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THE THE ASIAN DOOR: Qué esperar de la nueva Ruta de la Seda en una década. Águeda Parra

La nueva Ruta de la Seda toma impulso para iniciar una segunda década donde la principal novedad será el cambio de prioridades, aunque bajo la misma base geoestratégica. La experiencia adquirida en este tiempo servirá, por tanto, como herramienta para priorizar proyectos, así como para no repetir episodios que han marcado, en cierta medida, estos diez años.

Se buscan proyectos de menor tamaño, más sostenibles, y más ajustados a la capacidad económica de los países receptores para así evitar nuevos escenarios de trampa de deuda como el asociado a Sri Lanka, y del que China representa hasta el 21% de la deuda total del país, unos 8.500 millones de dólares. De hecho, el gasto para rescatar a 22 países en desarrollo que estaban afrontando dificultades para pagar los préstamos relacionados con la iniciativa habría alcanzado los 240.000 millones de dólares, según un reciente estudio.

Sin llegar a la situación de Sri Lanka, el que otrora fuera el buque insignia de la iniciativa, el Corredor Económico China-Pakistán, y sobre el que estaba prevista una inversión de 62.000 millones de dólares, está perdiendo el foco de interés por la preocupación que supone la inestabilidad política en el país y la inseguridad de los trabajadores chinos. Como uno de los socios geopolíticos destacados de la región, los proyectos en Pakistán acumulan hasta 25.000 millones de dólares de inversión, aunque los nuevos desarrollos dependerán en gran medida de quién termine asumiendo el poder en Islamabad a finales de enero de 2024.

Ante esta década que comienza, China ha presentado la agenda estratégica de la iniciativa bajo el marco del tercer Foro de la nueva Ruta de la Seda que ha congregado a 4.000 representantes de más de 130 países. El número de jefes de Estado y de gobierno asistentes ha disminuido en este tercer encuentro que conmemoraba el décimo aniversario de la iniciativa. Finalmente, 23 han sido los asistentes de alto nivel frente a los 29 del primer foro en 2017, y los 37 del segundo foro en 2019, una importante reducción asociada a que la asistencia de Putin que ha reducido la presencia europea a únicamente el presidente de Hungría, sin que con ello se haya visto mermado el impacto geopolítico global del encuentro.

En este tercer foro se confirmaba la ausencia de Italia, único miembro del G7 hasta ahora miembro de la iniciativa, y que probablemente confirme su retirada formal de la iniciativa en los próximos meses, no renovando el acuerdo que expira en marzo de 2024. Otros socios, sin embargo, como los dirigentes de Chile, Etiopía, Hungría, Kazajistán, Kenia, Papúa Nueva Guinea y Rusia han visto reforzados sus vínculos con sesiones paralelas al foro, mientras, de forma general, en los próximos meses comenzará la renovación de la mayoría de los memorandos de entendimiento (MoU) que oficializan la adhesión a la nueva Ruta de la Seda en ciclos de cinco años.

En esta nueva década que comienza, el gasto en infraestructuras irá dejando paso a proyectos en energías verdes, principalmente en tecnología solar y eólica, mientras las inversiones en tecnología y conectividad digital serán también parte de las principales prioridades de la iniciativa. Otros ejes estratégicos de actuación se centrarán en la cooperación en el desarrollo de la inteligencia artificial y el establecimiento de estándares, apoyando así la transformación de los socios de la iniciativa en su proceso de transición energética y digital.

En un escenario de intensa competencia entre Estados Unidos y China, la iniciativa se ha consolidado como una importante palanca de despliegue de la influencia de China a nivel global. La nueva Ruta de la Seda seguirá siendo, por tanto, una de las herramientas estratégicas de política exterior más emblemáticas para fortalecer los vínculos con el Sur Global durante la próxima década. Mientras tanto, las iniciativas lanzadas por Estados Unidos y Europa no terminan de consolidarse como contrapeso a una iniciativa que ya ha desplegado un billón de dólares de influencia.

 

 

THE ASIAN DOOR: El yuan y las alianzas energéticas en el nuevo equilibrio de poder. Águeda Parra

El derisking energético de Europa ha propiciado un giro geopolítico de Rusia hacia Oriente, confluyendo en el Indo-Pacífico, como estrategia para diversificar el destino de sus exportaciones de gas y petróleo, redirigiendo así el excedente que ya ha dejado de suministrar a Europa. China y, principalmente, India, se sitúan en esta nueva configuración entre los nuevos socios energéticos de Rusia, propiciándose tras la invasión de Ucrania una redefinición de la geometría de las alianzas geopolíticas globales.

El nuevo equilibrio de poder emergente que está dirigiendo a Rusia hacia Oriente está promoviendo, asimismo, que evolucione la relación de Rusia con los países del Indo-Pacífico. Si, en el caso de India, Rusia ha pasado de ser su principal suministrador de armas a ser además uno de los principales destinos de sus exportaciones energéticas, en el caso de China el fortalecimiento de los vínculos va más allá de la seguridad energética. En esta geopolítica en transición bajo una coyuntura internacional compleja, China ha afianzado sus relaciones económicas y geopolíticas, atrayendo a Rusia hacia su esfera de influencia utilizando uno de los elementos que está emergiendo como clave en la redefinición de las alianzas geopolíticas de China con otros países, es decir, la utilización del yuan en las transacciones bilaterales.

