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THE ASIAN DOOR: Israel y China, visiones sobre Oriente Medio. Águeda Parra

Israel, como país a la rivera del Mediterráneo, ha despertado el interés de la nueva Ruta de la Seda por ampliar su red de conectividad exterior hacia Europa. La inversión en el puerto de contenedores de Haifa en septiembre de 2021, con capacidad para albergar 1.000 barcos, y con una concesión de 25 años a favor del Grupo Shanghai International Port, permitía incorporar a Israel al conjunto de las inversiones bajo el esquema de la iniciativa china en la parte occidental de Oriente Medio, región esencial en la agenda estratégica de la nueva Ruta de la Seda en la segunda década.

La opción de consolidar el posicionamiento de China en el puerto de Haifa, uno de los principales hub comerciales del Mediterráneo, se evaporaba apenas un año después cuando Israel vendía el 70% del puerto a la empresa india Adani Ports, mientras el 30% restante se quedaba en manos de la multimillonaria empresa local de químicos y logística Gadot por 1.180 millones de dólares en julio de 2022 tras dos años de un largo proceso de privatización. La alianza de Israel con Estados Unidos, y la cercanía de la base principal de submarinos de Israel a las instalaciones de Haifa, además de la navegación por estas aguas de la Sexta Flota de Estados Unidos, desaconsejaba la vinculación marítima con China. No obstante, la presencia del gigante asiático ha seguido fortaleciéndose en la zona a través de las inversiones realizadas en Arabia Saudí, Egipto y Omán, aprovechando el vacío dejado en Oriente Medio por Estados Unidos tras su salida de Afganistán.

Pero más allá de potenciar la diplomacia del gasto en infraestructuras, con lo que Israel se convertía en el mayor receptor de inversión extranjera directa de China en la región entre 2015 y 2018, la relación comercial también se ha ido consolidando en los últimos años. El incremento de los flujos de comercio propiciaba que China desplazara a Estados Unidos como principal socio comercial en 2021, una importante base sobre la que seguir creciendo a través del acuerdo de libre comercio que se estaba negociando desde 2016, y donde los avances alcanzando en marzo de 2023 hacían pensar que se firmaría a finales de año de no haber sido por el estallido de la guerra entre Israel y Gaza.

Estos últimos años se han intensificado las relaciones entre China e Israel también en el entorno digital y de innovación, principalmente prestando atención al potencial de las startups tecnológicas del país. Pero las finanzas también han sido foco de interés en las relaciones bilaterales, ya que Israel se convertía en uno de los primeros países en incorporar el yuan a sus reservas en abril de 2022, reduciendo el volumen en dólares y euros, un movimiento considerado como el de mayor cambio en la política del Banco Central de Israel en una década.

Pero más allá de la diplomacia de las infraestructuras y la geopolítica de la tecnología, el interés de China por estar más presente en los asuntos internacionales ha llevado al gigante asiático a ejercer un papel de mediador en la región, potenciando su rol de actor global también en Oriente Medio. La mediación entre Irán y Arabia Saudí en marzo de 2023 ponía sobre la mesa la posibilidad de iniciar una ronda de conversaciones de paz entre Israel y Palestina.

En este rol de líder diplomático de los países en desarrollo, China intensifica la rivalidad con Estados Unidos haciendo converger la influencia económica con su creciente peso político. De esta forma, el interés de negocio se une al interés de alineamiento geoestratégico con el mundo árabe buscando un mayor equilibrio de poder a través del despliegue de diplomacia con los países del Sur Global. Estos vínculos no evitan, sin embargo, las críticas a Israel en su forma de afrontar el conflicto y el apoyo a Palestina, con quien China estableció una relación estratégica en junio de 2023, y con quien mantiene relaciones desde la década de 1960, mientras que con Israel no se formalizarían hasta 1992.

El escepticismo de Israel en la mediación de China surge, por tanto, de considerar que su propia visión que enfatiza el origen del estallido del conflicto se contrapone con la perspectiva de China que remarca el camino para resolverlo. No obstante, sin que todavía se hayan producido avances que anticipen la resolución del conflicto, las naciones árabes cuentan ahora con otra gran potencia que se interesa por la región.

 

 

THE THE ASIAN DOOR: Qué esperar de la nueva Ruta de la Seda en una década. Águeda Parra

La nueva Ruta de la Seda toma impulso para iniciar una segunda década donde la principal novedad será el cambio de prioridades, aunque bajo la misma base geoestratégica. La experiencia adquirida en este tiempo servirá, por tanto, como herramienta para priorizar proyectos, así como para no repetir episodios que han marcado, en cierta medida, estos diez años.

Se buscan proyectos de menor tamaño, más sostenibles, y más ajustados a la capacidad económica de los países receptores para así evitar nuevos escenarios de trampa de deuda como el asociado a Sri Lanka, y del que China representa hasta el 21% de la deuda total del país, unos 8.500 millones de dólares. De hecho, el gasto para rescatar a 22 países en desarrollo que estaban afrontando dificultades para pagar los préstamos relacionados con la iniciativa habría alcanzado los 240.000 millones de dólares, según un reciente estudio.

