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INTERREGNUM: AUKUS: más preguntas que respuestas. Fernando Delage

La semana pasada los líderes de Estados Unidos, Reino Unido y Australia se reunieron en California para desvelar algunos detalles del pacto anunciado por los tres gobiernos en septiembre de 2021. De conformidad con el acuerdo, conocido como AUKUS, se dotará a Australia con al menos ocho submarinos de propulsión nuclear con el fin de reforzar las capacidades de disuasión frente a las ambiciones de dominio marítimo por parte de China. Estados Unidos y Reino Unido extenderán así su compromiso con la seguridad del Indo-Pacífico, y Australia dispondrá de tecnología (pero no de armamento) nuclear. Aunque la señal política que se lanza a China es clara, el acuerdo plantea no pocas dudas.

Un primer interrogante tiene que ver con el calendario. Los primeros submarinos no estarán en manos australianas hasta principios de los años cuarenta. Para evitar ese desfase, como solución interina Washington y Londres desplegarán hasta cinco de sus submarinos en el Pacífico de manera rotatoria a partir de 2027. A principios de la década de los treinta —y siempre que el Congreso de Estados Unidos lo apruebe—, Canberra comprará a Washington tres submarinos de la clase Virgina, con la opción de adquirir dos más, hasta que se produzcan las unidades finales previstas en el pacto. Ha sorprendido a los analistas que la Casa Blanca haya dado su visto bueno a la propuesta cuando “alquilar” submarinos nucleares es un hecho sin apenas precedente, y la armada norteamericana tiene dificultades para ampliar sus propias unidades. Por otra parte, aunque se creía que el futuro submarino estaría basado en el Virgina, se anunció que el modelo de referencia será el futuro submarino de ataque que fabricará Reino Unido.

Entretanto, la operación le supondrá a Australia un desembolso de 368.000 millones de dólares, además del reto de formación del personal necesario. No cabe descartar tampoco que los avances tecnológicos que se produzcan en este tiempo—drones submarinos, mejoras en tecnología de satélites, etc—hagan obsoletos estos submarinos incluso antes de su lanzamiento. Estas circunstancias explican que, pese a la importancia del acuerdo (es la primera vez que Estados Unidos comparte su tecnología nuclear para este tipo de submarinos desde que lo hiciera con Reino Unido en 1958), se hayan multiplicado las críticas, y no sólo porque puede contribuir a aumentar las tensiones con China. Algunos medios norteamericanos se oponen a la cesión de los secretos tecnológicos del país, mientras que expertos británicos creen que supone una distracción de recursos cuando se afronta la amenaza rusa. El líder de los laboristas, Keir Starmer, en cabeza en los sondeos de cara a las próximas elecciones, ha subrayado igualmente que la seguridad en Europa debe ser la prioridad.

Los especialistas australianos se preguntan por su parte si su gobierno ha valorado realmente todas las implicaciones. En el Saturday Paper, Hugh White, uno de los más respetados analistas del país, llamaba la atención sobre el hecho de que Australia va a comprar y operar no una sino dos distintas clases de submarinos nucleares hasta los años cuarenta con el consiguiente riesgo de que se produzcan disfunciones, y sin que siquiera esté demostrada una eficacia mayor que la de los submarinos convencionales. Por el precio de los ocho nucleares podría construirse una flota con cincuenta de estos últimos.

Quizá por todo ello, el verdadero significado de AUKUS se encuentra, más que en los submarinos, en un segundo pilar del acuerdo: en la integración tecnológica y en la profundización de la coordinación estratégica entre las tres naciones; una colaboración que podría extenderse en el futuro a la inteligencia artificial, los sistemas cuánticos y los misiles hipersónicos. Son aspectos, sin embargo, aún por elaborar.

¡Y el AUKUS, finalmente, nació! Nieves C. Pérez Rodríguez

En septiembre del 2021 se le daba nombre al acuerdo que era bautizado antes de que objetivamente naciera. El peculiar anuncio de AUKUS se hizo previo a la discusión exhaustiva de los puntos concretos de la alianza, lo que de por si le imprimió un carácter disímil y, finalmente, dieciocho meses más tarde, los tres socios se reunieron en San Diego, California, para formalizar con apretones de manos, fotos y anuncios oficiales que AUKUS es tan real que comenzará a dar sus frutos.

La asociación entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS por sus siglas en inglés) está viva y tiene objetivos muy claros en el futuro, en un mundo cada vez más dividido en el que China y Rusia se acercan y las democracias se juntan para protegerse y por tanto fortalecerse.

Otras democracias como Japón, Corea del Sur, Taiwán y hasta la misma Filipinas se han acercado a los Estados Unidos, como mecanismo de supervivencia. Y en los últimos tiempos hemos sido testigo de esos acercamientos que se materializan con visitas de altos funcionarios, maniobras militares en conjunto, establecimiento de bases militares en cooperación o envío de misiones que se despliegan tanto para entrenar como para el envío de un mensaje directo a quienes pretendan desestabilizar la dinámica del Pacífico y el Indico.

