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¿Qué pasó con Peng Shuai? Nieves C. Pérez Rodríguez

La desaparición de Peng Shuai, la conocida tenista china, ha generado un revuelo internacional mucho mayor que el que anticipó el Partido Comunista Chino cuando eliminó su publicación del 2 noviembre en su cuenta de Weibo.

Weibo es la red social china equivalente a Twitter  y que cuenta con unos 445 millones de usuarios. Peng publicó un largo mensaje en el que aseguraba que había sido forzada a tener un encuentro íntimo con Zhang Gaoli, un alto dirigente del partido comunista, un personaje que no solo ha dirigido como segundo a bordo un ministerio chino, sino que ha liderado el Politburó del PC chino. Desde entonces ha estado desaparecida de la vida social china.

Peng ha tenido una carrera prominente y su fama tras ganar Wimbledon en 2013 y Roland Garros en 2014. Desde entonces, la prensa deportiva siempre la ha tenido presente, aunque ya no está en el pico de la fama como en su mejor época. Sin embargo, ha sido una tenista respetada por su trayectoria, vista como una estrella en China y cuenta con amigos internacionales debido a sus competiciones.

En efecto, algunos de esos amigos salieron a las redes sociales a pedir explicaciones de la desaparición de Peng. Con el #WhereisPengShuai Twitter ha tenido una avalancha de comentarios y publicaciones y muchos medios han dado cobertura a la noticia de la desaparición de la atleta. El basquetbolista Enes Kanter, que se ha dedicado hacer campaña a favor de los derechos humanos en los últimos meses, escribió un artículo de opinión en el Wall Street Journal en el que pedía que las Olimpiadas fueran reconsideradas por el bien la tenista. Otros, como la joven tenista Naomi Osaka y muchos otros atletas, se sumaron a la pregunta: ¿Dónde está Peng Shuai?

Naciones Unidas preguntaba dónde está Peng Shuai por Twitter mientras que en Washington D.C., durante el fin de semana, tuvo lugar una concentración en apoyo a Peng, y hasta el Ministerio de Relaciones Exteriores británico urgía a China a mostrar evidencias del paradero de la tenista.

Fue tal la presión internacional que curiosamente el pasado fin de semana Peng aparecía en videos muy cortos subidos a Twitter, plataforma que no cuenta con autorización para operar en China pero que claramente fue subido allí para calmar la cantidad de preguntas de personalidades prominentes y autoridades internacionales que han venido reclamando conocer el paradero de la atleta.

Los videos, todos muy cortos, mostraban a la china en un torneo de tenis en la que participaba como invitada junto a otras autoridades, pero que en el fondo se veía muy poca gente presente en las gradas. O una cena con su entrenador y un grupo de amigos que claramente se hizo para difundir y en el que se mencionaba el día que se había grabado, para que no se pudiera especular que era un video previo al incidente.

También sostuvo una videollamada con el presidente del Comité Olímpico Internacional Thomas Bach a quien le dijo que se encontraba bien mientras pedía respeto por su privacidad. Curiosamente, privacidad que ella misma alteró con la publicación en la que confesaba un episodio oscuro de su propia vida. Bach publicaba un comunicado posterior a la videollamada en el que decía que fue positivo verla pero que seguía la duda que estuviera libre y pueda tomar decisiones propias libremente.

Al final, todo esto refleja que China, aunque se empeñe en seguir cerrada y mantener a sus ciudadanos absolutamente controlados, hasta por sus opiniones en redes sociales les hace pagar un precio por ello. Ni siquiera el ser una atleta de primera categoría, que ha dejado a China en lo alto, ha blindado a Peng de las duras practicas del PC chino.

Pero, además, el hecho de que Beijing ha sentido la presión internacional hasta el punto de que ha decidido sacar a la tenista a dos eventos públicos, publicar fotos y videos y le ha permitido hablar con el presidente del Comité Olímpico internacional, es una demostración de que por más que se empeñen en cerrarse y en reclamar el principio internacional de no intervención en sus asuntos internos, en un mundo cada vez más globalizado no se pueden aislar del todo.

