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Washington.- «…No hay región en el mundo que pueda cambiar la prosperidad económica y la seguridad de los Estados Unidos como Asia-Pacífico… «. Con esa afirmación comienza el trabajo del Think Tank CSIS, en el que se proponen recomendaciones a la nueva administración Trump. Este espacio de reflexión está considerado el centro de pensamiento más influyente del momento, situado en Washington y con cincuenta años de trayectoria analizando los retos políticos del mundo.
Está encabezado por figuras de primera línea, como la embajadora Charlene Barshefsky, título que recibe por haberse desempeñado como la representante de intercambio comercial de los Estados Unidos entre 1997 y 2001; conocida en el plano internacional como la arquitecta y jefe de las negociaciones con China para entrar en la Organización Mundial de Comercio. Y es actor importante John Hustman Jr., republicano, con una larga trayectoria laboral en cinco administraciones diferentes y ex embajador de Estados Unidos en Singapur y en China.
Este exclusivo grupo de intelectuales ha preparado una lista de recomendaciones de las estrategias económicas que el gobierno de los Estados Unidos debería seguir en la región de Asia-Pacífico, basadas en que Asia será hacia el 2030 el hogar de la mitad de la clase media consumidora del mundo. La demanda de productos, señalan, será mayor que la actual en todo Estados Unidos. El estudio está basado también en la fuerte alianza comercial que América a día de hoy tiene con la región y plantea que el nuevo gobierno estadounidense debería aprovechar esa influencia y perpetuarla pues, de lo contrario, se dejaría abierta la opción a otra potencia que lideraría ese mercado que apunta a convertirse en una de los más apetecibles del mundo. O incluso, dejarle el camino abierto a China para cambiar el liderazgo regional y convertirlo en propio.
El aumento del nacionalismo en algunos países asiáticos, como Japón, es otro reto que de no ser frenado, podría acabar en radicalismos nada deseados. El crecimiento acelerado de la economía china, presenta muchas oportunidades para inversionistas y exportadores, si se aprovecharan las circunstancias, y si el nuevo gobierno de Trump utiliza su influencia, sostienen.
Las recomendaciones que le proponen a la Administración que recién se estrena en el poder, se concretan en ocho. Comenzando por lo que debió ser uno de los planteamientos en el discurso inaugural del Presidente Trump, remarcar la influencia de América en el Pacífico, y la necesidad de robustecer esa presencia y los intercambios con esa región. Así como ratificar el Tratado de libre comercio (TPP), haciendo los ajustes que sean necesarios para su éxito. Explican que la relación entre China y Estados Unidos está desequilibrada, por lo que habría que trabajar en esta debilidad, que daría como resultado una relación de beneficio mutuo. A su vez, responder con fuerza a las prácticas chinas perjudiciales para los intereses estadounidenses.
Para garantizar la prosperidad y la seguridad de Estados Unidos, defienden, hay que seguir siendo el líder tecnológico, por lo que la nueva administración debe trabajar para la internacionalización tecnológica y proteger la propiedad intelectual americana. Por otra parte reconocen que Washington necesita más coherencia en las estrategias y políticas de expansión de la economía, lo que implica mayor transparencia en los acuerdos y las regulaciones.
Hacen énfasis en la necesidad de fortalecer, actualizar y mantener los lazos con los países aliados en Asia y las instituciones que regulan esas relaciones como el Banco de Desarrollo de Asia (ADB) o el Foro de Cooperación Económica del Pacífico (APEC). Paralelamente, el equipo de Trump, subrayan, debería trabajar con el Congreso para reconstruir el apalancamiento y reorganizar las prioridades económicas que serán destinadas a la región de Asia Pacífico, lo que implica revisar las políticas públicas injustas y ajustarlas. Y por último proponen la creación de un equipo efectivo que supervise las agencias involucradas en Asia Pacífico. Para garantizar una cooperación a lo largo del complejo sistema del gobierno americano.
Washington debe trabajar con Beijing en una relación transparente, señalan, donde ambos países vean los frutos de su cooperación. Pero a la vez, señalar dónde Washington pueda exigir y responsabilizar a Beijing, en dónde China socava las normas como la violación de los derechos humanos de los empleados que forman parte activa de esta relación, o la violación de los tratados ambientales. Míster Trump debería entender que una estrategia que demande escoger entre una región u otra fracasaría, dicen. El éxito estaría en revitalizar una estrategia económica y no en eliminarla.
La influencia que Estados Unidos tiene en Asia es crucial para el liderazgo americano en el mundo. El hacer una política exterior de “Primero América” no haría más que cerrar las puertas a la presencia que ha gozado este país, y que le permite influir en otros foros internacionales, a lo largo y ancho del planeta.
Priorizar los intereses de América no tendría por qué implicar sacrificar su presencia internacional. Por el contrario, si el fin último de este nuevo gobierno, que a pocas horas de tomar posesión parece poner los ideales americanos como su brújula, el timón del barco deberá navegar aguas profundas de muchos mares, pero sin dudas, las aguas de Asia por muy movidas que estén, son económicamente muy atractivas.
Solo en el 2015 las exportaciones de bienes y servicios estadounidenses a Asia fueron de más de 750 billones de dólares, lo que ayudó a mantener unos 3 millones de empleos locales según el estudio.
EEUU podría convertirse en el mayor proveedor de Asia, generando empleos que ayuden a la bonanza económica de esta tierra. América primero debería mantener su posición estratégica de líder en el mundo, para ser verdaderamente Primero América, tal y como el presidente Trump enfatizó en su primer discurso.