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Maduro en Pyongyang. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- 2019 empezaba con una gran esperanza para Latinoamérica. Juan Guaidó, como presidente del órgano legislativo venezolano, asumía las riendas del Estado en cumplimiento de la Constitución y en respuesta a la usurpación de la presidencia de manos de Nicolás Maduro. Parecía que las fuerzas democráticas del mundo se alineaban para apoyar ese movimiento que podría devolver la magnificencia a ese país bendecido por la naturaleza, que Chávez corrompió hasta las entrañas.

Venezuela no sólo cuenta con las reservas petroleras más grandes del mundo, sino que está ubicado privilegiadamente en el norte de Sudamérica, por lo que sus riquezas son infinitas, selva, Andes, Caribe, sabanas, ríos y médanos. Un país que podría vivir del turismo, producir alimentos para satisfacer la demanda interna y hasta exportar algunos de estos productos (tal y como era antes de la era chavista). Pero en vez de eso, hoy sus ciudadanos mueren de hambre por falta de alimentos o a causa de enfermedades que fueron erradicadas y que han retornado gracias a la gestión sanitaria del régimen y sus asesores cubanos.

Un país que debería ser potencia regional se encuentra en ruinas y exportando millones de ciudadanos desesperados que se resisten a perder su libertad y la esperanza a un futuro digno. Mientras que el régimen invita a las FARC y al ELN a instalarse en territorio venezolano para que cómodamente puedan encargarse del narcotráfico y la explotación minera ilegal, que, valga acotar, está produciendo un daño ecológico irreparable.

En medio de la peor crisis que atraviesa el país, Juan Guaidó ha conseguido el reconocimiento de 56 países democráticos y representación en la OEA y el BID; el reconocimiento de sus 35 embajadores, y la protección de activos estratégicos como CITGO, entre otras cosas.

Mientras, el régimen de Maduro intenta ganar tiempo con diálogos en Noruega y Barbados. Washington, por su parte, empieza a perder la paciencia y cambia su estrategia y saca a la luz que está dialogando con altos cargos de Maduro para conseguir fracturar lo que queda del chavismo y sus profundas divisiones.

En medio de esta situación, al régimen no se le ocurre más que abrir una representación diplomática en Pyongyang, uno de los peores enemigos de Occidente y la democracia. Queriendo enviar un mensaje de normalidad, acaban enviando un mensaje desesperado de que no saben qué hacer. Corea del Norte es un país quebrado y sancionado por los cuatro costados, debido a su empeño en permanecer hermético al mundo y su empeño en continuar su carrera nuclear y misilistica. Un régimen que no puede aportarle nada a Maduro más que alinearlo aún más en el club de los rebeldes del mundo.

Las relaciones bilaterales entre el régimen de Pyongyang y el régimen chavista datan del 2013, el mismo año en que Hugo Chávez fallece y a cuyo funeral asistió el embajador norcoreano en La Habana. Esta visita sirvió para mostrar el apoyo de Corea del Norte con la mal llamada revolución chavista y una vez más ponía al descubierto la mano negra de los Castro detrás del movimiento.

Posteriormente, Corea del Norte decidió abrir su propia sede diplomática en Caracas en 2015 encabezada por Ri Sung-gil. Más adelante, en noviembre del 2018, Kim Yong-nam -presidente de la Asamblea del Pueblo o parlamento norcoreano- visitó Venezuela y se reunió en privado con Maduro. Esta visita sirvió según EFE para estrechar lazos diplomáticos entre ambos. En el marco de la visita se aprovechó también para firmar un memoradum de entendimiento político.

Hoy en día son cinco las naciones de América Latina que cuentan con sedes diplomáticas en la capital norcoreana; Brasil, Perú, México, Cuba y ahora Venezuela. Y casualmente unas semanas antes de la inauguración de ésta última sede, se vio en redes sociales al hijo de Maduro de visita en Pyongyang, en un evento al puro estilo de la tiranía de los Kim, en donde el culto a la personalidad del líder centraba la atención.

Maduro sabe que no hay vuelta atrás. No confía en nadie, ni en nada. Sabe que su régimen es culpable de la peor tragedia humanitaria que ha enfrentado la región. Son conscientes de la destrucción que han ocasionado. Conocen las consecuencias de haber transformado un Estado en un narcoestado al servicio de sus intereses y los intereses de los Castro. Maquiavélicamente, ideologizaron a las clases más vulnerables para conseguir votos, mientras pagaban a quienes les servían para llenar las calles en las concentraciones que lucían por los medios de comunicación para dejar claro que la gente los quería.

Maduro sabe que está naufragando en aguas muy profundas. Su embajada en Pyongyang es sólo una muestra de ello, es una patada de un ahogado que, en un intento desesperado por sobrevivir, usa sus últimas fuerzas para nadar, pero que en medio de la gran confusión y miedo dirige sus esfuerzos mar adentro en vez de buscar la orilla.

