Washington.- El fanatismo por el fútbol de Xi Jinping ha influido en su visión diplomática, de negocios e incluso de Estado. Generalmente, sus apariciones internacionales dejan fotos de apretones de manos, poses protocolares y caras amables, pero en Alemania en julio pasado, en el marco de un partido amistoso entre jóvenes de ambos países, se dejó llevar por su pasión por este deporte y en compañía de Ángela Merkel se relajó frente al objetivo y nos dejó imágenes menos rígidas y de amplias sonrisas.
En China, cada vez que los medios de comunicación hacen referencia al fútbol deben referirse también a la afición futbolística de su líder, casi como si fuera una norma periodística inquebrantable. Entre las prioridades del Estado chino está convertirse en la “súper potencia mundial de fútbol” para el 2050 y para lograrlo están invirtiendo grandes sumas tanto dentro del país como fuera.
Los chinos han conseguido su espectacular avance económico estudiando los modelos exitosos de occidente y copiándolos, pero en su particular intensidad e ímpetu que los lleva a dar resultados en tiempo récord comparado con otras naciones. El año pasado el gobierno de Pekín presentó un plan en el que está previsto que 50 millones de niños y adultos jueguen al fútbol en el 2020, por lo que están invirtiendo en unos 20.000 centros de entrenamiento y 70.000 estadios, de acuerdo con el organismo superior de planificación económica de Beijing.
El objetivo de ésta gran inversión es que el deporte contribuya con su PIB. Se trata de un esfuerzo mancomunado entre el sector público y privado. Las grandes empresas chinas como Alibaba, Wanda y Suning están invirtiendo en fútbol, porque lo ven como un gran negocio en el que hay que participar. Hay equipos europeos que pertenecen a multimillonarios chinos en su totalidad y muchos otros equipos cuentan como una participacón significativa de capital chino, como es el caso del Atlético de Madrid, cuyo 20% está en manos de Dalian Wanda Group Co. (de acuerdo con Bloomberg). El boom por invertir en fútbol ha sido tan grande que a finales de agosto el Consejo de Estado chino puso a los clubes deportivos en su lista de industrias en las que las empresas locales tienen límites para invertir en el extranjero, para frenar la salida de capital y proteger el yuan de una mayor depreciación.
El caso del fútbol en los Estados Unidos es radicalmente opuesto al de Europa. La profesionalización de esta categoría deportiva llego a finales de los 60, y para mediados de los 80 se registraban pérdidas millonarias hasta su refundación con el mundial 1994, lo que propició la creación de la actual “Major league Soccer”, hasta el 2007 cuando Beckham fue fichado por Los Angeles Galaxy, lo que revivió mediáticamente este deporte.
Sin embargo, el fútbol en Estados Unidos se disputa en años naturales y eso difiere del europeo y de algunas de las ligas más importantes de Sudamérica, donde las temporadas empiezan a mitad del año y culminan al año siguiente. El mismo fenómeno ocurre en el fútbol chino, que se cree que fue copiado del modelo estadounidense. Tanto China como Estados Unidos toman el fútbol como una cuestión de Estado; ambos fomentan la práctica con programas que comienzan con niños de muy corta edad, invierten en canchas en colegios, y centros de recreo. Y en ambos casos se pretende descubrir y albergar a futuras estrellas futbolísticas.
Sin embargo, la afición europea es completamente diferente a la estadounidense; ese nivel de pasión deportiva aquí se vive por el futbol americano o el béisbol. A pesar de las astronómicas cifras invertidas para avivar este deporte, la falta de cultura futbolística ha enfriado ese deseo.
Estados Unidos en el ámbito deportivo ha figurado siempre entre los primeros en el mundo; es el país con más medallas olímpicas, y las becas deportivas son parte fundamental del sistema educativo universitario. Sin embargo, los clubes de fútbol estadounidenses no cuentan con la misma reputación que los europeos, y sus fichajes internacionales suelen estar más orientados a jugadores de mayor edad, lo que hace una liga menos competitiva. En términos económicos, los salarios medios de los futbolistas rondan los 326 mil dólares, otra gran diferencia.
Consecuentemente el gigante asiático en su acostumbrada practica de replicar, miró el fútbol estadounidense y al ver su bajo rendimiento y, comparativamente con los clubes europeos, menor valor comercial, se enfocó en desarrollar su diplomacia de penetración futbolística en Europa, al menos de momento.