Si China necesita al mundo para vender sus mercancías, para seguir creciendo económicamente, para liderar internacionalmente las organizaciones de poder e influencia internacional, también le toca asumir la cuota de responsabilidad que viene con ese liderazgo que tienen y que quieren seguir aumentando.

El caso de esta atleta es un gráfico ejemplo de la manera como opera el PC chino, pero también del mundo global, con sus ventajas y desventajas, el mundo de las redes sociales y el gran impacto que tienen en nuestra vida cotidiana. Y hasta el gobierno chino con sus sistemas de vigilancia social tan sofisticados tendrá que asumir parte del coste político y diplomático de esta nueva realidad.

 

Qué significa el cambio de estatus para Hong Kong (II). Nieves C. Pérez Rodríguez

Hong Kong atraviesa uno de los momentos más duros de su historia. Hace justamente un año que el pueblo salía a las calles a protestar en contra de la ley de extradición. Protestas que han permanecido activas durante doce meses sin parar a pesar del alto costo para la economía y sus propios ciudadanos. Los hongkoneses intuían que tenían que seguir en las calles para demostrarle al mundo su rechazo a la injerencia china en su sistema jurídico y por tanto en su territorio, a pesar de estar bajo la fórmula “un país, dos sistemas”.

Ahora la situación es bastante más compleja que hace un año debido a la aprobación de la ley de seguridad nacional china, que según los analistas amenaza las libertades civiles y políticas fundamentales en Hong Kong. Y que pone en las manos del Partido Comunista chino el futuro de este territorio que conoció democracia en su mayor florecimiento.

Para entender lo que significa para Hong Kong el nuevo estatus, incluido el posible revocamiento del estatus económico especial que le concedió Washington en los años 90, 4Asia conversó con Greg Knowler, editor en Europa de “Journal of Commerce”, revista especializada en comercio e intercambios internacionales.

Knowler tiene una larga trayectoria cubriendo transporte y logística en Europa y Asia Pacífico. Trabajó durante diecisiete años en Hong Kong y conoce profundamente la actividad económica de la isla. A continuación, lo que nos dijo:

“La razón por la cual Hong Kong evolucionó y se convirtió en un centro financiero y comercial es precisamente por su estatus de libre mercado, con un poder judicial independiente, un estado de derecho, supervisión regulatoria y bajos impuestos y libertad de expresión.

En cuanto al trasporte y la logística, debido a que Hong Kong no es parte de la China continental -por su ubicación geográfica- depende totalmente del movimiento transfronterizo de carga tanto del puerto como del aeropuerto, desde donde sale la carga que se transborda a los mercados extranjeros.

Si se perdiese la autonomía, el estado especial de la zona se vería amenazado, pero mis contactos en Hong Kong insisten en que la economía hongkonesa y la china están intrínsecamente unidas y mutuamente dependientes. Por lo que no creen que Beijing tenga interés alguno en cambiar esa realidad.

En cuanto a la amenaza de Washington de acabar con el estatus económico preferencial, sospecho que es sólo una amenaza, sólo una retórica mal dirigida que terminará perjudicando negocios estadounidenses en Hong Kong. Dicho esto, no se debe subestimar la intolerancia del Partido Comunista chino a la disidencia, y la frustración de no haber podido acabar con las protestas en Hong Kong.

La fuerza policial de Hong Kong pasó de ser un cuerpo de seguridad querido y respetado por la sociedad civil, a ser visto como la extensión del poder de Beijing en territorio hongkonés. Y la imposición de la ley de seguridad nacional les dará aún más autoridad.

Pero al final, lo que debería mantener aislado y a salvo a Hong Kong de los elementos destructivos del gobierno del Partido Comunista Chino es, precisamente, su papel como centro financiero y de intercambios comerciales. China no puede permitirse acabar con eso”.