Mafias chinas en Latinoamérica. Nieves C. Pérez Rodríguez

La presencia china en cualquier región del planeta a día de hoy es un hecho. Un informe del Foro Económico Mundial sostiene que China invirtió entre el 2003 y el 2017 más de 110.00 millones de dólares en América Latina y el Caribe, siendo el principal socio comercial de Argentina, Chile, Perú y Uruguay, y el segundo de México. Mientras que La mayor parte de la inversión china en esta región se concentró en Brasil seguido por Perú, Argentina, Cuba y Jamaica, de acuerdo a la Red académica de América Latina y el Caribe sobre China.

Estos números muestran cómo China impacta en estos países y en sus economías, pero también puede ser un indicador de más datos, que a su vez no están cuantificados por razones complejas. Por ejemplo, el número de inmigrantes chinos en América Latina, que es un gran enigma, lo que se debe en gran parte a la incompetencia de los Estados receptores de estas comunidades, o incluso complicidad como sucedió en Venezuela, bajo el liderazgo de Hugo Chávez quién documentó con pasaportes venezolanos a un gran número de ciudadanos chinos para garantizarse sus votos en elecciones, a pocos años de haber tomado posesión, a mediados de la primera década del 2000.

En Argentina existen triadas o bandas criminales chinas. Pixiu (que significa protector) opera en Buenas Aires, y se dedica básicamente a la extorción de los propietarios de las tiendas de alimentación chinas, a cambio de protección. Su modus operandi es la represalia a quién no pague su cuota, bien sea con tiros en las piernas, incendio de locales, o la muerte. Sus miembros son todos chinos (venidos de China o nacidos en la diáspora), los mediadores son chinos también, pero los sicarios en la mayoría de los casos son de otras nacionalidades para evitar que los relacionen con el crimen en cuestión. Como sucede en todas las comunidades, se establecen en pequeños grupos que tienen presionados a sus propios compatriotas.

Durante mucho tiempo, las fuerzas de seguridad suramericanas ignoraron este peligro, pero en los años más recientes se está prestando mayor atención porque se han podido comprobar vínculos de las triadas con organizaciones con Primeiro Comander da Capital, (organización criminal brasileña muy peligrosa) y con cárteles mexicanos como Los Zetas, Sinaloa o el Cartel de Juárez.

Las actividades de estos grupos se centran en el tráfico de personas, que movilizan desde China hasta Suramérica y muchos de los cuales trabajan duramente para pagar sus viajes. Otra práctica es el lavado de dinero; las mafias chinas ayudan a los carteles suramericanos a lavar grandes sumas usando empresas creadas en China y Hong Kong, a través de transferencias internacionales.

La triple frontera, esa curiosa T que forman el encuentro del río Iguazú con el río Paraná separando a Brasil de Argentina y dejando al oeste a Paraguay, según Vanessa Neumann, presidenta de la consultora Asymmetrica, en un mini Estado que beneficia a una élite corrupta mientras mantiene un gran centro de lavado de dinero, eficiente para el crimen organizado y el tráfico de tabaco, y una máquina de producción de dinero para grupos como Hezbolá. Neumann sostiene enfáticamente que los líderes del comercio paraguayo a través de la triple frontera son los chinos y los libaneses. Y las FARC colombianas, por su parte, también se han beneficiado de la triple frontera y las áreas de libre mercado en el Caribe y Panamá para movilizar contrabando.

Durante la conversación que 4Asia sostuvo con Neumann, nos aseguraba que el tráfico de tabaco proviene en su mayoría de las fábricas de Horacio Cartés en Paraguay y viaja a China en unos misteriosos vuelos que salen del aeropuerto Guaraní, ubicado en la ciudad del Este del Paraguay -en la triple frontera-. Estos aviones aterrizan ahí cargados de ropa y electrodomésticos de contrabando chino y regresan a China con el tabaco. Neumann está convencida de que debe haber también contrabando de armas chinas, pero apunta no haber podido confirmarlo. “El contrabando del tabaco a China es un tema muy complicado” afirma, porque está prohibida la importación de marcas extranjeras; técnicamente es un mercado cerrado, de dominio y control del Estado. Sin embargo, los militares chinos (PLA) tienen un sistema de corrupción y tráfico ilícito de tabaco que aprovechan para financiarse.  Igualmente, nuestra entrevistada asegura que ese tráfico ilícito de tabaco beneficia a Corea del Norte que se sustenta de todo tipo de comercio legal o ilegal con China.

Desafortunadamente, la existencia de organizaciones criminales y el contrabando son prácticas bastante comunes en todos los Estados, incluidos los que con gran sofisticación previenen y combaten la proliferación de las mismas. Lo llamativo es que estás prácticas existan en un Estado como el chino, que mantiene excesivo control y penalización de sus ciudadanos. El hecho de que las fuerzas militares chinas manejen el contrabando del tabaco en su territorio, es conocido por el Estado, quien podrían erradicarlo y sin embargo lo permite. Así como han permitido el lavado de dinero que durante años ha tenido lugar en China, pero que oportunamente ha favorecido el crecimiento de su economía.

La doble moral del Estado chino ha sido pertinentemente puesta en práctica para favorecer los intereses del Estado y su perpetuación. (Foto: Ludovic Tolar, Flickr.com)