La visita a Pekín en medio de la crisis en Hong Kong de la dirigente local Carrie Lam y su ratificación por parte del presidente chino revelan la seguridad y la estrategia de gestión del gobierno chino: mano dura sin ser brutal, confianza en que la situación no es contaminante para el resto de China, aislar el conflicto de la solidaridad internacional y esperar.
China juega las bazas que tiene a pesar de sus vulnerabilidades. El apetitoso mercado chino controlado por una Administración que concede la entrada al mismo según sus intereses inmediatos u otras razones menos confesables.
A la vez, la confirmación de Carrie Lam, que en todo caso puede ser como la de los entrenadores de fútbol que son destituidos semanas después de ser confirmados, tiene un punto de desafío a la sociedad hongkonesa, que ha expresado su rechazo y que viene exigiendo elegir a sus autoridades por un sistema de sufrago universal y no por un mecanismo colegial en el que el gobierno chino tiene la última palabra.
Este puede ser un nuevo punto de tensión a medio plazo ante cualquier error o desliz del gobierno local. Hong Kong sigue con sus movilizaciones y China deja pasar el tiempo atenta a la evaluación de la situación, mientras dirime sus grandes problemas en conversaciones con Estados Unidos para encauzar la disputa comercial y seguir colocando piezas estratégicas en el panorama internacional.