INTERREGNUM: Kim en Rusia. Fernando Delage

El 17 de septiembre Kim Jong-un regresó a Pyongyang tras una intensa semana en Rusia; una visita durante la cual trasladó a Vladimir Putin su apoyo personal en “la sagrada lucha contra las fuerzas hegemónicas”. Con una cuidada coreografía en el encuentro que mantuvieron en Vladivostok, ambos líderes quisieron lanzar un mensaje sobre la importancia de su acercamiento que sirvió más bien para mostrar su respectiva debilidad.

Las circunstancias obligan ciertamente a Corea del Norte y a Rusia a ocultar antiguas diferencias, para subrayar lo que les une. El presidente ruso, menos efusivo en su retórica que Kim, hizo hincapié no obstante en la larga amistad de Moscú con Pyongyang. La Unión Soviética fue el primer país en reconocer a Corea del Norte como Estado y, décadas más tarde, ha sido esta última una de las cinco naciones que votaron en la ONU en contra de la resolución contra la invasión de Ucrania, y una de las tres que reconocieron la independencia de Donetsk y Luhansk tras la ocupación rusa. Ha sido la guerra de Ucrania la que ha reactivado la relación bilateral dada la falta de opciones con que cuentan los dos déspotas, sujetos ambos al oprobio de la comunidad internacional.

Corea del Norte suministrará a Moscú artillería y munición para proseguir en su campaña bélica, a cambio de los recursos financieros y los suministros (alimentos, medicinas, fueloil, etc) que necesita de manera acuciante tras tres años de confinamiento por la pandemia. Pero se cree que la cooperación entre los dos gobiernos irá más lejos: los rusos contribuirán al desarrollo de las capacidades militares norcoreanas al facilitar la adquisición de misiles intercontinentales (que pueden alcanzar territorio norteamericano), satélites militares (dos lanzamientos norcoreanos fracasaron este año) y, quizá también, submarinos. Aunque esa ayuda implicaría una violación de las sanciones impuestas a Corea del Norte, nada le puede preocupar menos a Rusia. Si ésta es un socio útil para Pyongyang, lo es también por su capacidad para obstaculizar los trabajos del Consejo de Seguridad de la ONU, incluyendo el seguimiento de la aplicación de las sanciones (con la ayuda de China, Rusia forzó recientemente la destitución del responsable de dicha tarea). La sintonía de Putin con Kim pone pues de manifiesto el nulo interés de Moscú por minimizar su aislamiento internacional.

El intento de complicar las cosas, a un mismo tiempo, en Ucrania (con el suministro de armamento norcoreano a Rusia) y en el noreste asiático (al contribuir Moscú al desarrollo militar de Pongyang), puede tener, sin embargo, un recorrido limitado. Aun haciendo de Corea del Norte una amenaza mayor a la estabilidad en la península (una mejora en su tecnología de misiles puede esquivar los sistemas defensivos de Corea del Sur, y unos submarinos silenciosos reforzar su arsenal nuclear), Estados Unidos, Corea del Sur y Japón ya articularon en Camp David, en agosto, nuevos compromisos trilaterales que ampliarán sus capacidades disuasorias. Las acciones de los dos actores se verán condicionados, por lo demás, por la variable china.

Kim y Putin han querido demostrar su libertad de maniobra con respecto a Pekín, aunque en realidad le han creado un nuevo dilema. ¿Realmente quiere Xi Jinping que los norcoreanos contribuyan a escalar la guerra en Europa? ¿Y que Rusia facilite las capacidades estratégicas de Pyongyang? Entorpecer el escenario de seguridad en ambos continentes a Estados Unidos es un interés compartido por los tres, pero es dudoso que China permita que socios “menores” determinen la evolución de los acontecimientos en su vecindad.

THE ASIAN DOOR: Tierras raras, la compleja ambición europea. Águeda Parra

Nivelar el tablero geopolítico parece estar orientado a incorporar las sanciones como nuevo elemento en el juego de poder. La redistribución de las cadenas de suministro que buscan las políticas industriales de Estados Unidos, y la ambición de China de seguir ascendiendo en las cadenas de valor globales, presentan un campo de juego en el que las sanciones a la exportación de tecnología estadounidense a China se ven compensadas con el dominio del gigante asiático de los minerales críticos necesarios para impulsar el desarrollo y la innovación digital y energética.

La dependencia de China en el suministro de minerales críticos centra las estrategias de derisking tanto de Estados Unidos como de Europa, no sólo por seguridad nacional, sino como vía para que las empresas occidentales mitiguen las posibles vulnerabilidades que puedan acarrear las tensiones geopolíticas. En el caso de Estados Unidos, China es el origen de 26 de los 50 minerales que se han clasificado como críticos, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS en inglés). El caso de Europa no es menos halagüeño, ya que la Unión Europea depende al 100% de suministradores extranjeros en 14 de 27 materias primas críticas, mientras se eleva al 95% en el caso de otras tres materias primas críticas, según el Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW).

