Entradas

THE ASIAN DOOR: Panamá, puente entre Oriente y Occidente. Águeda Parra

Mientras la redefinición del modelo de globalización da sus primeros pasos y las cadenas de suministro comienzan a adaptarse a las estrategias de onshoring y nearshoring que están poniendo en marcha las grandes economías, la relevancia de los pasos geoestratégicos del comercio mundial sigue siendo un valor clave y al alza. En el nuevo esquema de flujos de transporte marítimo resultante, el Canal de Panamá seguirá desempeñando un papel estratégico conectando Oriente con Occidente, intensificándose su protagonismo a medida que Estados Unidos recupere capacidad productiva local, siendo el istmo de Panamá su vía de salida a los países del Pacífico y Europa.

Por el Canal de Panamá confluyen 180 rutas marítimas que conectan 1.920 puertos en 170 países, lo que supone que por este paso transita el 6% del comercio global, principalmente orientado a facilitar la ruta marítima entre Estados Unidos y Asia, una de las más concurridas del mundo. Tal es el valor estratégico del canal para la primera potencia del mundo que hasta dos terceras partes de la carga transportada a través de la vía interoceánica se produce con origen o destino en un puerto estadounidense, convirtiéndose en el principal usuario del canal. La conexión con Asia, pero también los flujos de comercio que unen ambas costas de Estados Unidos, y la que conecta la costa Este con la costa Oeste de Sudamérica y Centroamérica son las rutas que concentran la mayor parte del tráfico que pasa por el canal, hasta alcanzar los 13.342 tránsitos durante 2021.

En esta conexión entre Oriente y Occidente, China, Japón y Corea del Sur se posicionan como los mayores usuarios del canal por detrás de Estados Unidos. Aunque para los países asiáticos el Estrecho de Malaca y el Canal de Suez son las principales vías de conexión con el comercio mundial, sin necesidad de pasar por esclusas, el Canal de Panamá es la vía que les permite conectar directamente con el amplio mercado norteamericano.

De hecho, la apuesta por promover la inversión en renovables lanzada por la administración Biden, con la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), y la nueva política que busca incentivar la producción local en materia de semiconductores, con la Ley CHIPS y Ciencia, incrementarán progresivamente la capacidad de manufactura de Estados Unidos en los próximos años, poniendo mayor presión al tránsito de barcos por el Canal de Panamá. Al tradicional flujo de buques cargados con soja, maíz y todo tipo de grano que parte de la costa Este de Estados Unidos, y que tiene su destino en los mercados de China, Japón y Perú, se suma actualmente el comercio de gas natural licuado (GNL) y de gas licuado de petróleo (GLP), que ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años. Hasta el 49% de las exportaciones de GLP de Estados Unidos transitaron por el Canal de Panamá, principalmente hacia los mercados de Corea del Sur y Japón.

A su relevancia como enclave estratégico del comercio mundial, el Canal de Panamá suma además un valor medioambiental muy significativo. Esta vía supone un importante impulso para el desempeño ambiental del transporte marítimo, dando un aporte de sostenibilidad al comercio mundial. El tránsito por Panamá no solamente supone una reducción de tiempo de transporte al evitar la larga travesía que supondría atravesar el Estrecho de Magallanes, sino que el paso por la ruta verde del canal supone reducir de forma significativa la huella de carbono de petroleros, gaseros y de grandes buques. Trasladado a cifras, el paso por Panamá supuso un ahorro total de 16 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2021, hasta 3 millones más que el año anterior, equivalentes a las emisiones anuales que producirían 3,2 millones de vehículos.

En el ámbito geopolítico, la ruptura del vínculo histórico de reconocimiento de Taiwán, pasando Panamá a establecer relaciones con China en 2016, ha intensificado la diplomacia y presencia del gigante asiático en la región en los últimos años, principalmente con proyectos englobados bajo la nueva Ruta de la Seda, siendo el primer país de América Latina en adherirse a la iniciativa china en 2017. La gestión por parte de China de dos puertos en la zona, uno a cada lado del istmo, mantiene un punto de tensión en las relaciones entre Estados Unidos y China, adicional al actual entorno de rivalidad tecnológica, que podría intensificarse a medida que se incrementen los tránsitos por el canal como resultado de una mayor capacidad productiva estadounidense.

 

 

Mar Meridional: El caribe de Xi Jinping. Juan José Heras.

