Fiel a la estrategia repetida de Donald Trump, tras la virulencia verbal y anuncios de aranceles acompañados de negociaciones discretas “a cara de perro” se ha producido un acercamiento entre Estados Unidos y China que implica una tregua de momento y una fase de exploración de un acuerdo más amplio.
Según la agencia Bloomberg, este acuerdo hará que China acepte volver a adquirir algunos productos agrícolas estadounidenses, mientras Estados Unidos detenga la imposición de aranceles a algunos productos de origen chino.
Este primer acuerdo buscaría sentar las bases para un acuerdo más amplio al que se llegaría a finales de año, cuando los presidentes Donald Trump y Xi Jinping se reúnan nuevamente a negociar su relación comercial.
Según el entorno de Trump, EEUU suspenderá la aplicación nuevos aranceles que tenía programados para aplicar a algunos productos chinos y lo mismo sucede con los aranceles que entrarían en vigor el 15 de diciembre.
Sin embargo, señalan los expertos, quedan pendientes temas más complicados como las acusaciones de Estados Unidos a China por robo de propiedad intelectual, transferencias forzadas de tecnología y quejas sobre los subsidios industriales chinos.
Y estos son, precisamente, asuntos esenciales. El neoproteccionismo de Trump es una respuesta simplista e ineficaz a largo plazo, además de peligrosa, pero sigue siendo verdad que China no compite limpiamente sino subvencionando a sus empresas, no respetando patentes y en el marco de una legislación laboral que pone todos los poderes en manos de la Administración y los empresarios que en China acaban siendo lo mismo con demasiada frecuencia.