La victoria de Javier Milei y sus promesas de amplias reformas liberales, apertura de los mercados y reducción de gastos públicos en las elecciones a la presidencia de Argentina han puesto en alerta a China que ahora mismo es uno de los principales inversores en el país latinoamericano y ha avalado su enorme deuda pública.
Pekín ha felicitado al nuevo presidente y ha declarado que quiere «trabajar con Argentina para proseguir la amistad» entre los dos países y para una «cooperación donde todos ganan”, aunque Milei ha sido crítico con el país asiático al afirmar que “no haremos pactos con los comunistas”. Pekín ha subrayado que «el desarrollo de las relaciones entre China y Argentina se ha convertido en objeto de consenso general en el conjunto de la sociedad en los dos países y aporta beneficios tangibles para los dos pueblos».
De momento, Milei, que hereda una situación con una inflación superior al 140 por ciento y encuentra dificultades para financiarse (por esa brecha ha entrado el capital chino), no tiene margen para reconvertir su relación con China y Pekín espera que esa realidad se imponga ya que considera estratégica su presencia económica y política en el continente americano. Pero si avanzan las promesas de liberalización y libre competencia, las empresas chinas van a tener dificultades y eso preocupa a los estrategas de China donde la economía nacional pasa por dificultades.
No obstante, a nivel regional no corre un aire precisamente liberalizador sino todo lo contrario y ese será uno de los principales obstáculos a los planes de Milei. Las grandes economías, Brasil, México y Chile tienen gobiernos antiliberales y está creciendo el intervencionismo estatal. Esa es una baza a jugar por China que está aumentando inversiones e influencia en estos países. Y en este escenario van a ser muy importantes las decisiones que tome la Unión Europea (y aquí España tiene un papel a jugar) y Estados Unidos respecto a la nuena realidad de Argentina.