Después de las restricciones a la exportación impuestas por China al galio y al germanio desde el pasado 1 de agosto, el foco de la cadena de suministro está puesto en las tierras raras ante la posibilidad de que pudieran ser los siguientes en la lista de elementos geopolíticos utilizados para nivelar el campo de juego en la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China. En el caso de Estados Unidos, China ha sido el origen del 78% de las importaciones de tierras raras entre 2017 y 2020, según USGS. La dependencia de la Unión Europea (UE) es igualmente significativa, siendo del 100% en tierras raras pesadas y del 85% en el caso de las tierras raras ligeras. Unas cifras que comprometen enormemente la cadena de suministro y la producción tecnológica ante vulnerabilidades geopolíticas.

Pero no siempre ha sido así, ya que entre 1960 y 1980 Estados Unidos se posicionaba como el mayor productor mundial de tierras raras. La famosa frase de Deng Xiaoping de “Oriente Medio tiene petróleo, China tiene tierras raras” enmarca el período de tiempo en el que el gigante asiático comenzó a posicionarse en un mercado del que actualmente domina el 85% del procesado y más del 63% de la producción mundial de las tierras raras, disponiendo además del 37% de las reservas mundiales.

En el caso de la Unión Europea, los objetivos para reducir la dependencia de China presentan el ambicioso reto de posicionarse en toda una cadena de suministro en la que China goza de una ventaja de entre 15 y 20 años de expertise, tecnología e innovación, según los expertos, un tiempo algo extenso ante una transición energética inminente. En concreto, la UE aspira a abastecer hasta el 10% de la demanda europea con materias primas provenientes del territorio comunitario, desarrollar una industria de reciclaje para abastecer el 15% del suministro, y realizar hasta el 40% del procesado en Europa para 2030.

Un escenario complejo ante la creciente demanda que se espera de los minerales tecnológicos críticos en las próximas dos décadas y que debería situar el nearshoring europeo de las tierras raras como una de las principales prioridades de Europa para poder mantener ventajas competitivas tecnológicas, además de ser una necesidad para mantener la seguridad europea y el desarrollo económico.

Si, además, la UE contempla no depender en más del 65% de un único país dentro de una década, la priorización de la diversificación del suministro plantea, posiblemente, uno de los mayores retos geopolíticos comunitarios, atendiendo, entre otras variables, a los tiempos necesarios para alcanzar una producción efectiva. Echando la vista atrás a los cambios geopolíticos que se han sucedido desde que empezara la guerra comercial entre Estados Unidos y China en 2018, los próximos 15 a 20 años necesarios para desarrollar la industria de materias primas críticas europea pueden estar asociados a múltiples cambios en el tablero geopolítico ante los que la Unión Europea debería ser menos vulnerable.

 

China se enfada

Todos los países, y sobre todo cuando están organizados como un régimen despótico, se enfadan  cuando circunstancias adversas contravienen sus planes y sus expectativas y más cuando esas circunstancias llegan determinadas por decisiones tomadas por adversarios o competidores. Y a eso hay que sumar útil herramienta del victimismo nacionalista que explica cómo el mundo conspira siempre contra sus intereses. Es verdad que China exhibe un pragmatismo poco común, pero cuando vienen mal dadas recurre a la propaganda y a los instrumentos tradicionales.

Así ocurre cuando organismos internacionales recuerdan a Pekín que las normas del mercado libre son para todos y que no se puede concurrir a ese mercado aprovechando esa libertad cuando ganas con ella pero restringiéndola en el mercado interior o cumplir las normas únicamente cuando te favorecen. Ese es el fondo de la mayoría de las polémicas entre China, con sus empresas de capital estatal y fuertemente intervenidas, y sus competidores internacionales.

Claro que, a veces, China tiene parte de razón. Por ejemplo, en el caso de los coches eléctricos que las empresas chinas colocan en los mercados mundiales más baratos que los de sus competidores occidentales, fruto de las subvenciones públicas y la protección estatal. Bruselas ha advertido a China que investigará y obstaculizará el acceso de los vehículos eléctricos chinos a los mercados europeos. Y, claro, Pekín ha expresado su descontento con voces altas y amenazas. Y decimos que China tiene parte de razón porque todos los fabricantes de coches eléctricos están subvencionados y protegidos en nombre de la transición ecológica y Bruselas no protesta por las subvenciones de EE.UU. ni de las de los socios europeos o Gran Bretaña. La UE no ha propuesto a China sentarse a negociar la retirada general de subvenciones sino que los chinos retiren las suyas. Europa está inmersa en el laberinto de la preeminencia de los ideológico sobre la realidad de la coyuntura económica y da tumbos e exhibe hipocresía. Como consecuencia, Reino Unido ha frenado esa llamada transición porque los planes están afectando a la industria automovilística tradicional con caídas de empresas y aumento del desempleo y la propia UE está alargando los plazos para darse tiempo e investigar más sobre combustibles sólidos y biocombustibles que hagan más compatible la conversión de motores y, quizá, sustituyan a los modelos eléctricos.

Eso, sin contar con la contaminación que produce la fabricación de pilas eléctricas y con el hecho de que, a medio plazo, las redes eléctricas europeas no podrían atender a la demanda de millones de coches eléctricos en las calles. Menos aún en la situación de incertidumbre energética que se aceleró con la guerra de Ucrania.

