INTERREGNUM: China-Rusia: una complicada historia. Fernando Delage

La estrecha relación que mantienen Rusia y China ha sido uno de los temas discutidos en la reciente cumbre de la OTAN en Lituania. La guerra de Ucrania ha sido un momento decisivo en la asociación entre ambos países, y Pekín ha demostrado que está dispuesto a asumir el coste diplomático que supone apoyar a Moscú en su política de agresión. El presidente Xi Jinping puede haberse arrepentido de tanta cercanía a Vladimir Putin, al tener que afrontar dificultades que no existían antes del 24 de febrero del pasado año. Pero Rusia es demasiado importante para China como para arriesgarse a perderla. La estabilidad en la frontera continental, sus recursos energéticos y su asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU son ventajas a las que la República Popular no puede renunciar.

Es cierto, sin embargo, que el ritmo de los acontecimientos no lo marcan sólo Putin y Xi, como demostró el motín en junio de Yevgeny Prigozhin, el líder del grupo Wagner. Por otro lado, pese a la aparente sintonía entre ambos gobiernos, tampoco puede decirse que la transparencia sea una característica que impregne su relación. Comparten intereses, desde luego, y ninguno tan importante como la ambición de erosionar el peso global de Estados Unidos y de Occidente. Pero sus perspectivas sobre la economía mundial no pueden ser más diferentes, como tampoco coinciden en las bases de un orden internacional alternativo. La concepción jerárquica de las cosas propia de la cultura china, y la disparidad de poder entre las dos potencias, permiten dudar de que Pekín vaya a tratar a Moscú como un igual.

Una mirada a la historia revela cómo los hoy socios han pasado por largas etapas de enfrentamiento y división que han dejado un legado de mutua desconfianza. Los interesados pueden encontrar un detallado examen de esa evolución en un reciente libro de Philip Snow (China and Russia: Four Centuries of Conflict and Concord, Yale University Press, 2023), en el que el conocido historiador británico resume varias décadas de estudio sobre la cuestión.

El análisis de Snow comienza con el tratado de Nerchinsky, el primero firmado por Pekín con una potencia extranjera, que en 1689 estableció un acuerdo de no agresión entre las partes, aunque las grandes regiones fronterizas (Xinjiang, Mongolia y Manchuria) no dejaron de ser fuente permanente de tensión. Ese equilibrio se rompió a mediados del siglo XIX cuando, tras la derrota en la guerra de Crimea, Rusia optó por su expansion territorial hacia Oriente y adquirió una superioridad militar, política y económica sobre China que se mantendría durante siglo y medio. En 1900, mientras la dinastía Qing hacía frente a la rebelión de los boxer, Rusia invadió y ocupó Manchuria, pero sus pretensiones anexionistas fueron neutralizadas al perder la guerra con Japón en 1905-1905. Esta nueva derrota no puso fin, sin embargo, a una política expansionista, que se dirigió entonces hacia Mongolia Exterior: aprovechando la debilidad del gobierno chino tras la caída de la monarquía, en 1915 impuso un tratado por el que se reconocía la autonomía del territorio (aunque bajo la nominal soberanía de Pekín), lo que ocasionó un profundo sentimiento antirruso entre los nacionalistas chinos.

La caída de los zares y el hundimiento del poder ruso en Extremo Oriente permitió a China reorientar la relación a su favor, mientras el nuevo régimen soviético se ofreció para hacer un frente común contra las potencias imperialistas. Más tarde, Stalin decidió apoyar a las fuerzas del Kuomintang de Chiang Kai-shek contra Japón, origen de la difícil relación que mantendría con Mao Tse-tung tras la victoria comunista en 1949. Tampoco Nikita Khrushchev se ganó el respeto del Gran Timonel. A partir de finales de los años cincuenta, Pekín se esforzó por marcar su independencia de Moscú y, en 1969, ambos se enfrentaron militarmente en la frontera. El entonces líder soviético, Leónidas Brezhnev, estableció una política de contención de China, mientras Pekín puso en marcha su acercamiento diplomático a Estados Unidos. La rivalidad sólo concluyó a finales de la década de los ochenta, cuando un nuevo líder soviético, Mijail Gorbachev, aceptó las condiciones exigidas por Deng Xiaoping (el sucesor de Mao) para la normalización: el fin del apoyo de Moscú a la ocupación vietnamita de Camboya; la conclusión de su presencia militar en Afganistán; y la desmilitarización de la frontera.

La implosión de la URSS condujo a una nueva etapa, primero bajo Yeltsin y posteriormente bajo Putin, caracterizada por la estabilidad política, pero también por una gradual redistribución de capacidades: el PIB de China es hoy diez veces mayor que el de Rusia; es Moscú la interesada en comprar armamento chino, y no al revés como ocurría a principios de siglo; y es Pekín quien se ha convertido en el primer socio económico de las repúblicas centroasiáticas.

El pasado de la relación no determina cómo será en el futuro. Pero como indica Snow, ofrece algunas lecciones de interés. La primera es que, cuanto mayor ha sido el diferencial de poder entre los dos países, mayor ha sido la tensión entre ambos. La segunda es que contar con un enemigo común—Japón en el pasado, Estados Unidos en la actualidad—ha sido un poderoso elemento de unión. Por último, la necesidad de compartir el continente euroasiático les obliga al entendimiento pese a las profundas diferencias entre sus sociedades y culturas.