Paradoja hongkonesa

Ante los nuevos planes de China para reducir las libertades heredadas por Hong Kong del dominio británico y homologar sus normas al resto de China la reacción occidental ha sido la esperada: protestas airadas de EEUU, Reino Unido y Canadá, acompañadas de sanciones que, a la vez, dejan puertas abiertas al entendimiento, como parece lógico; y puesta de perfil de la Unión Europea bajo la eterna coartada de la prudencia. Las cartas están repartidas y el juego se mantiene aunque haya nuevos datos sobre la mesa.

A pesar de los discursos propagandísticos de Pekín sus compañeros de viaje y de las réplicas catastrofistas de algunos expertos, China no va a salir de la crisis de coronavirus mejor que antes. De hecho, las autoridades están haciendo previsiones de gastos ante eventuales crisis sociales como consecuencia del frenazo económico y para eventuales inversiones estratégicas. El gobierno prevé movilizar más de 800.000 millones de eurosentre gasto gubernamental, emisión de bonos públicos estatales y de los gobiernos territoriales e inversiones en proyectos de infraestructuras.

Pero, además de que, como todas las economías, China va a sufrir una contracción de la suya, tiene a la vez algunas dificultades estructurales que condicionan sus planes y le restan capacidad de maniobra. Por una parte se mueve en una cultura de gasto público ligada a su tradición política que necesita reducir pero que no consigue con rapidez, y, por otra, tiene una dependencia energética del exterior que le imponen una política de alianzas y accesos a fuentes no siempre coherentes con sus proclamas ideológicas. Aunque el pragmatismo chino es proverbial y creciente.

Al mismo tiempo, las posiciones de EEUU frente a la política china hacia Hong Kong pueden ser contraproducentes y, paradójicamente, allanar los planes chinos de limar la capacidad económica de la ex colonia en beneficio de otras zonas chinas. El presidente Donald Trump ha asegurado que Hong Kong no tiene la suficiente autonomía como para que EEUU le mantenga el anterior estatus, por lo que se derogarán todos los pactos entre ambos, cuestiones como el acuerdo de extradición, los controles de exportaciones o el acuerdo para uso de tecnología. “Tomaremos medidas para revocar el trato preferencial de Hong Kong como territorio aduanero y de viaje separado del resto de China”. No deja de tener razón, pero no parece que esto vaya a disgustar a China.

China, cada día menos democrática. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- 4Asia asistió a la presentación del informe anual de China que prepara la comisión executiva del Congreso de los Estados Unidos. Dicha comisión se creó en el momento en que China estaba preparándose para entrar en la Organización Mundial de Comercio en el año 2000. Y su objetivo principal es monitorear los derechos humanos y el desarrollo de su aplicación en China. 

Hoy en día, la comisión es bipartidista y está compuesta por ocho miembros de la cámara de representantes y nueve senadores, que se han dedicado extensamente de mano de organizaciones y muchos investigadores a hacer el compendio de datos que reflejan la preocupante situación de los derechos humanos en China.

Entre los puntos clave que menciona el informe y que los miembros del congreso remarcaron en su intervención se encuentran:

La libertad de expresión. El gobierno chino y el partido comunista chino continúan restringiendo la libertad de expresión y la libertad de prensa. La situación para los periodistas en China continúa deteriorándose. Así mismo Beijing insiste en el hecho de que mantener internet restringido obedece a razones de seguridad nacional. Se han comprobado numerosos casos de persecución de individuos que han criticado a oficiales del gobierno.

Derechos de los trabajadores. Las prácticas y leyes chinas contradicen los derechos internacionales de los trabajadores y les impiden crear sus propias asociaciones o sindicatos, pues todas las organizaciones están bajo la autoridad del partido comunista chino. Tan sólo el año pasado fueron detenidos por las autoridades chinas más de 50 trabajadores y defensores de estos derechos.

Libertad de religión. Paradójicamente tanto la ley internacional (Pacto Internacional de Derechos civiles y políticos) que ha firmado Beijing, así como las leyes chinas garantizan la libertad de culto. En efecto, la constitución china lo contempla en su artículo 36. Sin embargo, los oficiales chinos continúan haciendo énfasis en la necesidad de continuar la campaña de sinologización de China. Y lo justifican en que se previenen riesgos de seguridad nacional.