Por su parte, el primer ministro británico, Rishi Sunak, hacía un anuncio el domingo (justo a un día del encuentro de los tres líderes) sobre el aumento en su presupuesto de defensa a 6 mil millones de dólares para fortalecerse contra la invasión rusa a Ucrania, que ha despertado viejos fantasmas en Europa, pero con ojo y el énfasis en la creciente amenaza China. El anuncio se da en medio de una situación doméstica comprometida para Sunak, con protestas en las calles y una situación económica desfavorable. Por lo que justificó la necesidad de la alianza, además, con empresas como Rolls-Royce, la gigante británica de ingeniería que proporcionará los reactores para los submarinos de propulsión nuclear, lo que será  una fuente de puestos de empleos locales.

El primer ministro australiano, Anthony Albanese, describía el acuerdo como la “mayor inversión individual en la capacidad de defensa de Australia”.  Australia viene desarrollando un pensamiento más estratégico, al menos desde 2020, desde donde ha venido buscado expandir su papel en la región contando con mayor capacidad a la vez que va acompañado de la mano de otras potencias que le servirán de apoyo de necesitarlo.

El comunicado oficial emitido por el Departamento de Estado al respecto decía que “gran parte de la historia del siglo XXI se escribirá en el Indo-Pacífico y para mejorar la prosperidad económica, la libertad y el Estado de Derecho, y para preservar los derechos de cada país. AUKUS ayudará a compartir la visión compartida de una región del Indo-Pacifico libre y abierta para las generaciones venideras”.

Aukus es un pacto que está concebido para enfrentar la expansión de China en el Pacífico occidental por lo que la incorporación de submarinos a la ecuación va a dar muchos beneficios. Los submarinos llevarán armas convencionales y los reactores nucleares. Se estima que a fines de la década de 2030 el primer submarino de última generación esté listo en el Reino Unido y contará con una gran cantidad a bordo de tecnología.

El AUKUS se compone de dos pilares, uno lo define el esfuerzo trilateral para apoyar a Australia en el desarrollo, construcción y operación de submarinos de propulsión nuclear y el segundo pilar se enfoca en acelerar la cooperación en tecnología crítica que incluyen capacidades cibernéticas, inteligencia artificial, tecnologías cuánticas y capacidades submarinas adicionales, hipersónicas entre otras.

En el fondo, aunque en una primera etapa impulsará a Australia, se busca mejorar las capacidades de defensa de las tres naciones que lo componen. Aunque de acuerdo con Charles Edel, respetado experto en asuntos australianos con foco en defensa, en el fondo la triple asociación busca impulsar la integración tecnológica para hacer crecer la capacidad industrial y profundizar de esta forma la coordinación estratégica entre las tres naciones.

Edel explica que esta alianza buscar transformar la capacidad de construcción naval de las tres naciones, pretende ser un acelerador tecnológico y a cambiar el equilibrio de poder en el Indo-Pacifico y, en última instancia, está destinado a cambiar el modelo de cómo opera Estados Unidos, y como empodera a sus aliados.

Las imágenes y las palabras que nos dejó el encuentro de tres poderosos líderes de Washington, Camberra y Londres después de todos los estragos de la pandemia revelan cómo las viejas democracias están recurriendo a estos acuerdos para contrarrestar a un nuevo pero peligroso adversario: China.

Y aunque ya existía una afiliación a través de la asociación del Five Eyes que tuvo su origen en los cuarenta y se expandió durante la Guerra Fría, y aunque en sus inicios Australia no era parte se incorporaron y desde entonces ha sido parte fundamental y claramente en el futuro cercano. Australia será un importante actor en los años venideros en la región y jugará un rol determinante

China, crisis y propaganda

La Asamblea Nacional Popular China ha finalizado su reunión anual con un mensaje de optimismo, nacionalismo, arrogancia y, en teoría, autoestima. A los gestos internos ha acompañado Pekín con mensajes de protagonismo mundial externos, contradictorios, que tratan de mostrar a la potencia asiática como impulsora de procesos de resolución de conflictos y de distensión.

En este sentido debe interpretarse el padrinazgo de un acercamiento entre enemigos irreconciliables, en el plano político y religioso, como Irán y Arabia Saudí que ha acordado reabris relaciones diplomáticas entre ellos tras unos añps de alta tensión y mientas siguen enfrentándose sobre el terreno en Yemen donde cada país apoya a un bando distinto en la guerra civil que dura ya varios años.

Pero hay otros gestos más equívocos y que alertan a los servicios de inteligencia occidentales como el acercamiento de China a Bielorrusia, un estrecho aliado de Putin y que puede ser la vía de suministro indirecto de armas y municiones china a Rusia para paliar sus gastos, su ineficiencia y sus desastres sobre el terreno en Ucrania.

