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THE ASIAN DOOR: La promesa del Made in China 2025. Águeda Parra

por: 4ASIA
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El objetivo de Xi Jinping de convertir a China en una economía que consolide su influencia como poder global en 2049 pasa, en gran medida, por abordar ciertas reformas dirigidas a modernizar su economía. La China que hace unas décadas estaba considerada como “la fábrica del mundo” hace tiempo que persigue convertirse en referente tecnológico mundial cambiando el Made in China por el Designed in China.

En estos últimos años, China no ha escatimado gastos en innovación científica. El gigante asiático ha conseguido que el importe destinado a la inversión y desarrollo (I+D) de los últimos cuatro años supere el 2% del PIB, alcanzado en 2018 el 2,18% e incrementándose la inversión en un 11,6% respecto al año anterior, hasta los 293.600 millones de dólares. Aunque China no es la potencia que mayor gasto dedica a la I+D, sí forma parte del Top 5 de grandes economías mundiales ocupando el cuarto lugar, junto a Japón, Alemania y Estados Unidos, que lideran la clasificación, quedando por delante de la inversión que destina el conjunto de la Unión Europea que ocupa la última posición de esta clasificación, según el Banco Mundial. De ahí las reticencias que han llevado a Estados Unidos a iniciar una guerra comercial con China, donde lo que menos importancia tiene son los aranceles a los productos chinos cuando lo que está en juego es mantener la supremacía como referente tecnológico mundial.

Se podría decir que la iniciativa de la nueva Ruta de la Seda es al estrecho de Malaca, lo que el Made in China 2025 (MIC2025) es para la industria de los semiconductores. Se trata de dos grandes proyectos del gobierno chino concebidos para reducir lo que posiblemente son las dos amenazas más importantes que enfrenta China en clave geopolítica con el resto de grandes potencias. En el primer caso, se trata de construir un conjunto de rutas alternativas al estrecho de Malaca para evitar el aislamiento energético de China ante un posible bloqueo del paso marítimo en el caso de conflicto con otras potencias extranjeras. En el segundo caso, la iniciativa Made in China 2025 es el plan gubernamental con el que el país aspira a convertirse en un gigante de los semiconductores, pieza esencial para conseguir el máximo nivel de modernización de la industria china.

China perdió su posición de gran potencia, económica e innovadora, en el momento en el que la Revolución Industrial impulsó el ritmo de desarrollo económico de los países occidentales hasta convertirlos en grandes potencias mundiales. Ante el reto de recuperar de nuevo esta ansiada posición, China pretende conseguir una producción de contenido nacional de componentes y materiales básicos del 40% en 2020, que alcanzará el 70% en 2025, y que supondría el salto tecnológico necesario para no tener que depender de las potencias extranjeras en su propio proceso innovador. En la hoja de ruta, China ha considerado hasta 10 industrias de vanguardia con las que espera conseguir el dominio tecnológico mundial, y que van desde la industria aeroespacial, los vehículos de energías alternativas, la nueva generación de tecnologías de la información y la robótica.

La industria de los semiconductores está considerada como la piedra angular en la carrera por el liderazgo tecnológico mundial. Aquel país que tenga los mejores chips, no sólo estará en posesión de la mejor tecnología, sino que será el que establezca los protocolos de comunicación a nivel mundial, escenario de fondo de la lucha entre Washington y Beijing por liderar el desarrollo de la tecnología 5G. Incluso con una guerra comercial de por medio, algunos consideran que Made in China 2025 será un éxito, a pesar de Trump, sencillamente porque es un objetivo al que el gigante asiático no puede renunciar si no quiere volver a perder el segundo tren de la revolución económica mundial.

Aunque apenas queda un año para el primer hito del proyecto que se cumplirá en 2020, el camino será largo hasta conseguir completar los ambiciosos objetivos que plantea Made in China 2025. De los chips que utiliza China, solamente un 16% son de producción nacional, siendo necesario destinar a la importación de semiconductores 260.000 millones de dólares en 2017, un importe bastante superior a los 162.000 millones de dólares necesarios para asegurar el abastecimiento de petróleo del país. Ante la vulnerabilidad estratégica que supone para China la dependencia del suministro de componentes extranjeros, el primer paso será desarrollar una industria de semiconductores que le permita competir con Corea del Sur y Taiwán, para finalmente pasar a la liga en la que se mueve Estados Unidos, el actual líder mundial. Es decir, que Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC), la empresa china mejor posicionada en esta industria, compita en igualdad con la élite que representan el gigante estadounidense Intel, o el líder mundial surcoreano Samsung Electronic.

La más reciente incorporación a esta carrera por la fabricación nacional de chips procede de uno de los grandes titanes tecnológicos chino, Alibaba, que ha creado una nueva filial, denominada Píngtóuge (平头哥), dedicada exclusivamente a este fin. La inversión en nuevas tecnologías está marcando las decisiones empresariales del líder mundial del e-commerce, manejando plazos muy competitivos. Este próximo mes de abril pretende tener disponible su propio chip de red neural, el Ali-NPU, que se utilizará en aplicaciones de inteligencia artificial como análisis de imágenes de vídeo y machine learning. Con esta nueva incorporación de los titanes chinos, la carrera por convertirse en el gigante de los semiconductores entra en una nueva dimensión, nuevos jugadores, más competencia, mayor rivalidad entre potencias, a lo que habría que sumar la proyección de Made in China 2025 como símbolo del creciente nacionalismo dentro del país.

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