Este es uno de los tópicos más sensibles. En China unos 244 millones practican budismo y taoísmo. Alrededor de 10.5 millones de chinos son católicos. Mientras que los protestantes están estimados entre 60 y 80 millones, grupos que ha sido perseguidos con especial énfasis en el último año. En cuanto a los musulmanes se estiman que son unos 20 millones entre los que se encuentran los hui, a quienes se les daba un poco de libertad para practicar el islam.  Sin embargo, a finales del 2018 el gobierno de la Región Autónoma de Ningxia -región de los huis- firmó un acuerdo de cooperación antiterrorista con el gobierno de Xinjiang. Y justo después se ha observado la intensificación de controles de inspección, manejo de medidas religiosas de manos de las autoridades, y curiosidades como el izado de banderas chinas en mezquitas por citar un ejemplo.

Los uigures son una de las minorías musulmanas a las que todos los miembros de la comisión reconocieron como uno de los grupos más perseguidos de la historia reciente. Es más, Christopher Smith -representante de New Jersey- dijo que es lo más parecido a lo ocurrido en el holocausto, por el tipo de vejaciones y los centros de reeducación.

El Tíbet es una región a la que se le dedica un capítulo sólo por la complejidad y la persecución a la que su población ha sido sometida. La aparición de sistemas de monitoreo social es cada día mayor. Existe una restricción para viajar tanto de los domésticos como de extranjeros que quieran visitar la Región Autónoma del Tíbet. Así como el hecho que no ha habido conversaciones oficiales entre el Dalai Lama y las autoridades chinas desde enero del 2010, mientras que el gobierno tibetano en el exilio sigue pidiendo una vía pacífica para la resolución del conflicto.

4Asia planteó ¿cuáles son las medidas que el Congreso estadounidense está tomando para generar una mayor presión internacional y ganar más aliados para presionar a China a respetar estos derechos fundamentales? Y el presidente de la comisión, el representante de Massachusetts James McGovern, respondió que “estos informes son el primer paso, hacer pública la información”. Y el senador por Florida Marco Rubio también intervino y contestó que “el hecho que el Congreso tenga una comisión bipartidista que investigue y publique lo que sucede es la base para pedir a nuestros aliados que sigan nuestro ejemplo. Pero también tenemos conversaciones permanentes con europeos y otros aliados, intercambiamos información y hacemos visitas oficiales de miembros del congreso a estos países”.

Como afirmábamos al principio, este monitoreo se ha venido haciendo en los últimos veinte años, y este último informe asegura que se ha visto como los derechos humanos en china empeoraron en el 2019.

Desde que Xi Jinping se convirtió en presidente de China en el 2013 se ha visto como el espacio de los derechos humanos no ha hecho más que reducirse. En efecto, este último informe  demuestra que, cuantos más años pasa Xi en el poder, más empeora la situación, y uno de los principales objetivos del gobierno chino han sido los periodistas, por ser quienes informan de dichas arbitrariedades como el uso excesivo de las fuerzas de seguridad y el incremento exponencial de los sistemas de vigilancia y control social. Así como las restricciones religiosas, impidiendo las prácticas públicas, y la persecución de las minorías.

Hong Kong: la sociedad avala en las urnas la revuelta

Los candidatos partidarios de la democracia han logrado 387 escaños de los 452 en juego en las elecciones recientes en la ex colonia británica con una participación del 71,2%, lo que supone un aval abrumador a los grupos que movilizaron las masivas protestas que se desarrollan en Hong Kong desde junio.

China se encuentra ante uno de los desafíos más importantes a su régimen autoritario de las últimas décadas. La sociedad hongkonesa ha exhibido en las urnas, en unas elecciones celebradas en un sistema de garantías heredado de la época de la dominación británica que no conoce ningún otro ciudadano chino del resto del país, su apoyo a las movilizaciones cuyo lei motiv es, precisamente, mantener las condiciones pactadas entre Londres y Pekín en el acuerdo de retrocesión de la colonia a la soberanía de China.