A la vez, China está multiplicando su propaganda, sus sofismas mentirosos o manipuladores a la par que el presidente Xi blinda su equipo de poder, asume más autoridad que la que tuvo el presidente Mao, y multiplica su gasto y sus gestos hacia sus fuerzas armadas.

Todo junto puede significar que las dificultades económicas son mayores que las admite China y el PC nec4esita un discurso duro, propagandista, nacionalista y soberbio que mantenga a la usanza del comunismo clásico, una unidad oficial basada en el terror y en las aenazas exteriores hacia s dictadura. Pero no hay aque olvidar las enormes capacidades chinas, su ola de influencia, las debilidades occidentales y la complicidad con Pekín de algunos elementos en las sociedades democráticas y esas bazas, hasta ahora China las juega sin pudor.

INTERREGNUM: Manila se acerca a Washington. Fernando Delage

Una nueva pieza se ha vuelto contra China en el tablero estratégico asiático. Después de contar Pekín durante seis años con la simpatía del gobierno de Rodrigo Duterte, su sucesor como presidente de Filipinas, Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr., ha reforzado la relación con Estados Unidos. Como Duterte, Marcos defiende una política exterior independiente, pero, frente al complejo equilibrio que debe mantener el archipiélago entre su principal aliado de seguridad y su principal socio comercial, la balanza se ha inclinado esta vez hacia Washington, proporcionando a Manila un papel no menor en la estrategia de la administración Biden hacia el Indo-Pacífico. Es, con todo, un giro causado por las propias acciones chinas, más que por las diferentes perspectivas de ambos líderes filipinos.

Tras llegar a la presidencia, Duterte prefirió hacer caso omiso a la sentencia del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya que, en julio de 2016, falló a favor de Filipinas en la demanda presentada ante el Tribunal por su antecesor, Benigno Aquino III, contra las reclamaciones de soberanía de Pekín sobre las islas del mar de China Meridional. Duterte pensaba que una relación más estrecha con China reduciría las tensiones por los conflictos marítimos, supondría un apoyo externo a su guerra contra las drogas y, sobre todo, se traduciría en inversiones para el desarrollo de su ambicioso plan nacional de infraestructuras. El fracaso de dicha política se haría pronto evidente, sin embargo. Los compromisos de inversiones chinas nunca fueron los previstos, y los incidentes entre buques de pesca filipinos y unidades paramilitares chinas tampoco cesaron.

El propio Duterte terminaría dando marcha atrás, al ser consciente del carácter indispensable de la alianza con Washington para la seguridad de Filipinas. La normalización de las relaciones con Estados Unidos no es por tanto una sorpresa ni una decisión abrupta.  Pero conforme la presión china ha ido a más—las patrullas de sus buques guardacostas se han incrementado notablemente en los últimos meses—, también Marcos ha ido más lejos en su acercamiento a la administración Biden. Además de la integridad territorial filipina, otro factor explica ese resultado:

Taiwán. Marcos ha manifestado públicamente su preocupación por el aumento de la tensión en el estrecho, pues, dada su cercanía, todo escenario de conflicto implicaría de una manera u otra a Filipinas.

Su respuesta a la asertividad china se concretó el mes pasado. Por una parte, durante la visita a Manila del secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, ambas naciones anunciaron la ampliación del acuerdo de cooperación en defensa de 2014 de las cinco instalaciones militares contempladas originalmente a un total de nueve (incluyendo al menoscuna situada enfrente de Taiwán). Las fuerzas norteamericanas, que además podrán establecerse de manera permanente y no rotatoria, contarán de este modo con una capacidad adicional de proyección desde el archipiélago en el caso de futuras contingencias.

Sólo unos días después Marcos viajó a Tokio, donde firmó con el primer ministro, Fumio Kishida, un acuerdo que permitirá a las fuerzas de autodefensa japonesas operar en Filipinas en caso de desastres naturales y urgencias humanitarias. Para los dos gobiernos se trata tan sólo del primer paso hacia una mayor cooperación militar entre ambas naciones. La relación Manila-Tokio—aliado clave de Estados Unidos—complementa así la estrategia norteamericana con respecto al mar de China Meridional y el estrecho de Taiwán. De hecho, el propio Marcos reveló que los tres países mantienen conversaciones acerca de un posible pacto de defensa trilateral.

¿Ha cambiado el Capitalismo a China? Nieves C. Pérez Rodríguez

La semana pasada el senador republicano Marco Rubio, por el Estado de Florida, hacía una intervención en el Senado cargado de un realismo político y un pragmatismo que parece estar avivándose en las filas de su partido. Tomando como referencia la realidad económica y la dependencia que ha puesto al descubierto la pandemia y la sospecha cada vez mayor sobre el riesgo que representa China tanto para el mundo como la seguridad nacional estadounidense, el senador desmonta la doctrina de la hermanad y la influencia que Washington ha venido manejando sus relaciones internacionales.