 

China 2060. Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

La lucha contra el cambio climático se ha convertido en uno de los desafíos más grandes para la humanidad en el siglo XXI. La rápida acumulación de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera ha generado graves consecuencias para el planeta y sus habitantes. En este contexto, China, como la nación más poblada y uno de los principales actores mundiales, ha asumido un papel fundamental en la búsqueda de soluciones para mitigar el cambio climático. Su compromiso es alcanzar la neutralidad de carbono para el año 2060 y el techo de emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2030.

China, en la actualidad, ostenta el título del país con las mayores emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el mundo, liberando aproximadamente 10.000 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. Esto representa más de un 30% del total mundial. A lo largo de las últimas décadas, al igual que Europa y Estados Unidos lo hicieron en el siglo XVIII, China ha experimentado un rápido crecimiento económico, impulsado en gran medida por industrias altamente contaminantes, como el carbón y el petróleo. Esta tendencia ha dejado una profunda huella de carbono en su trayectoria. El incremento de la urbanización y la industrialización han generado una mayor dependencia de fuentes de energía fósil en el país, lo que ha agravado significativamente el problema del cambio climático.

[Fuente: Statista.com]

Sin embargo, en los últimos años, China ha tomado medidas enérgicas para abordar el cambio climático y ha logrado avances significativos en la adopción de energías limpias y renovables. Ha realizado inversiones masivas en energía eólica y solar, y ha implementado políticas para reducir la intensidad energética de su economía. Estos esfuerzos han llevado a una disminución relativa de la intensidad de carbono del país, pero aún enfrenta enormes desafíos para alcanzar la neutralidad de carbono.

En septiembre del año 2020, el presidente chino, Xi Jinping, sorprendió al mundo al anunciar el compromiso de China de alcanzar la neutralidad de carbono para el año 2060. Esto implica que las emisiones de carbono del país se reducirán a “net zero” para ese año, compensando las emisiones restantes con acciones de mitigación y absorción de carbono.

El anuncio fue bien recibido internacionalmente y se consideró un hito significativo en la lucha global contra el cambio climático. Dado que China es el mayor emisor mundial de carbono, su compromiso es fundamental para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y proteger el medio ambiente para las generaciones futuras, logrando el objetivo de cero emisiones para el año 2060.

Para lograr este objetivo, China está poniendo todos sus esfuerzos para lograr la neutralidad en menos de 40 años.

China se ha convertido en líder en energías renovables y verdes, ha realizado enormes inversiones en turbinas eólicas, paneles solares o baterías para poder almacenar la energía y hacerla accesible a todo el mundo y, sobre todo, más asequible.

El gigante asiático cuenta con más de 300 millones de vehículos y, aunque la relación vehículos/habitante es relativamente baja debido a su enorme población, el gobierno del Partido Comunista Chino está proporcionando incentivos para la compra de vehículos eléctricos (EV) y mejorando y ampliando los puntos de carga. De hecho, ha regulado la normativa de contaminación para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero del sector de la industria y de los automóviles, con el fin de promover el uso de energías menos contaminantes y más verdes.

Además de reducir la contaminación y producir con energías más verdes, China también está reforestando sus bosques tan dañados, como el de Saihanba, un bosque artificial capaz de purificar 137 millones de metros cúbicos al año de agua y que puede absorber 860.000 toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera y emitir otras 600.000 al año. Un área de más de 20.000 hectáreas que ha llevado más de 3 generaciones poder reforestar y que en 2017 recibió el premio de las Naciones Unidas al ser el bosque artificial más grande del mundo.

El compromiso de China con la neutralidad de carbono no está exento de grandes desafíos. China es un país que todavía depende mucho de las energías fósiles; su industria y sus transportes son totalmente dependientes de estas energías, como el carbón o el petróleo, necesarios para satisfacer las necesidades energéticas de una población de más de 1.300 millones de habitantes. El cambio de su industria y transporte a energías más verdes y limpias requerirá por parte del gigante asiático inversiones masivas en nuevas infraestructuras, vehículos públicos eléctricos, nuevas tecnologías, inversiones en I+D+I y, como no, un nuevo sistema educativo para dar formación a su inmensa población en estas nuevas áreas y, sobre todo, el acceso a regiones menos desarrolladas o más aisladas o con niveles educativos más pobres. Si el acceso a estas energías es limitado, podrían promoverse migraciones masivas de estas áreas más pobres a las áreas más desarrolladas.

La coordinación a nivel internacional en temas como la transferencia de tecnología requerirá una diplomacia a la altura y la colaboración a escala mundial.

El compromiso de China con la neutralidad de carbono para el año 2060 representa un paso decidido hacia un futuro sostenible y la lucha contra el cambio climático. Si se logra, tendrá un impacto significativo en la mitigación de las emisiones de carbono a nivel mundial y sentará las bases para una economía más verde y resiliente. Sin embargo, enfrenta desafíos complejos y requerirá una colaboración activa entre el gobierno, la industria y la sociedad para superarlos. La implementación exitosa de este compromiso no solo beneficiará a China, sino que también contribuirá a proteger el planeta para las generaciones futuras.