Esta vinculación financiera a través del yuan le permite a Rusia evitar posibles sanciones internacionales, a la vez que reduce su dependencia del dólar, promoviendo un inesperado impulso en la internacionalización del renminbi. De esta forma, el yuan ha pasado de tener una escasa representación del 1% en los volúmenes de negociación del mercado ruso, a situarse en el 40-45%. Una tendencia que también se observa en el sentido inverso, ya que la acelerada reducción de la dependencia del dólar está promoviendo que pase de representar el 80% de los volúmenes de negocio a caer al 40%, según fuentes oficiales de la Bolsa de Moscú.

Además de la redefinición de las alianzas energéticas globales, la invasión de Ucrania ha acelerado, asimismo, el ritmo de inversión en transición energética a escala mundial, no solamente en Europa. La vulnerabilidad a la que se ha visto sometida la seguridad energética europea tras el inicio de la guerra ha puesto de manifiesto la necesidad de apostar por la autosuficiencia energética, propiciando un aumento en la inversión en renovables a pesar de la compleja situación económica y geopolítica global.

El auge que están experimentando las renovables ha sido sustancial, pasando la inversión en tecnologías verdes de los 755.000 millones de dólares alcanzados en 2021, a superar el billón de dólares en 2022, principalmente por el impulso de China, cuya inversión supuso más de la mitad de la inversión global con 546.000 millones de dólares. En el caso de Estados Unidos, que figura en segundo lugar, los 141.000 millones de dólares de inversión récord en transición energética, principalmente destinada a los coches eléctricos, corresponden en parte al impulso dado por la Ley de Reducción de la Inflación (Inflaction Reduction Act, IRA), según se conoce en inglés, aprobada por la administración Biden y con la que Washington está impulsando su estrategia de asegurar la autosuficiencia energética.

En cuanto a la Unión Europea, el efecto Ucrania no sólo ha promovido la diversificación energética, sino que ha acelerado además los procesos de concesión de autorizaciones para proyectos de energías renovables. En este sentido, la propuesta presentada a finales del año pasado pretende impulsar los proyectos en renovables como de interés público superior. Un nuevo entorno con mecanismos renovados para poder afrontar en mejores condiciones el nuevo objetivo planteado por la Unión Europea de duplicar la producción de energías renovables para finales de esta década, situándose el consumo energético verde en el 42,5% en 2030, respecto del 21,8% que representaba en 2021 en la UE, según Eurostat.

Mientras la redefinición de alianzas energéticas termina de consolidarse, el auge en las renovables puede considerarse como el efecto más positivo de una geopolítica en transición que está redefiniendo los equilibrios de poder tanto en la dimensión digital, energética, comercial como de defensa.

 

 

THE ASIAN DOOR: En el derisking energético, el Indo-Pacífico acoge a Rusia. Águeda Parra

Las complejas sanciones que la Unión Europea ha venido imponiendo sucesivamente contra Rusia desde el inicio del conflicto han estado orientadas a debilitar su economía y capacidad bélica. Los esfuerzos también se han redoblado para reducir la vinculación energética construida durante décadas con el país que hasta ese momento era el mayor proveedor de combustibles fósiles de la UE. La necesidad de diversificar el suministro, por una parte, y la urgencia por desplegar las renovables a un mayor ritmo de lo esperado, por otra, han permitido a los países europeos con mayores dependencias con Rusia romper esa estrecha vinculación de recursos y abordar una nueva etapa de seguridad energética.

A la misma velocidad a que la UE ha reducido el suministro que fluía por el extenso entramado de gaseoductos diseminados por gran parte del territorio europeo, y que había creado una amplia capilaridad del gas ruso hacia Occidente, el Kremlin ha encontrado nuevos destinos para sus exportaciones energéticas en Asia. India y China, principalmente, pero también Turquía. De esta forma, se han consolidado como los nuevos destinos prioritarios de las exportaciones de crudo y gas ruso, distribuidos a través de buques gaseros y petroleros, produciéndose un importante giro de Occidente hacia Oriente en las exportaciones de crudo y gas de Rusia. De hecho, entre los tres países agrupan hasta el 70% de los nuevos flujos de crudo ruso transportado por mar, según el equipo Reality Check de la BBC.

La alta dependencia de la UE del suministro energético procedente de Rusia que, hasta antes de la invasión de Ucrania, se situaba en el 25% del petróleo y más del 40% del gas, según Eurostat, no ha permitido una desconexión inmediata, ni una ruptura rápida de los lazos económicos. Menor problema ha tenido Rusia, que ha dado viabilidad al excedente generado aplicando una significativa rebaja de precios a las exportaciones energéticas que ya no suministra a Europa, haciendo su suministro mucho más atractivo que el de sus competidores más directos, Estados Unidos y Arabia Saudita, primer y segundo productor de petróleo del mundo, respectivamente.