El senador califica de obsoleto el consenso bipartidista sobre que “la globalización económica traería riqueza, libertad y paz para todos”. Explica cómo Estados Unidos construyó su política exterior basada en ese principio y, cincuenta años después, los hechos prueban lo contrario.

El argumento de abrir y permitir que China entrara en la OMC fue que “el capitalismo transformaría a China”. Veintitrés años más tarde nos damos cuenta de que “China cambió el capitalismo”, afirma Rubio.

Muchas industrias estadounidenses se trasladaron a China perdiéndose por tanto fuentes de empleo, mientras China recibía esos empleos. Beijing permitió la entrada de las empresas foráneas, pero no bajo las reglas capitalistas sino bajo sus reglas, “forzaron a las empresas americanas a asociarse con pequeñas empresas chinas y de esa forma consiguieron hacerse con muchos de los secretos empresariales. Mientras la clase media trabajadora de América declinaba, la china crecía” sostiene Rubio.

El senador expone que fue gracias a eso que China se enriqueció y esa riqueza no produjo una adaptación de valores a democráticos; por el contrario, el Partido Comunista China ha usado el crecimiento y el desarrollo para afianzarse en el poder y mantener control total del gigante asiático. Aunque también se han dado a la tarea de ir por el mundo exportando su modelo autoritario que promocionan como mejor porque no requiere que un parlamento apruebe lo que se va a hacer, sino que el partido concentra en sí la decisión que sea necesaria tomar, tal y como lo hace el PC chino.

Rubio plantea otro problema que describe cómo la adicción que hay en los Estados Unidos a los productos baratos exportados de China y la dependencia de la cadena de suministro en cada rubro desde alimentos, medicinas hasta los componentes tecnológicos.

Nuestra rivalidad actual es mucho peor que la tuvimos con la Unión Soviética, afirma el senador republicano, porque los soviéticos no eran un competidor industrial o tecnológico. Fueron un competidor militar y geopolítico. En cambio China tiene influencia sobre nuestra economía, en nuestra sociedad y además tienen un montón de gente que les hace lobby en Washington que son los que más se han beneficiado de hacer negocios con China y que se han enriquecido tanto que no les importa si en unos años ya no podrán hacer negocios con ellos.

Por tanto, declara en su alocución, que la globalización como sistema ha sido un desastre, puesto que no trajo prosperidad ni paz global. Esta era tiene que acabarse, declara contundente, necesitamos cambiar nuestra manera de pensar y tenemos que pensar que no estamos en el año 1999 o en el 2000, el mundo de hoy es otro, por lo que debemos mirar al futuro y avanzar en una nueva reorganización de fundamentos e ideas detrás de nuestras políticas económicas y exterior.

Rubio afirma que Washington debe priorizar acuerdos comerciales que sean positivos para los Estados Unidos. Propone por tanto un elemento novedoso y curioso que consiste en premiar a los aliados en dichos acuerdos para que indirectamente se pueda fortalecer a quienes comparten los mismos valores que América. Fortaleciendo a los aliados nos aseguramos de que sus valores se mantengan en el tiempo.

Y frente al temor real de que las libertades están en riesgo establecer acuerdos con quienes son afines no solo es estratégico sino quizás una posible solución a proteger el legado democrático en el planeta!

Y ese debate doctrinario no solo es oportuno en el momento actual sino que podría definir el rumbo de las elecciones presidenciales en el 2024 en Estados Unidos y el futuro político de la nación.

 

Exacerbación de tensiones entre China y Estados Unidos. Nieves C. Pérez Rodríguez

El mundo está pasando por una tensión sin precedentes, aunque en los últimos años hemos venido advirtiendo de una subida exponencial de la tensión entre Washington y Beijing. Lo que estamos viendo ahora ha superado alguna de las previsiones hecha por los expertos y nos están llevando al borde del precipicio precisamente en medio de una ya compleja situación internacional, con la guerra de Ucrania y con una golpeada economía mundial producto de las restricciones de la pandemia.

Después de que el mundo avanzara un proceso de globalización muy sofisticado consiguiendo la interconexión de casi todas las regiones del planeta, nos encontramos en un momento de retorno en el que los Estados se cierran como un mecanismo de blindaje frente a la incertidumbre y las agresiones como el surgimiento y desconocimiento de un nuevo virus, la interrupción de la cadena de suministro y la desconfianza que han padecido las empresas internacionales asentadas en territorio chino.  Así como los riesgos cada día más latentes de ataque a los valores occidentales y democráticos de manos de grupos radicales y campañas de desinformación auspiciadas por Rusia y /o China.

La incógnita del origen del Covid-19 junto con la poca transparencia del gobierno chino, el curioso manejo de la OMS al principio del 2020 que ha merodeado toda la dinámica y en muchos casos la cantidad de preguntas sin respuestas han puesto el foco en el Partido Comunista China que ha jugado la carta de la desinformación para eludir respuestas.

