sobre la base de su extraordinaria popularidad y de su influencia en las instituciones. Widodo aspira por ello a conseguir la elección de un sucesor afín y consolidarse como miembro de la oligarquía indonesia, de la elite política, militar y empresarial que, desde la era Suharto (el yerno de este último, Prabodo Subianto, vicepresidente durante los últimos años, va en cabeza en los sondeos), ha controlado la nación.

En abril y mayo (por el número de votantes, más de 900 millones, la votación se celebra durante varias semanas) será el turno de India. En 2014 el Janata Party liderado por Narendra Modi obtuvo la primera mayoría absoluta en el Parlamento indio en tres décadas; una victoria que revalidó en 2019 y previsiblemente repetirá este año. En sus dos primeros mandatos al frente del gobierno, una diplomacia proactiva dio un mayor estatus internacional a India (su papel como elemento de equilibrio de China es cada vez más importante para Occidente), pero al mismo tiempo Modi promovió un nacionalismo hindú que, además de marginar a 200 millones de musulmanes y 28 millones de cristianos, ha erosionado el sistema democrático. Un nuevo triunfo le permitiría completar la que define como su misión personal.

Con todo, las elecciones que en mayor medida definirán la trayectoria de Asia en2024 serán las de Taiwán dentro de unos días, y las de Estados Unidos en noviembre. A partir del 13 de enero, el nuevo presidente taiwanés se situará en el centro de las tensiones entre China y Estados Unidos. El candidato del Partido Democrático Progresista (PDP), Lai Ching-te, defensor de la autonomía de la isla, es anatema para Pekín, mientras que el líder del Kuomintang, Hou Yu-Ih—sólo ligeramente por detrás de Lai en los sondeos—, propugna la restauración del diálogo con la República Popular. Los taiwaneses, ha advertido China, afrontan “una elección entre la guerra y la paz”. Biden puede encontrarse de este modo ante una grave crisis militar a principios de año; un escenario que—sumado a los conflictos en Ucrania y Oriente Próximo—influirá a su vez en la elección, el 4 de noviembre, del próximo presidente norteamericano.

La hora de Taiwán

La campaña electoral en Taiwán para las elecciones del próximo 13 de enero está subiendo el nivel de tensión entre China y la isla con un régimen democrático. Mientras, en su discurso de fin de año, el líder chino, Xi Jinping, insistía en calificar a Taiwán como una provincia china separatista y que la “reintegración” (anexión) futura es inevitable, desde la isla se replicaba que las relaciones de Taiwán con Pekín serán las que quieran los taiwaneses “en la competencia de su soberanía”.

En la isla, como ya hemos explicado desde esta página, el electorado está dividido casi al 50 por ciento entre los que apoyan al viejo partido fundador del régimen taiwanés, que formalmente no aspira a la independencia oficial de la isla sino a un futuro democrático con una China continental donde los comunistas no dominen y el actual partido gobernante, que aspira a un futuro taiwanés sin mirar a Pekín y a construir unas relacion4s con la China continental a partir de la soberanía de cada parte. Esta última opción, que puede renovar su mandato tras el 13 de enero, pone muy nervioso al gobierno chino, su propaganda y su discurso falso sobre el origen del conflicto y los crímenes del gobierno autoritario que impuso la revolución china.

La tensión preelectoral está condicionando el cauto proceso de distensión iniciado entre China y Estados Unidos y que fue oficializado por el encuentro entre Xi y Biden en California.

En todo caso, ambos partidos taiwaneses necesitan la consolidación y profundización de ese proceso de distensión porque les proporciona un mayor margen de maniobra a sus respectivos planes estratégicos a medio y largo plazo. De ahí que algunas voces oficiales de Taiwán hayan sugerido la posibilidad de establecer conversaciones abiertas con Pekín para “instaurar un clima de coexistencia pacífica” que frene las cotidiana provocaciones militares chinas en el estrecho que los separa y que se ensanche la colaboración, que ya existe, entre ambos regímenes y empresas de ambos lados.

Estados Unidos también quiere bajar el nivel de tensión que preside la campaña electoral aunque sabe que bajará tras el proceso y quiere inducir a mejorar las relaciones chino taiwanesas aunque insista en su voluntad de defender militarmente la isla si China la ataca y en seguir el proceso de rearme regional de los aliados occidentales frente a los planes expansionistas chinos.

Este proceso, con sus contradicciones y sus riesgos, va a ser un elemento determinante en Asia Pacífico en este año que empieza y, a su vez, será una pieza esencial en el reordenamiento de la geoestrategia que se está dibujando junto a Ucrania, Gaza y los seísmos políticos africanos.

China, la gran preocupación. Nieves C. Pérez Rodríguez 

El mes de diciembre comenzó en Washington con el encuentro de la Unión Internacional democrática (IDU, International Democracy Union), una coalición global de líderes y partidos de centro derecha que se reúnen anualmente para analizar los peligros que asechan a las democracias en el mundo.

La creación de este grupo se materializó en 1983 de la mano de ex presidente George Bush (padre), la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, el ex presidente francés Jacques Chirac y el ex canciller alemán Helmut Kohl, entre otras reconocidas figuras del entorno político, y desde entonces se ha convertido en un foro de análisis de los derechos humanos, la realidad política internacional y la promoción de las libertades y el estado de derecho.