Los niños uigures forzados a ser huérfanos. Nieves C. Pérez

Los uigures son una minoría étnica de origen turco que habita la provincia autónoma china de Xinjiang. Esta región es la más grande del país con una extensión de 1.6 millones de km2 y ubicada al extremo oeste del gigante asiático con India, Paquistán, Afganistán, Tayikistán, Kirguistán, Kazajstán, Rusia y Mongolia.

Los uigures han poblado está región por siglos manteniendo sus prácticas culturales y religiosas a lo largo del tiempo y la región. De acuerdo con un artículo de la revista Times de 2019 “los uigures descienden de los antiguos comerciantes sogdianos y Marco Polo ya en sus travesías los mencionó. Hoy en día se calcula que son unos 10 millones de uigures los que habitan Xinjiang aunque desde los años cincuenta él gobierno chino ha intentado repoblar la región movilizando progresivamente ciudadanos han a esta zona.

El partido Comunista chino también ha venido borrando las pruebas de esa presencia histórica en la región demoliendo santuarios de fe uigur. Así lo prueban imagines de Google Maps Earth en donde se puede comprobar que él 80% de las mezquitas de la región han sufrido cambios de una manera parcial o total con la destrucción de muchas desde el 2017.  Para más información ir al artículo “demolición de la identidad de los uigures de está servidora”, publicado él 4 de noviembre de 2019.

En ese intento por anular la identidad uigur hoy los niños están siendo una de las peores víctimas del PC chino puesto que son drásticamente separados de sus familias y en muchos casos enviados a orfanatos.

Debido a los estrictos controles sociales a los que son sometidos los ciudadanos en China con el agravante que, el control hacia las minorías, sobre todo las que practican algún tipo de credo se acrecienta a niveles impensables en occidente. Las autoridades tiene acceso regular a las viviendas de los uigures, escuchas en sus líneas telefónicas, conocen todos detalle de sus vidas hasta los alimentos que adquieren  así como  sus niveles de devoción, razón por la que han optado por ocular sus prácticas en público.

Muchos uigures han sido recluidos en lo que el PC chino llama “centros de reeducación” o campos de concentración para quienes han vivido el calvario o quienes han analizado la información suministrada por algunos de los que han podido salir y contarlo. Si alguno de los padres de un niño es recluido, él estado considera razón suficiente para separar al menos de su otro padre y /o resto de su familia y enviarlo a orfanatos lejos de casa.

Lo que a su vez está haciendo que él padre que queda en libertad pida él divorcio para así intentar proteger al niño de ser arrebatado de su familia y llevado por las autoridades a orfanatos. Lo que representa una doble ultraja a los valores tradicionales de los uigures, por una parte, la privación de la libertad de uno de los padres, y en segundo lugar la solicitud del divorcio ante las autoridades. La tasa de divorcios entre los uigures es increíblemente alta de acuerdo con data oficial de la región, otro elemento curioso.

La dificultad además se encuentra en que en él momento en que uno de los padres es detenido, él otro padre queda en investigación de posible “culpa por asociación”  y sospecha por lo la situación es extraordinariamente compleja de evitar y por tanto de proteger a los menores de acuerdo con Dilxat Raxit, miembro del Comité ejecutivo del Congreso Mundial Uigur en una entrevista que concedió a Marco Respinti del sitio web Bitter Winter publicada él 22 de agosto del año en curso.

En la entrevista Raxit afirma que además las autoridades chinas vienen llegado a cabo una política de planificación familiar que tiene como objetivo prevenir “el nacimiento del futuros uigures, aun cuando la política del hijo único haya sido erradicada en China después de décadas de ejecución forzoza”.

Por otra parte, Xinjiang cuenta con una ubicación privilegiada al compartir frontera con ocho países distintos que a su vez son un jugoso mercado para Beijing, mientras que paso obligatorio y estratégico de uno de los proyectos estrellas de Xi, la nueva Ruta de la Seda.

Los uigures, a diferencia de otras tribus de Asia Central de característica nómadas, son un pueblo asentado en esta región y que han florecido paralelamente con la Ruta de la Seda a través de la historia. A pesar de los siglos de asentamiento su persecución de manos del PC chino es cada día mayor, puesto que no hay un aspecto de la vida ordinaria de los uigures que no haya sido escudriñada y forzada a ser cambiada desde la infancia…

THE ASIAN DOOR: No todo es infraestructuras en la Ruta de la Seda. Águeda Parra.

La nueva Ruta de la Seda marca un hito especial y muy simbólico tras diez años desde su lanzamiento. En esta década, la iniciativa china no ha dejado de evolucionar, propiciando la adhesión de hasta 147 países y manteniendo un fuerte ritmo de inversión, alcanzando los 67.800 millones de dólares en 2022, en línea con el gasto de 68.700 millones de dólares del año anterior. Una década que ha permitido a la iniciativa pasar por múltiples etapas, afrontando un nuevo ciclo de clara transformación de los ámbitos de interés de inversión.