La teoría de que el Covid-19 se originó en Wuhan a finales del 2019 y que efectivamente fue una creación china que escapó de un laboratorio de Wuhan y que acabó paralizando la vida del planeta con cerca de 6.9 millones de víctimas fatales se ha repetido hasta el cansancio.

En este sentido, en Estados Unidos las investigaciones no han cesado, y distintas entidades buscan respuestas. El fin de semana se filtraba que el Departamento de Energía de los Estados Unidos se sumaba a la teoría de que el Covid19 se originó en un laboratorio, lo que viene a dar fuerza a la misma teoría manejada por el FBI y dada a conocer en el 2021. La necesidad de conocer de donde vino el virus es crucial en América debido a que mas de un millón de ciudadanos perdieron la vida como consecuencia de este. Por lo que el Consejo Nacional de Inteligencia ha venido llevando a cabo un análisis estratégico de largo plazo paralelamente con otras agencias del gobierno que descartan la posibilidad de que el virus se produjo de una infección animal que pasó a un humano.

La falta de pruebas sobre el origen animal del virus y el hecho de que Wuhan es el centro de la extensa investigación del coronavirus en China ha llevado a algunos científicos y funcionarios estadounidenses a creer que la teoría del laboratorio es la mejor explicación

El consejero de seguridad nacional, Jake Sullivan, aseguró que Biden solicitó que los laboratorios nacionales que son parte del departamento de Energía fueran incluidos en esta evaluación porque quieren asegurarse de tener todas las herramientas en uso para poder resolver la incógnita.

Por su parte los legisladores republicanos de ambas cámaras están llevando a cabo también sus propias investigaciones sobre el origen de la pandemia mientras presionan a la Casa Blanca y a la comunidad de inteligencia para que desclasifiquen más información. Algunos de los legisladores republicanos recurrieron a Twitter para exigir información mientras que funcionarios de inteligencias subrayan que aún están juntando piezas. Vale resaltar que ambas cámaras están llevando a cabo sus propias investigaciones y continuarán hasta poder determinar el origen del Covid-29.

Mientras China sigue negando que el virus se originó en su territorio y contraataca una vez más pidiendo a Washington que no politice el tema.  Reacción similar a la que tuvieron con el derribo del globo espía o a cualquier advertencia que haga Washington a Beijing sobre por ejemplo, algún tipo de asistencia que provean a Rusia en la guerra.

Paralelamente, en Estados Unidos se dedica cada día más tiempo a educar sobre sobre el peligro que representa China para su seguridad nacional y las ambiciones de Beijing en el Mar de la China, la situación de Taiwán, o cualquier hecho que ilustre la manera de proceder china.

El pasado viernes, por citar un ejemplo, miembros de la prensa fueron invitados a volar en un avión de reconocimiento de la Marina estadounidense la complicada zona alrededor de las disputadas islas Paracelso, ubicadas al norte del mar del sur de China, al este de Vietnam y al sur de la isla china de Hainan, cuando una voz por radio proveniente del ejército chino se comunica con la aeronave estadounidense para advertirle que está acercándose a territorio chino y que puede ser derribado si llegara a violar el espacio aéreo. A solo unos minutos de la advertencia aparece al lado del avión una aeronave de combate chino dotado con misiles que, de acuerdo con el periodista de CNN a bordo, voló tan cerca que podían ver al piloto chino girándose a verlos.

La tensión entre ambas potencias se ha exacerbado exponencialmente en los últimos días. La cancelación de la visita del secretario de Estado a Beijing a razón del globo espía ha cerrado otra puerta de comunicación, al menos temporalmente. El ministro de la Defensa chino se ha negado a conversar con su homólogo americano en varias oportunidades y de momento es poco probable que se organice alguna llamada entre Xi y Biden por la misma crispación. Y mientras tanto el mundo se divide más y los aliados de Washington parecen comprender finalmente que Rusia es una complicación que toca atender pero que el gran problema del futuro yace sobre China…

 

 

Ucrania: el plan chino no convence a casi nadie

Ni siquiera Moscú ve posibilidades a la propuesta china de un plan de 12 puntos para alcanzar un acuerdo de paz en Ucrania. Los agresores rusos afirman que no se dan condiciones para la paz, rechazan la expresión del documento sobre el respeto a la integridad territorial de los países, lo que es coherente porque los rusos la han violado en Ucrania y en otros países históricamente, y consideran que no es suficiente la suspensión de las sanciones a Rusia, ya que subrayan que son precisamente Estados Unidos y los aliados occidentales los responsables de la creación de la tensión que ha llevado a Rusia a la “necesaria” intervención en Ucrania para defender la seguridad nacional rusa. Verdaderamente. La propaganda, la mentira y la desinformación presiden todos los conflictos pero especialmente este que sufre Ucrania.