En este giro de alianzas energéticas, India se ha consolidado como el principal socio de Rusia, pasando de recibir apenas el 2% de las exportaciones de crudo ruso a convertirse en el principal destino de sus reservas durante 2022, multiplicándose por catorce desde el inicio del conflicto. En esta transición de relaciones energéticas, Rusia ha pasado a proporcionar casi la mitad del petróleo que abastece a la economía india, reduciéndose la vinculación con sus socios energéticos históricos, Iraq y Arabia Saudita, que han pasado a representar apenas la mitad de los flujos de crudo que llegan al país desde que comenzara la invasión de Ucrania.

Tras más de año desde que comenzara la guerra, Rusia no sólo ha conseguido mantener sus flujos de exportación de petróleo, sino incrementarlos, gracias a una estrategia de diversificación de los destinos que le ha resultado muy propicia. De hecho, la producción de petróleo de Rusia ha registrado un incremento del 2%, con unas ganancias asociadas que han crecido un 20%, hasta los 218.000 millones de dólares, según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA) y el gobierno ruso.

En este nuevo esquema de relaciones energéticas que redefine el equilibrio de poder geopolítico, India se sitúa más cerca de la esfera de Rusia ya que los nuevos vínculos energéticos y económicos se suman a los ya existentes en el ámbito del suministro armamentístico, donde India es el principal destino de las exportaciones de armamento ruso, hasta el 28% entre 2017 y 2021, según el instituto internacional SIPRI.

Parece evidente que la geopolítica se encuentra en transición. Y es que el nuevo panorama energético mundial que comienza a trazarse tras la invasión de Ucrania no responde a las dinámicas competitivas del mercado, sino a un cambio mucho más profundo en el esquema geopolítico global, donde el giro energético sitúa a Rusia más cerca del eje del Indo-Pacífico, hacia donde parecen confluir todas las fuerzas de poder global y, por tanto, más cerca de la esfera de China.

 

THE ASIAN DOOR: Auge y desafío de las renovables en China. Águeda Parra

El despliegue de las renovables en China sigue beneficiándose del momentum que lleva experimentando el desarrollo de tecnologías verdes en el país durante los últimos años. Los objetivos planteados por la Administración Nacional de Energía de China, National Energy Administration (NEA) por sus siglas en inglés, muestran que 2023 volverá a ser un año de récord, aunque, a medida que aumenta la disponibilidad de capacidad instalada, crecen los desafíos para que la energía generada en las regiones menos pobladas llegue a las zonas costeras del Este que concentran las mayores densidades poblacionales. Posiblemente, el mayor desafío para no frenar el auge de las renovables.

Con cifras de récord, año tras año, la NEA ha anunciado un ambicioso plan que contempla agregar 160 GW de nueva capacidad eólica y solar durante 2023, superando la cifra de 125 GW alcanzada en 2022. Una cifra que podría incluso superarse atendiendo al momentum en energía solar que está experimentando la industria en la actualidad y que está llevando a China a instalar en un trimestre la capacidad que la Unión Europea y Estados Unidos, el segundo y tercer mayor mercado del mundo, respectivamente, realizan en todo un año.

De hecho, los resultados publicados del primer trimestre de 2023 muestran que China agregó 33,66 GW de nueva capacidad solar instalada, un 154,81% de crecimiento interanual, muy superior al impulso en renovables desplegado en la Unión Europea y Estados Unidos, que agregaron 41,4 GW y 20,2 GW de capacidad instalada, respectivamente, durante todo 2022. Teniendo en cuenta que el primer trimestre del año suele ser cuando se concentra el menor número de instalaciones, las cifras de 2023 pueden superar muy positivamente todas las expectativas. Una tendencia que también se espera en el caso de la energía eólica que, superado el bajo nivel de crecimiento registrado durante 2022, se podría incrementar la nueva capacidad instalada entre 60 y 75 GW, más del doble de los 37,63 GW añadidos en 2022.

Estas cifras muestran un magnífico escenario para que China alcance las emisiones cero antes de lo anunciado. Con los nuevos despliegues, el gigante asiático habría alcanzado 820 GW de nueva capacidad instalada, combinando la energía eólica y solar, frente a los 1.200 GW comprometidos por China para 2030. Apenas quedarían 380 GW para cumplir con las ambiciones climáticas previstas para los próximos siete años, una cifra relativamente fácil de alcanzar cuando el gigante asiático ha instalado 300 GW de nueva capacidad desde 2020.

Sin embargo, frente a una inversión en renovables que podría generar de nuevo cifras récord en nueva capacidad instalada, el mayor reto actualmente está en cómo hacer crecer el dimensionado de la red para que pueda absorber toda la nueva generación de energía. Conseguir una mayor sincronización entre los tiempos de despliegue de las granjas eólicas y solares y el de la transmisión de la energía se ha convertido en el principal reto para que el auge en instalación de renovables genere un cambio efectivo en el mix energético del país.