Para la nueva etapa, las prioridades están dirigidas a potenciar la construcción de una Ruta de la Seda verde, incorporando estándares medioambientales internacionales. La apuesta por las renovables, principalmente en el desarrollo de tecnología verde solar y eólica, está marcando la transición en el modelo de inversión. A pesar de que el carbón sigue estando muy presente en la iniciativa, la proporción de inversión verde ha pasado de representar un 5,6% en 2013 a suponer un 26,1% en 2022.

No obstante, la mayor transformación en el esquema de inversión se está produciendo en evolucionar la iniciativa más allá del gasto de infraestructuras, cuyos beneficios han supuesto un importante impulso de diplomacia china en todas las regiones. Comienza una nueva fase, por tanto, en la que la inversión en tecnología comienza a generar momemtum. De hecho, aunque el protagonismo histórico de proyectos en energía y transporte desde que se lanzara la iniciativa en 2013 se ha mantenido también durante 2022, representando el 36% y 18%, respectivamente, un nuevo sector comienza a acaparar paulatinamente mayor interés, y no es otro que la tecnología. Con una inversión que ya alcanza el 16% del total, unos 10.700 millones de dólares, los proyectos de baterías para coches eléctricos lanzados por CATL en Hungría son apenas un ejemplo de esta transformación de los sectores de interés de la nueva Ruta de la Seda, entornos hacia donde China busca seguir expandiendo su liderazgo global.

La dimensión alcanzada por la Franja y la Ruta en estos diez años, englobando al 75% de los países del mundo, ha favorecido que el gasto en infraestructuras haya propiciado, asimismo, una intensificación del comercio bilateral, pasando China a convertirse en muchos casos en el principal socio comercial de varios países, favoreciendo, por ende, los lazos bilaterales. Nuevos socios comerciales que han sido una nutrida base para que el gigante asiático haya expandido los estándares tecnológicos chinos en proyectos de transición energética y digital.

Frente al episodio de creciente preocupación de que el escenario de trampa de deuda de Sri Lanka pudiera extenderse a otros países, esta etapa también está asociada a afrontar grandes proyectos de infraestructuras de forma sostenible con la capacidad económica del país, como en el caso de Bangladesh. Centrando los proyectos en ámbitos de desarrollo muy específicos, Bangladesh ha conseguido impulsar de forma importante su economía, destacando la construcción del puente Padma Bridge, un proyecto que en sí mismo está asociado al aumento del 1% del PIB del país, además de contribuir a la reducción de la pobreza a nivel nacional en un 0,84%, según Centre for Policy Dialogue (CPD).

Por otra parte, la cooperación en el ámbito de seguridad con las islas Salomón han proporcionado, asimismo, un amplio despliegue de diplomacia china en el Pacífico, extendiendo la influencia de la nueva Ruta de la Seda más allá del desarrollo en infraestructuras. Un año después de firmar el acuerdo en seguridad, ambas partes han suscrito una asociación estratégica integral con el objetivo de impulsar las relaciones bilaterales. Un éxito de la diplomacia china en una región que vuelve a retomar el interés de Estados Unidos tras más de una década de ausencia en la agenda estratégica.

Se consolida así una década de la iniciativa del billón de dólares que ha generado para China una expansión sin precedentes en el ámbito regional, zona de referencia del gigante asiático, como también a nivel global. Tras diez años, el impulso de la transición energética y digital está promoviendo el despliegue de estándares chinos y el ascenso del gigante asiático en la cadena de valor, mientras el acelerado proceso de derisking que afrontan las grandes potencias innovadoras podría acelerar un desacoplamiento que propiciara bloques de influencia con el que China equilibrara el juego de poder geopolítico.

China y Rusia chocan en Níger

El golpe de Estado de Níger y las reacciones, a favor y en contra, de los países de la región han añadido una nota de alarma más en el complicado escenario internacional. Además, Níger es un país estratégico en la ruta de la inmigración ilegal hacia Europa y es productor de uranio, oro, petróleo con una estructura económica necesitada de infraestructuras y modernización y hasta ahora ligada estrechamente a Francia que ha mantenido fuerzas militares en el país para defender intereses franceses y para frenar la creciente influencia del terrorismo islamista. Esto hace que su estabilidad y su crecimiento sean clave para Europa. Esto había orientado a dirigentes del país a iniciar un proceso de institucionalización democrática que quedó abruptamente cortada con el golpe de Estado.

Pero hay más elementos. Los golpistas han buscado desde el primer momento el apoyo de Rusia, que ya inspiró los golpes militares de Mali y Burkina Faso y han solicitado la presencia de mercenarios de Wagner en su apoyo. A la vez, China lleva años realizando inversiones en la región y, desde 2011, la compañía Petrochina viene explotando el yacimiento de Agadem en un consorcio en el que China ha invertido 4.000 millones de euros en infraestructura y en la construcción de la refinería Soraz, en la frontera con Nigeria. Y China, embarcada en una estrategia de desplazamiento progresivo de Francia y de los intereses europeos, no ha visto con buenos ojos el golpe militar ni la mano rusa que ha traído sanciones y amenazas de intervención militar de países vecinos para restaurar el orden democrático derrocado.