Sin llegar a la situación de Sri Lanka, el que otrora fuera el buque insignia de la iniciativa, el Corredor Económico China-Pakistán, y sobre el que estaba prevista una inversión de 62.000 millones de dólares, está perdiendo el foco de interés por la preocupación que supone la inestabilidad política en el país y la inseguridad de los trabajadores chinos. Como uno de los socios geopolíticos destacados de la región, los proyectos en Pakistán acumulan hasta 25.000 millones de dólares de inversión, aunque los nuevos desarrollos dependerán en gran medida de quién termine asumiendo el poder en Islamabad a finales de enero de 2024.

Ante esta década que comienza, China ha presentado la agenda estratégica de la iniciativa bajo el marco del tercer Foro de la nueva Ruta de la Seda que ha congregado a 4.000 representantes de más de 130 países. El número de jefes de Estado y de gobierno asistentes ha disminuido en este tercer encuentro que conmemoraba el décimo aniversario de la iniciativa. Finalmente, 23 han sido los asistentes de alto nivel frente a los 29 del primer foro en 2017, y los 37 del segundo foro en 2019, una importante reducción asociada a que la asistencia de Putin que ha reducido la presencia europea a únicamente el presidente de Hungría, sin que con ello se haya visto mermado el impacto geopolítico global del encuentro.

En este tercer foro se confirmaba la ausencia de Italia, único miembro del G7 hasta ahora miembro de la iniciativa, y que probablemente confirme su retirada formal de la iniciativa en los próximos meses, no renovando el acuerdo que expira en marzo de 2024. Otros socios, sin embargo, como los dirigentes de Chile, Etiopía, Hungría, Kazajistán, Kenia, Papúa Nueva Guinea y Rusia han visto reforzados sus vínculos con sesiones paralelas al foro, mientras, de forma general, en los próximos meses comenzará la renovación de la mayoría de los memorandos de entendimiento (MoU) que oficializan la adhesión a la nueva Ruta de la Seda en ciclos de cinco años.

En esta nueva década que comienza, el gasto en infraestructuras irá dejando paso a proyectos en energías verdes, principalmente en tecnología solar y eólica, mientras las inversiones en tecnología y conectividad digital serán también parte de las principales prioridades de la iniciativa. Otros ejes estratégicos de actuación se centrarán en la cooperación en el desarrollo de la inteligencia artificial y el establecimiento de estándares, apoyando así la transformación de los socios de la iniciativa en su proceso de transición energética y digital.

En un escenario de intensa competencia entre Estados Unidos y China, la iniciativa se ha consolidado como una importante palanca de despliegue de la influencia de China a nivel global. La nueva Ruta de la Seda seguirá siendo, por tanto, una de las herramientas estratégicas de política exterior más emblemáticas para fortalecer los vínculos con el Sur Global durante la próxima década. Mientras tanto, las iniciativas lanzadas por Estados Unidos y Europa no terminan de consolidarse como contrapeso a una iniciativa que ya ha desplegado un billón de dólares de influencia.

 

 

INTERREGNUM: La Ruta de la Seda cumple diez años. Fernando Delage

Se cumplen por estas fechas diez años del lanzamiento por el presidente chino, Xi Jinping, de la Nueva Ruta de la Seda (la Belt and Road Initiative, BRI, en su denominación oficial en inglés). Tras proponer en Astana, el 7 de septiembre de 2013, el establecimiento de un Cinturón Económico a través de Eurasia que conectase China con Europa, anunció en Jakarta, el 3 de octubre, una Ruta de la Seda Marítima que uniría igualmente ambos continentes. Nadie fue consciente en aquel momento de la relevancia que tendrían ambos discursos. Además de representar el mayor plan de desarrollo de infraestructuras de la historia, la iniciativa pronto se convertiría en la mejor expresión de las ambiciones diplomáticas de Xi, así como en una prioridad política interna, incorporada a los estatutos del Partido Comunista en 2017.

Sólo a partir de 2015 se dio realmente contenido a una idea que estaba sin elaborar cuando Xi la propuso. Se trataba de un concepto abierto, sin forma institucional, diseñado básicamente como respuesta a la desaceleración del crecimiento.  El modelo de desarrollo seguido desde los años ochenta, basado en una mano de obra intensiva y orientado a la exportación, había llegado al final de su recorrido. China afrontaba una deuda en aumento y un exceso de capacidad que hacían necesaria una reestructuración de la economía, a la vez que debía corregirse el desequilibrio entre las provincias de la costa y las del interior con el fin de asegurar la estabilidad social y política del país. Desde el exterior pronto se percibieron también las implicaciones geopolíticas, siempre negadas por los líderes chinos.

Con el tiempo, la iniciativa se extendió gradualmente a otros espacios (el Ártico, América Latina, África), y el sureste asiático adquiririó mayor protagonismo que Asia central en cuanto a número de proyectos. Pese a no haberse cumplido las ambiciosas expectativas iniciales, lo relevante—una década después—es la redefinición de prioridades a la que obligan, entre otros factores, la deuda acumulada por algunos de los países receptores de los préstamos de Pekín, y el propio cambio de ciclo en la economía china, agravado por los efectos de la pandemia y la política de covid-cero. Además de la oposición de la opinión pública, se cuenta con menos recursos para megaproyectos difícilmente sostenibles desde una perspectiva financiera. Las redes digitales y las energías renovables son hoy principal objeto de atención, no las infraestructuras de transporte, en un proceso mucho más estricto de selección de proyectos, pues debe primar su rentabilidad a corto-medio plazo.

