Como cada año por estas fechas se han sucedido en pocos días las cumbres anuales de distintos foros multilaterales, poniéndose de relieve en todas ellas el deterioro del entorno de seguridad y la dinámica de competición en que se ven envueltas las grandes potencias.
Tras el encuentro de los BRICS celebrado en Johannesburgo a finales de agosto—cita en la que el presidente chino logró su objetivo de ampliar el grupo a un total de 11 miembros (cifra que aumentará en años próximos) y presentar a China como líder del Sur Global—, Xi Jinping se ausentó de manera llamativa de las cumbres posteriores, dejando la representación de la República Popular en manos del primer minstro, Li Qiang. Sin conocerse sus motivos, parece innegable, no obstante, que el éxito logrado en Suráfrica no oculta las consecuencias negativas de la asertividad exterior china en Asia.
Apenas unos días antes de las cumbres de ASEAN, de ASEAN+3 y de Asia Oriental en Jakarta, los vecinos de Pekín se encontraron con la publicación de un nuevo mapa oficial que incluye como parte de China territorios en disputa con India, Rusia y Japón, así como la práctica totalidad del mar de China Meridional (el conocido trazado de nueve puntos pasa a tener 10, al extenderse hasta la costa oriental de Taiwán). La “provocación” china, las inmediatas protestas diplomáticas de Vietnam, Malasia y Filipinas, y las divisiones internas entre los Estados miembros sobre Myanmar (que por segundo año consecutivo no fue invitada a la reunión de la ASEAN) marcaron la agenda de las reuniones.
Los encuentros de la organización con sus socios externos en ASEAN+3 y en la cumbre de Asia Oriental se vieron devaluados por su parte por la ausencia de Xi, pero también por la de Biden, quien tampoco estuvo presente en la capital indonesia; un hecho que alimentó una vez más el escepticismo de la región sobre el compromiso de Washington con los países del sureste asiático. Debe destacarse, no obstante que, después de haberse reforzado la alianza con Manila en abril, el presidente norteamericano viajó a Hanoi el 10 de septiembre, tras la cumbre del G20 en Delhi, donde firmó un nuevo acuerdo de asociación estratégica global con Vietnam. Con la previsible adopción de un pacto similar con Kuala Lumpur, la Casa Blanca avanza así en la construcción de una actualizada arquitectura estratégica, de la que ya dio fe la institucionalización el 18 de agosto, en Camp David, de la cooperación trilateral Estados Unidos-Japón-Corea del Sur al más alto nivel; un mecanismo permanente que se añade de este modo al QUAD y al AUKUS.
Los dos días anteriores, en Delhi, Biden confirmó por otra parte la extraordinaria salud de las relaciones de Estados Unidos con India, además de aprovechar la oportunidad del G20 para formular nuevas propuestas que también tienen como objetivo contrarrestar el activismo diplomático chino. Destacó entre ellas la iniciativa, que cuenta con el apoyo de la Unión Europea, para construir nuevas redes de infraestructuras entre India, Oriente Próximo y el Mediterráneo. La ausencia de Xi permitió al primer ministro Narendra Modi, por lo demás, proyectar a India como puente entre Occidente y el Sur Global; una percepción que ha promovido, entre otras iniciativas, al sugerir la incorporación formal de la Unión Africana como miembro del grupo.
Si en Johannesburgo China reforzó su influencia geopolítica mediante la ampliación de los BRICS, no puede decirse, por el contrario, que en el Indo-Pacífico esté logrando la confianza de los Estados vecinos. Es un contexto que facilita los esfuerzos de la administración Biden orientados a modernizar su sistema de alianzas mediante la consolidación de una tupida red de acuerdos bilaterales y trilaterales en la periferia de la República Popular. Si Xi tampoco asiste a la cumbre de APEC en San Francisco, en noviembre, habrá rechazado la última posibilidad de un encuentro directo con su homólogo norteamericano antes de que acabe el año, planteando nuevos interrogantes sobre la dinámica interna china, afectada sin duda por el deterioro de los indicadores económicos y la desconfianza exterior.