Curiosamente, ha sido el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, el único gran protagonista de este drama que ha expresado su disposición a reunirse con el presidente chino y hablar del plan, no, evidentemente, porque lo encuentre viable sino porque está en una maniobra diplomática de demostrar su posición abierta y separara a países blandos con Rusia del apoyo a Putin desenmascarando más al agresor y subrayando quién se opone a hablar de un acuerdo. A la vez, Zelenski subraya que Ucrania exige la retirada de las fuerzas rusas a sus fronteras y la restitución de todos los territorios ocupados incluida Crimea.

Lo más importante tal vez sea que China, aunque responda a motivos turbios y retorcidos de mejorar imagen y negocios, se distancia algo de Moscú y se proclama como protagonista mundial con iniciativa propia. Este es un juego que debe tener en cuenta Occidente porque abre el terreno a posibilidades diplomáticas amplias y no solo referentes a Ucrania. Si China está dispuesta a jugar de verdad, aunque suponga ofrecer un salvavidas a Putin, puede llevarse a acuerdos más amplios en el que, en este momento, Pekin ofrece debilidades económicas derivadas de su mala gestión de la pandemia y de sus necesidades energéticas aumentadas por el caos actual. Estos hechos están detrás del plan de Estados Unidos con la frustrada visita a China del secretario de Estado, Antony Blinken, para explorar puntos de acercamiento.

INTERREGNUM: China tiene un plan. Fernando Delage

Al cumplirse un año de la invasión rusa de Ucrania, China ha querido presentarse como mediador neutral ofreciendo un plan de paz para acabar con la guerra. La propuesta, anunciada por el presidente Xi el 24 de febrero, reclama un inmediato alto el fuego y el fin del envío de armas por parte de actores externos a Ucrania y Rusia. China no exige, sin embargo, la retirada rusa como requisito previo para las negociaciones, por lo que el plan carece de toda viabilidad.

¿Para qué sirve entonces su propuesta? ¿Y por qué la presenta en este momento, después de haber intentado mantenerse al margen del conflicto durante un año? Una posible respuesta es que China quiere transmitir una señal sobre su liderazgo diplomático como potencia responsable, lo que a su vez tiene un doble objetivo. Maniobrando para erosionar la unidad occidental, trataría, en primer lugar, de transmitir a los europeos la idea de que comparte sus mismos objetivos con respecto a la estabilidad en el Viejo Continente. Más relevante es, por otra parte, el mensaje que China lanza a las naciones emergentes, frente a las cuales se presenta como una potencia amante de la paz que ofrece una solución constructiva a sus necesidades, en contraste con el desorden causado por la mentalidad de guerra fría de Estados Unidos. No es casualidad por ello que, también la semana pasada, Pekín publicara un documento sobre los principios de su “Iniciativa de Seguridad Global”, anticipada por Xi la pasada primavera.

Más que los esfuerzos de propaganda, lo que realmente preocupa a Occidente es la posibilidad, en la que han coincidido en los últimos días un reportaje de Der Spiegel y el director de la CIA, de que China proporcione ayuda militar a Rusia. Es un escenario que abriría una nueva fase en la guerra, y también en las relaciones de las democracias liberales con la República Popular. A priori no tiene mucho sentido que Pekín quiera provocar una escalada que conduciría a graves sanciones y a un enfrentamiento directo con la OTAN, pero la cuestión de fondo tiene que ver con su percepción acerca de la evolución del conflicto y el impacto sobre sus intereses. A los estrategas chinos no les inquieta cuándo terminará la guerra sino cómo.

Una opinión muy extendida entre los analistas es que a China no le conviene la completa victoria de ninguna de las partes. Un triunfo de Ucrania reforzaría la posición de Estados Unidos y de Occidente, que podrían concentrar su atención en la rivalidad con China y prestar mayor apoyo a Taiwán. Al mismo tiempo, una Rusia derrotada podría verse forzada a llegar a algún tipo de entendimiento con el mundo euroatlántico, poniendo fin a su asociación con la República Popular. Otro efecto simultáneo de este resultado sería que tanto India como Japón podrían focalizar sus cálculos estratégicos hacia Pekín sin tener que preocuparse por la variable rusa. Un escenario de inestabilidad interna en Rusia o—en el caso más extremo—un cambio de régimen, sería, por añadir una última hipótesis, la peor de las pesadillas para Pekín. Por resumir, sería fundamental para China evitar una derrota rusa.

Pero tampoco una victoria decisiva de Moscú sería necesariamente favorable. El margen de maniobra chino se reduciría en el caso de que Rusia ya no tuviera que depender en tan alto grado de la República Popular. El pago en yuanes de sus importaciones de gas y petróleo, el oleaducto “Power of Siberia 2”, o el ferrocarril que une a China con Kirguistán y Uzbekistán, son proyectos que han podido salir adelante por las circunstancias de la guerra. De otro modo, el Kremlin no habría aceptado la creciente penetración china de Asia central.