El contexto político global ha cambiado igualmente en los últimos años, como se comprobará en octubre, en la tercera cumbre sobre la Ruta de la Seda. Aunque más de 90 países han anunciado su asistencia, los occidentales brillarán por su ausencia. Mientras estos últimos se alejan de BRI (el único Estado miembro de la UE que firmó un acuerdo sobre la iniciativa, Italia, lo denunciará), son las naciones del Sur Global las que mantienen su interés—aun con reservas—, y sus representantes estarán acompañados en Pekín, eso sí, por el presidente ruso, en una inusual visita al extranjero de Putin.

Preparando el terreno a la cumbre, la República Popular no sólo propició la ampliación de los BRICS a finales de agosto. En esa misma dirección, hizo público la semana pasada un nuevo Libro Blanco sobre la gobernanza global, con premisas contrarias al orden internacional liberal. De este modo, diez años después de su nacimiento, asegurar la sostenibilidad del crecimiento chino continúa siendo el principal objetivo estratégico de BRI, si bien debe enmarcarse en la más amplia “Iniciativa de Desarrollo Global” que promueve Pekín desde 2022, para—más allá de proyectos materiales de interconexión—exportar valores iliberales y establecer reglas y estándares tecnológicos incompatibles con los productos de las empresas occidentales. El alineamiento político de los países socios será, no obstante, más difícil de conseguir que el económico. Incluso en este último frente contarán con nuevas opciones, como las que ofrece el corredor India-Oriente Próximo-Europa (IMEC en sus siglas en inglés), anunciado en la reciente cumbre del G20.

THE ASIAN DOOR: No todo es infraestructuras en la Ruta de la Seda. Águeda Parra.

La nueva Ruta de la Seda marca un hito especial y muy simbólico tras diez años desde su lanzamiento. En esta década, la iniciativa china no ha dejado de evolucionar, propiciando la adhesión de hasta 147 países y manteniendo un fuerte ritmo de inversión, alcanzando los 67.800 millones de dólares en 2022, en línea con el gasto de 68.700 millones de dólares del año anterior. Una década que ha permitido a la iniciativa pasar por múltiples etapas, afrontando un nuevo ciclo de clara transformación de los ámbitos de interés de inversión.

Para la nueva etapa, las prioridades están dirigidas a potenciar la construcción de una Ruta de la Seda verde, incorporando estándares medioambientales internacionales. La apuesta por las renovables, principalmente en el desarrollo de tecnología verde solar y eólica, está marcando la transición en el modelo de inversión. A pesar de que el carbón sigue estando muy presente en la iniciativa, la proporción de inversión verde ha pasado de representar un 5,6% en 2013 a suponer un 26,1% en 2022.

No obstante, la mayor transformación en el esquema de inversión se está produciendo en evolucionar la iniciativa más allá del gasto de infraestructuras, cuyos beneficios han supuesto un importante impulso de diplomacia china en todas las regiones. Comienza una nueva fase, por tanto, en la que la inversión en tecnología comienza a generar momemtum. De hecho, aunque el protagonismo histórico de proyectos en energía y transporte desde que se lanzara la iniciativa en 2013 se ha mantenido también durante 2022, representando el 36% y 18%, respectivamente, un nuevo sector comienza a acaparar paulatinamente mayor interés, y no es otro que la tecnología. Con una inversión que ya alcanza el 16% del total, unos 10.700 millones de dólares, los proyectos de baterías para coches eléctricos lanzados por CATL en Hungría son apenas un ejemplo de esta transformación de los sectores de interés de la nueva Ruta de la Seda, entornos hacia donde China busca seguir expandiendo su liderazgo global.

La dimensión alcanzada por la Franja y la Ruta en estos diez años, englobando al 75% de los países del mundo, ha favorecido que el gasto en infraestructuras haya propiciado, asimismo, una intensificación del comercio bilateral, pasando China a convertirse en muchos casos en el principal socio comercial de varios países, favoreciendo, por ende, los lazos bilaterales. Nuevos socios comerciales que han sido una nutrida base para que el gigante asiático haya expandido los estándares tecnológicos chinos en proyectos de transición energética y digital.

Frente al episodio de creciente preocupación de que el escenario de trampa de deuda de Sri Lanka pudiera extenderse a otros países, esta etapa también está asociada a afrontar grandes proyectos de infraestructuras de forma sostenible con la capacidad económica del país, como en el caso de Bangladesh. Centrando los proyectos en ámbitos de desarrollo muy específicos, Bangladesh ha conseguido impulsar de forma importante su economía, destacando la construcción del puente Padma Bridge, un proyecto que en sí mismo está asociado al aumento del 1% del PIB del país, además de contribuir a la reducción de la pobreza a nivel nacional en un 0,84%, según Centre for Policy Dialogue (CPD).

Por otra parte, la cooperación en el ámbito de seguridad con las islas Salomón han proporcionado, asimismo, un amplio despliegue de diplomacia china en el Pacífico, extendiendo la influencia de la nueva Ruta de la Seda más allá del desarrollo en infraestructuras. Un año después de firmar el acuerdo en seguridad, ambas partes han suscrito una asociación estratégica integral con el objetivo de impulsar las relaciones bilaterales. Un éxito de la diplomacia china en una región que vuelve a retomar el interés de Estados Unidos tras más de una década de ausencia en la agenda estratégica.