Aparentemente, porque la claridad y la transparencia no son precisamente valores de ninguno de los dos países, Pekín habría acusado a Rusia de “dejar hacer” a los golpistas y de favorecer la inestabilidad regional. Es más, Pekín ha sugerido la posibilidad de suspender sus proyectos en Níger si la situación se agrava.

China es más pragmática que Rusia y planea a medio y largo plazo, y Rusia, además, está urgida por trasladar a Occidente toda la inestabilidad posible y no puede jugar, como los chinos, con inversiones para las que no tiene capacidad financiera. China tiene en Africa proyectos estratégicos globales y Rusia actúa a corto plazo y con más riesgo y Pekín está molesto y más en un momento en que afronta algunas dificultades financieras.

INTERREGNUM: Berlín-Pekín. Fernando Delage  

Después de la cumbre de mayo del G7 en Japón, el Consejo Europeo de finales de junio y la cumbre de la OTAN en Vilna pocos días después eran los dos encuentros multilaterales de las democracias occidentales en los que tratar, además de la evolución de la guerra de Ucrania y la situación interna rusa, los dilemas económicos y geopolíticos planteados por las acciones y el aumento de poder de China. Siguiendo el hilo del G7, el Consejo Europeo tomó nota de la propuesta de la Comisión para reducir la dependencia de la República Popular y dar forma a una estrategia de seguridad económica, pero las conclusiones buscaron una vez más un equilibrio entre las diferentes posiciones de los Estados miembros, sin apartarse tampoco del todo de la actitud preferida por Estados Unidos. El mismo patrón se repetiría en Lituania, como se mencionó en una columna anterior. Sólo tras esta sucesión de encuentros (de hecho, un día después de concluir la cumbre de la OTAN), anunció Alemania, mayor economía de la UE y principal socio europeo de China, la estrategia hacia el gigante asiático que se había comprometido a adoptar el gobierno de coalición tras su toma de posesión.

“China ha cambiado, y por tanto nuestra política hacia China debe cambiar”, indicó la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, al hacer pública la estrategia. Una China crecientemente autoritaria en el interior y agresiva en el exterior obligaba a asumir una nueva posición que sustituyera a la aproximación conciliadora mantenida durante los largos años en el poder de Angela Merkel. Pero las diferencias en el seno de la coalición de gobierno entre Baerbock, líder de los Verdes, y el canciller Olaf Sholtz, líder de los socialdemócratas, han retrasado el documento. Las referencias que se hacían en un borrador filtrado en noviembre a “violaciones masivas de derechos humanos” o a la posible exigencia de determinadas pruebas a las empresas sobre su grado de dependencia del mercado chino han desaparecido de la versión final, lo que no significa sin embargo que el texto no marque una nueva etapa en la política china de Berlín.

Pese a las diferencias internas de opinión, Alemania no quiere ver perjudicados sus intereses económicos (los intercambios comerciales bilaterales ascendieron a 300.000 millones de euros en 2022), lo que implica mitigar su potencial vulnerabilidad sin renunciar a las oportunidades que ofrece China. Sobre el primer aspecto, Berlín se encontró a principios de julio con el anuncio por parte de Pekín del control de la exportación de galio y germanio, materias primas indispensables para la fabricación de semiconductores. La estrategia hace hincapié en ese sentido en el imperativo de reducir la dependencia en recursos estratégicos (incluyendo tierras raras, productos médicos y farmacéuticos, baterías de litio para coches eléctricos, etc), a la vez que se supervisarán de manera más estricta las inversiones chinas en Alemania. En cuanto a la segunda dimensión, y aunque se aumentarán los incentivos para la diversificación hacia otros mercados asiáticos, serán las propias empresas las que deberán valorar los riesgos de su presencia en China, advirtiéndose que la administración no asumirá el coste financiero de sus decisiones en el caso de un escenario negativo.

Alemania ha querido lanzar el mensaje, dijo la ministra de Asuntos Exteriores, de que se acabó la ingenuidad en las relaciones con China, para construir una relación económica de cooperación “que sea más justa, sostenible y recíproca”. La estrategia apenas desarrolla, sin embargo, cómo se perseguirá su implementación. Permanece la duda, por otra parte, de si realmente contribuirá a la consolidación de una política unificada en el marco de la UE, como irónicamente se preguntaba el propio jefe de la diplomacia china, Wang Yi.

Camp David: consolidación de una triple alianza. Nieves C. Pérez Rodríguez

Camp David es el lugar de descanso de los presidentes estadounidenses, ubicado a unos 100 kilómetros de Washington D.C. y un lugar conocido por haber servido para destacados encuentros que han condicionado el curso de la historia mundial.

En 1943 el presidente Franklin Roosevelt se reunió con Winston Churchill durante la II Guerra Mundial. En 1979 fue él lugar de acogida de las negociaciones que produjeron el tratado de paz entre Egipto e Israel que sirvió de marco para la paz en el Medio Oriente. Más adelante, en 1984, Ronald Reagan recibió a la primera ministra británica Margaret Thatcher en Camp David; posteriormente, Bill Clinton organizó allí el encuentro entre Ehud Barak, primer ministro israelí, y el presidente de la autoridad palestina, Yasser Arafat, en el año 2000. El presidente George W. Bush reunió allí a su gabinete para preparar la invasión de Afganistán después de los ataques terroristas del 11 de septiembre.