La cronificación del conflicto y el desgaste de Rusia y de Occidente sería teóricamente el escenario que más beneficiaría a los intereses chinos. Se reduciría la presión norteamericana en el Indo-Pacífico y la competición económica con Europa en Eurasia, y contaría con mayor libertad de acceso a Asia central. Al no participar directamente en la guerra continuaría acumulando capacidades, y se encontraría en mejores condiciones para resolver el problema de Taiwán. Ningún gobierno puede, no obstante, controlar la dinámica de una guerra. Pekín juega varias cartas simultáneamente, pero no todas ellas son compatibles entre sí. Atrapada en su relación “sin límites” con Rusia—aunque ha dejado de utilizar ese calificativo—busca reducir el impacto de una agresión que, en vez de salvar al mundo para la autocracia, no ha hecho sino entorpecer las ambiciones chinas.

El incidente del globo salpicará la dinámica internacional por mucho tiempo. Nieves C. Pérez Rodríguez

El secretario de Estado Antony Blinken afirmó que Estados Unidos no tiene dudas de que el globo chino derribado en el espacio áreo estadounidense era un aparato espía reconfirmando así las primeras teorías y suposiciones. Pasadas un par de semanas del incidente y con información veraz y con pruebas en mano de muchos de los componentes recuperados del artilugio, la Administración Biden está convencida de la auténtica naturaleza de éste.

Los globos son una vieja técnica empleada primero en 1794 por los franceses durante la Revolución Francesa, luego por los Estados Unidos en 1862 durante la Guerra Civil y desde entonces han sido utilizados a lo largo de la historia con mucha frecuencia por ser una tecnología relativamente económica que ha podido dar a los Estados información privilegiada y de primera mano desde el aire. Pero con la llegada de los satélites los globos fueron dejados a un lado y se dedicaron muchos más recursos al desarrollo de satélites que a su vez han sido clave en las telecomunicaciones de última generación.

A razón del incidente del globo chino, el uso de estos ha comenzado a cuestionarse porque con la excusa de que son globos de uso civil pueden en efecto estar siendo usado con propósitos más grises. En este sentido, Naciones Unidas acaba de publicar un informe en el que afirma que alrededor de 1000 globos meteorológicos despegan de unas 900 localidades diferentes del planeta cada día. De acuerdo con la Agencia de Cooperación Climática de la ONU, estos globos son claves para observar y estudiar la atmosfera y por tanto juegan un papel importante en el sistema de observación global, proporcionando información vital para el monitoreo y las predicciones climáticas.

Pero en medio de la polémica se especula y se teme que en efecto muchos de los globos en el aire estén haciendo trabajo de espionaje. El Financial Times informó hace un par de días de que docenas de globos militares chinos habían sido vistos en el espacio aéreo taiwanés en años recientes. Y el ministro de defensa de Taiwán agregó que “han detectado globos chinos climáticos pero que si llegarán a hallar un globo espía no dudarían en derribarlo”.

En este sentido, un militar taiwanés dijo haber encontrado un globo meteorológico estrellado que sobrevoló Dong yin, una isla controlada por Taiwán a las 11 am del martes pasado y que posteriormente fue encontrado en lo que parece haber sido un accidente, al que el ministro de defensa taiwanés dijo que necesita investigar más antes de poder llegar alguna conclusión de lo ocurrido, informó Kelly Ng periodista de BBC.

La polémica del globo espía derribado por los estadounidenses junto con la certeza de que hay decenas de globos (sin identificar su naturaleza) volando por todo el planeta ha abierto un nuevo debate diplomático y ha caldeado la ya tensa relación entre Beijing y Washington.

La respuesta inmediata ante el descubrimiento del aparato fue suspender la visita del secretario de Estado a China, lo que se entiende como una respuesta apropiada primero para manifestar incomodidad y desacuerdo y en segundo lugar para marcar distancia y castigar al enemigo.

Sin embargo, en medio de la fuerte tensión entre Washington y Beijing, el Pentágono envió a Michael Chase, el más alto representante en el área de defensa de la oficina de China en una visita a Taiwán que ha dejado desconcertados a algunos puesto que es la segunda visita de este nivel que tiene lugar en cuatro décadas.

En 1997, el republicano Newt Gingrich visitó Taiwán junto con otros once miembros de su cámara en una visita oficial que tuvo una duración de tres días. Veinticinco años después, durante el verano del 2022, Nancy Pelosi, la ex presidente de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos, visitó Taipéi en medio de otra polémica y quejas diplomáticas chinas debido a que se había filtrado con anticipación que estaba preparándose el viaje.

Además del destacado perfil político de Pelosi, con una trayectoria de treinta y cinco años en el Congreso y siempre crítica con las violaciones de derechos humanos en China, Pelosi es una mujer muy respetada internacionalmente por su larga trayectoria y además, por su cargo, era la segunda en la línea de sucesión a la presidencia de los Estados Unidos en caso de que a Biden le sucediera algo.