Las provincias del norte, menos pobladas y con menor industria, concentran una mayor generación de energía que, en muchos casos, no son capaces de absorber. Asimismo, la distancia que conecta los generadores de las zonas desérticas del Norte con las provincias costeras del Este puede llegar a superar los 3.000 kilómetros. Una problemática espacial a la que también se suma una temporal, y es que la infraestructura de las granjas requiere entre dos a tres años para entrar en servicio, mientras la construcción de las líneas de transmisión de energía puede requerir hasta cinco años. En definitiva, el desajuste en los proyectos de despliegue de granjas y de redes de transmisión está generando embotellamientos que, en algunos casos, conlleva la desconexión de algunas turbinas ante la imposibilidad de poder distribuir la energía generada.

Conseguir, por tanto, que la red nacional absorba el ritmo de capacidad instalada se ha convertido en el mayor desafío para alcanzar una mayor adopción de las renovables en China. Una problemática que genera billonarias pérdidas económicas y que conlleva un ineludible retraso en la descarbonización del país.

 

 

THE ASIAN DOOR: El pivot to China de Oriente Medio. Águeda Parra

Los escenarios sobre los que ha venido actuando la rivalidad entre Estados Unidos y China en el tablero geopolítico global se han ido moviendo en los últimos meses, cambiando de geografía y de temática, a la vez que han ido aflorando las distintas sensibilidades de los países en su relación con las estrategias de política exterior de Washington y Pekín. Acaba el año, y la visita de Xi Jinping a Arabia Saudita marca la diferencia entre la espléndida bienvenida ofrecida al presidente chino y la menos cálida recepción a Joe Biden. El petróleo es la principal base de sus relaciones, pero las bazas geopolíticas de Washington y Pekín parecen inclinarse a favor del gigante asiático.

Tras una tensión mantenida durante meses en las aguas del Mar del Sur de China en cuanto a la cuestión de Taiwán, el vórtice geopolítico pasaba después al Pacífico donde, tras el acuerdo de seguridad firmado entre China y las islas Salomón, Washington ponía de nuevo el foco en la región tras tres décadas de ausencia estadounidense, firmando un acuerdo de carácter económico con las islas del Pacífico que le permitía a Washington fortalecer su posicionamiento en la región. Tras Taiwán y el Pacífico, Oriente Medio está haciendo aflorar un nuevo entorno de rivalidad geopolítica entre Washington y Pekín que irá tomando un protagonismo aún mayor en los próximos años.

Tras conseguir Pekín mantener el equilibrio geopolítico entre países que son rivales en la región sin posicionarse sobre cuestiones que podrían hacer aflorar susceptibilidades varias, la visita de Xi Jinping a Oriente Medio ha mostrado un espacio de diálogo con China mucho más abierto y de cooperación que el que mantienen con Washington. De hecho, ninguno de los países de la región quiere ser parte de un juego de suma cero que les obligue a posicionarse entre las grandes potencias, pero los acuerdos de cooperación cerrados entre China y Arabia Saudita, la buena sintonía mantenida en la Cumbre China-Estados Árabes y en la conferencia con el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG) acerca más el mundo árabe hacia Oriente que hacia Occidente.

Considerado por Xi Jinping como ”viaje pionero” para “abrir una nueva era en las relaciones de China con el mundo árabe, los países árabes del Golfo y Arabia Saudita”, la visita ha permitido a Pekín cerrar hasta 34 acuerdos de inversión. Aunque el petróleo es la base más importante de sus relaciones, Arabia Saudita es el principal proveedor de petróleo de China, la diversificación económica ha marcado el tono de la visita, ampliando la colaboración a un marco más variado de sectores que incluyen proyectos en energía verde, tecnología de la información, servicios de cloud, transporte y construcción, por un valor que asciende a unos 30.000 millones de dólares.

En el despliegue de la nueva Ruta de la Seda, Arabia Saudita ha sido la gran protagonista de las inversiones chinas durante el primer semestre del 2022, principalmente en proyectos de renovables. Una cooperación que ahora también se extenderá al entorno digital con el acuerdo firmado con Huawei para desarrollar la red 5G, los servicios cloud y la construcción de complejos de alta tecnología en las ciudades del país, expandiendo así la nueva Ruta de la Seda en su dimensión digital, incluyendo el impulso del yuan en las transacciones comerciales.

El fortalecimiento de las relaciones entre Pekín y Riad se produce ante una importante dinámica de cambio geopolítica, con los mercados energéticos bajo una continua incertidumbre ante el tope a la venta de petróleo ruso impuesto por la Unión Europea y un debilitamiento del posicionamiento de Washington en la región que deja espacio para una mayor expansión de influencia diplomática por parte de Pekín. Sin embargo, el espacio cedido por Washington como garante de seguridad en la región no parece figurar entre las prioridades de política exterior de China.

En definitiva, la preocupación de Washington por el pivot hacia China de los países árabes hace que parte del foco de interés del tablero geopolítico regrese de nuevo a Oriente Medio, distrayendo a Estados Unidos del Pacífico, su verdadero objetivo estratégico de la década. No obstante, el fortalecimiento de las relaciones entre China y los países árabes podría atravesar su punto de inflexión si las rivalidades regionales y el desarrollo del programa nuclear de Irán conllevara que Pekín tuviera que posicionarse como mediador en la región.