Como una potencia global, las acciones de China para combatir el cambio climático influirán significativamente en la trayectoria del mundo hacia la sostenibilidad. La comunidad internacional debe apoyar los esfuerzos de China mientras continúa cooperando a escala global para abordar el desafío compartido del cambio climático. A través de acciones colectivas y compromiso global, se podrá avanzar hacia un futuro más verde y próspero para las generaciones futuras.

 

Ángel Enríquez de Salamanca es Profesor de economía y relaciones internacionales, y columnista en 4asia.es

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@angelenriquezs

 

 

INTERREGNUM: La Ruta de la Seda cumple diez años. Fernando Delage

Se cumplen por estas fechas diez años del lanzamiento por el presidente chino, Xi Jinping, de la Nueva Ruta de la Seda (la Belt and Road Initiative, BRI, en su denominación oficial en inglés). Tras proponer en Astana, el 7 de septiembre de 2013, el establecimiento de un Cinturón Económico a través de Eurasia que conectase China con Europa, anunció en Jakarta, el 3 de octubre, una Ruta de la Seda Marítima que uniría igualmente ambos continentes. Nadie fue consciente en aquel momento de la relevancia que tendrían ambos discursos. Además de representar el mayor plan de desarrollo de infraestructuras de la historia, la iniciativa pronto se convertiría en la mejor expresión de las ambiciones diplomáticas de Xi, así como en una prioridad política interna, incorporada a los estatutos del Partido Comunista en 2017.

Sólo a partir de 2015 se dio realmente contenido a una idea que estaba sin elaborar cuando Xi la propuso. Se trataba de un concepto abierto, sin forma institucional, diseñado básicamente como respuesta a la desaceleración del crecimiento.  El modelo de desarrollo seguido desde los años ochenta, basado en una mano de obra intensiva y orientado a la exportación, había llegado al final de su recorrido. China afrontaba una deuda en aumento y un exceso de capacidad que hacían necesaria una reestructuración de la economía, a la vez que debía corregirse el desequilibrio entre las provincias de la costa y las del interior con el fin de asegurar la estabilidad social y política del país. Desde el exterior pronto se percibieron también las implicaciones geopolíticas, siempre negadas por los líderes chinos.

Con el tiempo, la iniciativa se extendió gradualmente a otros espacios (el Ártico, América Latina, África), y el sureste asiático adquiririó mayor protagonismo que Asia central en cuanto a número de proyectos. Pese a no haberse cumplido las ambiciosas expectativas iniciales, lo relevante—una década después—es la redefinición de prioridades a la que obligan, entre otros factores, la deuda acumulada por algunos de los países receptores de los préstamos de Pekín, y el propio cambio de ciclo en la economía china, agravado por los efectos de la pandemia y la política de covid-cero. Además de la oposición de la opinión pública, se cuenta con menos recursos para megaproyectos difícilmente sostenibles desde una perspectiva financiera. Las redes digitales y las energías renovables son hoy principal objeto de atención, no las infraestructuras de transporte, en un proceso mucho más estricto de selección de proyectos, pues debe primar su rentabilidad a corto-medio plazo.

El contexto político global ha cambiado igualmente en los últimos años, como se comprobará en octubre, en la tercera cumbre sobre la Ruta de la Seda. Aunque más de 90 países han anunciado su asistencia, los occidentales brillarán por su ausencia. Mientras estos últimos se alejan de BRI (el único Estado miembro de la UE que firmó un acuerdo sobre la iniciativa, Italia, lo denunciará), son las naciones del Sur Global las que mantienen su interés—aun con reservas—, y sus representantes estarán acompañados en Pekín, eso sí, por el presidente ruso, en una inusual visita al extranjero de Putin.

Preparando el terreno a la cumbre, la República Popular no sólo propició la ampliación de los BRICS a finales de agosto. En esa misma dirección, hizo público la semana pasada un nuevo Libro Blanco sobre la gobernanza global, con premisas contrarias al orden internacional liberal. De este modo, diez años después de su nacimiento, asegurar la sostenibilidad del crecimiento chino continúa siendo el principal objetivo estratégico de BRI, si bien debe enmarcarse en la más amplia “Iniciativa de Desarrollo Global” que promueve Pekín desde 2022, para—más allá de proyectos materiales de interconexión—exportar valores iliberales y establecer reglas y estándares tecnológicos incompatibles con los productos de las empresas occidentales. El alineamiento político de los países socios será, no obstante, más difícil de conseguir que el económico. Incluso en este último frente contarán con nuevas opciones, como las que ofrece el corredor India-Oriente Próximo-Europa (IMEC en sus siglas en inglés), anunciado en la reciente cumbre del G20.

¿Guerras para desviar la atención? Nieves C. Pérez

La caída del crecimiento económico chino es una realidad que ha sido motivo de discusiones en todos círculos financieros internacionales, así como en los de toma de decisiones políticas globales. La razón de la crisis algunos la atribuyen en parte a las estrictas medias de la política de “Cero Covid” impuestas por el Estado chino que priorizó prevenir contagios por sobre todo lo demás.  Aunque hay otros analistas que sostienen que es ilógico creer que China pudiera mantener el ritmo de creciendo que había venido sosteniendo en la última década.