Se consolida así una década de la iniciativa del billón de dólares que ha generado para China una expansión sin precedentes en el ámbito regional, zona de referencia del gigante asiático, como también a nivel global. Tras diez años, el impulso de la transición energética y digital está promoviendo el despliegue de estándares chinos y el ascenso del gigante asiático en la cadena de valor, mientras el acelerado proceso de derisking que afrontan las grandes potencias innovadoras podría acelerar un desacoplamiento que propiciara bloques de influencia con el que China equilibrara el juego de poder geopolítico.

THE ASIAN DOOR: Filipinas, bisagra geopolítica del Pacífico. Águeda Parra

La geopolítica del gasto en infraestructuras ha pasado a formar parte del soft power de las grandes potencias que buscan afianzar su posicionamiento internacional mientras estrechan los vínculos de cooperación con países cuyo déficit en infraestructuras se ha ido acrecentando en las últimas décadas. La iniciativa china de la nueva Ruta de la Seda, pero también la versión europea Global Gateway y la apuesta estadounidense Build Back Better, representan una nueva era en el despliegue de diplomacia global.

El gasto en desarrollo de infraestructuras ha sido una de las principales palancas de China para desplegar influencia en la región del Indo-Pacífico. El buque insignia del puerto de Gwadar en Pakistán, los gaseoductos y oleoductos que atraviesan Myanmar hasta conectar con el suroeste de China, y la conexión ferroviaria en alta velocidad con Laos son algunos de los grandes proyectos promovidos por la geopolítica del gasto en infraestructuras en los últimos años. En la última década, muchos países de la región se han incorporado al esquema de la nueva Ruta de la Seda buscando impulsar su desarrollo económico e integración regional. Éste es el caso también de Filipinas, que busca dar respuesta a la grave crisis de infraestructuras públicas y cortes de energía que padece el país.

Ferdinand Marcos Jr. ha elegido Pekín como el primer viaje fuera del Sudeste Asiático desde que se convirtiera en presidente del país el pasado mes de junio, buscando mantener las buenas relaciones entre Pekín y Manila que ya iniciara su predecesor Rodrigo Duterte. A pesar de que Filipinas registró uno de los mayores crecimientos económicos de la región, alcanzando un crecimiento del 6,7% del PIB, con una previsión para 2023 que se sitúa en el 5% del PIB, la falta de disponibilidad de recursos energéticos requiere de una importante búsqueda de nueva inversión extranjera que financie el programa económico del nuevo presidente.

Acelerar el desarrollo de infraestructuras es una necesidad ampliamente compartida en una región que alcanza un déficit de gasto anual de 459.000 millones de dólares, según el Banco Asiático de Desarrollo, de los cuales 11.000 millones de dólares corresponderían a las necesidades de gasto anual en infraestructuras que necesita Filipinas. De ahí, que la grave crisis de infraestructuras públicas que padece Filipinas se haya convertido en el gran desafío del país para seguir impulsando desarrollo económico.

Conectividad de infraestructuras y generación de energía son, por tanto, una parte de las grandes demandas de inversión extranjera que el presidente Marcos ha abordado en su reunión con Xi durante su viaje a Pekín a principios de año. Una visita que tiene la doble intención de mejorar las relaciones bilaterales después de la cancelación de tres importantes proyectos chinos por falta de financiación ordenados por el presidente filipino al iniciar su mandato.

La visita ha concluido con la firma de 14 acuerdos de cooperación que suponen el compromiso de inversión china por valor de 22.800 millones de dólares y que permitirán reducir la tensión por las reivindicaciones territoriales entre Pekín y Manila en el Mar del Sur de China, para lo cual se creará además un canal de comunicación directo para gestionar la disputa de forma pacífica.

En esta nueva fase de crear oportunidades de paz y desarrollo entre ambos países, la visita también ha propiciado la reapertura del diálogo para explorar conjuntamente la cuenca marítima en busca de petróleo y gas para así poder explotar los recursos energéticos de la región para beneficio de ambas economías. Todo ello en un escenario de cooperación activo de Filipinas con Washington para la construcción de cinco nuevos puestos militares en el Estrecho de Luzón que separa Filipinas de Taiwán, un enclave estratégico ante un eventual conflicto en la zona, y que remarca el perfil de Filipinas como socio de las dos mayores potencias de la región en el momento de mayor rivalidad geopolítica.

 

THE ASIAN DOOR: El pivot to China de Oriente Medio. Águeda Parra

Los escenarios sobre los que ha venido actuando la rivalidad entre Estados Unidos y China en el tablero geopolítico global se han ido moviendo en los últimos meses, cambiando de geografía y de temática, a la vez que han ido aflorando las distintas sensibilidades de los países en su relación con las estrategias de política exterior de Washington y Pekín. Acaba el año, y la visita de Xi Jinping a Arabia Saudita marca la diferencia entre la espléndida bienvenida ofrecida al presidente chino y la menos cálida recepción a Joe Biden. El petróleo es la principal base de sus relaciones, pero las bazas geopolíticas de Washington y Pekín parecen inclinarse a favor del gigante asiático.