Aunque la reciente visita de Michael Chase ha sido manejada con relativa discreción, el Pentágono afirmó que Estados Unidos apoya a Taiwán y tiene una estrecha relación en materia de defensa con la isla frente a los riesgos y amenazas que representa la Republica Popular China.  “Nuestro compromiso con Taiwán es como una roca sólida y contribuye a mantener la paz y la estabilidad a lo largo del Estrecho de Taiwán y con la región” dijo el portavoz del Pentágono Martin Meiners.

Es probable que Beijing prepare su artillería y repita su comportamiento una vez que Pelosi terminó su visita y vuelva a la carga con ejercicios militares de gran escala y vuele misiles balísticos sobre Taiwán en señal de desacuerdo y de demostrar que están listos para defenderse si fuera necesario y de que están decididos a seguir el plan del Partido Comunista Chino de incorporar Taiwán a China tal y como lo han venido diciendo por décadas. El incidente puede seguir desencadenando más choques y asperezas que ni Dios quiera sigan remontando …

INTERREGNUM: China-EE UU: la espiral que no cesa. Fernando Delage

Aunque el incidente del globo espía chino aún no ha llegado al final de su recorrido, ha hecho evidente cómo, en un contexto de competición estructural entre dos grandes potencias, cualquier hecho menor puede magnificarse. El problema no es que China espíe—sería del todo anormal que no lo hiciera—, sino que el incidente haya distraído a ambos gobiernos con respecto a cuestiones mucho más relevantes. Y que lo haya hecho, además, cuando—tras el encuentro entre Biden y Xi Jinping en noviembre—se había restaurado la intención de volver al diálogo. La suspendida visita a Pekín del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, tenía precisamente como objetivo intentar avanzar hacia alguna fórmula estable de interacción entre los dos países. Su encuentro en Múnich el pasado sábado con su homólogo chino, Wang Yi, reunión que no se confirmó hasta el último momento, no sirvió más que para una nueva escalada retórica en sus denuncias mutuas.

Tanto Blinken como Wang se encontraban, es cierto, con un limitado margen de maniobra. Por parte norteamericana, el globo espía no ha hecho sino agravar la percepción de la amenaza china, convertida en tema central de la política nacional. Por parte china, no puede descartarse que todo haya respondido a un fallo de coordinación, y que la trayectoria del globo en cuestión fuera desconocida por los máximos dirigentes. No tiene realmente sentido que el presidente chino diera su visto bueno a una incursión en el espacio aéreo de Estados Unidos cuando trataba de rebajar la tensión con Washington.

Sin embargo, tras un breve intento de disculpa inicial, el gobierno chino pasó a la ofensiva. El portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores culpó a Washington de exagerar la cuestión y “recurrir a la fuerza de manera inaceptable e irresponsable” al derribar al artefacto, además de atribuirle el despliegue de sus propios globos espía sobre territorio chino. En Múnich, fue el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, quien advirtió a Washington sobre la “erosión de la confianza mutua y el riesgo de un accidente”. Urgió asimismo a Estados Unidos a “cambiar de dirección, y a reconocer y reparar el daño causado a las relaciones bilaterales”.

Lejos de atender sus sugerencias, Blinken dio a entender que China podría estar dispuesta a proporcionar ayuda militar a Rusia en su campaña contra Ucrania; un comentario que resta credibilidad al anuncio hecho por Wang de que Pekín ofrecerá una propuesta para poner fin a la guerra. Lo que intenta la República Popular es tratar de normalizar la relación con los europeos después de haber levantado las restricciones por la pandemia y, de paso, evitar un completo alineamiento del Viejo Continente con Estados Unidos. Antes de acudir a la Conferencia de Seguridad de Múnich, Wang visitó Francia e Italia, y esta misma semana viajará a Hungría y Moscú. La preparación de los próximos viajes de Macron y Meloni a Pekín le ofrecieron una oportunidad para tantear el terreno, aunque con escasos resultados, pues China no abandona la posición de que Estados Unidos y la OTAN son los responsables del conflicto en Ucrania.

Las circunstancias no facilitan pues la restauración de un entorno de estabilidad. Es habitual que, en las relaciones entre Estados Unidos y China, se produzca cada cierto tiempo una crisis, cuya consecuencia es el bloqueo diplomático, hasta que ambas partes coinciden en que ha llegado el momento para un deshielo y retoman las conversaciones. La crisis del globo espía es aún muy reciente. Pero el calendario electoral norteamericano no ayudará a una rápida desescalada. De cara a su reelección, Biden puede estar predispuesto a reforzar su línea dura hacia China. Mientras, tampoco Xi puede ceder cuando observa a los aliados europeos y asiáticos de Estados Unidos formando un frente común contra la República Popular. El previsto viaje a Moscú del presidente chino podrá darnos, no obstante, algunas claves sobre lo que cabrá esperar en los próximos meses.