Mientras los medios de casi todo el planeta ironizan, exageran, fantasean o aplauden la exhibición militar de China de hace unos días, que no se sabe cuánto tenía de apariencia y cuanto de realidad, el difícil equilibrio de la política exterior de Pekín está viviendo algunos desajustes.
Por ejemplo, se anuncia un desacople de India de su estrategia de acercamiento a Occidente y una recuperación de sus relaciones con China. Pero esta afirmación simplista se cae por su peso si se tiene en cuenta el tratado de seguridad y cooperación militar de China con Pakistán, país enemigo de India desde la independencia de ambos, que se disputan un territorio, Cachemira, y que sostuvieron una guerra breve hace unos meses por las acciones de grupos terroristas probablemente ligados al servicio secreto, ISI, de Pakistán en territorio indio.
Otro tanto ocurre con la anunciada participación china en la reconstrucción de las infraestructuras militares de Irán tras los ataques israelíes. La participación es escasa en términos militares, y más aparente que real. Las relaciones chino iraníes alarman a Pakistán y a Arabia Saudí, con quien Pekín tiene una colaboración económica de primera magnitud.
Y finalmente la cuantiosa inversión china en América Latina donde ciertamente aumenta su influencia frente a la de Estados Unidos y Europa, está sintiendo trabas en su circulación, básicamente porque los socios chinos que hablan español pagan mal, tiene una cultura del esfuerzo distinta de la asiática y sus sociedades siguen aspirando a parecerse a Estados Unidos, a consumir sus productos y a obtener si es posible la ciudadanía estadounidense.
Así las cosas debería haber más cautela a la hora de analizar el auge de China, que ciertamente está presentando a toda velocidad su candidatura a liderar un nuevo orden mundial donde la democracia, las libertades y los derechos individuales estarían en segundo término. De momento la maquinaria militar china está lejos de la de occidente, incluso teniendo en cuenta el lento y dubitativo rearme europeo.
Pero, en todo caso, es curioso que el alarmismo de los medios no suscita debates en algunos gobiernos que desprecian los planes chinos, prefieren criticar la desconfianza occidental y facilitan los movimientos chinos en el tablero planetario.