Nivelar el tablero geopolítico parece estar orientado a incorporar las sanciones como nuevo elemento en el juego de poder. La redistribución de las cadenas de suministro que buscan las políticas industriales de Estados Unidos, y la ambición de China de seguir ascendiendo en las cadenas de valor globales, presentan un campo de juego en el que las sanciones a la exportación de tecnología estadounidense a China se ven compensadas con el dominio del gigante asiático de los minerales críticos necesarios para impulsar el desarrollo y la innovación digital y energética.
La dependencia de China en el suministro de minerales críticos centra las estrategias de derisking tanto de Estados Unidos como de Europa, no sólo por seguridad nacional, sino como vía para que las empresas occidentales mitiguen las posibles vulnerabilidades que puedan acarrear las tensiones geopolíticas. En el caso de Estados Unidos, China es el origen de 26 de los 50 minerales que se han clasificado como críticos, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS en inglés). El caso de Europa no es menos halagüeño, ya que la Unión Europea depende al 100% de suministradores extranjeros en 14 de 27 materias primas críticas, mientras se eleva al 95% en el caso de otras tres materias primas críticas, según el Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW).
Después de las restricciones a la exportación impuestas por China al galio y al germanio desde el pasado 1 de agosto, el foco de la cadena de suministro está puesto en las tierras raras ante la posibilidad de que pudieran ser los siguientes en la lista de elementos geopolíticos utilizados para nivelar el campo de juego en la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China. En el caso de Estados Unidos, China ha sido el origen del 78% de las importaciones de tierras raras entre 2017 y 2020, según USGS. La dependencia de la Unión Europea (UE) es igualmente significativa, siendo del 100% en tierras raras pesadas y del 85% en el caso de las tierras raras ligeras. Unas cifras que comprometen enormemente la cadena de suministro y la producción tecnológica ante vulnerabilidades geopolíticas.
Pero no siempre ha sido así, ya que entre 1960 y 1980 Estados Unidos se posicionaba como el mayor productor mundial de tierras raras. La famosa frase de Deng Xiaoping de “Oriente Medio tiene petróleo, China tiene tierras raras” enmarca el período de tiempo en el que el gigante asiático comenzó a posicionarse en un mercado del que actualmente domina el 85% del procesado y más del 63% de la producción mundial de las tierras raras, disponiendo además del 37% de las reservas mundiales.
En el caso de la Unión Europea, los objetivos para reducir la dependencia de China presentan el ambicioso reto de posicionarse en toda una cadena de suministro en la que China goza de una ventaja de entre 15 y 20 años de expertise, tecnología e innovación, según los expertos, un tiempo algo extenso ante una transición energética inminente. En concreto, la UE aspira a abastecer hasta el 10% de la demanda europea con materias primas provenientes del territorio comunitario, desarrollar una industria de reciclaje para abastecer el 15% del suministro, y realizar hasta el 40% del procesado en Europa para 2030.
Un escenario complejo ante la creciente demanda que se espera de los minerales tecnológicos críticos en las próximas dos décadas y que debería situar el nearshoring europeo de las tierras raras como una de las principales prioridades de Europa para poder mantener ventajas competitivas tecnológicas, además de ser una necesidad para mantener la seguridad europea y el desarrollo económico.
Si, además, la UE contempla no depender en más del 65% de un único país dentro de una década, la priorización de la diversificación del suministro plantea, posiblemente, uno de los mayores retos geopolíticos comunitarios, atendiendo, entre otras variables, a los tiempos necesarios para alcanzar una producción efectiva. Echando la vista atrás a los cambios geopolíticos que se han sucedido desde que empezara la guerra comercial entre Estados Unidos y China en 2018, los próximos 15 a 20 años necesarios para desarrollar la industria de materias primas críticas europea pueden estar asociados a múltiples cambios en el tablero geopolítico ante los que la Unión Europea debería ser menos vulnerable.