EE.UU., a través de su secretario de Estado, Anthony Blinken, está reconstruyendo alianzas, explorando nuevas amistades y testando la influencia real de China en zonas y áreas sensibles. Blinken ha visitado Asia Central, donde las repúblicas ex soviéticas mantienen estrechos lazos con Moscú aunque buscan mejorar sus relaciones con Occidente sin romper del todo la dependencia de Rusia y ha comprobado que, en general estos países dependen para su seguridad de sus acuerdos con Rusia para contener brotes separatistas, dosificar la lenta pero creciente influencia china y atajar una orientación hacia Occidente, aunque la cercanía a Afganistán e Irán invite a esto último.
Además, Washington está exigiendo una mayor tensión y alerta ante China por lo que estiman que es su creciente agresividad en términos de inteligencia, en competitividad comercial tramposa con las leyes internacionales y en la extensión de su influencia política y militar en el Índico. En este terreno Blinken viene presionando a Europa, y más concretamente a Alemania, para que enfríe progresivamente algunos lazos con China que, según EE.UU. pueden crear una dependencia de la potencia asiática más grave y peligrosa que la que Europa ha tenido de Rusia y que ahora esté en proceso de reconversión.
Esta dependencia, además, señalan desde EEUU puede tener consecuencias más perversas en América Central y del Sur y África donde la existencia de populismos anti occidentales en el caso americano de gobiernos inestables en el caso africano son zonas abonadas para la influencia china.
Sin embargo, no parece haber tantos triunfos en las manos chinas, al margen de su voluntad política. El crecimiento económico chino lleva unos meses parado o en bajo crecimiento, el envejecimiento de su población añade problemas cada mes en sus servicios sanitarios y sociales y la crisis económica internacional como consecuencia del covid y de la agresión rusa en Ucrania dificulta nuevas expansiones.
En la reciente reunión anual de la Asamblea Nacional Popular, que con todo cinismo los chinos llaman en Occidente parlamento y muchos medios lo aceptan, el PC ha defendido un crecimiento del 7,2 en el presupuesto militar y ha subrayado la necesidad de intervenir en Taiwán, a costa de otras necesidades sociales. China está en esa contradicción en la que antes o después entran todos los sistemas autoritarios cuando sus necesidades de supervivencia se impone sobre las necesidades sociales en un escenario político y económico sin libertades impiden solucionar el problemas estructuralmente.