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INTERREGNUM: ¿Burbuja asiática? Fernando Delage

El ascenso de Asia, con China al frente, es la gran historia económica y geopolítica de nuestro tiempo. Multitud de trabajos han estudiado las causas e implicaciones de una transformación que está alterando la distribución de poder en el planeta, y cuya continuidad también parece asegurada según informes de referencia. El Banco Asiático de Desarrollo, por ejemplo, estimaba hace unos años que, hacia 2050, Asia representaría el 52 por cien del PIB global y recuperaría así la posición central que ocupó hace 300 años, antes de la Revolución Industrial.

¿Podría estar ocurriendo, sin embargo, que esa fase de crecimiento esté llegando a su fin? La práctica totalidad de los gobiernos de la región afrontan unos desafíos de considerable magnitud: pronunciados desequilibrios demográficos; sistemas políticos que no han evolucionado al mismo ritmo que la economía; expectativas sociales a las que las autoridades no han podido responder; una desigualdad en aumento; un modelo económico orientado al exterior que se ha visto afectado por los cambios estructurales en la globalización y la rivalidad China-Estados Unidos; la destrucción medioambiental; o el impacto de la automatización y la revolución tecnológica. Y a todos ellos se suma la destrucción ocasionada por la pandemia, de un alcance aún incierto pero demoledora para los países más vulnerables.

El examen de estas variables es el objeto de un reciente libro de Vasuki Shastry, un periodista de origen indio con una larga experiencia profesional en el FMI y en el sector financiero privado.  Has Asia lost it? Dynamic past, turbulent future (World Scientific, 2021) es un retrato del continente que se aleja de las más frecuentes perspectivas macro para contar desde el terreno la percepción de aquella parte de la población que no parece haberse beneficiado del “milagro asiático”. Es la tesis de Shastry que el crecimiento de Asia se debió a la conjunción de unos factores económicos y políticos que se mantuvieron durante cinco décadas, pero difícilmente se prolongarán en el tiempo. Y su mayor preocupación es que las ganancias de ese crecimiento, especialmente a lo largo de los últimos años, se han concentrado en las elites políticas y empresariales, privando a los más jóvenes de oportunidades para su movilidad social.

El desarrollo de Asia carece de precedente en el mundo posterior a 1945. Más de 1.500 millones de personas han abandonado la pobreza en una generación. La tarea permanece sin embargo incompleta, como revela el índice de Desarrollo Humano de la ONU: en la edición de 2019, India ocupaba el puesto 129, Filipinas el 106, Vietnam el 118, Indonesia el 111, y Bangladesh, Pakistán y Myanmar aún por detrás. Es un índice que, al contrario de aquellos otros que se limitan a medir el aumento del PIB, refleja el verdadero estado de salud de una nación. Y lo cierto es que mientras Asia sigue siendo objeto de admiración por su crecimiento económico, se presta escasa atención al limitado desarrollo institucional de sus Estados y a los insuficientes mecanismos de protección social.

En un libro que combina el rigor de un estudio académico con la inmediatez del reportaje, el autor pasa revista a ese conjunto de retos que afrontan las naciones asiáticas en desarrollo y que les impiden alcanzar a sus vecinos más ricos (Japón, Corea del Sur, Taiwán y Singapur). La trampa de los ingresos medios no es sólo una advertencia de los economistas, es también una barrera social que puede neutralizar las proyecciones estimadas para la región. Shastray ha escrito un saludable correctivo al hiperoptimismo sobre Asia, que constituye al mismo tiempo una detallada radiografía de los problemas a corregir. (Foto: Flickr, thetaxhaven)

THE ASIAN DOOR: La revolución de Xi Jinping. Águeda Parra

El próximo 27 de noviembre, y durante tres días, comienza la visita de Estado del presidente chino, Xi Jinping, a España, la primera que realiza a nuestro país. Un año muy especial para las relaciones diplomáticas entre ambos países ya que el pasado 9 de marzo se celebraron los 45 años del establecimiento de relaciones bilaterales entre España y China. Desde que en 2005 visitara nuestro país el anterior presidente chino, Hu Jintao, China ha seguido consolidando un gran desarrollo económico hasta convertirse en uno de los grandes protagonistas de la geopolítica y la geoestrategia mundial.