 

THE ASIAN DOOR: El billón de dólares que necesita el clima. Agueda Parra

Reducir los cambios profundos que están por llegar, y que hasta el momento han generado que el mundo haya elevado su temperatura 1,1ºC desde los niveles preindustriales, es el principal objetivo de la cumbre anual de las Naciones Unidas COP27 celebrada en Sharm el-Sheikh, Egipto. Mientras los objetivos de este tipo de encuentros internacionales se mantienen, ¿cuál es gran desafío de esta cumbre? No es otro que alcanzar mayor implicación de los países más contaminantes para conseguir un presupuesto climático que pueda dar respuesta a los efectos del calentamiento global.

El cronómetro del partido de la COP27 que enfrenta a las economías más contaminantes con los países en desarrollo, y que están sufriendo mayor impacto por el cambio climático, sigue avanzando, pero el resultado podría quedar de nuevo en tablas. No obstante, los nuevos estudios que se aportan en cada edición arrojan datos cada vez más preocupantes para una y otra parte.

Entre los países más contaminantes, los estudios presentados en esta COP27 apuntan a que Estados Unidos, que junto con China son los dos países más contaminantes del mundo, se ha calentado un 68% más rápido que todo el planeta en su conjunto. El calentamiento de la parte continental habría crecido hasta 2,5ºC desde 1970, reflejando los efectos de un patrón climático donde las áreas terrestres se calientan más rápido que los océanos, y donde las altitudes más altas se calientan más rápidamente que las altitudes más bajas. Esto ha generado que, al menos en Estados Unidos, los desastres naturales pasen de producirse una vez cada cuatro meses en la década de 1980 a una vez cada tres semanas en la actualidad.

En los países en desarrollo, con infraestructuras menos avanzadas, el impacto del cambio climático ejerce más presión, con sequías e inundaciones recurrentes que lastran el desarrollo económico y social, haciendo más difícil para millones de personas tener acceso a agua potable. La COP27, marcada por una agenda que incluye el concepto de “pérdidas y daños”, una idea que han puesto a debate los pequeños estados insulares, refleja claramente esta idea de compensación a los países en desarrollo por los desastres originados por el cambio climático, como las recientes inundaciones de Pakistán, y que tienen su origen en décadas de industrialización de los países avanzados.

Monetizando los efectos del calentamiento global, el presupuesto climático necesario para afrontar los desastres generados ascendería a un billón de dólares que, según esta idea de pérdidas y daños, deberían afrontar los países ricos que acumulan un volumen mayor de emisiones históricas. Desde el punto de vista de las renovables, el presupuesto en tecnologías verdes es similar, ya que se estima que son necesarios hasta 1,3 billones de dólares en inversión en energía verde hasta 2030 para limitar la temperatura global acordada en la Cumbre de París, según Bloomberg.

El testigo optimista que dejó la pasada COP26 en Glasgow, resaltando que todavía era factible alcanzar el límite de los 1,5ºC respecto a la época preindustrial, ha dado paso a un escenario algo más alarmista en la COP27. Solamente un año después, las referencias de los expertos apuntan a que seguramente se sobrepasará el límite climático en la década de 2030. Para entonces, quedan 80 meses para tener un 67% de posibilidades de quedarse por debajo del ambicioso objetivo de los 1,5ºC.

Acabar la COP27 con el optimismo demostrado en la COP26 parece, por tanto, ser el mayor desafío. La guerra en Ucrania y una creciente desaceleración económica mundial podría llevar a postergar durante un tiempo los objetivos climáticos. Sin embargo, como toda crisis es también una oportunidad, la reducción de la dependencia del gas ruso debería ser el punto de inflexión que impulsara las tecnologías verdes, favorecidas por un auge en la energía solar y los bajos costes que está alcanzando la nueva generación de tecnologías verdes para así conseguir que el pico de emisiones contaminantes se alcance para 2025.

THE ASIAN DOOR: El frenesí de la energía solar. Águeda Parra

Las tecnologías verdes están experimentando un importante desarrollo en la última década, favoreciendo que las renovables vayan acaparando una amplia presencia en el mix de energía de varios países gracias a un continuo incremento de la capacidad instalada. De forma conjunta, la energía eólica y solar ya son responsables de hasta el 11% de la generación global de energía. Pero será la energía solar la que corra más que el viento.

En los últimos años, la energía solar ha comenzado a generar momentum en el sector, impulsada por los fabricantes fotovoltaicos que buscan liderar la transición energética. El incremento de producción, y la reducción de los costes asociados a la tecnología solar, han propiciado que la nueva capacidad de energía añadida durante 2021 esté asociada en un 50% a la energía solar, mientras la energía eólica suponía un 25%. Un efecto de aceleración de las tecnologías verdes que está impulsando la transición energética de forma global, aunque todavía su desarrollo esté muy concentrado geográficamente.