Un escenario económico complejo con grandes problemas, tanto de orden político dentro del Partido Comunista chino con la desaparición de destacadas personalidades, como de orden económico con la fuga de capital extranjero o la crisis inmobiliaria, deja como resultado un escenario muy poco alentador que podría de hecho ser el propicio para darle más fuerza al uso del recurso de “guerras de desvío de la atención”.

El término de distracción o desvió de la atención lo retoma  M. Taylor Fravel, analista internacional experto en estrategia y doctrina militar, armas nucleares y disputas marítimas con foco en China y el este de Asia. Taylor publicó un artículo en Foreign Affairs el 15 de septiembre en el que cita a varios académicos que proponen que la crisis interna china puede abrir una escalada de ataques externos para desviar la atención de sus problemas domésticos.

En el artículo cita a Richard Hasss, un respetado intelectual que fue asesor de Colin Powell en la Administración de Bush, y que ha afirmado que China fomentará un mayor nacionalismo que les ayude a legitimar la invasión de Taiwán. O Michael Beckley y Hal Brands, conocidos académicos que han asegurado creer que frente a la caída del crecimiento chino Beijing buscará expandir su territorio como algo positivo en que centrar la atención.

Por lo tanto, la teoría de la guerra de distracción se lleva a la práctica principalmente para defender los intereses de los líderes que buscan permanecer en el poder. Frente a la amenaza externa los ciudadanos suelen unirse alrededor de la bandera y aumentar el apoyo a su gobierno en tiempos de conflicto con potencias extranjeras. Los líderes unifican apoyos internos pareciendo más competitivos al proteger el territorio y por tanto ganando fortaleza instantánea en un momento débil.

Taylor reconoce que los líderes chinos no suelen ser los que históricamente han propiciado un conflicto, aunque afirma que quizás si los líderes se sintieran débiles se volverán más sensibles a los desafíos externos y potencialmente atacaran para mostrar fuerza y disuadir a otros países de aprovechar su debilidad e inseguridad.

Relata cómo, en 1958, Mao Zedong provocó un desastre económico al industrializar el país con “el gran salto adelante” y cómo sometió a los ciudadanos y propició decenas de millones de muertes por hambruna. De manera casi simultáneas se llevaron a cabo las revueltas en el Tíbet y fue también el momento en el que el Dalai Lama huyó a la India. Ante esta situación, la respuesta del PC chino fue poner el foco en la necesidad de estabilizar sus relaciones con países vecinos firmando acuerdos de no agresión entre los que estuvo la India, aunque un par de años más tarde los chinos la atacaron.

De acuerdo con la opinión expresada en el momento por un oficial chino, la razón por la que China decidió atacar fue demostrarle a Delhi que a pesar de tener problemas domésticos no eran débiles y como respuesta al reforzamiento militar hecho por India en la zona limítrofe con el Tíbet después de las revueltas. Mao decidió reforzar la imagen china proyectando fuerza de cara al exterior.

En la década de los 60, los estragos de la Revolución Cultural de Mao se empezaban a acentuar por lo que el gobierno buscó formas de distraer al público del caos. En 1965 China envió tropas para ayudar a Vietnam del Norte contra Estados Unidos, aunque habían venido apoyando a Hanoi desde 1950, pero su apoyo militar se produjo en el momento en que tenían más problemas internos.

Taylor concluye desmitificando la teoría de las guerras para desviar la atención. Afirma que si los problemas económicos de China empeoran, sus líderes se volverán más sensibles a los desafíos externos como Taiwán. Presionar más a China podría ser contraproducente y motivar a Beijing a volverse más agresivo para demostrar su determinación. En un momento de crisis interna China podría arremeter, pero eso responde a la lógica de la disuasión y no de la distracción, en su opinión.

Sin embargo, se podría argumentar que el Estado chino ha venido insistiendo directa e indirectamente, internamente y al exterior que no tolerarán abusos mientras sigue insistiendo en que recuperaran a Taiwán o publicando mapas en los que se hacen con territorios en disputas.

De acuerdo con Jeniffer Zeng, una periodista china disidente, fuentes militares chinas afirman que, si Japón interviene en el plan del PC chino de liberación de Taiwán, el PC chino abandonará su compromiso previo de no usar armas nucleares y por el contrario lanzarán ataques sobre las islas niponas incondicionalmente.

Y aunque está amenaza pueda ser una forma de presión para conseguir disuadir a Tokio de intervenir en el asunto de Taiwán, es un mensaje que difunden en China y que va generando rechazo de la población hacia Japón y justificando posibles acciones del PC chino ante la población mientras que efectivamente consigue desviar la atención de la problemática doméstica. Y en esa compleja coyuntura, un mal cálculo, el ego de un dirigente o incluso un malentendido podrían desencadenar fácilmente una terrible guerra…

 

Estados Unidos y China se citan en Malta

El consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, y el nuevo ministro chino de Exteriores (el anterior fue destituido y desaparecido), Wang Yi, se han reunido en secreto en Malta para hablar sobre prácticamente todos los asuntos de su agenda bilateral que conllevan un alto riesgo de enfrentamiento: Taiwán, la competencia económica con la actual crisis china al fondo y la posición china sobre la guerra de Ucrania.

