El tweet del presidente Biden anunciando que “Estados Unidos va a liderar el camino en la fabricación de microchips” pone el énfasis en una industria que resulta vital para mantener la hegemonía mundial. Y es que la escasez de semiconductores puede convertirse en uno de los mayores problemas de seguridad nacional para cualquier país y, en el caso de Estados Unidos, la excesiva dependencia extranjera en la fabricación de chips convierte el dilema de los chips en una cuestión geoestratégica.
Los cuellos de botella por una creciente demanda global de chips avanzados podrían tener un fuerte impacto en las cadenas de suministro, así como las tensiones geopolíticas en el Indo-Pacífico podrían generar disrupciones que terminen impactando sobre la producción industrial, de la que no quedaría exenta la industria armamentística. La creciente rivalidad con China se suma a un tablero geopolítico donde la geopolítica de la tecnología está ganando enteros a marchas forzadas.
En este escenario, las iniciativas lanzadas por la administración Biden para contrarrestar el ascenso tecnológico de China se han intensificado en el último año. Recuperar el protagonismo de décadas pasadas en la fabricación de semiconductores, y no sólo ser líderes en el diseño, es uno de los objetivos de la Ley Chips y Ciencia aprobada por el Congreso de Estados Unidos el pasado 28 de julio que contará con una dotación de 52.000 millones de dólares para fomentar la producción de semiconductores.
Las subvenciones anunciadas en el paraguas de medidas contempladas en la Ley Chips y Ciencia buscan fomentar la construcción de nuevas fábricas de semiconductores en territorio estadounidense. Entre las empresas interesadas en esta iniciativa figuran la taiwanesa Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), que invertirá unos 12.000 millones de dólares en la construcción de una nueva fábrica en Arizona que podría estar operativa a principios de 2024, además de la estadounidense Intel, con una inversión de 20.000 millones de dólares en una planta en Ohio, y la fábrica que construirá Micron en el norte del estado de Nueva York con una inversión de 100.000 millones de dólares.
Las nuevas instalaciones no son susceptibles que incrementen la participación de Estados Unidos en la producción mundial de chips de forma significativa, ya que estas empresas han anunciado planes de ampliar su capacidad en otros lugares. Estados Unidos actualmente representa un 12% en la capacidad global de fabricación de semiconductores, según la Asociación de la Industria de Semiconductores, mientras las grandes élites tecnológicas de Asia Oriental concentran hasta el 75% de la producción mundial. A este grupo pertenece Taiwán que, de forma individual, produce más del 90% de los chips más sofisticados. Un dominio por parte de las empresas asiáticas que será difícil reducir en el corto plazo.
Sin embargo, dentro del amplio rango de tipos de chips, Estados Unidos aspira a expandir la producción de los más directamente relacionados con la seguridad nacional. De ahí que, como complemento a la Ley Chips y Ciencia, la administración Biden anunciara el pasado 7 de octubre restricciones a la exportación de tecnología de semiconductores estadounidense a China, orientadas a frenar el ascenso tecnológico del gigante asiático, principalmente en relación a la mejora de sus capacidades militares.
Frenar las aspiraciones de supremacía a las que aspira China y recuperar el protagonismo en la producción de chips pasa, asimismo, por desarrollar una cadena de suministro con proveedores ubicados en las proximidades de las nuevas fábricas de semiconductores. Disponer de estos recursos resulta vital para que las fábricas se abastezcan de los elementos críticos y los productos químicos puros que necesitan para estar operativas. Una cadena de suministro creada con proveedores fiables que todavía no se encuentra disponible donde se ubicarán las nuevas instalaciones en Arizona y Ohio.
La disponibilidad de equipamiento avanzado, como las máquinas de litografía ultravioleta que se utilizan para mapear los circuitos en los chips, y que cuestan alrededor de 150 millones de dólares, son otra parte crítica en la construcción de las fábricas de semiconductores. Sin embargo, la escasez de nuevos graduados en ingeniería puede convertirse en el mayor desafío en la carrera por la rivalidad tecnológica ante la creciente demanda de talento y capacidades tecnológicas que va a generar la construcción de las nuevas fábricas anunciadas.