Pekín ha optado hasta ahora por mantener las formas, situar fuerzas militares en los límites de la excolonia e intervenir con ellas en tareas auxiliares, introducir policías experimentados en la novata policía de Hong Kong e ir graduando la fuerza con dureza, pero sin dar lugar a grandes protestas internacionales. El discurso público de respeto y de intentar situar a EEUU como instigador de la revuelta estallaría revelando toda su hipocresía si China actuara con la brutalidad que define a su régimen respecto al resto de sus ciudadanos y minorías como uigures y tibetanos.

La cara amable del gobierno chino tiene en Hong Kong un test que China debe resolver ante una escena internacional que espera la distensión comercial con Estados Unidos, y que China demuestre que quiere jugar al comercio con garantías jurídicas y sin las cartas marcadas.

Hong Kong, un problema pendiente

La situación política en Hong Kong parece estarse descomponiendo, lo que va a ofrecer a Pekín una situación más favorable a imponer una solución de acuerdo con sus intereses. Lo que comenzó como una movilización contra una ley que permitiría trasladar a cualquier otro punto de China a cualquier persona procesada en Hong Kong violando así el estatus de la excolonia británica, con más libertades que el resto de China pactado en la retrocesión, se ha convertido en un movimiento sin horizonte. La policía china ha endurecido su respuesta, los manifestantes han aumentado la violencia y no hay en marcha un liderazgo que conduzca a plantear una salida de la crisis.

En Hong Kong no hay un problema de choque identitario ni de soberanía territorial, sino de libertades. Los habitantes de la colonia británica heredaron unos derechos y unas garantías ausentes para el resto de los ciudadanos chinos desde la victoria de Mao. Con la devolución del territorio a soberanía china, los británicos acordaron un estatus de libertades políticas para sus ciudadanos y comerciales para sus empresas que garantizaran al territorio seguir siendo un espacio de innovación y de intercambio comercial en la vanguardia mundial.

Pero este escenario no es cómodo para China. Aunque admiten el programa de Un país, dos sistemas, la Administración china no tiene integrados ni la cultura, ni los reflejos del respeto a la sociedad civil, del protagonismo de ésta y de las elecciones abiertas con tutela de los jueces.

El choque está servido. Pero no parece que las calles y la violencia deban ser ni el escenario ni los instrumentos para encontrar soluciones. China no es un país democrático y Hong Kong está siendo un ejemplo para el resto de los chinos, pero en el terreno de la fuerza, Pekín no puede ser derrotado en la excolonia. Hong Kong necesita un liderazgo que partiendo de estos supuestos busque una salida acordada. Sobre todo si Europa y EEUU se ponen de perfil para no molestar demasiado a Pekín y las relaciones económicas.

Hong-Kong: El avispero chino. Ángel Enriquez de Salamanca Ortiz

Hong-Kong lleva meses siendo el centro de atención de muchos periódicos y noticias a escala mundial, y es que la región está viviendo la mayor protesta civil desde el fin de la colonización británica en 1997.

¿Qué está pasando en Hong-Kong? El origen de las revueltas se produjo cuando el gobierno de Carrie Lam presentó el proyecto de Ley de Extradición a China, una ley que permitía extraditar a ciudadanos de Hong-Kong para ser juzgados y encarcelados en China. Estas movilizaciones han sido, posiblemente, las más numerosas desde la Ley de Seguridad Nacional del 2003, donde se prohibió a los ciudadanos de Hong-Kong realizar movimientos independentistas, obviamente, en contra del PCCh y de China.

