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THE ASIAN DOOR: Israel y China, visiones sobre Oriente Medio. Águeda Parra

Israel, como país a la rivera del Mediterráneo, ha despertado el interés de la nueva Ruta de la Seda por ampliar su red de conectividad exterior hacia Europa. La inversión en el puerto de contenedores de Haifa en septiembre de 2021, con capacidad para albergar 1.000 barcos, y con una concesión de 25 años a favor del Grupo Shanghai International Port, permitía incorporar a Israel al conjunto de las inversiones bajo el esquema de la iniciativa china en la parte occidental de Oriente Medio, región esencial en la agenda estratégica de la nueva Ruta de la Seda en la segunda década.

La opción de consolidar el posicionamiento de China en el puerto de Haifa, uno de los principales hub comerciales del Mediterráneo, se evaporaba apenas un año después cuando Israel vendía el 70% del puerto a la empresa india Adani Ports, mientras el 30% restante se quedaba en manos de la multimillonaria empresa local de químicos y logística Gadot por 1.180 millones de dólares en julio de 2022 tras dos años de un largo proceso de privatización. La alianza de Israel con Estados Unidos, y la cercanía de la base principal de submarinos de Israel a las instalaciones de Haifa, además de la navegación por estas aguas de la Sexta Flota de Estados Unidos, desaconsejaba la vinculación marítima con China. No obstante, la presencia del gigante asiático ha seguido fortaleciéndose en la zona a través de las inversiones realizadas en Arabia Saudí, Egipto y Omán, aprovechando el vacío dejado en Oriente Medio por Estados Unidos tras su salida de Afganistán.

Pero más allá de potenciar la diplomacia del gasto en infraestructuras, con lo que Israel se convertía en el mayor receptor de inversión extranjera directa de China en la región entre 2015 y 2018, la relación comercial también se ha ido consolidando en los últimos años. El incremento de los flujos de comercio propiciaba que China desplazara a Estados Unidos como principal socio comercial en 2021, una importante base sobre la que seguir creciendo a través del acuerdo de libre comercio que se estaba negociando desde 2016, y donde los avances alcanzando en marzo de 2023 hacían pensar que se firmaría a finales de año de no haber sido por el estallido de la guerra entre Israel y Gaza.

Estos últimos años se han intensificado las relaciones entre China e Israel también en el entorno digital y de innovación, principalmente prestando atención al potencial de las startups tecnológicas del país. Pero las finanzas también han sido foco de interés en las relaciones bilaterales, ya que Israel se convertía en uno de los primeros países en incorporar el yuan a sus reservas en abril de 2022, reduciendo el volumen en dólares y euros, un movimiento considerado como el de mayor cambio en la política del Banco Central de Israel en una década.

Pero más allá de la diplomacia de las infraestructuras y la geopolítica de la tecnología, el interés de China por estar más presente en los asuntos internacionales ha llevado al gigante asiático a ejercer un papel de mediador en la región, potenciando su rol de actor global también en Oriente Medio. La mediación entre Irán y Arabia Saudí en marzo de 2023 ponía sobre la mesa la posibilidad de iniciar una ronda de conversaciones de paz entre Israel y Palestina.

En este rol de líder diplomático de los países en desarrollo, China intensifica la rivalidad con Estados Unidos haciendo converger la influencia económica con su creciente peso político. De esta forma, el interés de negocio se une al interés de alineamiento geoestratégico con el mundo árabe buscando un mayor equilibrio de poder a través del despliegue de diplomacia con los países del Sur Global. Estos vínculos no evitan, sin embargo, las críticas a Israel en su forma de afrontar el conflicto y el apoyo a Palestina, con quien China estableció una relación estratégica en junio de 2023, y con quien mantiene relaciones desde la década de 1960, mientras que con Israel no se formalizarían hasta 1992.

El escepticismo de Israel en la mediación de China surge, por tanto, de considerar que su propia visión que enfatiza el origen del estallido del conflicto se contrapone con la perspectiva de China que remarca el camino para resolverlo. No obstante, sin que todavía se hayan producido avances que anticipen la resolución del conflicto, las naciones árabes cuentan ahora con otra gran potencia que se interesa por la región.

 

 

China y la mediación en Ucrania

China observa el conflicto en Europa central como un depredador mira a su presa. Espera y juega calculando la evolución de la agresión rusa a Ucrania a sabiendas de que sea cual sea el desenlace, Pekín está en situación de obtener ventajas, tanto económicas como geopolíticas.

En estos momentos China está intentando una mediación, entre el deseo europeo y la ansiedad de EEUU, tras afirmar Pekín, sin condenar la criminal invasión rusa directamente, que China está comprometida con la soberanía y la integridad territorial de las naciones y añadido que ha hecho una petición a Vladimir Putin de proceder a un alto el fuego que permita una negociación que permita callar las armas.

Entre todos los aspirantes a mediar para un acuerdo de fin de la guerra (India, Turquía, Israel y la propia China) es China la que tiene mayores capacidad de mediación, valga decir presión, sobre una Rusia, en medio de las sanciones occidentales, tiene en el régimen chino un canal financiero, una vía de alivio y un cierto, aunque limitado, apoyo logístico. China puede presionar a ambas partes porque, bajo la premisa de que hay algo que darle a Putin para incentivar un alto el fuego, va a plantear, precisamente, el programa “mínimo” de Putin, es decir, la renuncia ucraniana a la soberanía de Crimea y las regiones separatistas que lindan con Rusia y la aceptación de un estatus de neutralidad y desarme.

En cualquier caso, China saldría de un proceso así como una potencia influyente, con protagonismo internacional y estrategia propia, reforzaría sus apoyos y reforzaría sus negocios. Chinas no parece buscar un cambio revolucionario de los equilibrios mundiales sino convertirse en líder y árbitro planetario, y la criminal intrusión rusa en Ucrania ha precipitado una tormenta que afecta a los planes chinos de extender, lenta y metódicamente, influencias y negocios.

Habrá que estar atento a los próximos pasos y ver si crecen los movimientos que, con la coartada de que armar a Ucrania es echar gasolina al fuego, son el brazo pacifista pro Putin, y con la otra coartada de que dar prioridad a la diplomacia frente a los “partidos de la guerra” es la solución, están dando argumentos a la mediación china para que Putin gane. Tal vez el hecho de que uno de los líderes de ese planteamiento, el ex presidente español Rodríguez  Zapatero, haga lobby para la empresa china Huawei sea solo una casualidad en medio de este escenario.