Y en esa línea, Joe Biden recibió allí él pasado viernes a los líderes de Japón y Corea del Sur en un significativo encuentro en el que Biden se apunta el gran triunfo de haber conseguido conciliar ambas naciones. De acuerdo con Sue Mi Terry, la experta en asuntos coreanos y ex miembro de la CIA, y Max Boot, historiador y analista en relaciones internacionales en un artículo conjunto que escribieron para el Washington Post, si las relaciones entre Japón y Corea del Sur pudieron llegar a este punto es fruto de un arduo trabajo diplomático de la Administración Biden que ha venido desarrollándose desde sus primeros días en el poder.

Pasos como los tomados por Japón en mayo han sido la clave de la mejoría de relaciones. Fumio Kishida, el primer ministro japonés, expresó su simpatía por los coreanos forzados a la esclavitud industrial durante el periodo colonial japones (1910-1945) en la península coreana. Ese gesto público de reconocimiento ha sido muy significativo para Seúl y contribuyó no solo a limar las asperezas entre ambas naciones sino a abrir el camino a la cooperación frente a una Corea del Norte con capacidad nuclear y una China expansionista.

Durante el encuentro del G7 este año, que tuvo lugar en Japón, él presidente surcoreano Yoon visitó él memorial de Hiroshima como un gesto de reciprocidad que muestra el esfuerzo de ambas partes en dejar un pasado atrás.

En el marco de la misma cumbre se consiguió abrir otros canales de cooperación como el de defensa con el anuncio del establecimiento de un radar que intercomunica las señales de los tres países para conseguir una respuesta más precisa antes un potencial ataque de misiles de Pyongyang.

En materia económica, Samsung anunció también la construcción de una planta de un valor de unos 222 millones de dólares en Yokahama en la que tanto Japón como Corea del Sur colaborarían en la elaboración de materiales para semiconductores. No es casual que sea precisamente uno de los rubros que más obsesiona a la Administración Biden, que hasta ha aprobado leyes para proteger la industria de semiconductores y asegurarse que permanecerá en manos estadounidenses y/o de los aliados, pero lejos de los tentáculos del PC chino.

En junio el gobierno japonés anunció que Corea del Sur había sido restablecida en la lista de destinos de exportaciones preferidos, levantando así las restricciones y cerrando una etapa gris en la disputa comercial entre ambos que comenzó en el 2019.

Todos esos movimientos estratégicamente impulsados desde Washington con la visión de consolidar dos grandes aliados y acercarlos hacia él mismo objetivo común han comenzado a dar resultados, y la cumbre en Camp David es la mejor prueba de ello. Es un logro de Biden aunque tanto Tokio como Seúl entienden la necesidad de operar como bloque frente a China.

Él levantamiento de las restricciones de importaciones entre ambas naciones asiáticas es un punto clave porque de esa forma conseguirán bajar de alguna manera la dependencia que tienen de China en la cadena de suministro.

Tanto Japón como Corea del Sur son los aliados más importantes para Washington en el Pacifico y Camp David tenía que ser él lugar del encuentro por ser el reservado para encuentros de un altísimo nivel. Está cumbre trilateral lo ha sido, los temas discutidos han sido algunos de los ya mencionados con anterioridad además de pone énfasis en la necesidad de contrarrestar las agresiones de Corea del Norte y China en el Indo-Pacifico.

Los tres lideres acordaron abrir canales directos de comunicación frente a cualquier tipo de crisis que se suscite. Los teléfonos rojos estarán siempre listos para recibir una llamada de uno de los aliados, pues acordaron que una amenaza para uno es una amenaza para todos.

THE ASIAN DOOR: Cambio de ciclo en la relación entre Estados Unidos y China. Águeda Parra

Una cuestión a destacar cuando se producen encuentros bilaterales entre grandes potencias es el momento específico en el que se enmarca dicha visita. En el caso de los encuentros entre Estados Unidos y China, la situación de rivalidad tecnológica y de despliegue de influencia global ya marca, en sí mismo, un punto de partida de mayor complejidad.

La visita de Antony Blinken a finales de junio, la primera de un secretario de Estado estadounidense después de seis años, y, la más reciente, de Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos en julio, se encuadran en una situación económica más propicia para Washington que para Pekín. La economía china no termina de repuntar al ritmo esperado mientras, por otra parte, la Reserva Federal de Estados Unidos ha decidido pausar una serie histórica de subidas de tipos de interés tras encaminar diez incrementos consecutivos desde marzo de 2022, un signo de que se recupera la actividad económica y se frena la inflación. De ahí, que la vitalidad económica de Estados Unidos sea una cuestión que también trasciende y se traslada al ambiente de las rondas de conversaciones mantenidas en ambas visitas.