Con esta visita a España, Xi Jinping pone de manifiesto la buena relación existente entre ambos países con el objetivo de seguir reforzando la colaboración impulsando proyectos de cooperación conjunta. El fomento de la nueva Ruta de la Seda será una de las iniciativas que presente mayor interés entre ambas partes, con el objetivo de que España tenga una mayor participación de la mayor iniciativa de desarrollo de infraestructuras mundial. De esta manera, China busca que los proyectos de la Franja y la Ruta, como también se denomina a la iniciativa en España, se extiendan por toda la geografía europea.

La visita de Xi Jinping se produce además cuando se conmemoran los 40 años de las reformas promovidas por Deng Xiaoping en 1978, con las que China consiguió iniciar una época de reformas económicas y de apertura que supuso la mayor progresión económica y social de la historia para una población de la dimensión de la china, y en tan poco tiempo. A diferencia de Deng Xiaoping, que abordó esta etapa apostando por mantener un perfil bajo, la era de Xi se caracteriza por tomar una actitud de mayor protagonismo en las cuestiones de política exterior, apostando por una China moderna que persigue el liderazgo en temas geopolíticos y geoestratégicos tomando decisiones que marcarán el futuro del mundo.

En la llamada cuarta revolución de China, ésta que ha comenzado con la era de Xi Jinping, el gigante asiático aborda otro tipo de retos a aquellos que tuvo que enfrentar Deng Xiaoping durante la conocida como tercera revolución. En aquel momento, el gran reto era conseguir recuperar la economía de China tras el fracaso del proyecto de industrialización masiva que supuso el “Gran Salto Adelante” ideado por Mao Zedong, y que condujo a la población china a la mayor hambruna conocida en la historia mundial. Bajo la máxima de su famosa frase “No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato”, Deng Xiaoping inició una etapa de reformas promoviendo un cambio de una economía basada en la agricultura a una orientada a la manufactura. Como resultado, se promovió el traslado de las áreas rurales a las ciudades, que comenzaron a albergar las denominadas zonas económicas especiales (ZEE). La primera de ellas en la ciudad de Shenzhen, que pasó de ser una aldea de pescadores en 1980 a convertirse en uno de los más importantes hubs de innovación del mundo. La reducción de la pobreza, el aumento de la renta per cápita, la política del hijo único, son también parte de este gran legado de Deng Xiaoping en su tercera revolución.

En la era de Xi Jinping, en la cuarta revolución, China ya ha consolidado el proceso de transición de una economía socialista planificada a una economía de mercado, para abordar una nueva etapa, si cabe igual o más desafiante que la anterior, con el objetivo de avanzar hacia la transición de una economía avanzada. Eso significará que China habrá alcanzado el estatus de economía de ingresos de nivel medio-alto, un objetivo que, sin embargo, debe conseguir antes de que la población envejezca. Y existe un alto riesgo de que no lo consiga ya que, teniendo una quinta parte de la población mundial, se estima que para 2030 la población mayor de 65 años superará a los menores de 14 años, de ahí que China disponga apenas de dos décadas para conseguir uno de los grandes desafíos que caracterizan esta cuarta revolución de Xi Jinping.

Por ello, a pesar de que China es actualmente el primer exportador del mundo y el segundo importador, el país necesita todavía de ciertas reformas que permitan que el gigante asiático aborde una cuarta etapa de revolución económica tan importante como aquella tercera liderada por Deng Xiaoping. Durante los primeros cinco años de Xi Jinping, la economía ha crecido a una tasa media anual del 7%, y aunque la economía china comienza a mostrar síntomas de desaceleración, registrando un crecimiento del 6,7% interanual en el tercer trimestre del año, el reto para el presidente chino es seguir manteniendo tasas de crecimiento similares que le permitan consolidar la transformación económica y social que pretende China en las próximas décadas.