En medio de la reunión de los BRICS en la ciudad rusa de Kazan, dos de sus miembros más destacados, India y China, han anunciado un acuerdo sobre sus disputas fronterizas que han dado lugar a varias guerras hace décadas y a intensas disputas, algunas militares, desde 2020.
“Hemos alcanzado un acuerdo sobre el patrullaje y con ello estamos de vuelta en el punto donde la situación estaba en 2020″, dijo el ministro de Asuntos Exteriores de la India, Subrahmanyam Jaishankar, en un foro en Nueva Delhi.
El ministro indio añadió que el proceso de desescalada con China “se ha completado” con este acuerdo, que permitirá que la India pueda volver a llevar a cabo el patrullaje que ejercía en las zonas fronterizas entre ambas potencias asiáticas en el territorio de Ladakh, en el Himalaya, antes del choque de 2020.
Este acuerdo supone un punto de distensión precisamente cuando India ha puesto algunos reparos a la estrategia china de avanzar al frente de los países emergentes (ver el artículo de Fernando Delage en esta edición) hacia su entronización como gran potencia oponiendo al modelo occidental de desarrollo asentado en instituciones democráticas e instituciones fuertes (con todos sus matices) su modelo de economía fuertemente estatizada, antiliberal y protagonizado por países escasamente democráticos y oficialmente antioccidentales.
Aun así, el acuerdo anunciado, siendo importante, deja incógnitas y obstáculos sobre el terreno. Por una parte, China sigue estrechando lazos con Pakistán, con quien India se disputa el territorio de Cachemira desde la independencia de ambos países mientras India siempre ha sido un aliado estratégico de Rusia aunque marcando distancias paso a paso. Por otra parte, India se distancia de las proclamas anti occidentales y antiliberales de algunos de los socios de China y Rusia y defiende sistemas democráticos que operen en el libre mercado aunque defienda cambiar algunas reglas que aumenten la multipolaridad.