La capacidad de realizar test masivos a diario con resultados en pocas horas ha sido una de las claves en la contención del virus en Corea del Sur. Un método que han complementado con la publicación de mapas de movimientos de las personas infectadas después de cruzar información recopilada a partir de geolocalización por móvil, registros de tarjetas de crédito y cámaras de videovigilancia de la ciudad para animar a posibles contagiados a realizarse las pruebas.
La eficacia de Taiwán en contener la pandemia ha sido elogiada por varios países. Apenas sobrepasan los trescientos casos confirmados a principios de abril en una población de 24 millones de personas. De nuevo, las nuevas tecnologías han sido parte esencial de la respuesta a la pandemia haciendo posible manejar simultáneamente información de los puestos fronterizos, las bases de datos de asistencia pública y el registro nacional. Asimismo, para los casos en cuarentena domiciliaria obligatoria, las tecnologías están permitiendo la vigilancia en tiempo real de 55.000 personas utilizando los datos de ubicación del teléfono móvil.
Tanto por la experiencia de otras pandemias, como por la disponibilidad de un ecosistema digital que lo sustente, los países asiáticos han demostrado mayor capacidad de reacción en contener la crisis sanitaria utilizando masivamente medios tecnológicos. La geolocalización por móvil ha dado paso a la elaboración de mapas de expansión de la pandemia, al seguimiento de casos en cuarentena, e incluso al aviso de posibles contagios a las personas que pudieran haber estado en contacto con casos confirmados.
Esta mayor confianza en el tratamiento de la información recopilada por medio de geolocalización y vigilancia digital se entiende, en cierta medida, por la herencia confuciana que comparten todos los países asiáticos, por la que el bienestar de la comunidad, del país, prevalece al del individuo. Los países asiáticos se caracterizan, asimismo, por una mayor predisposición a interactuar con entornos tecnológicamente ricos en aplicaciones y servicios que, sin duda, favorece una mayor adopción de las tendencias digitales del momento. Por ello, en un entorno caracterizado por el colectivismo las sociedades se muestran más disciplinadas ante medidas tan severas como las impuestas durante la actual crisis sanitaria. Por el contrario, el individualismo de Occidente es un valor que resta ante este tipo de situaciones, al considerarse restringidos los derechos individuales y la privacidad.
Por su parte, Europa no ha padecido con anterioridad crisis sanitarias parecidas al COVID-19 que le haya permitido desarrollar una respuesta tecnológica como la ofrecida por los países asiáticos. Tampoco dispone de un ecosistema digital tan desarrollado donde las nuevas tecnologías actúen con transversalidad entre las distintas capas de gestión nacional. En España se ha iniciado esa etapa de vigilancia digital emulando la aplicación de autodiagnóstico desarrollada por China. También se avanza en elaborar un “mapa de contagios” similar al creado por el gigante asiático para detectar contactos cercanos con personas diagnosticadas por el virus que permitirá conocer a través de un mapa de rastreo por geolocalización móvil cómo avanza la pandemia en España, y en otros países europeos. Medidas que despiertan una preocupación generalizada por el tratamiento que se realice de los datos una vez acabada la pandemia. Este recelo marca la diferencia con la actitud demostrada por los ciudadanos de los países asiáticos, entre los que destaca la aprobación positiva de los ciudadanos de Taiwán al seguimiento telefónico a gran escala valorado con 84 sobre 100. De ahí que el anuncio de Google y Apple de crear una aplicación conjunta para rastrear contagios tenga quizá mayor aceptación al no estar directamente vinculada a ningún gobierno, aunque la incertidumbre sobre el uso que se haga de los datos de movimientos y de contactos siga siendo máxima cuando termine la pandemia.