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INTERREGNUM: China en 2035. Fernando Delage

por: 4ASIA
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En el marco de un proyecto de investigación sobre la posible evolución de las principales potencias hacia 2035, el Institut Montaigne de París acaba de publicar el informe sobre China. Si todo examen de prospectiva es arriesgado, lo es por supuesto aún más en un contexto de transición geopolítica y económica como el que atraviesa hoy el planeta. El año 2035 resulta pertinente, no obstante, en el caso de la República Popular al tratarse de una de las fechas marcadas por el presidente Xi Jinping para la consecución de una serie de objetivos estratégicos bajo el paraguas de la “modernización socialista”.

Dado que la trayectoria de China en la próxima década depende de innumerables factores, los autores del estudio han tratado de cubrir todas las posibilidades planteando cuatro escenarios extremos. Escenarios que no dejan de ser expresión del resultado al que ha conducido el examen de las principales variables a considerar, y cuya descripción constituye quizá la más útil aportación del informe como radiografía sistemática de las circunstancias del país.

Por lo que se refiere, en primer lugar, al contexto político, se subraya el papel central que ocupa Xi y su obsesión por la estabilidad. Bajo su liderazgo, la élite política china ha envejecido, toda oposición interna ha sido neutralizada, y no hay ningún posible sucesor a la vista. Xi podría seguir en el poder en 2035; una concentración de poder que le garantiza la continuidad política pero que también podría volverse contra él, especialmente en el caso de un conflicto regional o internacional. La economía ha entrado, en segundo lugar, en una nueva fase caracterizada por un menor crecimiento, por la debilidad de un modelo basado en las inversiones en infraestructuras, y por la deuda de los gobiernos locales. Las tendencias deflacionistas y los desequilibrios estructurales indican que la reorientación hacia los servicios y el consumo interno que se pretendía no se ha logrado.

Por el contrario, la dependencia de las exportaciones—con un nuevo récord en su superávit en 2024—se ha acentuado, agravando las tensiones con los socios comerciales. La sostenibilidad del modelo es discutible como consecuencia del rápido envejecimiento demográfico y de la reducción de la población activa. Son innegables, sin embargo, los avances conseguidos en la industria y en los nuevos dominios tecnológicos, como se destaca en tercer lugar. Las inversiones masivas del Estado en tecnologías punta (inteligencia artificial, computación cuántica, semiconductores, biotecnología y robótica) reducirán la dependencia china del exterior, a la vez que proporcionarán a Pekín una extraordinaria influencia estratégica internacional. Algo similar ocurrirá con respecto a la energía: como líder mundial en energía solar y eólica, y como productor de vehículos eléctricos, China se sitúa como el principal suministrador de tecnologías en este terreno, lo que plantea a su vez el riesgo de una excesiva dependencia del gigante asiático.

El estudio hace hincapié a a continuación en el aumento de los gastos de defensa y en la modernización de las capacidades militares. China cuenta con la mayor fuerza naval y ha multiplicado su arsenal nuclear y de misiles. Es también el primer fabricante mundial de drones, a la vez que extiende sus capacidades ofensivas en el ciberespacio y en el espacio. Con todo, el tiempo juega a su favor, o en contra, en función de los factores demográficos y económicos.

El futuro de China no dependerá tan sólo de sus circunstancias internas. La variable exterior es también clave, como se señala en último lugar. La manera en que el mundo exterior (las democracias occidentales en particular) coordinen sus respuestas hacia la República Popular influirá en la capacidad de esta última para maximizar sus ventajas en los mercados mundiales. Desde que Xi Jinping ha situado la seguridad nacional por delante de cualquier otro objetivo, la relación con Occidente seguirá complicándose. Por lo demás, la evolución de unas y otros economías hace cada vez menos probable que el PIB chino supere al de Estados Unidos en la próxima década.

Sobre esta base se perfilan cuatro escenarios: el mantenimiento de una estabilidad autoritaria con una notable influencia mundial; una coexistencia equilibrada con las potencias democráticas; un sistema debilitado; o una crisis de régimen como consecuencia de la derrota en un conflicto exterior. Ninguna opción ha quedado fuera, como se ve. Ninguna dejará de influir, sin embargo, en la evolución del orden mundial.

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