Como en los momentos más críticos de la Unión Soviética y la Guerra Fría, se han puesto de acuerdo sobre mantener abierta una vía permanente de comunicación de urgencia (el archiconocido mecanismo denominado teléfono rojo) para evitar que un error, un malentendido, una precipitación o una acción unilateral arrastren a un conflicto catastrófico.

Mientras  se rearma y robustece sus alianzas en el Indo Pacífico, Estados Unidos trata de rebajar al máximo el riesgo en aquella región donde ha venido creciendo la agresividad de China, verbalmente y en los hechos en forma de maniobras militares, algunas de ellas con Rusia,

China, por su parte, como hemos subrayado en varias ocasiones, necesita la mayor estabilidad posible en los mercados, sobre todo ahora con sus problemas internos, sin, a la vez, dejar de sacar músculo y emitir signos de apoyo a sus aliados en la lucha “contra el imperialismo de EEUU”.  Aliados que con sus políticas criminales están dificultando las inversiones chinas en Europa con la invasión de Ucrania y en África con la sucesión de golpes de Estado que están minando la influencia francesa y occidental en general.

Por eso, EEUU y China, cada uno con sus razones, necesitan un compás de espera, una relajación de las tensiones, para ganar tiempo en sus planes e intentar devolver algo de normalidad a los mercados y a los escenarios políticos. En este último terreno, es vital para el presidente Biden dar sensación de iniciativas en el plano internacional ya que tiene elecciones el año próximo, su popularidad se desmorona y Trump amenaza con volver a la Casa Blanca con su arsenal de arbitrariedades, su falta de respeto por las instituciones y sus coqueteos con Putin y sus mentiras.

Todo esto ha tejido en el escenario mediterráneo del encuentro en que Sullivan y Wang han mostrado algunas de sus cartas y se han repartido árnica mientras, en casa, afilan los cuchillos por si acaso.

INTERREGNUM: De Jakarta a Hanoi, vía Delhi. Fernando Delage

Como cada año por estas fechas se han sucedido en pocos días las cumbres anuales de distintos foros multilaterales, poniéndose de relieve en todas ellas el deterioro del entorno de seguridad y la dinámica de competición en que se ven envueltas las grandes potencias.

Tras el encuentro de los BRICS celebrado en Johannesburgo a finales de agosto—cita en la que el presidente chino logró su objetivo de ampliar el grupo a un total de 11 miembros (cifra que aumentará en años próximos) y presentar a China como líder del Sur Global—, Xi Jinping se ausentó de manera llamativa de las cumbres posteriores, dejando la representación de la República Popular en manos del primer minstro, Li Qiang. Sin conocerse sus motivos, parece innegable, no obstante, que el éxito logrado en Suráfrica no oculta las consecuencias negativas de la asertividad exterior china en Asia.

Apenas unos días antes de las cumbres de ASEAN, de ASEAN+3 y de Asia Oriental en Jakarta, los vecinos de Pekín se encontraron con la publicación de un nuevo mapa oficial que incluye como parte de China territorios en disputa con India, Rusia y Japón, así como la práctica totalidad del mar de China Meridional (el conocido trazado de nueve puntos pasa a tener 10, al extenderse hasta la costa oriental de Taiwán). La “provocación” china, las inmediatas protestas diplomáticas de Vietnam, Malasia y Filipinas, y las divisiones internas entre los Estados miembros sobre Myanmar (que por segundo año consecutivo no fue invitada a la reunión de la ASEAN) marcaron la agenda de las reuniones.

Los encuentros de la organización con sus socios externos en ASEAN+3 y en la cumbre de Asia Oriental se vieron devaluados por su parte por la ausencia de Xi, pero también por la de Biden, quien tampoco estuvo presente en la capital indonesia; un hecho que alimentó una vez más el escepticismo de la región sobre el compromiso de Washington con los países del sureste asiático. Debe destacarse, no obstante que, después de haberse reforzado la alianza con Manila en abril, el presidente norteamericano viajó a Hanoi el 10 de septiembre, tras la cumbre del G20 en Delhi, donde firmó un nuevo acuerdo de asociación estratégica global con Vietnam. Con la previsible adopción de un pacto similar con Kuala Lumpur, la Casa Blanca avanza así en la construcción de una actualizada arquitectura estratégica, de la que ya dio fe la institucionalización el 18 de agosto, en Camp David, de la cooperación trilateral Estados Unidos-Japón-Corea del Sur al más alto nivel; un mecanismo permanente que se añade de este modo al QUAD y al AUKUS.

Los dos días anteriores, en Delhi, Biden confirmó por otra parte la extraordinaria salud de las relaciones de Estados Unidos con India, además de aprovechar la oportunidad del G20 para formular nuevas propuestas que también tienen como objetivo contrarrestar el activismo diplomático chino. Destacó entre ellas la iniciativa, que cuenta con el apoyo de la Unión Europea, para construir nuevas redes de infraestructuras entre India, Oriente Próximo y el Mediterráneo. La ausencia de Xi permitió al primer ministro Narendra Modi, por lo demás, proyectar a India como puente entre Occidente y el Sur Global; una percepción que ha promovido, entre otras iniciativas, al sugerir la incorporación formal de la Unión Africana como miembro del grupo.