Cuatro regiones lideran los mayores avances en energías verdes en la última década. Entre los diez mercados más importantes de energía eólica, China, Estados Unidos, India y Alemania concentran hasta el 89% de la nueva capacidad instalada, mientras China, Estados Unidos, Japón e India acaparan hasta el 85% de las instalaciones de energía solar en la última década. De esta forma, si la energía hidroeléctrica acaparaba el mayor número de proyectos de generación de energía hace apenas 10 años, en la actualidad es la energía solar la que supera con creces la nueva capacidad instalada, generando un auge en la expansión total del mercado, principalmente en China.

La instalación de paneles solares en los tejados está generando un auténtico frenesí por la energía solar en China. La nueva capacidad solar instalada ha aumentado un 137% anual, favoreciendo que la instalación de energía renovable represente el 77% del total de nuevas instalaciones de energía en los primeros meses de 2022 en China. De hecho, manteniéndose el actual ritmo de instalaciones, la capacidad de paneles solares superará por primera vez la de turbinas a final de año. En un país donde solamente un 13% es tierra cultivable, la regulación está poniendo énfasis en que la instalación de los paneles no se realice en zonas dedicadas para otros usos.

Con los avances conseguidos en las tecnologías verdes, la energía solar se ha convertido en la opción más barata. La capacidad de energía solar ya sobrepasó la eólica a nivel mundial a finales de 2019, y se espera que llegue a duplicarse en 2030. Un mayor número de instalaciones que, sin embargo, todavía no consigue superar la generación de energía procedente de las turbinas, al estar éstas más tiempo en funcionamiento al cabo de un año.

A pesar de la gran expansión de la nueva capacidad de energía instalada, China todavía debe conseguir diseñar un sistema eléctrico que aumente la capacidad de almacenamiento, de modo que pueda ser distribuida donde se necesite en cada momento. Las intensas sequías y las prolongadas olas de calor han producido recortes de energía en zonas más dependientes de la generación hidráulica, de ahí que también siga siendo necesario mantener la dependencia del carbón como opción segura.

Aunque la generación de energía procedente del carbón apenas ha aumentado un 1% en estos últimos seis meses, el gigante asiático sigue desplegando la construcción de nuevas plantas. Esta dependencia del carbón hace que China e India sean los dos mercados donde se ha concentrado hasta el 78% de la nueva capacidad de carbón instalada en los últimos diez años.

Mientras China encuentra su camino hacia una independencia energética del carbón, la buena noticia es que dos de los sectores industriales más contaminantes del país han establecido una fecha para alcanzar el pico máximo de emisiones. Se trata del sector del hierro y el acero, el segundo mayor emisor de carbono, que alcanzará su punto máximo antes de 2025, mientras el sector del cemento, considerado el tercer mayor emisor de carbono, lo hará en 2023. Un buen escenario para avanzar en las negociaciones globales que tendrán lugar en la próxima cumbre del clima COP27 en Sharm el-Sheikh, Egipto, en noviembre.

 

THE ASIAN DOOR: Geopolítica y renovables, el giro inesperado de la invasión de Ucrania. Águeda Parra

Considerada la cumbre del Cambio Climático COP26 como una de las menos ambiciosas en los últimos años, la invasión rusa de Ucrania ha dado en apenas un mes un giro inesperado sobre los objetivos mundiales de acción climática. La recuperación de la economía tras los confinamientos y las restricciones de la pandemia planteaban apenas hace cuatro meses una trayectoria de emisiones que conducían a un calentamiento de 2,4ºC al final de este siglo, considerando el escenario más desfavorable. La situación geopolítica actual plantea, sin embargo, un cambio de escenario de orden global que puede resultar beneficioso para los objetivos climáticos.

La guerra en Ucrania plantea el mayor desafío geopolítico desde la Segunda Guerra Mundial, no solamente para Europa, sino que supone una reordenación en la balanza de poder geopolítica a nivel mundial. La firme determinación de la Unión Europea de reducir su dependencia energética del gas de Rusia, que alcanza el 40%, y asciende al 60% en el caso de Alemania, supone situar el cambio de la estrategia europea sobre seguridad energética como uno de los principales game-changer en el juego de rebalanceo de fuerzas de poder que va a dejar la etapa post-guerra.

La cuenta atrás para alcanzar cero emisiones netas en 2050 comenzó para la Unión Europea en 2021. Por delante, unas tres décadas para alcanzar la descarbonización convirtiendo a las renovables en la pieza central del modelo de seguridad energética de los países europeos. El mismo tiempo que resta para que potencias energéticas como Rusia pierdan su influencia, al ser fuente de una quinta parte de las reservas de gas natural del mundo. De hecho, la reflexión sobre esta paulatina pérdida de influencia geopolítica podría haber acelerado la incursión militar sobre Ucrania.

Mientras un giro inesperado de la geopolítica global impulsa que la Unión Europea intensifique la política de fomento de las renovables, China mantiene su esquema y redobla la atención sobre las energías limpias con la publicación de un plan para desarrollar un sistema energético moderno para 2021-2025 como parte del itinerario marcado por el 14º Plan Quinquenal (2021-2025). De cumplirse los objetivos recientemente publicados, el plan estratégico definido por China podría adelantar hasta en cinco años el pico de emisiones de carbono comprometido para 2030.