Tras una tensión mantenida durante meses en las aguas del Mar del Sur de China en cuanto a la cuestión de Taiwán, el vórtice geopolítico pasaba después al Pacífico donde, tras el acuerdo de seguridad firmado entre China y las islas Salomón, Washington ponía de nuevo el foco en la región tras tres décadas de ausencia estadounidense, firmando un acuerdo de carácter económico con las islas del Pacífico que le permitía a Washington fortalecer su posicionamiento en la región. Tras Taiwán y el Pacífico, Oriente Medio está haciendo aflorar un nuevo entorno de rivalidad geopolítica entre Washington y Pekín que irá tomando un protagonismo aún mayor en los próximos años.

Tras conseguir Pekín mantener el equilibrio geopolítico entre países que son rivales en la región sin posicionarse sobre cuestiones que podrían hacer aflorar susceptibilidades varias, la visita de Xi Jinping a Oriente Medio ha mostrado un espacio de diálogo con China mucho más abierto y de cooperación que el que mantienen con Washington. De hecho, ninguno de los países de la región quiere ser parte de un juego de suma cero que les obligue a posicionarse entre las grandes potencias, pero los acuerdos de cooperación cerrados entre China y Arabia Saudita, la buena sintonía mantenida en la Cumbre China-Estados Árabes y en la conferencia con el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG) acerca más el mundo árabe hacia Oriente que hacia Occidente.

Considerado por Xi Jinping como ”viaje pionero” para “abrir una nueva era en las relaciones de China con el mundo árabe, los países árabes del Golfo y Arabia Saudita”, la visita ha permitido a Pekín cerrar hasta 34 acuerdos de inversión. Aunque el petróleo es la base más importante de sus relaciones, Arabia Saudita es el principal proveedor de petróleo de China, la diversificación económica ha marcado el tono de la visita, ampliando la colaboración a un marco más variado de sectores que incluyen proyectos en energía verde, tecnología de la información, servicios de cloud, transporte y construcción, por un valor que asciende a unos 30.000 millones de dólares.

En el despliegue de la nueva Ruta de la Seda, Arabia Saudita ha sido la gran protagonista de las inversiones chinas durante el primer semestre del 2022, principalmente en proyectos de renovables. Una cooperación que ahora también se extenderá al entorno digital con el acuerdo firmado con Huawei para desarrollar la red 5G, los servicios cloud y la construcción de complejos de alta tecnología en las ciudades del país, expandiendo así la nueva Ruta de la Seda en su dimensión digital, incluyendo el impulso del yuan en las transacciones comerciales.

El fortalecimiento de las relaciones entre Pekín y Riad se produce ante una importante dinámica de cambio geopolítica, con los mercados energéticos bajo una continua incertidumbre ante el tope a la venta de petróleo ruso impuesto por la Unión Europea y un debilitamiento del posicionamiento de Washington en la región que deja espacio para una mayor expansión de influencia diplomática por parte de Pekín. Sin embargo, el espacio cedido por Washington como garante de seguridad en la región no parece figurar entre las prioridades de política exterior de China.

En definitiva, la preocupación de Washington por el pivot hacia China de los países árabes hace que parte del foco de interés del tablero geopolítico regrese de nuevo a Oriente Medio, distrayendo a Estados Unidos del Pacífico, su verdadero objetivo estratégico de la década. No obstante, el fortalecimiento de las relaciones entre China y los países árabes podría atravesar su punto de inflexión si las rivalidades regionales y el desarrollo del programa nuclear de Irán conllevara que Pekín tuviera que posicionarse como mediador en la región.

 

THE ASIAN DOOR: Islas Salomón, el vórtice para China en el Pacífico. Águeda Parra

Desde que las islas Salomón cambiaran su alianza diplomática de Taiwán por China por una amplia mayoría en una votación del Parlamento del país insular en 2019, el acercamiento a Pekín ha ido creciendo, no solamente en el número de acuerdos alcanzados, sino en la trascendencia geopolítica que supone una mayor vinculación con China. Su posición en el Pacífico, y la cercanía a otros enclaves de soberanía estadounidense, comienza a generar una inestabilidad en el equilibrio de poder de la región, sobre todo si otros países del entorno siguieran los pasos de las islas Salomón de un mayor acercamiento a Pekín.

En el cambio de reconocimiento diplomático, las islas Salomón consideraron que la política y la economía de Taiwán eran “totalmente inútiles” para los objetivos de desarrollo del país, mientras el giro hacia China estuvo considerado como de un “beneficio” mayor. Además de los objetivos de desarrollo económico, la celebración de los Juegos del Pacífico, que se celebrarán entre noviembre y diciembre de 2023 y que reunirán a los países y territorios de Oceanía, además de Australia y Nueva Zelanda, figuraba en el horizonte de los desafíos que debe acometer el país en cuestión de infraestructuras físicas y digitales para abordar una celebración de ese calibre.

Aparte de las donaciones recibidas por algunos de los países asistentes al evento, como la realizada por Australia, el grueso de la construcción de las infraestructuras deportivas será financiado y construido gracias al acuerdo de 100 millones de dólares suscrito con China con el que se cubrirá hasta el 80% de las instalaciones necesarias para acoger los Juegos del Pacífico de 2023. Un acuerdo alcanzado en 2020 que ya en su momento comenzaba a marcar el curso de un mayor acercamiento entre Honiara y Pekín en los años posteriores.