Hasta 1842, la región de Hong-Kong pertenecía a China. El comercio entre China y el Imperio Británico se basaba, en la primera mitad del siglo XIX, en té a cambio de productos manufacturados y de una droga en concreto, el opio. El opio se convirtió en una de las sustancias más adictivas en China y la Dinastía Qing se vio obligada a retirar el producto, confiscar miles de cofres y suprimir el comercio en 1839, algo que no sentó nada bien al imperio británico. Como consecuencia, en este año, comenzó la primera guerra del opio entre China y el imperio británico, que termino con la victoria inglesa, gracias a la superioridad militar  propiciada por la revolución industrial en Europa en la segunda mitad del XVIII. Fue un claro ejemplo de la llamada “Diplomacia de los cañones”. Al término de la guerra, en 1842, se firmó el tratado de Nankín donde China se vio obligada a pagar 21 millones de dólares de plata, abrir varios puertos y a ceder la isla de Hong-Kong. Tras la segunda guerra del opio y por la convención de Pekín se unió la península de Kowloon; la colonia aumentó con los llamados Nuevos Territorios y 235 islas, quedando conformada toda la región en 1898, pero estas últimas se cedieron por un periodo de 99 años, hasta el 30 de junio de 1997.

Con esto, la colonia inglesa de Hong-Kong vivió décadas de crecimiento económico y libertad gracias al marco fiscal atractivo de bajos impuestos. Hasta el fin de la II Guerra Mundial, Hong-Kong se convirtió en el centro comercial del imperio británico. Después de la guerra, durante la década que gobernó John Cowperthwaite, 1961-1971, las cuentas estuvieron en superávit año tras año, un tipo único de impuesto de sociedades del 16,5%, la inexistencia de impuesto sobre las rentas del capital o del IVA son algunas de las ventajas y libertades de las que disfrutaba la región durante el mandato británico después de la II Guerra Mundial: un sistema económico independiente y libertades individuales y políticas. Unas libertades que convirtieron a la isla en un centro  financiero internacional y su economía  pasó a formar parte del selecto grupo de los llamados “Tigres Asiáticos”: Singapur, Taiwán, Corea del Sur y Hong-Kong, denominados así por ser las regiones con mayor crecimiento de Asia. Estas zonas se caracterizaron por tener abundante mano de obra, salarios bajos, carencia de derechos laborales, zonas francas donde las empresas están exentas de impuestos y control de la competencia.

En 1984, Inglaterra y China pactaron la devolución de esta región bajo el lema “Un país, dos sistemas” propuesto por Deng Xiaoping, que garantizaba la práctica del capitalismo como sistema económico en la región de Hong-Kong, así como libertad legislativa, seguridad, moneda, aduanas, políticas de inmigración, educación, libertad civil o libertad de prensa, entre otros.

El 1 de julio de 1997 la región de Hong-Kong se convirtió en Región Administrativa Especial bajo el lema propuesto por Deng Xiaoping, pero por un periodo de tiempo de 50 años, hasta el año 2047, cuando el PCCh obtendría pleno dominio sobre esta región.

La región de Hong-Kong ha vivido durante un siglo y medio una serie de libertades bajo el control británico que, ahora, está empezando a perder. La violación de los derechos humanos, las torturas o la pena de muerte es algo constante en China, no se reconocen los derechos y libertades civiles y, mucho menos, las libertades políticas, por no hablar de las libertades económicas. Personas que representan un riesgo para el partido, o defensores de los derechos humanos, o adeptos a Falun Gong, tibetanos o a uigures, son torturados con el único fin de castigar.

Uno de los ejemplos más conocidos fue el de Lui Xiaobo, escritor y activista en pro de los derechos humanos, que fue encarcelado por criticar régimen chino y abogar reformar en el país.

La tortura está penada internacionalmente desde 1948, pero a China poco le importa.

Con todo esto, es normal que la región de Hong-Kong no quiera formar parte de China o que esté en contra de la Ley de Extradición, los ciudadanos hongkoneses podrían ser juzgados, encarcelados y torturados en China, Hong-Kong quiere seguir con sus libertades, con su principio de “Un país, dos sistemas”, pero sus ciudadanos temen que China este buscando mayor control sobre la región.

