China ha hecho de la innovación su leitmotiv para consolidar el desarrollo económico que le ha llevado a situarse en segunda posición entre las economías mundiales más importantes en apenas 40 años. El crecimiento de China no tiene precedentes en la historia, y si las reformas económicas y la apertura al exterior han sido la clave que han marcado la transición del gigante asiático hacia una economía avanzada en estas últimas cuatro décadas, China cuenta con la inversión en innovación como la palanca que va a caracterizar el desarrollo futuro del gigante asiático en las próximas décadas.
Los planes de China pasan por convertirse en una “nación de innovación” en 2020, como así se refleja en el XIII Plan Quinquenal (2016-2020), con el objetivo de posicionarse como “líder de la innovación internacional” en 2030 y ser una “potencia mundial de innovación científica y tecnológica” en 2050. La inversión en investigación y desarrollo ha sido una prioridad en estos últimos años, duplicando el gasto en I+D desde el 0,9 que registraba en el año 2000, a alcanzar el 2,1 en 2017, sobrepasando desde 2013 la inversión que realiza la Unión Europea. En relación con Estados Unidos, la inversión china en I+D ya supone el 88% de la norteamericana en paridad de poder adquisitivo, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) de 2017. Aunque el gasto en porcentaje del PIB de China se sitúa por debajo de la media de los países OECD, que se sitúa en el 2,37%, la determinación de China por convertirse en potencia innovadora hará que en los próximos años estas cifras sean similares, o incluso superiores a la de otros países más desarrollados.
Hoy China genera más graduados en las disciplinas STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) donde el enfoque científico de las carreras de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas está generando un capital humano de talento tecnológico protagonista en la creación del ecosistema que está propiciando la revolución tecnológica que vive el país. El Índice Global de Innovación (GII, Global Innovation Index) en su edición de 2019 sitúa a China en la posición 14 (Hong Kong aparece incluso mejor posicionada en la posición 13), por delante de Japón (15), Francia (16) y a gran distancia de España (29), en una lista de 129 países. Como clusters de innovación mundial, el informe destaca dos ciudades de China en el Top 50, Shenzhen-Hong Kong en la posición 2, por detrás de Tokio-Yokohama, y Beijing en la posición 4, por detrás de Seúl.
En la carrera por convertirse en país de innovación, China cuenta con dos palancas que están resultando determinantes en la capacidad del gigante asiático de modernizarse a través de la generación de innovación tecnológica. Una de ellas es la capacidad de China de generar unicornios, aquellas empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares, convirtiéndose en uno de los verdaderos artífices del potencial de innovación del gigante asiático, consiguiendo generar más unicornios que Estados Unidos por primera vez en la historia, 206 por parte de China frente a 203 del lado norteamericano. Asimismo, la iniciativa Made in China 2025 es la segunda palanca de innovación con la que el país aspira a producir contenido nacional de componentes y materiales básicos que le permita ser cada vez más independiente de la tecnología extranjera. La previsión es que alcance el 40% en 2020 para pasar al 70% de producción nacional cuando se complete la iniciativa en 2025.
El potencial tecnológico que está generando este nuevo ecosistema de innovación ha propiciado la transformación de muchas ciudades chinas que basan su desarrollo económico en convertirse en hubs de innovación capaces de rivalizar con Silicon Valley. Este nuevo entorno de creación tecnológica que confluye en el delta del río Perla, en la provincia de Cantón, reúne a ciudades como Shenzhen, más conocida por ser la ciudad del software, Macao y Hong Kong, un núcleo de innovación que China pretende consolidar con la creación de la iniciativa conocida como Greater Bay Area.
Se trata de una región en la que viven 68 millones de personas con un PIB conjunto que alcanza los 1,5 billones de dólares, equivalente a las economías de Australia o Corea del Sur. Se trata de aunar el potencial de once ciudades de la región, que van desde Guangzhou, Shenzhen, Zhuhai, así como Hong Kong y Macao, para dar forma al gran proyecto de China de construir un centro de innovación tecnológico global. Esta megaciudad, la más grande del mundo con el doble del tamaño de Tokio, reunirá a centros de desarrollo tecnológico e instituciones financieras que rivalizarán a la vez con Silicon Valley y Wall Street. La presión de la guerra comercial con Estados Unidos ha supuesto un retraso en las ambiciones de China de construir el Greater Bay Area, lo que ha motivado que haya decidido priorizar los objetivos establecidos en la iniciativa Made in China 2025.