Este año se cumplieron cuarenta años de la organización y lo celebraron con un evento en Londres el pasado junio y otro en Washington en el mes de diciembre, al que 4Asia tuvo acceso, y en el que participaron líderes como el ex primer ministro australiano Scott Morrison quien expresó su preocupación por el avance de Beijing y remarcó lo importante de que se entienda los retos que representa el Partido Comunista chino para las libertades en el mundo.

Marco Rubio, senador republicano por el Estado de Florida, cerró la noche con una reflexión sobre los retos que enfrenta Washington y sobre las decisiones estratégicas que están obligados a tomar. y además enfatizó que éstas decisiones no son exclusivas de los Estados Unidos, sino de todos los países occidentales desarrollados; prácticamente todas las sociedades industrializadas en el mundo enfrentan los mismos retos hoy.

“Yo soy producto de los ochenta y en ese tiempo todo estaba montado sobre la base de dos bloques, Estados Unidos y los países libres confrontando a la Unión Soviética y la expansión del comunismo. Basadosn en esa noción, una vez que cayó la Unión Soviética. creímos que habíamos ganado, porque la democracia ganó y el marxismo se abatió y suponíamos que la propagación de la democracia por el mundo se daría junto al libre mercado”.

Pero lo cierto es que la historia nos ha demostrado que eso va en contra de la naturaleza humana, explicó el senador republicano. En el mundo nunca ha existido un único sistema para todos los países del mundo simultáneamente; ni siquiera cuando se comenzó a avanzar en las libertades después de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, ni Rusia, ni Irán ni China se incorporaron a ese nuevo orden mundial.  China, por ejemplo, vislumbró ese orden mundial como algo orquestado por Occidente, que favorecía solo a Occidente, y que los discriminaba a ellos y al resto.  Aunque no aspiraban a convertirse necesariamente en la primera nación del mundo, se movieron estratégicamente para llegar a posicionarse alegando que eran un país en desarrollo. Argumento que siguen usando hoy, aunque claramente ya no es así, afirmó Rubio.

Los políticos estadounidenses nos decían que eventualmente los chinos se convertirían al capitalismo. Aceptamos durante  décadas sus prácticas irregulares, los dejamos vendernos, hacer alianzas con nuestras corporaciones, robarnos la propiedad intelectual, llevarse nuestras empresas a su territorio, pero creyendo que se convertirían al capitalismo.

Explica Rubio que no fue hasta principios del siglo XXI cuando algunos políticos comenzaron a denunciar lo que estaba pasando y fue a partir de ahí que se comenzó a desmitificar la idea de que todo lo que es bueno para el mercado es bueno para los Estados Unidos. Un competidor chino no es un competidor justo, esa empresa es apoyada y subsidiada por el Estado chino, porque los precios no van a ser reales comparado con una entidad privada que no tiene el dinero del Estado a su disposición y tiene que producir y vender para seguir operando.

Además, agregó, dependemos de China en casi todos los rubros, el farmacéutico que es clave para la salud y el bienestar de los estadounidenses depende 88% de las importaciones de China. Algo que va en contra de nuestra propia seguridad nacional. Y cada vez que una empresa estadunidense intenta entrar a ese mercado no puede competir con los precios de las empresas chinas que están compitiendo y son subsidiadas por el Estado, lo que hace imposible la competencia.

Rubio hizo también una reflexión sobre la razón del Estado: un Estado no puede solo producir riqueza, debe también asegurar que los salarios sean buenos y que sus ciudadanos pueden vivir y aspirar a tener un futuro, puesto que son más que solo consumidores. La razón debe ir más allá de la adquisición de bienes, debe ser sobre todo para darle dignidad a la gente.

La base de toda sociedad es la familia, las comunidades, alguien que tiene un salario digno, tiene deseo de comenzar su familia y por tanto aportan a la sociedad de diversas maneras y se siente orgulloso de ser parte de ese colectivo. Proveer a los ciudadanos de fuentes de empleo y salarios adecuados es dignificarlos.

Cerró su intervención afirmando que cada uno de los problemas que tiene el mundo desarrollado está atado de alguna y otra forma a regímenes autoritarios. Esos regímenes, organizaciones o ideologías se han ido alineando y producen inestabilidad en las regiones. En el Indo Pacífico son la mayor fuente de inestabilidad con la presencia de barcos que mantienen a Filipinas en ascuas, que amenazan a Taiwán con una invasión a diario, o están lanzando misiles sobre Japón o Corea del Sur y desarrollando arsenal nuclear aun cuando viven en una de las mayores pobrezas del planeta.  Pasa lo mismo con el terrorismo, que es financiado por regímenes autoritarios y que amedrenta las libertades de Occidente.

“Las democracias y las libertades son difíciles de preservar por lo que necesitamos protegerlas. No podemos ser complacientes con las autocracias que intentar vender su modelo como el justo porque no van a exigir el resguardo de los derechos humanos o las libertades de los otros países. Y si esos son las naciones que toman el control del mundo la realidad para las democracias será completamente diferente” advirtió él republicano.