Tras el fortalecimiento de las relaciones económicas, la geopolítica ha entrado en juego, marcando el actual ritmo de las relaciones bilaterales. El acuerdo de seguridad firmado a principios de año entre las islas Salomón y China situaba al país insular como nuevo eje de la geopolítica en el Pacífico, a la vez que servía de reflejo de la paulatina pérdida de influencia de Estados Unidos en la zona durante la última década. En este juego de equilibrios geoestratégico, China conseguía sumar un aliado en el Pacífico después de anunciarse la alianza trilateral AUKUS entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia unos meses antes. Y, aunque todavía no se conoce el detalle del acuerdo de seguridad firmado por las islas Salomón, todo apunta a que los efectos sobre el orden geoestratégico reinante en el Pacífico comienzan a tomar forma.

La decisión de las islas Salomón de prohibir temporalmente el acceso de cualquier barco militar a sus puertos hasta que se establezca un nuevo procedimiento podría ser otro paso más en el cambio de escenario geopolítico en la región. En las últimas semanas, las autoridades de la isla insular prohibían el acceso a dos barcos estadounidenses que forman parte de la campaña lanzada por Washington el pasado mes de julio para luchar contra la pesca ilegal en el Pacífico. De esta forma, Estados Unidos busca reiterar su compromiso con la región como parte de la redefinición de su estrategia Pivot to Asia mientras persigue contrarrestar la influencia de China.

Pero no solamente se han producido avances en lo económico y en lo relativo a cuestiones de seguridad. Después de la exclusión de Huawei para la construcción de la nueva red 5G en muchos países, el acuerdo firmado entre las islas Salomón con la empresa china para acometer el despliegue de la infraestructura de la red de nueva generación vuelve a poner la tecnología en el debate geopolítico. Las 161 torres móviles que construirá y desplegará Huawei cuentan con la financiación de un crédito de 66 millones de dólares ofrecido por Exim Bank a bajo interés. Huawei consigue así incorporarse finalmente como proveedor de telecomunicaciones en la isla después de que el gobierno australiano consiguiera que la isla reemplazara el contrato otorgado a la empresa china a cambio de una financiación conjunta para la construcción de una red de cable submarino en 2018, cuando todavía no se había realizado el cambio de reconocimiento diplomático.

La cercanía de las islas Salomón con las islas Marianas y Guam, que constituyen la considerada como segunda cadena de islas que condicionan la salida de China al Pacífico, preocupa a Washington por el valor estratégico de los avances geopolíticos que está consiguiendo el gigante asiático en la región. De la decisión que tome Honiara tras la moratoria de atraque en sus puertos dependerá el papel que jueguen las islas Salomón en el eje del Pacífico y cómo se reconfigure la balanza geoestratégica en la región.

THE ASIAN DOOR: Las Islas Salomón, nuevo eje de la geopolítica en el Pacífico. Águeda Parra

La diplomacia del gasto en infraestructuras impulsada por China en el Pacífico a través de la nueva Ruta de la Seda ha ido generando una nueva dinámica geopolítica en la región que podría amenazar el orden estratégico. Una mayor presencia por parte del gigante asiático en la última década que contrasta con la pérdida de influencia de Estados Unidos sobre una zona donde ha cerrado embajadas, consulados, y reducido la presencia institucional de oficinas como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). Ahora, las Islas Salomón se suman al juego de equilibrio geoestratégico incrementando la incertidumbre sobre cuál será la próxima ficha que ponga más presión sobre la región.

Las ambiciones regionales de China se complementan con la acuciante necesidad de desarrollo de infraestructuras que tiene la región, y que está estimada en un gasto anual de 1.700 millones de dólares, según el Banco Asiático de Desarrollo. Bajo la iniciativa china, Pekín potencia el fomento de las relaciones diplomáticas, económicas, financieras y tecnológicas, mientras Washington ha ido paulatinamente perdiendo influencia en estas áreas clave de competencia estratégica. Con la firma del acuerdo de seguridad entre China y las Islas Salomón se abre un nuevo capítulo, el de cooperación en seguridad, que viene a dar respuesta por parte de Pekín a la alianza trilateral militar AUKUS creada por Australia, Estados Unidos y Reino Unido a finales de 2021.

Sin que ninguna de las partes haya dado mayor detalle sobre el alcance del acuerdo, el nuevo aliado de Pekín en el Pacífico, a poco más de 1.700 kilómetros de distancia de la costa australiana, se suma a otras islas de la zona con las que China ha alcanzado acuerdos de cooperación, como Fiji y Tonga. La ayuda enviada por China a Tonga tras la erupción del volcán a finales de 2021 muestra el grado de compromiso del gigante asiático con la región, y que ya se pudo apreciar tras la celebración de la primera reunión de ministros de Asuntos Exteriores de China y el Pacífico celebrada el pasado mes de octubre. Un primer encuentro para ahondar en las causas comunes, como el cambio climático y el desarrollo regional a través de la creación de un Centro de Cooperación para el Cambio Climático entre China y el Pacífico, y un Centro de Cooperación para el Desarrollo y la Reducción de la Pobreza, que marcan el tono de una nueva dinámica de relaciones entre Pekín y las islas del Pacífico.