Si en Johannesburgo China reforzó su influencia geopolítica mediante la ampliación de los BRICS, no puede decirse, por el contrario, que en el Indo-Pacífico esté logrando la confianza de los Estados vecinos. Es un contexto que facilita los esfuerzos de la administración Biden orientados a modernizar su sistema de alianzas mediante la consolidación de una tupida red de acuerdos bilaterales y trilaterales en la periferia de la República Popular. Si Xi tampoco asiste a la cumbre de APEC en San Francisco, en noviembre, habrá rechazado la última posibilidad de un encuentro directo con su homólogo norteamericano antes de que acabe el año, planteando nuevos interrogantes sobre la dinámica interna china, afectada sin duda por el deterioro de los indicadores económicos y la desconfianza exterior.

Biden en Hanoi, estrategia y liderazgo. Nieves C. Pérez Rodríguez

Biden saca máximo provecho de su viaje a Asia haciendo una parada estratégica en Vietnam con el propósito de mostrar el tremendo interés que Washington tiene en la región y especialmente en ese país. La visita busca, además de cultivar y ampliar la lista de aliados, reforzar la relación bilateral y elevarla a un nivel más estratégico, “estamos avanzando a una era de mayor cooperación cincuenta años después que las tropas estadounidenses se retiraran” fueron algunas de las afirmaciones hechas por el presidente Biden durante la visita.

La comitiva del viaje estuvo conformada por un grupo de destacadas figuras de la Administración que buscan profundizar las relaciones bilaterales a todos los niveles con énfasis en la parte económica llevando la producción de semiconductores a Vietnam y con ello blindando otro frente de protección contra China.

Vietnam tiene enormes reservas de metales raros que serían claves para la creación de una cadena de suministros alternativa a China. Justamente un elemento que tiene obsesionado a los estadounidenses después de los problemas de abastecimiento que ocasionó la pandemia y los cierres de puertos e industrias en China.

Dada la complejidad del sistema político y jerárquico en Vietnam, Biden se tomó el tiempo de reunirse en privado con cada uno de los líderes nacionales, como el primer ministro Pham Minh Chinh, el presidente de la nación, Vo Van Thuong y el presidente de la Asamblea Nacional, Vuong Dinh Hue, así como también lo hizo con el Secretario general del Partido Comunista de Vietnam, Nguyen Phú Trong, que es un veterano en política doméstica muy respetado, por lo que el encuentro trascendió de lo meramene diplomático.

Está visita de Estado eleva a otro nivel la relación entre dos viejos rivales cambiando considerablemente el tablero regional, aún cuando el establecimiento de relaciones formales entre Vietnam y Estados Unidos tuvo lugar en 1995 de manos del presidente Clinton y más adelante, en  2013, se estableció el acuerdo de integración integral que ha estado vigente y rigiendo las relaciones hasta ahora y que permitió una intensa relación bilateral.

Las favorables reformas puestas en práctica en Vietnam en los ochenta, a pesar de su sistema comunista, arrojaron un resultado muy positivo para la nación, consiguió entrar en la OMC en el 2007 y ha venido ocupando un lugar estable en el crecimiento económico desde 2010.

El protagonismo de Vietnam ha ido aumentando en las dos últimas décadas, sin duda. Hasta fue él lugar escogido para el segundo encuentro entre Trump y Kim Jong-un, y que los vietnamitas supieron aprovechar para mostrar un país que trabaja por la paz internacional, activo en las organizaciones internacionales como la ASEAN y encauzado en su propio desarrollo.

Durante el encuentro del G20, al que el presidente chino, Xi, decidió no asistir y ante los rumores sobre las razones de su ausencia junto con la visita oficial de Biden a Vietnam, los chinos no tardaron en protestar con múltiples y arriesgadas maniobras marítimas en el mar del sur de China mostrando su poderío naval, además de haberlo hecho a través de sus portavoces, quienes han afirmaron que Washington sigue expandiendo su mentalidad de guerra fría en el Pacífico.

En otra forma de queja, Beijing también anunció que detendría las exportaciones agrícolas vietnamitas, lo que supone un golpe para su economía, pues los contenedores de fruta listos para zarpar a China se han quedado varados en puerto vietnamita dada la retaliación y con la incertidumbre de cualquier otra medida china que pueda venir.

De acuerdo con el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), solo en junio de 2023 China exportó 11 mil millones de dólares a Vietnam e importó más de 8,4 mil millones de dólares de Vietnam por lo que mantiene una intensa actividad comercial bilateral.

Washington entiende como necesaria la relación con Vietnam además de consolidar aliados porque Hanoi mantiene una relación histórica con Rusia desde la época de la Unión Soviética. En efecto, justo a horas de que aterrizara la comitiva de la Casa Blanca en Hanoi, Hannah Beech, periodista del New York Times, publicaba un artículo en el que afirma que Vietnam está negociando en secreto con Moscú la compra de armamento, tal y como muestra un documento de marzo de este año. Por lo que los estadounidenses también estarían buscando la decapitación de ese supuesto acuerdo mientras apuestan por venderles sus armas.

