El Indo-Pacífico se ha configurado como el centro de la geopolítica mundial, acaparando una mayor atención en el caso de la geopolítica de la tecnología. El comentario del presidente Biden en su primer viaje por Asia así lo adelantaba, al afirmar que “El futuro de la economía del siglo XXI se escribirá en gran medida en el Indo-Pacífico”, poniendo foco sobre un fenómeno que ya venía desarrollándose hace tiempo pero que la coyuntura internacional actual ha hecho más evidente.
La región es un hub global que se está beneficiando de que el centro de gravedad de la economía mundial se está desplazando hacia el este. Estos países disfrutan además de una importante integración comercial regional, gracias a haber desarrollado el mayor acuerdo de libre comercio del mundo, conocido como RCEP (en sus siglas en inglés), que entró en vigor a principios de este año y con el que los países del Indo-Pacífico aglutinan un volumen mayor de comercio entre sí que el que generan conjuntamente con Estados Unidos y Europa. Ésa es la dimensión.
Desde el punto de vista comercial, el Indo-Pacífico va a plantear el reto geopolítico de incorporar la región como destino en el radar de exportación para seguir manteniendo competitividad internacional, dado su amplio potencial económico y comercial. Las altas tasas de penetración de Internet, y el elevando uso de las redes sociales, medio esencial para realizar un buen posicionamiento de marca, son algunos de los alicientes digitales que ofrece la región. Sin embargo, el principal atractivo reside en la velocidad de crecimiento de la clase media que registra la zona, con una proyección de que genere hasta el 88% de la nueva clase media mundial.
Asimismo, como epicentro de la geopolítica mundial, el indo-Pacífico va a ser testigo de cómo la geopolítica de la tecnología va a reconfigurar las dinámicas de crecimiento globales, poniendo el foco, principalmente, en el potencial de la región en manufactura e innovación de chips.
Los chips están en todos los dispositivos electrónicos, con mayor o menor complejidad, y presentes en todas las industrias. Y la disponibilidad, o más bien, la falta de disponibilidad de chips, que se ha hecho evidente durante la pandemia, ha mostrado el rol central que desempeñan los semiconductores en el desarrollo de la economía digital, así como la gran fragilidad de las cadenas de suministro.
China lleva años invirtiendo para alcanzar la autosuficiencia tecnológica y esto ha supuesto que sobrepasara a Estados Unidos en inversión en chips en 2018, y que haya sido seis veces mayor en 2021. Esto muestra que la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China ya ha entrado en una etapa decisiva.
De ahí, que un buen posicionamiento en las cadenas de valor tecnológico sea la mejor estrategia para construir ventaja competitiva. Por ello, las grandes potencias innovadoras son cada vez más conscientes de que para mantener una importante posición competitiva ya no solamente es suficiente ser referente en innovación, sino que también va a ser necesario adquirir, o mejorar, la capacidad de manufactura de chips.
Entre las potencias innovadoras, Europa ya es plenamente consciente de que solamente con una mayor autosuficiencia tecnológica es posible mantener ventajas competitivas históricas e impulsar la transformación digital. Una rápida adopción del 5G, al ritmo al que se está produciendo en Corea del Sur y China, permitiría a Europa consolidarse como polo tecnológico y hub global, tanto en diseño como en manufactura tecnológica.