La intensificación de la diplomacia china en el Pacífico busca también marginalizar a los aliados diplomáticos de Taiwán, reduciendo el número de apoyos en la región a solamente las Islas Marshall, Nauru, Palaos y Tuvalu. De ahí que se esté intensificando la presión para que la administración Biden negocie la extensión de los tratados que Estados Unidos mantiene con Micronesia, Palaos y las Islas Marshall, que están a punto de expirar, evitando así una nueva reordenación geoestratégica en la región.

El acuerdo, conocido como “The Switch”, marca un punto de inflexión en una región que ha estado dominada tradicionalmente por Estados Unidos y Australia, y donde la llegada de presencia militar china podría llegar a bloquear las rutas marítimas entre Estados Unidos y Australia, con la vista puesta en el pacto defensivo AUKUS. De hecho, según el acuerdo firmado, las Islas Salomón podrían solicitar a China el envío de policía armada y presencia militar para mantener el orden social, y proteger a los ciudadanos y sus propiedades. De modo que, las implicaciones reales en materia de seguridad suponen situar a las Islas Salomón como eje sobre el que van a pivotar las decisiones geoestratégicas en el Pacífico entre Estados Unidos, China y Australia.

Un pequeño conjunto de islas situadas en un espacio geoestratégico que atesora su propio capítulo de batallas durante la Segunda Guerra Mundial y que vuelven a la escena geopolítica generando movimientos en el juego de equilibrio de alianzas en el Pacífico. El primero de ellos, el anuncio de la reapertura de la embajada de Estados Unidos, cerrada desde 1993. Un signo más de cómo el ritmo de la geopolítica pone énfasis en el Pacífico.

 

THE ASIAN DOOR: Global Gateway, diplomacia activa como game-changer. Águeda Parra

La mayor iniciativa de desarrollo de infraestructuras mundial liderada por China, la nueva Ruta de la Seda, se ha convertido con el tiempo en uno de los instrumentos de diplomacia más importantes desplegado por un país. La inversión inicial de un billón de dólares ha posibilitado que la iniciativa china se haya convertido en un estratégico game-changer en el esquema de conexiones que conecta Oriente con Occidente, abarcando una amplia zona que se extiende por el Indo-Pacífico, pasa por África y enlaza con América Latina. Ante esta redefinición de escenario, ¿queda espacio para que otros agentes globales puedan contrarrestar una diplomacia que China lleva desplegando desde hace una década?

Desde que China lanzara la iniciativa, también conocida como la Franja y la Ruta, en 2013, las cadenas de suministro globales han experimentado una importante década de cambios. Las infraestructuras desplegadas y operativas bajo el esquema de la iniciativa china están modificando el esquema de conexiones, mientras que los países que participan de la Ruta se han incorporado como nuevos agentes en todo el proceso. China ha desplegado infraestructuras e incrementado diplomacia fomentando un modelo de game-changer que ha facilitado, asimismo, el desarrollo económico y una mayor integración regional en los países receptores.

Una década de diplomacia en gasto en infraestructuras por parte de China que ha motivado que Estados Unidos y la Unión Europea hayan puesto en marcha sus propias iniciativas. Para Global Gateway, como se conoce a la iniciativa europea, contrarrestar la influencia generada por China y conseguir que el gasto en infraestructuras se convierta en una herramienta de éxito capaz de posicionar a la Unión Europa como actor global tiene una correlación directa con la visión estratégica en la selección de proyectos emblemáticos. Responder a la inmensa demanda de infraestructuras y satisfacer las necesidades de conexión digital que tienen los países en desarrollo, evitando el solapamiento de iniciativas, son objetivos cruciales que deben guiar la misión del gran proyecto europeo.

Global Gateway está orientada a abordar tres grandes ejes de actuación prioritarios. La inversión en digitalización figura como primera prioridad, contemplando el fomento de la conectividad digital como herramienta de desarrollo tecnológico y como eje del desarrollo de redes e infraestructuras que suponga priorizar la incorporación de las nuevas tecnologías para reducir la brecha digital global. Entre los beneficios más directos para la Unión Europea, desplegar un nuevo esquema de redes de transporte implementado bajo el prisma de desarrollo de infraestructuras sostenibles supondrá la mejora de la conectividad, pero también significará el fomento de la exportación de estándares, estándares europeos que acompañarán a los proyectos desplegados bajo el marco de una normativa europea.

La financiación de proyectos Global Gateway podría convertirse, asimismo, en el instrumento que aportara dinamismo a la capacidad industrial de los países miembro, impulsando la generación de campeonas europeas compitiendo en los mercados internacionales. Mantener las ventajas competitivas actuales de las empresas europeas en un escenario geopolítico de continuo cambio requiere abogar por preservar la presencia de estándares europeos como parte del alto valor dentro de las cadenas de suministro globales.

Un segundo eje de actuación de Global Gateway es la financiación de proyectos de acción climática, con la que la iniciativa europea tiene la oportunidad de convertirse en el socio que otros países necesitan para alcanzar sus agendas de desarrollo sostenible. La Unión Europea busca así incrementar su rol en la acción mundial desplegando una cooperación global de transición energética.

