China está mediando entre Irán y Estados Unidos para rebajar la tensión en Oriente Medio y concretamente en el mar de donde la agresión iraní a campos petrolíferos saudíes ha elevado mucho la tensión internacional. A la vez, la potencia asiática en coherencia con sus muchas caras diplomáticas participará, junto a navíos de guerra rusos e iraníes, en una maniobra naval frente al despliegue de británicos, estadounidenses y aliados árabes en la zona, tras los ataques a petroleros occidentales.
China necesita el petróleo de la región y la máxima estabilidad y, a la vez, juega a la subida de tensión junto a Irán para intentar llevar a Trump a hacer concesiones para un nuevo acuerdo con Teherán. Como guinda de esa estrategia conjunta, esta misma semana el presidente iraní Hasán Rohaní presentará en Nueva York, ante la ONU, una propuesta de acuerdo y buscará entrevistarse con Donal Trump a lo que, de momento, se niegan en la Casa Blanca.
El pulso iraní sería menos sin Moscú y Pekín al lado. Putin quiere consolidar su creciente influencia en la región y China quiere estar presente en primera línea de cada conflicto en su ascenso a la liga de potencias mundiales.