Unos juegos olímpicos realmente excepcionales. Nieves C. Pérez Rodríguez

El domingo se celebró la clausura de los juegos olímpicos de invierno de Beijing con una ceremonia fastuosa en el Estadio Nido de Pájaro… “Unos juegos realmente excepcionales”, tal y como los describió el propio presidente del Comité Olímpico, Thomas Bach, cuando declaraba el cierre del evento.

Excepcionales porque, en los meses previos, la noticia no fue que los estadios o pistas de patinaje y hielo estaban siendo construidas o que estaban ya listas, sino que la noticia fue un debate sobre si China debería o no ser anfitrión de los juegos a pesar de la denuncias de consecutivas violaciones de derechos humanos que tienen lugar en el país. Hecho que motivó el boicot internacional encabezado por Estados Unidos, Australia, Reino Unido y Canadá entre otro que, aunque no impidió la realización del evento, si generó polémica e incomodidad en el gobierno chino, que se quejó por la publicidad negativa del boicot mientras negó enérgicamente la veracidad de que los derechos humanos no se respeten en China.

En un intento por silenciar las denuncias y tergiversar la realidad, el Partido Comunista incluyó a Dinigeer Yilamujiang, una joven atleta uigur (sin medallas olímpicas) a protagonizar el momento más simbólico de la inauguración, el encendido de la antorcha. Dinigeer fue expresamente usada para enviar un mensaje neutralizador de las protestas por las violaciones de los derechos de esta minoría.

Estos juegos fueron excepcionales por no haber contado con espectadores debido a que se celebraron en medio de una pandemia. Excepcionales también porque las Villas Olímpicas se mantuvieron absolutamente aisladas de la vida de la ciudad y herméticamente cerradas a cualquier individuo que no formara parte en los juegos. Excepcionales por los rigurosos controles sanitarios que incluyeron pruebas diarias de Covid-19 a los casi 3000 participantes y una larga lista de controles y restricciones en pro de mantener la política de cero casos impuesta por el Partido Comunista en China. Por estas fechas el año pasado se celebraron en Tokio los juegos olímpicos y aunque fueron cuidadosamente organizados por la pandemia, los participantes no estuvieron sometidos a los excesivos controles impuestos por Beijing.

Excepcionales además por los líderes que asistieron a la inauguración del evento: unos veinte dirigentes que en su mayoría provenían de países pobres, naciones vecinas a China o dependientes de Beijing, o estados cuyos gobiernos son conocidos por sus restricciones de libertades. En efecto, el gran protagonismo lo tuvo Vladimir Putin, quien, además, se reunió en privado con Xi Jinping y consiguió su apoyo a los lanes rusos en la delicada situación de Ucrania. Mientras, la presencia de los líderes occidentales brillaba por su ausencia.

Estos juegos fueron excepcionales porque la atleta que más ha dado que hablar fue la esquiadora Eileen Gu.  La ahora medalla de oro en la categoría de esquí acrobático es una chica nacida y criada en los Estados Unidos, de padre americano y madre china, y que aunque nadie cuestiona que es la “princesa de la nieve”, como la llaman por su gran destreza en el esquí, la atención se ha centrado en ella por su origen y su nacionalidad y la incógnita que surge por saber si abandonó la nacionalidad estadounidense para competir en el equipo chino. Pues, de acuerdo con la ley china, para poder representar a China hay que ser de nacionalidad china y asimismo China no permite la doble nacionalidad.

Excepcionales también por la forma como el Comité Olímpico manejó algunas descalificaciones que nos tocará esperar para ver como se resuelven, pues las naciones afectadas han introducidos quejas formales que tardarán un tiempo en resolverse. Pero que en la mayoría de los casos las descalificaciones ayudaron a los atletas chinos a llegar a las primeras posiciones.

Fueron dos semanas definitivamente excepcionales en las que el Partido Comunista chino aprovechó para brillar como país, pero también como líder internacional de primer orden. No sólo quedó como la tercera nación en ganar medallas, detrás de Alemania que quedó en segundo lugar o Noruega que obtuvo el primer lugar, sino que Beijing aprovechó el escenario de los juegos olímpicos para ejercer el rol de líder internacional y llenar vacío que ha ido dejando Washington.