A pesar de que el 4 de septiembre se retiró la ley de extradición, los manifestantes piden y exigen mayores cambios, mayores reformas. El Parlamente Europeo condenó las represalias en Hong-Kong e instó a la Unión Europea a controlar las exportaciones a China y Hong-Kong de tecnologías utilizadas para violar los derechos humanos. En vista de que las manifestaciones continuaban, el gobierno de Carrie Lam prohibió el uso de máscaras de gas, la Ley Anti máscaras, con el fin de evitar que los manifestantes se protegieran de los gases lanzados por la policía, y ocultaran su identidad. El uso de máscaras o cualquier protector o pintura en la cara es castigado con multas de hasta 25.000 HKD o con 6 meses de cárcel.

Las manifestaciones son promovidas, en su mayoría, por  jóvenes de entre 20 y 35 años y con estudios, una población que, año tras año, se siente cada vez menos integrada en China y en sus valores, y que cada vez confían menos en el sistema de Deng Xiaoping, “Un país, dos sistemas”:

Fuente: El País

Hong-Kong es, a día de hoy, una ventana hacia la libertad, una región donde las libertades individuales, económicas y políticas se respetan; Hong-Kong es, a día de hoy, un molesto avispero en la ventana hacia la libertad de China.

Ángel Enriquez de Salamanca Ortiz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

www.linkedin.com/in/angelenriquezdesalamancaortiz

@angelenriquezs

La NBA y China. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- La crisis entre la NBA y China es la perfecta representación del nuevo orden mundial, en donde el recorte de libertades se trata de imponer a través de la presión que aplican las nuevas naciones que aspiran el liderazgo mundial.

Beijing se ha convertido en un jugador tan poderoso que hoy en día se puede permitir imponer sus controles más allá de sus fronteras y no sólo sobre naciones pequeñas o económicamente dependientes de ellos, sino también sobre negocios estadounidenses cuyo valor asciende a miles de millones de dólares.

El 04 de octubre un ejecutivo de los Houston Rockets -equipo de baloncesto de la NBA- tuiteó “Peleemos por las libertades, apoyemos a Hong Kong” en su cuenta personal. Este tweet desató la furia del gobierno chino, y a partir de ahí no ha habido más que presión desde Beijing a la organización, mientras han desmontado carteles publicitarios promocionando los juegos, han anulado partidos de pretemporada y cancelado ruedas de prensa  del mismo directivo de la organización en su gira habitual por China.

El baloncesto es un deporte con 500 millones de aficionados en China, según Reuters, siendo el deporte más popular en el país asiático. Se calcula que unos 300 millones de ciudadanos chinos practican baloncesto, por lo que la afición y seguimiento de las ligas internacionales es masiva.

Hasta ahora, la NBA había encontrado en el gigante asiático un gran mercado, pues es un negocio que mueve miles de millones de dólares al año en China, además con un fanatismo y seguimiento especial en el equipo de los Rockets, pues Yao Ming, la gran estrella china pasó su carrera en este equipo, y hoy en día lidera la Asociación de Baloncesto China que, por cierto, rompió relaciones con el equipo a raíz del tweet.

La saga, que ya dura más de dos semanas, ha pasado por etapas distintas. Inicialmente el tweet fue eliminado a las pocas horas de haberse subido, seguido por una declaración oficial de la NBA en la que lamentaban que el punto de visto expresado por el ejecutivo de los Rockets de Houston habubiera ofendido profundamente a mucho de sus fans. Seguido por una segunda declaración pasados unos días que rezaba “la organización no regulará las opiniones de sus jugadores o empleados”.

Y la más reciente con la que se cerró la semana pasada y se ha alcanzado a otro nivel de la crisis, fue que el Comisionario de la NBA -Adam Silver- declaró que Beijing había solicitado que se despidiera al ejecutivo que había tuiteado a favor de Hong Kong. A lo que Silver aprovechó para responder categóricamente que no sucederá, que la organización ni siquiera considerará medidas disciplinarias para él.

