China y Pakistán son aliados estratégicos desde hace décadas debido a las necesidades financieras de ambos países y al recelo común respecto de India, un país enemigo de Pakistán desde el nacimiento de ambas naciones por motivos territoriales y culturales y con el que China comparte una larga frontera con problemas de delimitación India está en fase de crecimiento industrial y de aumento de su influencia a la región a la vez que se acerca paso a paso a una mayor colaboración con EEUU y Occidente sin romper del todo con sus tradicionales lazos con Moscú.
Esta situación alerta a China y preocupa a Pakistán que, a la vez, ve incrementarse los conflictos en su frontera occidental, con Irán, provocada por los separatistas baluches y por grupos iraníes contrarios a Teherán instalados en Pakistán.
De momento, el plan chino para Pakistán es aumentar su influencia y expansión con instrumentos económicos. Pakistán está inmerso en una grave crisis financiera, que incluye una deuda externa de cerca de 80.500 millones de dólares y China viene realizando inversiones en infraestructuras ferroviarias y de carreteras que proporciones a Pakistán mejoras comerciales y acercan a China a la costa sur de Pakistán donde tienen ya instalaciones navales.
Pero la inestabilidad interior de Pakistán está afectando a esos planes y separatistas baluches y talibanes pakistaníes atacan con cierta frecuencia a trabajadores y técnicos chinos de lo que Pekín e queja y exige garantías.
Y Pekín y sus inversiones exteriores no pasan por sus mejores momentos aunque siguen en cifras importantes. El aumento de la inflación, la prolongada crisis inmobiliaria y, ahora, las previsibles consecuencias de la nueva política arancelaria de EEUU dibujan un panorama menos amable para los planes estratégicos chinos. Así las cosas, Pakistán y China reevalúan su colaboración entre las necesidades y las posibilidades.