El liderazgo de los gobiernos regionales marca la pauta de adecuación a los compromisos climáticos anunciados por China y, a falta de que 12 de los 34 gobiernos regionales comuniquen sus planes de desarrollo, la acción conjunta de los 22 restantes ya contempla el objetivo de agregar más de 600 gigavatios (GW) de capacidad de renovables de forma combinada entre 2021 y 2025. Una cifra que supone más del doble de la capacidad eólica y solar instalada a finales de 2020.

La ambiciosa hoja de ruta que plantea este nuevo plan supondría incrementar la generación de energía a partir de fuentes no fósiles a un 39%, desde el 33,9% registrado en 2020 y el 34,6% en 2021, según el plan energético presentado de forma conjunta por la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, y la Administración Nacional de Energía.

La bajada de los costes de producción son parte esencial que favorece la cifra récord de generación de energía eólica y solar año tras año, mientras la inversión en investigación y desarrollo energético, que crecerá un 7% entre 2021 y 2025, según el plan, complementa el impulso por acelerar la transición hacia un mix energético donde el carbón va teniendo cada vez un menor peso.

La geopolítica provoca movimientos inesperados y, entre los múltiples efectos que tendrá la invasión de Ucrania, la aceleración de la transición hacia las renovables figura entre los cambios más significativos. La dimensión de la seguridad energética marcará en el corto y medio plazo gran parte de los cambios geopolíticos globales.

THE ASIAN DOOR: Nueva etapa de la Ruta de la Seda en América Latina. Águeda Parra

Después de nueve años, la apuesta de China por construir vínculos a través de inversión en infraestructuras mientras despliega diplomacia se ha convertido en una de las iniciativas más importantes del gigante asiático en materia de política exterior. Tras unos primeros años de mayor intensidad, la nueva Ruta de la Seda aborda una nueva etapa de mayor ralentización de la inversión, mientras los efectos de la pandemia amenazan con hacer más compleja la recuperación de los ritmos de despliegue que se observaban con anterioridad a que impactara la crisis sanitaria en todo el mundo.

Un ritmo menor de despliegue, una mayor selección de los proyectos que se ejecutan en el extranjero, pero manteniendo el mismo interés sobre las regiones consideradas estratégicas para la iniciativa, entre las que destaca América Latina. La alta complementariedad entre las dos regiones ha favorecido el fortalecimiento de los vínculos con varias de las economías de la región, principalmente con Brasil, Venezuela, Argentina, Ecuador y Chile, que figuran entre los grandes receptores de inversión china durante las últimas décadas. Sin embargo, una vez que el perfil de desarrollo económico del gigante asiático está cambiando, y ha pasado a focalizarse en potenciar el consumo interior y en convertirse en una pieza importante en la creación de valor incorporando alta tecnológica, el sector extractivo de la región ha dejado de tener el interés que despertaba décadas atrás.

China no figura entre los diez principales inversores de la región. Estados Unidos y España se sitúan como los actores más destacados en primera y segunda posición, respectivamente. De hecho, el nivel de stock de inversión extranjera directa (IED) china en América Latina apenas supone el 10% del total de los flujos de inversión de IED realizados entre 2011 y 2020, según American Enterprise Institute. No obstante, la región sigue manteniendo su atractivo para la Ruta de la Seda y para los propios intereses de China con los países latinoamericanos.

En esta nueva etapa de relación entre China y América Latina, los proyectos en renovables y el despliegue de mayor actividad por parte de las empresas tecnológicas en la región, embajadoras de la promoción del Designed in China, se están convirtiendo en el principal impulso de la cooperación entre ambas regiones. Los compromisos de sostenibilidad de China están acelerando el desarrollo de nuevas tecnologías verdes que el gigante asiático exporta en su expansión por la Ruta de la Seda y que pueden suponer un impulso en la nueva etapa de inversión de China en América Latina.

La estrategia energética de China es uno de los grandes focos en los que se centra el despliegue de la Ruta de la Seda, suponiendo el 42% del total de la inversión. De ahí que la expansión por América Latina también esté ampliamente vinculada al sector energético, principalmente a la creciente atención que están acaparando las renovables ante los compromisos climáticos adquiridos por los países en la reciente Cumbre del Clima COP26.

En este avance de despliegue continuo de la Ruta de la Seda, y en el actual contexto geopolítico, América Latina plantea un renovado escenario de oportunidades, como así lo demuestra la celebración de la tercera reunión ministerial del Foro China-CELAC, celebrado el pasado mes de diciembre, y en el que se abordó el Plan de Acción Conjunto China-CELAC para la Cooperación en Áreas Claves (2022-2024). Estas nuevas líneas estratégicas no solamente refuerzan los vínculos económicos y de comercio existentes, sino que supone abordar una nueva etapa en la que destacará la inversión en la industria manufacturera y de servicios, como el transporte y la generación de electricidad, así como en los servicios financieros y en las áreas relacionadas con las nuevas tecnologías.