No obstante, al margen de que las perspectivas económicas favorezcan a Washington, ambos encuentros están encaminados a establecer las bases de una relación que parece que se mantendrá en el tiempo bajo la perspectiva de gestión de la tensión. Teniendo en cuenta las ambiciones y hoja de ruta establecidas por ambas partes, la desescalada no parece que pueda considerarse como el escenario más factible hacia el que evolucione la relación bilateral. El proceso de decoupling está en marcha por ambas partes, aunque la agenda estratégica en ambos casos difiera sustancialmente, y se haya iniciado en momentos diferentes.

En este esquema de gestión de la tensión, las visitas de altos representantes están encaminadas, asimismo, a generar el acercamiento necesario para propiciar un futuro encuentro entre Biden y Xi. Las dos posibles fechas claves en el horizonte son la celebración de la cumbre del G20 en India en septiembre, y el encuentro del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico, conocido en inglés como APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation) en San Francisco en noviembre. No obstante, mientras todavía queda lejos la posible cita entre los presidentes de las dos economías más grandes del mundo, la cuestión de China acapara el ciclo de las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2024 entre demócratas y republicanos, impactando, asimismo, en el ambiente que se genera en la relación bilateral.

Tras estos encuentros, la comunicación entre ambas partes parece haber recuperado cierta fluidez, aunque no se hayan alcanzado grandes avances sobre los temas tratados en cada visita, un punto de inflexión desde que comenzara a enfriarse en el mes de marzo. Una comunicación fluida que ambas partes ansían para que la frialdad de la relación no repercuta sobre el desarrollo de sus respectivas economías. En parte, porque ambas potencias necesitan que se mantengan estables los flujos de inversión y la estabilidad financiera.

De hecho, tras la decisión de Estados Unidos de elevar el techo de deuda, China destaca por ser uno de los pocos países menos afectados por la actual coyuntura internacional inflacionista y, que, por tanto, podría seguir elevando la compra de deuda estadounidense, de ahí la visita de Yellen. Pero, además de cooperar en la estabilidad financiera, la secretaria del Tesoro también aprovechó la visita para proponer que ambas partes debieran buscar consenso en otros temas importantes en la relación bilateral, como el cambio climático y los problemas de deuda de países más pequeños.

Mientras se terminan de definir posibles encuentros y puntos de cooperación bilateral, y se trabaja en la gestión de la tensión, ante una poco factible desescalada, cada parte analiza y evalúa hasta qué punto reacciona la otra parte ante determinadas decisiones, y qué impacto tienen ciertas medidas a nivel económico y geopolítico. Una estrategia no exenta de complejidad mientras crece la rivalidad tecnológica, y la geopolítica de la tecnología incorpora asegurar el acceso de las materias primas críticas como elemento clave en el tablero geopolítico mundial.

 

China se para

La nueva crisis inmobiliaria, que no es más que una reactivación de la vieja y latente, está impactando duramente en la economía china que viene frenándose durante todo este año. Como hemos explicado en varias ocasiones, las empresas chinas viven crisis cíclicas al verse obligadas a desenvolverse con reglas de aparienia capitalismo con intervencionismo gubernamental y reglas de mercados trampeadas por el gobierno. Y esa es una contracción insalvable en la esturtura del gobirno chino y su dictadura maquillada.

En el plano interno, esta situación aviva las contradicciones en una sociedad que incorpora, en sus amplias zonas urbanas unos comportamientos de consumo y vida de apariencia occidental pero en un marco dirigido por las decisiones de gobierno y en ausencia de libertades, garantías jurídicas y normas de mercado tradicional.

En el plano exterior, la crisis llega en un momento inoportuno ya que China necesitaría exhibir estabilidad y poder para apuntalar el disfraz de mediador en los conflictos, socio fiable para países recelosos de Occidente y capacidad militar suficiente para amenazar y pretender dominar lo que entiende que es su área geoestratégica. China ha firmado un pacto con Irán que implica la trasferencia de miles de millones con rentabilidad política pero dudosamente económica, está adelantando dinero a Rusia para la financiación de guerra de agresión en Ucrania y mantiene dudosas inversiones en África y América. El nuevo escenario va a a afectar a estos planes así como a varios programas militares chinos.

Esta situación va acondicionar la posición china y va a reflejarse en los próximos pasos y conversaciones, discretas o públicas, que llevan desarrollándose hace semanas para encontrar soluciones o al menos exlorar bajas de la tensión en Ucrania y en el Pacífico.

Biden en Londres, breve pero significativo. Nieves C. Pérez Rodríguez

El presidente Biden hizo una parada estratégica en Londres de camino a Vilnius, antes de atender la cumbre de la OTAN y se reunió con él primer ministro, Rishi Sunak, y el recién coronado rey británico, Carlos III.

El breve aunque significativo encuentro entre Biden y Sunak fue básicamente una reunión preparatoria de la cumbre de la OTAN y el sexto encuentro entre ambos líderes desde que Sunak asumió el poder en octubre de 2022. En palabras del mismo Biden, “la relación bilateral es tan sólida como una roca”, mientras que describió al primer ministro como un buen amigo y un gran aliado.

Para el Reino Unidos contar con el apoyo incondicional de Washington es ahora más importante que nunca después de la materialización del Brexit y él aislamiento que supone para los británicos.