En tercer lugar, Global Gateway ambiciona favorecer el fortalecimiento de los sistemas de salud, buscando diversificar las cadenas de suministro farmacéutico mediante la construcción de capacidades que permitan desarrollar manufactura y generar distribución propia, propiciando avances en la tecnología de la salud. Finalmente, la iniciativa contempla convertirse en una plataforma de inversión en educación y formación, además de fomentar el crecimiento sostenible.

Global Gateway movilizará 300.000 millones de dólares entre 2021-2027 y aglutinará recursos públicos y privados procedentes del Fondo Europeo para el Desarrollo Sostenible Plus (135.000 millones de euros), del Banco Europeo de Inversiones (25.000 millones de euros), de subvenciones (18.000 millones de euros) y de la aportación de instituciones financieras europeas (145.000 millones de euros).

Aunque todavía no está claro el modelo de gobernanza, el Equipo Europa se encargará de la dirección de la iniciativa y la reformulación de la visión estratégica de la Unión Europea frente a un escenario de geopolítica que plantea numerosos retos en las próximas décadas. La capacidad del Equipo Europa de priorizar una estrategia con amplia visión geopolítica no solamente favorecerá un prometedor despliegue de la diplomacia de la Unión a nivel global, sino que permitirá abrir nuevos y atractivos mercados para las compañías europeas.

 

 

THE ASIAN DOOR: El comercio por tren, entre el blockchain y las disputas geopolíticas. Águeda Parra.

Después de dos años desde que empezara la pandemia, los efectos de la crisis sanitaria siguen generando disrupción en la cadena de suministro a pesar de una importante recuperación de la producción industrial de forma generalizada en todo el mundo. Frente al alto coste que supone el envío aéreo y el volumen masivo que ofrece el transporte marítimo, la necesidad de diversificar las rutas logísticas ha convertido al único corredor de vía férrea que forma parte de la nueva Ruta de la Seda en una opción rápida y fiable de asegurar el suministro entre China y Europa.

La escalada de precios en el coste de los fletes y la escasez de contenedores, la necesidad de adaptarse a unas condiciones cambiantes en los principales hubs de distribución mundial ha hecho resurgir la opción del transporte de mercancías por tren como una opción viable para asegurar el transporte de productos perecederos o que estén sujetos a un determinado tiempo de entrega. De hecho, la gran demanda de transporte de mercancías generada durante la pandemia ha hecho crecer el flujo de trenes entre China y los múltiples destinos en los que se divide la línea cuando llega a suelo europeo después de atravesar Kazajistán, Rusia y Bielorrusia. El desequilibrio comercial entre China y Europa se mantiene, pero el volumen de exportaciones hacia el gigante asiático por parte de los países europeos ha conseguido duplicarse en la última década.

A este flujo de carga también se suma el auge que está experimentando el e-commerce a través de plataformas chinas que ya operan en Europa y que encuentran en el transporte ferroviario una solución segura, estable y rápida de distribuir y satisfacer la creciente demanda que está surgiendo entre los consumidores europeos. Las múltiples rutas con las que cuenta la línea China-Europe Express, como también se conoce al Nuevo Puente Terrestre Euroasiático, ha favorecido la apertura de 78 líneas operativas que conectan 180 ciudades en 23 países europeos, y que transportan hasta 50.000 tipos de productos diferentes.

La cifra de 15.000 trayectos realizados por el operador ferroviario durante 2021 marca un nuevo récord, que supone incrementar en un 22% el número de viajes respecto a 2020, y más de un 82% si se compara con la situación pre-pandemia en2019, según fuentes oficiales. El volumen transportado ha seguido una tendencia similar, experimentando un incremento del 29% interanual hasta alcanzar los 1,46 millones de contenedores. Como resultado de esta estabilidad aportada a la cadena de suministro, el operador logístico ha alcanzado la cifra de 50.000 viajes a finales de enero de 2022 desde que en 2011 comenzara a operar la línea entre la ciudad china de Chongqing y Europa, transportando mercancías por un valor superior a los 240.000 millones de dólares.

La inestabilidad en las cadenas de suministro y la fiabilidad de la vía terrestre ha aportado un mayor protagonismo al transporte por tren que, sin embargo, apenas representa el 5% del mercado total del transporte entre China y Europa. La inversión en los hubs logísticos sigue siendo esencial para conseguir una mayor eficiencia que tiene como principal obstáculo el tiempo invertido en trasladar la carga dos veces por trayecto entre los diferentes anchos de vía que existen entre origen y destino. No obstante, la incorporación de nuevas tecnologías como el blockchain ha permitido mejoras en la operativa logística mejorando el proceso de control en las aduanas y la carga de las mercancías.

El número de destinos directos aumenta y resurge el transporte de mercancías por tren sin que la paralización del Acuerdo Integral de Inversión entre UE y China haya tenido mayor efecto sobre el comercio terrestre. Sin embargo, las tensiones diplomáticas recientes entre Rusia y Ucrania podrían generar un eventual cierre de fronteras que desconectara la línea férrea entre China y Europa.

Los efectos secundarios de las disputas geopolíticas se suceden a todos los niveles pudiendo tener efecto directo sobre unas cadenas de suministro ya muy tensionadas. Un escenario de conflicto que se suma a la inestabilidad generada por la pandemia justo a mitad de trayecto entre China y los mercados europeos cuando el comercio terrestre comenzaba a despuntar.