Antes de entrar en la generación de la revolución digital, el recurso más preciado para una economía era el petróleo. Posibles problemas de abastecimiento y la fluctuación en la subida de los precios han marcado períodos de cierta inestabilidad internacional. Sin embargo, en plena transformación hacia una economía tecnológicamente más sensible, son los chips, y no el petróleo, los que establecen las directrices de cómo, quién y a qué ritmo se marca el liderazgo tecnológico.
Los chips han pasado de ser un componente incorporado en determinados dispositivos para hacerlos tecnológicamente más avanzados, aportando al producto final un valor diferencial, a convertirse en un elemento imprescindible en el desarrollo de aquellas industrias que están siendo pioneras en incorporar las capacidades que aportan las nuevas tecnologías. Los semiconductores, comúnmente llamados chips, son parte esencial en la transformación que el desarrollo de la economía digital va a ejercer sobre determinados sectores.
La importancia de los chips, como en su momento sucedió con el petróleo, se ha convertido en imprescindible en el desarrollo de la economía. En general, cualquier industria que esté relacionada con la tecnología seguirá con detenimiento la evolución de cómo evolucionan, y a qué ritmo, las nuevas generaciones de semiconductores. Asimismo, aquellas empresas fabricantes de chips que sean capaces de innovar serán las que atraigan las miradas de las industrias tecnológicamente más punteras.
En el caso del sector del automóvil, antes de 2005 apenas ningún vehículo incorporaba chips en su producción. Hoy la industria automotriz no entendería su crecimiento y competitividad sin la presencia de semiconductores que son esenciales en la gestión y control del rendimiento de los automóviles. Lo mismo aplica a otros sectores, donde incorporar chips de última generación resulta diferencial en el desarrollo de las nuevas capacidades en cloud computing, inteligencia artificial, la industria de los videojuegos, los coches autónomos, la Internet de las Cosas (IoT) y, en general, de todas aquellas industrias que se verán dinamizadas por el despliegue y potencialidad de la nueva tecnología 5G.
El ritmo de crecimiento casi exponencial que ha tenido la industria de los semiconductores en la última década ha llevado a alcanzar la cifra récord de 500.000 millones de dólares en ventas a finales de 2020, el doble de lo que suponía este mercado en 2009. Y, como protagonista de excepción de esta industria, está Taiwán, intensificando la geopolítica de la tecnología, situándose en el centro del campo de juego entre la creciente rivalidad tecnológica que enfrenta a Estados Unidos con China. Una apuesta estratégica que quizá sea momento de revisar.
Frente a la capacidad de grandes corporaciones americanas dedicadas al diseño de los chips, caso de Nvidia, Qualcomm y AMD, la taiwanesa TSCM es el mayor fabricante de semiconductores del mundo, convirtiéndose en parte esencial de la cadena de suministro. Responsable de la fabricación del 70% de los chips de más alta gama, la empresa taiwanesa está en la vanguardia de la producción de chips de última generación de 5nm. Un tren que ha dejado pasar Estados Unidos al fomentar la deslocalización de la fabricación de los semiconductores hacia Asia mientras las empresas norteamericanas se han focalizado en su papel de diseñadores de nuevos prototipos. Sin embargo, en la estrategia de China el objetivo es conseguir el grado de especialización en la fabricación de chips alcanzado por Taiwán, un expertise que sitúa a Taiwán al menos una década por delante de las capacidades actualmente desarrolladas por el gigante asiático.
La tan ansiada autosuficiencia que busca China supone no depender de empresas extranjeras para la próxima generación de productos para ir evolucionando desde el “Made in China” a la etiqueta del “Designed in China”. De ahí que, entre los objetivos con visión 2035, también se incluye adquirir un rol preeminente en fabricación de semiconductores propios a nivel internacional.
En el actual escenario de redefinición de la estrategia de la administración Biden respecto a China, el liderazgo mundial de Taiwán en la industria de los semiconductores no pasa desapercibido para ninguna de las partes. El dominio de la isla en cuanto a la fabricación del nuevo petróleo del mañana, los semiconductores, es una pieza estratégica más a valorar, tanto en lo económico como en lo geopolítico, en la decisión que tome Washington respecto a cómo pretende abordar la relación con China para los próximos años.