Por otro lado, Washington siempre se ha beneficiado de una relación cercana con Londres, pero en la coyuntura actual es vital que ambos aliados estén en total sintonía para que juntos puedan presionar en conseguir más apoyo para Ucrania, sobre todo después de que él presidente francés Enmanuel Macron se distanciara de la línea europea de fortalecimiento y crecimiento de la OTAN.

Recientemente, el presidente francés expresó su desacuerdo con la propuesta de la OTAN para abrir una oficina en Tokio argumentando que “la alianza de seguridad transatlántica debería seguir centrada en su propia región del Atlántico del Norte”.

La necesidad de que la OTAN tenga presencia en Asia se produce en medio de la preocupación de las aspiraciones chinas en la región y la inquietud que ese comportamiento produce en los países de la zona, razón por la que Japón ha venido haciendo lobby a la idea de que Europa se involucre con los problemas de seguridad de Asia, lo que implícitamente incluye a Taiwán.

Paris parece estar siguiendo una agenda propia que responde más a sus intereses franceses comerciales a corto plazo que a los de la UE. En 2019 Macron dio a la revista The Economist unas declaraciones muy fuertes en las que declaraba la muerte cerebral de la OTAN por la retirada de EE.UU. de Siria, en la que Turquía aprovechó para atacar a los kurdos, que han sido aliados de los estadounidenses.

Macron ha tratado de distanciarse de la tensión entre Washington y Beijing y considera que ese debería ser él comportamiento de la UE. Durante su visita a Beijing no ocultó su complacencia con Xi Jinping.  Razón por la que se hace aún más crítica la alianza Londres y Washington para poder alinear al resto de las naciones de la OTAN.

En cuanto al encuentro del presidente Biden con el Rey Carlos fue más protocolario y con él propósito de acentuar la prioridad que tiene la lucha por el cambio climático en las agendas de ambos. En 2021, Biden y el entonces príncipe Carlos sostuvieron conversaciones al respecto en la cumbre climática de la ONU COP26 que tuvo lugar en Glasgow, Escocia.

Cabe destacar que la Administración Biden identificó desde sus comienzos cuatro crisis claves en que centraría su gestión y él cambio climático es una de ellas. Y en este sentido, la Casa Blanca destinó 375 mil millones de dólares en incentivos vinculados al clima.

El mandatario estadounidense no acudió a la coronación del Rey; en su lugar asistió la primera dama, por lo que Biden en su momento prometió al soberano británico un encuentro próximo, por lo que es muy probable que la Casa Blanca aprovechara la oportunidad del viaje a Europa para cumplir con la promesa y darle prioridad de Estado a su encuentro.

Todos los presidentes estadounidenses se reunieron con la difunta Reina Isabel II durante sus siete décadas de reinado, aunque las conversaciones nunca fueron públicas. Era diplomáticamente necesario, por tanto, que el presidente Biden tuviera un encuentro con el Rey. Además, las imagines de su encuentro mostraron una especial cercanía entre ambos que claramente trasciende su interés medio ambiental.

La fugaz parada del líder estadounidense en Inglaterra dejó por sentado el elemento estratégico de las relaciones entre ambas naciones, aunque la visita estuvo empañada por la discusión sobre el envío de bombas de racimo a Ucrania, que están prohibidas en más de cien países, incluyendo a Gran Bretaña, por lo que la Casa Blanca definitivamente escogió un mal momento para traer el tema a colación, pues puso a Sunak en una situación incómoda ante el cuestionamiento de la prensa.

Aunque la Administración Biden afirmó que fue una decisión difícil de tomar,  “la tomamos porque los ucranianos se están quedando sin municiones, por lo que estas bombas son necesarias para que continúen luchando contra los rusos”. Otro elemento que distancia a los países es que Los británicos apuestan por la entrada de Ucrania a la OTAN mientras que él mismo presidente norteamericano afirmó que no es el momento.

A pesar de estas diferencias ambos países muestran un sólido nivel de alianza que parece superar las divergencias políticas y abonar el camino que seguirá Europa ante la amenaza rusa…

 

 

 

 

 

Washington restringe inversiones en China. Nieves C. Pérez Rodríguez

Aunque hoy el término no es guerra comercial, el utilizado hasta el cansancio en la era Trump, las restricciones a empresas parece ser él camino escogido por Washington. Ambos partidos políticos entienden la necesidad de imponer controles en pro de la seguridad nacional de EEUU.

La Administración Biden, mucho más conciliadora y tolerante, no ha sido condescendiente con Beijing. Al contrario, desde el comienzo avanzaron en establecer ciertos controles y escudriñar la razón de algunas prácticas de empresas chinas en territorio estadounidense.

El camino de las restricciones parece ser el escogido en medio de las hostilidades diplomáticas y económicas entre ambos países. El Congreso, a través del Comité de Política Exterior, está haciendo riguroso seguimiento, mientras que fortalecieron el Comité de Inversiones Extranjeras y crearon la autoridad para examinar inversiones en el extranjero de empresas estadounidenses.

El pasado otoño, la Administración Biden anunció extensos controles de exportación a China sobre “tecnologías sensibles” evitando así que China pueda adquirir chips y componentes de fabricación para chips.