Como han afirmado altos funcionarios estadounidenses, Rusia es una piedra incomoda que molesta y que, no se puede desatender y, a pesar de que no sea lo que fuera. todavía representa un gran riesgo. No hay mejor ejemplo que la guerra de Ucrania por lo que es necesario neutralizarla. Pero hoy en día él mayor peligro que enfrenta el mundo, sin lugar a duda es China por lo que todos los pasos que se den en unificar fuerzas para proteger el estado de derecho internacional y las libertades tal y como las hemos conocido son pocos.

Vietnam tiene todo para convertirse en la nueva China donde ya algunas empresas han comenzado a situarse, y otros inversores podrían potencialmente ver como un destino muy atractivo. Cada vez más empresas estadounidenses anuncian su salida de China, bien sea por la presión política interna, las sanciones o por su propia seguridad, y la visita de Biden certifica a Vietnam como un atractivo destino económico, además de un estratégico aliado regional necesario.

 

THE ASIAN DOOR: El desafío de nivelar el tablero geopolítico tecnológico. Águeda Parra

Tras un año en el que se han ido sucediendo las sanciones de exportación de tecnología estadounidense y las restricciones a la exportación de maquinaria para la fabricación de chips avanzados por parte de Japón y Países Bajos, la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China pasa a una nueva fase en la que China debe afrontar la ambición de convertirse en una potencia tecnológica desarrollando toda una industria con recursos propios. La presentación al mercado del nuevo Huawei Mate 60 Pro que incorpora un chip de 7nm marca un hito importante en la carrera tecnológica, aunque los desafíos todavía son numerosos.

Mientras Taiwán, Corea del Sur, y Japón conjuntamente con Estados Unidos están en la carrera por desarrollar los chips más avanzados hasta el momento de 2nm, el reto para China se centra principalmente en superar primero unas sanciones tecnológicas que le permitan alcanzar la barrera tecnológica de los 7nm para después seguir progresando con la fabricación de chips más avanzados. Cuando hace un año se adelantaba que la empresa china de semiconductores SMIC podría haber conseguido desarrollar con medios propios chips de 7nm, la ansiada autosuficiencia tecnológica parecía más cercana. No obstante, el anuncio del nuevo modelo de Huawei deja abierta la cuestión de si ha sido un desarrollo de SMIC o del propio fabricante de teléfonos chino, aunque el primer objetivo parece haberse alcanzado aún con el retraso tecnológico que aportan las sanciones internacionales a las ambiciones de China.

El siguiente objetivo será alcanzar capacidad de producción de escala al tener China vetado el acceso a la maquinaria para la fabricación de chips avanzados. Para ello es necesario una importante dosis de inversión. Es precisamente aquí donde se encuadra el nuevo fondo anunciado por el gobierno chino que aportará unos 41.100 millones de dólares para financiar inversiones en investigación y en fabricación de equipamiento de chips propios. Es el fondo de mayor cuantía que lanza el gobierno chino, y se suma a los otros similares lanzados en 2014, cuando todavía la tecnología no protagonizaba las tensiones geopolíticas, y en 2019, apenas recién iniciada la guerra comercial entre Estados Unidos y China.

Los nuevos chips de 7nm de producción nacional, y con velocidad equiparable a la del iPhone según el test de velocidad realizado sobre el nuevo smartphone de Huawei, muestra los avances del gobierno chino en desarrollar un ecosistema de chips nacional. Pero será necesario mayor inversión, ya que la cadena de suministro de los chips es larga, muy especializada y mejora constantemente, por lo que no seguir invirtiendo supondría para China retrasarse aún más en los cinco años que ya le separan de sus competidores.

Por el momento, China se beneficiará de que ASML, el fabricante holandés de las máquinas litográficas más avanzadas del mundo, ha anunciado que seguirá cumpliendo con los contratos con las empresas chinas hasta finales de año a pesar de que las restricciones a la exportación entraron en vigor el pasado 1 de septiembre. De ahí, que no será hasta 2024 que comiencen a discontinuarse las ventas de las máquinas litográficas DUV, que permiten fabricar chips de hasta 7nm y cuya importación se ha incrementado un 64,8% en el primer semestre de 2023. Las máquinas EUV más avanzadas, con capacidad para producir por debajo de los 7nm, ya estaban restringidas a la exportación a China desde 2020.

Los avances alcanzados por China en este último año plantean, por tanto, un punto de reflexión para Washington sobre la necesidad de revisar las sanciones en curso, pudiéndose incorporar nuevas medidas más adelante. Bajo este nuevo escenario, China también podría responder incorporando las tierras raras a las restricciones ya impuestas sobre el galio y el germanio desde el pasado mes de agosto, minerales tecnológicos imprescindibles para la fabricación de dispositivos electrónicos y equipamiento militar.

Todos estos movimientos en el tablero de sanciones geopolíticas no reducirán, sin embargo, la capacidad de equipamiento militar que China desarrolla y que incorpora chips menos sofisticados, de 28 nm o superior. De ahí, que la sucesión de sanciones podría no reducir las ambiciones tecnológicas militares de China, mientras, por el contrario, el gigante asiático seguirá manteniendo una posición de dominio sobre las materias primas críticas que haría cada vez más complejo el proceso de derisking de China.