La adhesión de Cuba a la Asociación Energética de la Franja y la Ruta, Belt & Road’s Energy Partnership, por su nombre en inglés, el pasado mes de octubre de 2021, y el acuerdo ratificado con Argentina para financiar mejoras en la red eléctrica, representan algunos de los ámbitos de promoción de la cooperación en el ámbito de las renovables más recientes. Proyectos que están impulsando los vínculos de China con una región donde 19 de los 33 países que conforman América Latina y el Caribe están adheridos a la iniciativa de la nueva Ruta de la Seda.

Ante una situación de lenta recuperación económica mundial, y menores flujos de inversión por parte de las grandes economías, el Foro China-CELAC plantea un impulso renovado en la relación del gigante asiático con la región. El fomento del sector servicios, las renovables y el desarrollo tecnológico priman el crecimiento económico de China, ámbitos con los que América Latina sigue manteniendo una amplia complementariedad con el gigante asiático. El desafío ahora está en aprovechar las oportunidades que este nuevo entorno pueda plantear para generar el mayor crecimiento económico posible en la región.

THE ASIAN DOOR: Tierras raras, pero geoestratégicas. Águeda Parra

La revolución digital no solamente va a marcar un hito histórico en lo tecnológico como parte esencial de la Cuarta Revolución Industrial, sino que está adquiriendo una histórica relevancia geopolítica. Poder ejercer el control en cada una de las partes de la cadena de valor de los productos tecnológicos se ha convertido en un elemento de poder geoestratégico en la carrera por convertirse en el líder tecnológico mundial. La supremacía en innovación que permite controlar la parte alta de la cadena de valor está resultando ser tan estratégica como dominar el acceso a los elementos básicos en la parte baja, las tierras raras, esenciales para producir los componentes tecnológicos.

En esta nueva etapa geopolítica de la revolución digital, las tierras raras reivindican su valor y pasan a ocupar un rol destacado en la dinamización de influencia geoestratégica a nivel mundial. Este mayor protagonismo de las tierras raras se produce, asimismo, tres décadas después de que Estados Unidos ocupara un papel destacado como mayor productor mundial de estos metales en la década de los años 1980, pasando actualmente a depender del abastecimiento exterior, principalmente de China, que acapara el 80% del suministro mundial. En este cambio de roles en la producción, es ahora el gigante asiático el que afianza su posición con casi un monopolio, acaparando el 90% de la producción de las tierras raras y unas reservas que alcanzan casi el 36% del total mundial, frente al 1,3% de Estados Unidos, según el informe BP Statistical Review of World Energy 2021.

Las tierras raras son esenciales en la producción de dispositivos electrónicos inteligentes, turbinas eólicas, o coches eléctricos. Asimismo, resultan decisivas para una gran variedad de equipamiento militar como sónares y radares avanzados, navegación de misiles y sistemas de visión nocturna, entre otros, convirtiéndose en un elemento de nicho crítico para la industria de defensa que podría elevar las tensiones entre Estados Unidos y China de producirse una disrupción en el desabastecimiento de estos minerales esenciales. Igualmente, un crecimiento continuado de los precios podría convertirse en elemento desestabilizador para la producción de todos los dispositivos y equipos electrónicos que son cruciales en la industria tecnológica, de defensa y en las renovables, y que ya el año pasado experimentaron un aumento del 88%, según la Asociación de la Industria de Tierras Raras de China.

Adicionalmente a que el control de los precios de las tierras raras pueda significar para China una herramienta estratégica con la que ejercer influencia internacional, la creación del gran gigante de tierras raras anunciado por Pekín a finales de 2021 supone un claro indicio del valor estratégico que adquiere para China el control de estos minerales en 2022. La empresa estatal resultante de la fusión de las empresas Aluminium Corporation of China (Chinalco), China Minmetals Corporation y Ganzhou Rare Earth Group aumentará significativamente el dominio de China a nivel nacional, controlando casi el 38% de las tierras raras y el 70% de las tierras raras pesadas del país, además de incrementar su liderazgo en la producción global.

A pesar de su nombre, las tierras raras son bastante comunes en la corteza terrestre, no así las reservas de estos minerales. De ahí el valor geoestratégico del despliegue de la Ruta de la Seda por Asia, África y América Latina para mantener acceso al que se ha convertido en uno de los elementos más indispensables en la carrera por dominar la revolución digital. El acceso a las ingentes reservas que dispone Afganistán es una pieza clave en la geopolítica de las tierras raras, pero no la única nueva pieza en este tablero. Madagascar, por su parte, está capturando parte de ese valor geoestratégico casi duplicando su producción de tierras raras en 2020, hasta las 8 toneladas.

El alza del valor estratégico de estos minerales ha supuesto que Estados Unidos comience a reconsiderar su estrategia en tierras raras aumentando su producción un 36% hasta las 38 toneladas en 2020. No obstante, parece necesario un cambio más radical para competir con el progresivo dominio que está adquiriendo China sobre las tierras raras y la influencia geopolítica a nivel mundial que lleva implícita.