Ya en el 2020, Trump había firmado una orden ejecutiva en la que se prohíbe a empresas o individuos estadounidenses invertir en valores que cotizan en la bolsa en empresas que están en la lista de empresas militares chinas para asegurarse que el capital estadounidense no financie la modernización militar china.

Otro ejemplo es la “Ley de Trabajo Forzoso de los uigures” aprobada también en septiembre del 2020 por el Congreso de EE.UU. que consiste en el bloqueo de las importaciones de productos fabricados en Xinjiang, después de comprobar con múltiples testimonios que existen evidencias suficientes de trabajo forzoso en esta región de China. Sumado al horror que estas minorías padecen en los Centros de Reeducación, por su nombre chino oficial, o campos de concentración de acuerdo con las organizaciones de Derechos Humanos.

Por lo que las tensiones solo han crecido y las quejas d Beijing de que no están siendo tratados de manera justa han venido en aumento. Paralelo con el debate de si es inminente un “decoupling” o más bien la diversificación de la cadena de suministro, que la pandemia dejo ver él problema de depender de China.

En esta compleja situación la Secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, visitó China recientemente cerrando así una serie de visitas oficiales incluida la del Secretario de Estado que buscan claramente reabrir los canales diplomáticos.

Mientras se preparaba la visita de Blinken a Beijing los oficiales chinos insistieron en que se dieran reuniones con los oficiales estadounidenses en materia económica, sin embargo, no se les concedió hasta que se organizó la visita de Blinken y se dieron las primeras reuniones. Para Beijing la prioridad es abrir y restablecer los canales económicos.

Desde que apareció el globo espía chino sobrevolando territorio estadounidense las relaciones bilaterales sufrieron un enfriamiento lógico. En los últimos meses se habían impuesto sanciones a empresas chinas, mientras la Administración Biden presionó a sus aliados japones y holandeses para que restringieran sus ventas de semiconductores a China, mientras ha venido agrupando otros aliados para detener la coerción económica de Beijing.

Yellen aprovechó su viaje para reiterar que los Estados Unidos no buscan desvincularse de China, enfatizando que sería desastroso para ambos países y desestabilizador para el resto del mundo, además de prácticamente imposible de ejecutar. Explicó que existe una distinción importante entre él desacoplamiento y la diversificación de la cadena de suministro criticas o la adopción de medidas específicas que protejan la seguridad nacional.

La preocupación sobre las empresas chinas en América y las estadounidenses que operan en territorio chino está latente en las altas esferas de poder en Washington.  En este sentido, en abril un grupo de senadores envió una carta a los Departamentos de Estado, Comercio y Tesoro solicitando que se impongan restricciones e incluso sanciones y hasta que se considere prohibir inversiones a empresas como Alibaba y Huawei puesto que representan grandes riesgos para la seguridad nacional.

La lista es en realidad más extensa, pues los senadores consideran que cualquier asociación de empresas chinas con instituciones militares, académicas y gubernamentales despierta inquietud y sospecha y eventualmente deberán ser revisadas.

Huawei ha estado en el ojo del huracán por años y en efecto, las dudas irresolutas han propiciado un gran movimiento internacional de rechazo y bloqueo encabezado por Washington, basado en la vulnerabilidad del intercambio de información a través de esta red.

La mismo ha sucedido con TikTok, la red social de videos cortos cuyo target son los adolescentes principalmente y que, ha pasado por un intenso escrutinio en Estados Unidos incluida una audiencia con su CEO en el Congreso debido a la poca transparencia en su manejo de data personal.

El temor de que la información personal de un niño en Estados Unidos se almacene en una nube en China es motivo de gran preocupación para los legisladores que saben que la división entre el sector público y privado en China no está claramente delimitado y que además el PC chino siempre puede pedir acceso por motivos de seguridad nacional.

A principios de junio Sequoia, él gigante de capital de riesgo con sede en Silicon Valley anunciaba que dividen su negocio en tres sociedades independientes incluso con nombres distintos. La división de China fue renombrada como HongShang, mientras que la división a cargo de India y él sudeste asiático ahora es Peak XV Partners.

Este cambio de dirección y “rebranding” es una respuesta de la firma para prevenir controversias en los Estados Unidos, pues los legisladores tienen el ojo puesto en las posibles brechas que existen en las empresas domesticas con intereses e incluso operaciones en territorio chino.

En medio de las crecientes tensiones entre Washington y Beijing y la presión doméstica a las empresas americanas que apunta a posibles restricciones de inversiones en China, las firmas tratan de adelantarse y tomar medidas. Algunas están ya explorando otros mercados para establecerse, otras buscan navegar las nuevas legislaciones restrictivas.

Los mensajes de los oficiales de Biden son claros, no buscan romper con China pero sí blindarse ante las amenazas de robo de información, de no ser copartícipes en los abusos a las minorías chinas como los uigures, en la delimitación de ayuda de capital estadounidense en pro de desarrollo avance tecnológico chino y en garantizar una fluida cadena de suministros que no se vea envuelta en crisis diplomáticas. Todos estos aspectos definen una robusta y blindada seguridad nacional para América que es la visión compartida de Estado que tienen tanto los demócratas como los republicos.