Silver, además, enfatizó: “la NBA es un negocio estadounidense con valores americanos, que viaja con nosotros a donde quiera que nosotros vamos. Uno de nuestros valores es la libertad de expresión y queremos dejar claro y que la gente entienda que nosotros apoyamos la libertad de expresión”.

Un portavoz de la cancillería china aseguró que Beijing no había solicitado la sustitución del ejecutivo, así como también afirmó que las otras naciones no deben meterse en sus asuntos internos. Mientras, las pérdidas millonarias de la cancelación de los partidos y la anulación de las ruedas de prensa de los jugadores ya ascienden a millones de dólares. Y tal y como el mismo Silver ha dicho, aún es imposible estimar las cifras de las pérdidas.

Sólo Tencent -la gigantesca multinacional china- tiene acuerdos por 1.500 millones de dólares para transmitir los partidos de la NBA en los próximos 5 años, y ya han cancelado las transmisiones de los partidos de los Rockets, de acuerdo con AP.

No cabe duda de que la posición que expresó el comisionario de la NBA ha sido difícil de acordar dentro de la organización, pues sacrificar al mejor de sus clientes internacionales les hará pagar un precio económico imposible de calcular a día de hoy, tal y como los mismos expertos deportivos han afirmado. Pero venir de un país que alardea de sus profundos valores democráticos, en la que la organización ha tenido libertad de crecer y llevar su negocio hasta otros rincones del planeta, no permite entrar en el juego chino de represión e imposición de sus criterios a cambio de poder mantener relaciones y seguir haciendo negocios en China.

Es clave para la supervivencia de las libertades que éstas se proclamen y se presuman. Si, por lo contrario, hay silencio por el precio económico que representa, entramos en el juego restrictivo que mas temprano que tarde acabará por frenar todas las libertades y terminará exaltando los principios del Partido Comunista Chino incluso en recónditos rincones del planeta.

Un debate oportuno

4Asia organizó esta semana un nuevo encuentro de debate sobre un asunto de actualidad que, en este caso, no podía ser otro que  el clima de guerra comercial entre Estados Unidos y China y la incertidumbre que esto crea en la economía mundial; la importancia de los avances tecnológicos de China como trasfondo de esta crisis y cuánto tiene de amenaza para el concepto occidental de libertad individual (que los ciudadanos chinos no disfrutan); las ventajas competitivas que supone para China poder acumular capital sin controles parlamentarios, sin seguridad jurídica y sin  sometimiento del Gobierno a mecanismos democráticos, y la importancia del reforzamiento militar chino al calor de esos avances tecnológicos.

Al margen de los argumentos de los ponentes, que publicamos, dos cuestiones esenciales recorrieron la jornada, tanto desde la mesa como desde las preguntas de los asistentes. La primera de ellas es hasta dónde debe llevar el compromiso desde las sociedades occidentales con las libertades en sus negociaciones con países autoritarios que, a la vez, pueden inyectar negocios y capitales en esas sociedades para mantener estándares de bienestar. La segunda es qué valor tienen en realidad los valores democráticos cuando una sociedad dictatorial consigue avances sociales a costa de la restricción de estos derechos.

Sorprende, respecto a esta última cuestión, cómo el viejo marxismo, que justificaba sus crímenes con la supuesta justicia social (libertad, ¿para qué?, se preguntaba Lenin) sigue seduciendo a personas formadas que precisamente desde la comodidad de las libertades occidentales, relativizan el sistema y justifican dictaduras llegando a compararlas con Estados Unidos, esta vez con la excusa del atrabiliario Donald Trump.

Y, en relación con la primera cuestión, el papel de la Unión Europea. La UE aparece como espectador privilegiado, pero a distancia, en este conflicto y no parece tener una estrategia ni política, ni económica ni tecnológica en la crisis, Es más, aparece dividida sobre qué opción prefiere, con qué aliados y hasta qué punto implicarse. La gravedad de esta duda no debe pasar desapercibida porque, además de negocios, nuestras sociedades se juegan un estilo de vida, un concepto de libertad y unos estándares de bienestar que están en revisión. Que no es poco.