En junio de 2017 Vietnam permitió a la subsidiaria de Repsol en el país perforar en busca de una bolsa de gas en aguas del Mar Meridional, concretamente en el bloque 136-03, que se encuentra dentro de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Hanoi, y sobre el cual, según la ley del mar (UNCLOS), tendría los derechos de explotación.

China, tal y como era previsible, amenazó con llevar a cabo acciones militares contra las bases vietnamitas en estas aguas sino se paralizaban inmediatamente los trabajos y se comprometían a no perforar nunca más en esta parte del Mar Meridional. Ante la asertividad de Pekín, y al no sentirse respaldado por Washington, Vietnam accedió a las exigencias de China, paralizando los trabajos.

Y si Vietnam, que tiene una capacidad de disuasión naval medianamente creíble, cede a las exigencias de Pekín, el resto de países seguirán el mismo camino evitando provocar al gigante asiático. En este sentido, destaca la decisión del presidente filipino, Rodrigo Duterte, de no utilizar el fallo favorable dictado por el TMI hace un año para presionar a China en sus reclamaciones marítimas. Por supuesto, a cambio de la ayuda económica de Pekín y la firma de acuerdos comerciales favorables a Manila.

El mensaje de Pekín parece claro, independientemente de las leyes internacionales, China dictará las reglas en su región de influencia geopolítica, de la cual forma parte el Mar Meridional. Pero esto solo es el primer paso para decirle a occidente, que tras los 100 años de humillación, la China que rigió el mundo mediante el tradicional sistema tributario está de vuelta y reclama el sitio que le corresponde entre el cielo y la tierra.

Pero lo cierto es que esto no debería sorprendernos tanto, ya que en el sentir de su población y en las declaraciones de sus líderes siempre ha estado latente el anhelo de venganza y resarcimiento por la ocupación de las potencias occidentales y la posterior insubordinación de los países de su tradicional zona de influencia durante el siglo pasado.

Además, si rebuscamos un poco en la historia, no hace falta remontarse mucho para ver como China está siguiendo el patrón utilizado EE.UU. para convertirse en la potencia hegemónica del siglo XX, cuyos primeros pasos fueron desarrollar una Armada potente y expulsar a las potencias europeas de su vecindario, esto es, el Mar Caribe.

Así, en la década que siguió a la llegada de Roosevelt a Washington, EE.UU. expulsó a España del hemisferio occidental y adquirió Guam, Puerto Rico y Filipinas; amenazó a Alemania y Gran Bretaña con ir a la guerra en el Caribe a menos que aceptaran resolver sus disputas conforme al criterio estadounidense; apoyó una revuelta en Colombia para crear un país nuevo, Panamá, y construir un canal que favorecía sus intereses; y  se erigió en el garante de la seguridad en el hemisferio occidental, reservándose el derecho de intervenir cuando y donde lo considerase necesario, derecho que ejercitó nueve veces en los siete años que fue presidente.

Roosevelt convirtió a EEUU en una potencia en el Pacífico y el Índico y construyo un ejército donde primaba la superioridad naval, asegurando que preparase para la guerra era la mejor forma de mantener la paz. De hecho, en 1890, la marina americana no tenía ningún barco de guerra y antes de 1905, ya había construido 25. Además, EEUU prefirió utilizar su creciente capacidad económica y militar para reforzar su influencia en lugar de expandir sus fronteras (p.e. hacia Canadá) y se concentró en dominar su hemisferio con vecinos que aceptaban su preeminencia y sin interferencias de potencias extranjeras. El mensaje norteamericano fue claro, mantener su esfera de influencia y respaldarla con la fuerza si era necesario.

Cabe recordar también,  que envalentonado por las victorias frente a España, Alemania y Gran Bretaña en su dominio por Venezuela y Alaska respectivamente, Roosevelt declaró en 1904 que EEUU había asumido la responsabilidad de mantener la paz y la estabilidad en su vecindario geopolítico. Así, su ejército intervino en República Dominicana, Honduras y Cuba durante periodos de inestabilidad que amenazaban sus intereses comerciales. La marina americana intervino en América Latina 21 veces durante los 30 años la política de nueva vecindad instaurada a mediados de 1930.

Creo que añadir cualquier comentario a estos “recuerdos” solo puede restar importancia al mensaje que Norteamérica trasmite con su propia historia. No sé a vosotros, pero a mí esta China de Xi Jinping me recuerda mucho a aquella américa de Theodore Roosevelt.